Por: Leticia Estévez
Hace poco llegué de un viaje por Panamá, donde recorrí algunas de sus ciudades y uno de sus destinos estrella: Bocas del Toro. Sabía que ahí me esperaban playas rústicas y aguas cálidas donde nadar y disfrutar al sol. Lo que no imaginé fue que en una de sus islas conocería al guarda parque fantasma…
En cada viaje que hago me resulta imposible no establecer algún tipo de comparación. Sé que los destinos son todos iguales, pero en algún momento un destino me recuerda en algo a otro y comienzo a compararlos. Generalmente comparo precios, costo de vida, calidad de los medios de transporte, calidez de su gente, entre otras cosas.
Como profesional del turismo caigo también en la tentación de comparar aspectos más técnicos, identificar algunos destinos vulnerables, destacar gestiones exitosas e incluso me voy de cada lugar con una lista de sugerencias que siempre estoy a punto de escribir en mi blog y luego desisto.
Pero, ¿Por qué sólo opinar de mi experiencia de viaje cuando puedo también escribir sobre cosas que, más allá de lo técnico, afectan a los visitantes y a quienes viven en el destino? Creo que también tengo la responsabilidad de advertir que no hay temas menores en turismo y que si no se cuida el destino y a su gente, el combo feliz tiene fecha de vencimiento.
Mi viaje a Panamá definitivamente me convenció de hacerlo y aquí estoy, dando el primer puntapié. Durante mi estadía en el país, visité ciudad de Panamá y Bocas del Toro. Entre las actividades y lugares que pude recorrer en Bocas, uno de los que más me gustó y frustró a la vez fue el Parque Nacional Marino Isla Bastimentos.
Un verdadero paraíso, eso no lo discuto. Los Cayos Zapatilla mantienen un escenario natural, rústico y una playa que merece horas. Se llega luego de unos 30 minutos aproximadamente en lancha. Se puede ir de manera directa o bien en el marco de una excursión más completa.
Durante el recorrido hacia el lugar, el “guía capitán” de la embarcación nos indica que por ser un área natural protegida se nos cobrará un ingreso de 10 dólares. Hasta ahí todo parece normal. Lo interesante es que esos diez dólares los cobra él y luego, supuestamente, en un rol de intermediario, se los paga al guarda parque. Me pareció muy raro ese manejo, pero esperaba que al menos me entregue un comprobante, una entrada o algo que indique que ese dinero había llegado a destino.
A mi regreso a Isla Colón pasé por la oficina de información turística para comentar este llamativo detalle y advertir lo que había ocurrido pero claro, ellos ya lo sabían. La explicación fue la siguiente: “Eso siempre sucede. La gente le paga los diez dólares al guía y si aparece el guarda parque éste los reclama, sino caja chica para el guía.”
Me pregunto entonces: ¿Cuantas decenas de dólares NO se recaudan en ese Parque Nacional? ¿Cómo puede ser que no haya manera de gestionar de manera responsable un lugar tan frágil? ¿Por qué subestimar a los viajeros de esa manera?
Creo que es importante que el turismo aporte a la preservación de áreas naturales, pero de una manera respetuosa hacia el recurso y quien lo visita, en la cual el guarda parque recibe el dinero en nombre del organismo que gestiona el lugar, y entrega un comprobante a cambio. Y que la oficina de turismo lo avale…es preocupante.
En ese momento no pude hacer mucho más, pero decidí escribirlo en el blog para advertir a futuros visitantes. Ojalá que comentarios como estos ayuden a abrir los ojos de quienes gestionan y que también nos enseñe a ser viajeros más responsables.
En Twitter @leticiaestevez @actitudviajera