Adiós Santi

#ADNGuevara

Acabo de enterarme de algo que me dejó helado.
Ha muerto el Gran Santiago Feliú, para todos nosotros Santi.

No tengo ahora las palabras correctas porque me acabo de enterar, pero quería ante nada dejar aquí de manifiesto mi más íntimo respeto por todo lo que fue su carrera anárquica, su valor para hacer lo que le daba la real y santísima gana, un revolucionario en mejor sentido de la palabra, en muchos terrenos, incluso ha hecho que un servidor, que no soportaba a Nueva Trova clásica, a Silvio, Pablo, Noel, Sara, y su propio hermano Vicente, terminase abrazando la estética y cierto mensaje de ese sub-movimiento.


Los que vivíamos en Cuba vimos una sensible pero importantísima diferencia que naturalmente desde afuera no se puede explicar de fácil manera, cuando salieron él, Xiomara Laugart, Tosca, los hermanos Donato y Roberto Poveda, Frank Delgado, Gerardo Alfonso, Carlos Varela, Jose Luis Barba, Adrián y algunos otros que seguro paso por alto de aquella época, que aunque trovadores, llevaban muy impregnado lo social y rebelde del Rock’n'roll que yo abrazaba y disfrutaba.

Donato, Roberto, Gerardo, Xiomara, Tosca, Frank, y Chico Buarque

Santi, Donato, Roberto, Gerardo, Xiomara, Tosca, Frank, y Chico Buarque

Tal era así que por mucho tiempo yo prefería ir a sus recitales aunque sus canciones no me gustasen de una manera especial, excepto la voz de Xiomara, porque el antes el durante y el después era propio de la vida de rock, las chicas de alrededor, las modas, las substancias los pensamientos y hasta muchas letras, que ir a los recitales de los inocentes y a veces demasiados estereotipados aunque muy valientes conjuntos de rock, que se limitaban a hacer versiones domésticas de los grandes grupos de fuera de la hermética isla, generalmente ingleses y norteamericanos.

Ese grupo paradigmático de la Trova contestataria cubana, entre la cual Santiaguito sobresalió por su carácter de lobo solitario porque aunque gregario como él solo, podía vivir con cincuenta personas alrededor, también era particular y precisaba su propio espacio como todo creador diferente, también por su propia obra, su precioso dúo con Gunila en Vida, y también porque no decirlo por su parentesco con Vicente, uno de los tótems de la “Nueva vieja Trova” y además vocero del establishment, y por su condición de ahijado de Silvio Rodríguez, quien según tengo entendido lo ha querido bien hasta ayer mismo… al menos a él sí lo quiso como es debido.

Santi, una leyenda en vida

Santi, una leyenda en vida

Santiago tuvo valor para muchas cosas que hoy parecen fáciles o minúsculas, pero que en aquel hermetismo se precisaba contar con una determinación y una personalidad fuera de lo común, decidida y valerosa, desde hacerse a sí mismo sin pasar por el aro de nada de lo que se suponía había que hacer, ni cumplir con requisitos académicos, ni guardar la forma oficial u oficiosa, ni hacer nada de lo que le sugería Vicente y Silvio, sino muchas veces lo contrario. Supo amalgamar las poses individuales y las bondades propias del éxito oficial con una gran dignidad y honestidad artística distintivas de la cultura alternativa.
No me interesan las diferencias que hubo con los demás componentes de aquel grupo, que las hubo claro está, como en cualquier movimiento, lo importante es que fue fiel a sí mismo. Lo fue siempre.
No es que lo diga hoy, se lo dije a él en más de una ocasión, aún cuando pensaba diferente en muchas cosas, sin llegar a la intimidad que concede la amistad, coincidimos por edad y por afinidades en varios grupos de amigos comunes.

Su modo de vida era sólo para él, un verdadero Rolling Stone, y un verdadero trovador solitario con sus propios sueños y sus propias utopías y poesías. Aunque no coincidiese con él y su entorno en muchas cosas, le guardo desde siempre por ser de mi propia generación y ser tan independiente y valiente, un gran respeto y afecto como ser humano, también quiero saludar a su hermana Ruchi.

Santi, donde quiera que estés si me lo permites, mis respetos y mi cariño irán contigo, ojalá encuentres toda la paz que te mereces, y aunque tu muerte a los 51 años puede parecer muy prematura y en cierta forma lo es, también es cierto que te llevas en la alforja una cantidad tan grande de experiencias vividas que dejarás sonrojado, sin aliento, a cualquiera de los dos mandamases con quien tengas el gusto de comenzar a discrepar en cuanto hayas puesto tus pies y dejado tu alforja y la guitarra en alguna habitación desordenada del más allá, ya sea al de la barba blanca que lo cree saber todo o al de la cola roja que todo lo sabe.