El jamón, el chicle y la manzana

Había tres elementos fetiches masticables, degustables, semi comestibles, en los años en que viví en Cuba, que indicaban cierta nostalgia en favor de tiempos pretéritos,  y sobre los cuales existía toda una suerte fabulaciones que los dotaban de características inexistentes, aportadas por el primitivo sentido de la melancolía,  la tergiversación de la memoria recaía sobre esos tres productos en sí, pero aún más amenazantes eran por aquello que representaban.

Uno de ellos era el jamón. El pernil de puerco, ya ahumado, medianamente curado o cocido.  En el imaginario colectivo de cualquier cubano de a pie, se encontraba liderando las placenteras fantasías más variadas, ligadas antes a la erótica del poder que a las ansias gustativas. Mientras que representaba un tangible elemento diferencial, en posesión de las novísimas clases dominantes, las sustitutas de las relacionadas con la propiedad de los medios de producción, las compuestas de las elites de las diferentes organizaciones de control, que  articuladas conformaban el poder en la isla.
Continuar leyendo

Cuba 1980: una golpiza revolucionaria

Lo más probable es que nadie tuviese prevista la avalancha de gente que se presentó aquellos días de 1980 en las oficinas correspondientes para abandonar la isla de Cuba, llegaban a El Mariel desde todas partes del país, en el edificio contiguo al mío en Alamar, habitaba una familia de vecinos a la que llamábamos los Micho, eran de la provincia de Las Villas, y habían esperado a que llegaran procedente de su tierra a toda la familia, para entrar a la embajada del Perú, en los días en que se abrió esa opción, pero dadas las demoras de los servicios de transportes interprovinciales, los familiares se presentaron demasiado tarde, cuando ya se había prohibido la entrada al recinto.

Los Micho aún estaban en el departamento de Alamar, amuchados, resolviendo como podían para comer, ya que no tenían su libreta de abastecimiento en La Habana, cuando se abrió el grifo de la emigración sexualmente subversiva en el Mariel.

De las razones eficaces para ser expatriado a los Estados Unidos, las únicas sobre las cuales las sospechas de fraude no podían ser resueltas de ninguna manera eran la prostitución y la homosexualidad; si alguien declaraba ser delincuente, debía poseer un prontuario, si decía ser vago habitual, debía estar registrado por la ley del vago, era fácilmente comprobable saber hasta cuando había trabajado. Declararse puta o pájaro era la mejor forma de acceso a una vida plena de futuro e ilusiones nuevas. Continuar leyendo

“Crossroads”

En estos días se conmemora un aniversario más de la muerte del Che en Bolivia. Cada vez que se acerca esta fecha me asisten una serie de recuerdos a los cuales los rayos de la perspectiva en el tiempo han dotado de la gracia propia de la anécdota que se desvía del convencionalismo, pero que no obstante en su momento consiguieron demostrarme la calidad y consistencia de un constante agobio.

En uno de los aniversarios, vivía en La Habana y no estaba lo que se llama adaptado a la vida prolija en sociedad, era una especie de marginal según me decían, un lumpen, era un desclasado social que no conseguía adaptarme al inmovilismo y la falta de libertad del mal llamado socialismo en Cuba, sumado a la danza de incomodidades típicas de los adolescentes tardíos y aderezado por una vehemente reacción a las conductas convencionales, que en mi caso, estaban regidas por un enmohecido sistema de falsedades que componían la pretendida superioridad moral de los ángeles de izquierdas y los santos comunistas

Mis bisabuelos Roberto Guevara Castro y Ana Lynch Ortiz y sus hijos, entre los que está mi abuelo Ernesto, en el extremo derecho de pie.

Continuar leyendo