88. Uno tiene la pareja que se merece

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Toda relación amorosa es situacional. Hay una dialéctica de interacción que constituye el perfil de relación de ese determinado vínculo. El que se jacta de nunca ser celoso, de pronto un día lo es. La que nunca lloró por nadie, el día menos pensado, advierte rodar por sus mejillas ese líquido salitroso que la avergüenza y a la vez la carga de bronca. El que dijo que cuando corta una relación no te llama nunca más, de repente se convierte en un stolker de tus instantes, fisgoneando cada cumpleaños facebookiano.

La mayoría de las veces, el amor se elige desde la propia neurosis, donde el otro termina siendo tu partenaire neurótico. Es como si dijera que el otro no existe, que sólo es una invención construida desde tus propios síntomas, a la vez, que los síntomas del otro hacen lo propio. Pobres los que creen que el patrón de belleza es el que rige las elecciones amorosas, en todo caso, es el “peón” de belleza el filtro neurótico que te hace elegir a un determinado tipo de persona. La neurosis es un lobo hambriento que no come cualquier cosa, sino sería muy fácil enamorarse con tan solo desearlo; nuestro aparato psíquico es una perfecta castinera que, en silencio, hace todo el trabajo de inteligencia donde paradójicamente no tiene nada de inteligente.

“Uno tiene la pareja que se merece” quiere decir que al otro se lo construye desde el propio self. Por ejemplo, si a tu novio lo cargás de inseguridades estás fabricando a un futuro celoso compulsivo, pero a la vez si ese muchacho padece de una pobrísima estima, él mismo se constituye en un partenaire neurótico donde ambos van fijando la fecha de vencimiento, uno para cumplirla y el otro para negarla. Si sos un tipo relajado pero presente, lo más factible es que todo fluya; si sos una muchacha con buenas vibraciones y un buen sentido del humor, seguramente tu chico no te hará sentir excluida de sus tiempos ni de sus espacios. Para merecer a una buena persona tenés que creerte merecedor de eso, muchos repiten patrones de elección que están más cerca del ninguneo que de la aceptación; enamorarse de una persona que te rechaza o no te quiere en la misma sintonía, es asegurarte la exclusión y el empobrecimiento como persona. ¿A quién se le ocurre elegir a alguien que no te elige? A los que no saben que hacer con su neurosis.

salidas

El otro, a priori, no existe. Esa persona que ves por primera vez, es una figura borrosa que con el correr de la interacción se va haciendo más nítida, siendo la neurosis la que hace foco en ese contorno, por lo tanto sino está bien tratada, puede que te tiemble el pulso emocional y con el tiempo vuelva a disfumarse. La relación amorosa es una construcción que empieza en soledad, mucho antes de que el otro aparezca, de hecho, aparece cuando ya pagaste tus cuentas subjetivas. Todo relación que empieza con una deuda padece una malformación, se puede convivir con ella, hasta inclusive negarla. Muchas personas conviven con esa malformación por muchos años y la naturalizan de tal modo que pareciera como que nunca existió. Nadie dice que el amor, también es infeliz, las películas nos venden situaciones ideales que nos emocionan justamente por esa ajenidad. Podés ir al Soho, uno de los barrios más copados de Nueva York y pararte en el 114 de Mercer Street donde se filmó la película Ghost y esperar por horas que aparezca un símil Patrick Swayze o una pseudo Demi Moore para proponerte amor eterno, pero sólo lograrás un codazo, un empujón y un esquismi.

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