99. Cuando esperás que vuelva

#AmoresTóxicos

Al principio creés que es algo pasajero, como una fuerte tormenta que el viento se encarga de disipar, las palabras como gotas van cayendo a través de tus oídos y las frases suenan difusas como cuando te das cuenta que necesitás un par de anteojos. Lo escuchás como quien escucha una confusión, creyendo que en unos días volverán a pedir unas pizzas y mirar la segunda temporada de esa serie que descubrieron juntos. Pensás en el stress, en los problemas con el hermano y en que él siempre se apresura a la hora de abrir esa bocota. Tus amigas te dicen que no lo presiones, que uno se las agarra con la persona que más quiere.

El primer sábado sin él fue raro. Caía el sol, como todos los sábados de ausencia inesperada, el teléfono no vibraba y dudabas: salgo con las chicas, aprovecho para ordenar la habitación o escribo un mail. Ensayas, “Querido Julián, se que esto que nos pasa ya se nos va a pasar”. Caés en el triste recurso de pluralizar una decisión singular. El amor es una singularidad que busca otra singularidad para coincidir en un afortunado malentendido. Lo plural es ideología y ética, lo singular es estética y posición saludable. El “qué nos pasa”  es creer que el corazón late una vez en cada cuerpo, la idea de vínculo llega después, el vínculo es una construcción, un punto de llegada donde se arriba con los propios remos, un muelle que, de acuerdo a como lo pisen, puede derrumbarse como una casa de naipes.

Te humillás, te enojás, te vestís para la ocasión, lo esperás en la puerta, te transás a otro. Lo escupís, vas al psicólogo, hablás con la madre. Le mentís, le implorás, le revisás el Facebook, tomás distancia. Te hacés esotérica, vas a una tarotista, descubrís el reiki, adelgazás.

waiting_for_perfect_manUn sinnúmero de acciones que no tuercen el triste destino del duelo y que tratan de ocultar la secreta esperanza de un retorno. Tener la esperanza es un modo de calmar el vacío, la espera es una palma que acaricia tu espalda y te dice que esperes, que ya va a volver. Todo indica que no, pero aun así lo esperás. Pero… ¿qué es lo que esperás? La retaliación vengadora que ponga las cosas en su lugar, pero, cuando el otro toma sus remos y se va en busca de otros muelles, no hay lugares ni cosas que ordenar, solo queda bajar al fondo, recoger tus cosas y fabricar otros remos.

Esperar que vuelva es un modo de alejar la dignidad de tus recursos emocionales. Cuando el otro parte, no hay nada que explique porqué partió. Puede ser por muchas cosas, pero la realidad es que se subió al bote del adiós y con el tiempo lo vas viendo cada vez más chiquito remando hacía el encuentro de un nuevo horizonte.

Pensás en escribirle: “de pronto estaba todo bien y de un momento a otro me venís con esto” y te leés sabiendo que no hay una explicación, que la única respuesta es la distancia. Entonces es cuando se abren las compuertas del auto reproche y hacés un revisionismo doloroso para buscar donde estuvo el error. No hay error, uno es lo que puede ser y debe elegir a quien acepte de buen grado ese “ser en el mundo” que sos. Volver ilusoriamente el tiempo atrás para ser diferente no resulta. La segunda oportunidad, cuando el amor de uno de los dos ya fabricó sus nuevos remos, solo dilata el momento de la partida. Y nadie es feliz en un aeropuerto cuando te avisan que el vuelo que estás por tomar para volver a la cucha, tiene diez horas de retraso.

AMORES TOXICOS EN BUENOS AIRES
Sábado 25 de Octubre en el CAEPS

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