125. Amores por WhatsApp

#AmoresTóxicos
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“A veces abro su conversación
 y me quedo esperando que esté en línea.
Sólo para emocionarme, porque no le hablo”.
 
Anónimo de “La gente anda diciendo”

 

Si la palabra está repleta de malos entendidos habitada por malos entendientes y el lenguaje nunca es suficiente a la hora de explicar lo que quiere decir, no sería difícil coincidir que comunicarse a través de los pulgares inaugura una nueva decodificación de lo que hasta ahora entendíamos por emisor y receptor. Decirlo por WhatsApp evita tener que decir ciertas cosas cara a cara ya sea para bien o para mal.

¿Da para darse?

Hasta no hace mucho, generar un encuentro con alguien requería una dosis de valentía y la obligación de sortear ciertas trabas que inhibían el acercamiento. Hoy, gracias a los smartphones, podés tirar tiros a troche y moche sin correr el riesgo de que el otro te vea ruborizado. Solamente con preguntar si hay onda, habilita (o deshabilita) el avance al siguiente punto. Antes necesitabas un cómplice que le preguntara si gustaba de vos.

Mucha gente se rehúsa a ser seducida por WhatsApp, lo consideran un acto de cobardía. “Si tenés huevos vení a tocarme el timbre”.

Yo pensé que…

A la hora de discutir con tu pareja, usar el WhatsApp triplica la duración de la pelea. Consultado a un especialista en discusiones por celular nos dijo: “las cuestiones menores, muchas veces pasan a mayores. No es lo mismo escribir TE AMO, Te Amo o te amo o, poner Te extraño sin el mucho, puede traer cola”. Claro, mientras que la palabra hablada viaja a la velocidad de la luz, la palabra escrita puede ser una tortuga. A lo escrito volvés una y mil veces y, si querés, podes darle un significado distinto cada vez. Además, la letra queda marcada a fuego hasta que te roben el celular, en cambio la palabra se vuela con cualquier brisa.

“Las peleas de pareja son como calles en doble mano sin semáforos, son palabras que bajan sin sentido de las dos partes en contestaciones anteriores. Algo así como una pelea de sordos”. Obviamente mientras estás contestando lo que leíste cinco frases antes, el otro está contestando algo que, a esa altura, ya no te interesa saber.

Cortar un vínculo a través de WhatsApp no merece ningún comentario. Eso se los dejo a ustedes para que lo pongan abajo. ¿Qué piensan de los que te dejan por un telefonito?

Las dos rayitas

Toda raya genera peligro: las del paso cebra, la del mar que pica, la del plomero, la del espejito, la del trapito, las del WhatsApp. Esa duda insoportable de si el mensaje salió, si le llegó, si lo leyó, si respondió, si me llegó, si lo leí. Si tengo 3G, si tiene 3G; si hay Wi Fi donde está. La última hora de conexión ha destruido más de un vínculo amoroso.

¿Y cuándo se controla todo este tipo de cosas? Cuando la confianza se fue al cuerno, cuando la inseguridad te tiene maniatado o cuando el vínculo es un enfermo terminal. Vivir tras los pasos del otro es un modo de dejar de pisar nuestros propios pasos. Mucha gente confunde un problema de espacios con un problema de tiempo. El tema, no es que hace el otro con sus tiempos mientras no está con vos, el problema es cómo aprovechan los espacios cuando están juntos. ¿Tan importante es que te ponga en la foto de perfil? No me hagas reír. Importante es que eso pase a segundo plano.

Amores formateados

Hoy los vínculos están formateados por los medios de comunicación y la tecnología. Dice Michel Serres en su libro Pulgarcita que los jóvenes ya no tienen la misma cabeza: “Por el teléfono celular se accede a cualquier persona; por el GPS, a cualquier lugar; por la Red, a cualquier saber: ocupan un espacio topológico de vecindades, mientras que nosotros vivíamos en un espacio métrico, referido por distancias”. Podríamos decir que las relaciones amorosas, ya no habitan los mismos espacios que solían frecuentar. Tal vez se cree ilusoriamente que el WhatsApp acorta distancias pero no siempre es así: dice Serres que “los remiendos desgarran todavía más el tejido que tratan de reparar”. Esta herramienta social sirve en tanto se agilice el encuentro, ahora, si está al servicio de dilatarlo, se convierte en nocivo para la frontalidad amorosa.

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