129. Cuando no fluye, no fluye.

#AmoresTóxicos

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La joven muchacha de caderas prominentes era talle treinta y seis. Entra en una casa de jeans. Hay cuatro empleadas con mala predisposición pero con único objetivo… vender para engrosar las comisiones y tener platita para la jarra loca del baile. Pide un jean tiro bajo talle treinta y dos. Se lo dan. Se mete en el minúsculo probador y antes de sacarse el jogging comienza a transpirar. Intenta con escasas esperanzas que encaje lo que nunca va a encajar. Domestica su imagen en el espejo, le cree a la vendedora de la jarra loca que le queda divino, sigue transpirando. Se dice en silencio que mientras no esté sentada la panza no le explota. Se miente porque cree que dos números más, la van a mostrar gorda. Simula un cuerpo en otro espacio, quiere habitar el espacio con otro cuerpo.

Puede haber amor sin piel, puede haber piel sin amor. En un caso, el amor completa lo que la piel no ofrece de forma natural; en el otro, el cuerpo prioriza el entrelazado armonioso del presente continuo. Fluir es no esperar lo que no hay. Es entender que la gratitud de un vínculo se da en la demasía y no en los faltantes. Pretender que fluya cuando los reflectores apuntan a lo que falta, es hacer encastrar un círculo en un triángulo.

La fluidez no es un acto voluntario

No se trata de que dos personas acuerden fluir. Se fluye más allá de las personas, la invención de la fluidez es un acto capitalista. Se fuerza lo que quiere controlarse, lo que se está yendo al pasto, lo inconmensurable. Fluir es no pensar en la fluidez.

fluidoAnte la advertencia de que la cosa no tiene su vértigo natural, la fluidez se presenta como un termómetro del vínculo en cuestión. Si no fluye, es que la predisposición neurótica –necesaria para todo vínculo amoroso–, no está en sintonía con ese vínculo. Nunca es suficiente el amor, ni la piel, ni la “gemelización” del vínculo. Toda historia de amor, es también una historia social: cuando fluye, todo encastra, cuando no fluye, todo enchastra.

La fluidez no es azarosa pero depende del azar. No es mágica, pero hay algo que no está ni en uno ni en otro, tal vez se ubique en esa grieta maravillosa llamada coincidencia. Estar conectados, reír de lo mismo o disfrutar del mar contribuye a la fluidez (y viceversa).

Sufrís por amor cuando querés forzar que fluya, cuando negás que no hay ninguna chance y cuando te encaprichás con tu corazón. Y en eso el corazón es muy vengativo… de algún modo se la cobra.

 

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