Por: Ascenso Rock
La banda más convocante del país ofreció su tercer show en el marco de la gira “Pesados Vestigios”, noveno disco de estudio que ya llevó a miles de seguidores a dejar su huella en Villa Rumipal (Córdoba) y Bragado (Buenos Aires) durante este año. Una vez más, Ascenso Rock de Primera no podía quedarse afuera
Las rutas se tornaron radiantes y representaron un paisaje repleto de plenitud cuyo eco vibró en cada uno de los corazones que alojaban una adrenalina que se fue desenvolviendo acorde iba llegando a su destino, con tantas sonrisas como una boca pudo regalar, abarcando tanto agite como el que el ángulo de los brazos quiso contener, y al ritmo que la ansiedad lo permitió.
“Y para eso canta. O salta un poco. Mira para un costado. Cierra los ojos. Respira agradecido. O maneja. Maneja mucho. Se pone unos temas al palo. Quiere que el tiempo corra, pero no tanto. Porque disfruta. Viaja mucho. Charla. Charla mucho. Agarra la viola. Por momentos se desconoce. El buen humor brota y descansa en el aire. Hay gente nueva, todo el tiempo. Ve correr el fernet. Nota su capacidad de proyectar relatos. Conoce pueblos e historias tan fugaces como animadas que no recordará. Pero que nutren. Elevan el valor de este frenesí. Que ahora te acepta unos mates. Y así, casi sin darse cuenta, va formando un recuerdo inolvidable”.
Tandil fue todo júbilo, pero esta vez esa interminable marea de gente que suele colmar las calles no resultó tan notoria y apabullante puesto que, más allá de que la infraestructura de la ciudad se correspondía con un evento de estas características, y básicamente hay más espacio para la desconcentración, el escenario epicentro de las emociones no estaba situado cerca de la ruta principal donde es común que descansan los cientos de micros.
Los siempre inanimados números señalan que unas 25, o 30 mil personas ocuparon el Hipódromo y que otra buena cantidad de seguidores (algunos con entrada legítima en mano) quedaron afuera del predio tras defenderse de la policía, muchos de los cuales sufrieron los efectos de los gases lacrimógenos lanzados para disuadir y alejar a los que intentaron ingresar sin entrada.
“Respira intermitente. Trata de no refregarse los ojos. El humo asfixiante se mezcla con el otro, el bueno, el que emerge de las interminables e improvisadas parrillas. La noche lo rodea y su cabeza galopa entre pequeñas corridas y cánticos tan clásicos como apasionados. Una mirada rápida basta para controlar: ‘Estamos todos’. Espera. Esperan. Hay refugio. Los vasos vuelven a girar. Ya no hay tiempo para preguntar qué es. Avanza”.
Perra Negra y La Ricarda (oriundas de la ciudad) más La Rockabilera del Sur fueron los encargados de enaltecer los ánimos antes de que La Renga, pasadas las 21:30 hs, enardeciera el espíritu de la interminable multitud presente, que minutos más tarde experimentó un fuerte latir de su corazón cuando el apagón cedió terreno a un pseudo-blues que reviste la proyección de diapositivas correspondiente al arte del último disco, formato elegido durante esta gira para dar aviso de que el comienzo del show es inminente.
Llegó la descarga, la tradicional y efusiva aparición en escena en la que Chizzo, Tanque y Tete hicieron sonar sus instrumentos al unísono, señalizando la largada, canalizando toda tensión e instalando un suspenso cuyo final fue el principio de un baño eufórico de poder que ofició de bienvenida y en esta ocasión volvió a tomar la forma del esperado pero no por eso menos disfrutado “Corazón Fugitivo”.
Así quedó ampliamente superada la siempre primera prueba en cuanto a la calidad del sonido se refiere, ya que la potencia habitual fue una constante y más aún, se expandió con destacable equidad por todo el gigantesco campo para que, de inmediato y sin tregua, rugieran “Canibalismo Galáctico”, la infaltable “Tripa y Corazón”, “Pole” (en honor a Victor Poleri), el rabioso “Twist del Pibe” y “Nómade”, fiel reflejo del por entonces estado actual de la mayoría del público.
Con esas 6 canciones encima, la sospecha de que la lista de temas podría ser la más vehemente de los últimos 3 shows, se hizo firme. Y si había que escuchar alguna canción para confirmarlo, no fue larga la espera: Una pequeña zappada funcionó como preludio perfecto para convulsionar de manera definitiva la energía agazapada en el aire bajo la furia contenida de “Estalla”.
Nada de menguar. Nada de bajar. Así lo dispuso la popular y emotiva “San Miguel” (inspirada y dedicada a Miguel Ramírez, seguidor fallecido tras el impacto de una bengala en el recital en el Autódromo e La Plata en 2011), que ya es candidata a tener un lugar permanente en la lista de temas, con un Manu Varela intratable en la armónica que siguió dando cátedra en la multicantada “Lo frágil de la locura”.
Pasado este terremoto musical, las luces sugirieron otro clima. Si es que existe la posibilidad de pararse un segundo a reflexionar y traer algún recuerdo a un ambiente tan confluente de sensaciones, éste era el que estaba por venir: El mítico Ricardo Soulé y su violín arribaron al escenario y bajo la sabia estela de “Sabes Que”, seguida de una épica versión de ”Triste Canción de Amor” a la que se sumó Nacho Smilari como segunda guitarra, un torrente de profunda nostalgia sacudió las almas de todo letargo, sellando un momento inolvidable.
Concluida esta etapa, “Día de Sol” fue sinónimo de una bocanada de aire fresco, recibida con algarabía por un público que perdió todo dominio de su cuerpo al oír los primeros segundos de “A tu lado”, que se vivió como un verdadero delirio alimentado por “No para de aletear”, “La furia de la Bestia Rock”, “Mirada de Acantilado” (con los celebrados heavys coros de Tete), la declaración de principios alojada en “Muy indignado” y la mega-coreada “El Rey de la Triste Felicidad”.
Más que satisfecho podía considerarse cualquiera de los presentes con esa gran panzada de canciones y versiones memorables pero, como si fuera poco, aún quedaba tiempo para la entrañable sorpresa que la banda de Mataderos ocultó detrás de una nueva zappada que predijo a “Ser Yo”, canción con la que resulta una debilidad autoreferenciarse y que fue cantada desde el centro del corazón hacia el cielo sin escalas.
Instantes después, los vientos tomaron su habitual y bien recibido protagonismo, y dieron forma a la entrañable y poderosa “Dementes en el Espacio”, que fue continuada por ”Motorock”, “Arte Infernal” y el ya casi himno “Oportunidad Oportuna” que bien merecido tiene la presencia constante que se ganó en esta trilogía de la gira de “Pesados Vestigios”.
Ya amagando con un final que todo renguero sabe que no es tal, llegaron “La razón que te demora” y “Oscuro Diamante”, ambos primeros cortes de difusión de sus respectivos discos cuyo canto el Chizzo perfectamente podría haber cedido por entero al público, ya que prácticamente la oleada de gargantas terminó tapando su voz, objetivo difícil de lograr.
“Los tres abandonan momentáneamente el escenario. Partes de su cuerpo lo agradecen. Necesita respirar con holgura al menos un par de veces. Encuentra espacio entre esos rostros agotados de tanta exaltación. Son gestos complacidos. Bien cerca de la valla, nace algo de espacio en medio de un clima que fue tan enérgico como fantástico”.
El regreso de la mano del amigable “Masomenos Blues” fue más que placentero y ya habiendo cumplido con el último tema del nuevo disco que quedaba por tocarse, llegó el característico aluvión que trae aparejado “El viento que todo empuja”, que supo sembrar el éxtasis desarrollado por la casi sagrada letra de “El final es en donde partí” y sentenciado en “Hablando de la libertad”, propagando un grito de vida unánime para ahuyentar cualquier miedo y soñar la fiesta que todo ser humano podría vivir al despojarse un rato de su destino.
“Todo terminó. Menos la locura. La conmoción. La música y la satisfacción. Las cabezas comienzan a disiparse sin apuro. Deambulan. Repletos de un cansancio que demuestran con orgullo a cada pesado paso. Casi por inercia las manos se abrigran sobre la nuca. No es el único que eligió mirar al cielo estrellado. Lo contempló aliviado. Y dio gracias al Rock”.
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