Algo sobre la coma

#AsíSeEscribe

Seguramente, si hiciéramos una encuesta para ver qué es lo que la gente supone que le presenta más dificultades en la escritura, la coma encabezaría la lista. Signo complicado si los hay, el Diccionario Panhispánico de Dudas de la Real Academia registra bastante más de veinte usos diferentes: una de las razones por la cuales es difícil usarla bien.

En general, nos equivocamos porque la colocamos arbitrariamente. Si pensamos, por ejemplo, que tenemos que poner una coma en Mi profesor de inglés, explica bien* solo porque consideramos que este signo equivale a una pausa en el habla, cometeríamos el mayor de los errores porque la coma nunca separa el sujeto del predicado.

¿Cuándo la usamos entonces? Lejos de acabar el tema en esta entrada sola, vamos a dar algunos consejitos para no caer en la desesperación:

1. Separa los términos de una enumeración, por ejemplo,  Desmayarse, atreverse, estar furioso,/ áspero, tierno, liberal, esquivo,/ alentado, mortal, difunto, vivo, …

2. Aísla los vocativos, es decir, las palabras que sirven para llamar o nombrar al interlocutor: Amor de mis entrañas, viva muerte,/ en vano espero tu palabra escrita/ y pienso, con la flor que se marchita,/ que si vivo sin mí quiero perderte.

3. Indica cualquier tipo de aclaración: Y así, angustiado en su dureza, a solas/ soñará con sus buques y sus olas,

Estos tres usos son muy comunes y nos pueden ayudar a empezar a sacarnos algunas dudas. Más allá de la normativa, es interesante aprovechar las enormes posibilidades estilísticas que nos da la coma. Los grandes escritores de todos los tiempos saben que también es posible experimentar y conseguir determinados efectos a partir de cualquiera de los signos de puntuación. Un ejemplo es el de Cortázar en “Cortísimo metraje”, microrrelato en el que el uso de las comas transforma el texto en una sucesión de imágenes a la manera de fotogramas, de modo que el autor traduce por medio de la palabra lo que el cine consigue a través de la imagen: 

Automovilista en vacaciones recorre las montañas del centro de Francia, se aburre lejos de la ciudad y de la vida nocturna. Muchacha le hace el gesto usual del auto-stop, tímidamente pregunta si dirección Beaune o Tournus. En la carretera unas palabras, hermoso perfil moreno que pocas veces pleno rostro, lacónicamente a las preguntas del que ahora, mirando los muslos desnudos contra el asiento rojo. Al término de un viraje el auto sale de la carretera y se pierde en lo más espeso. De reojo sintiendo cómo cruza las manos sobre la minifalda mientras el terror poco a poco. Bajo los árboles una profunda gruta vegetal donde se podrá, salta del auto, la otra portezuela y brutalmente por los hombros. La muchacha lo mira como si no, se deja bajar del auto sabiendo que en la soledad del bosque. cuando la mano por la cintura para arrastrarla entre los árboles, pistola del bolso y a la sien. Después billetera, verifica bien llena, de paso roba el auto que abandonará algunos kilómetros más lejos sin dejar la menor impresión digital porque en ese oficio no hay que descuidarse.

Para terminar, les recomiendo el cuento de Gabriel García Márquez “El último viaje del buque fantasma”: una sola oración de 2133 palabras que sería imposible de leer si no fuera por el correcto uso que el autor colombiano hace de las comas.