“El gusto”

#BorgesDelFuturo

Autor #15

Nombre: Leticia Martin

Edad: 37

Libro: El gusto (Pánico el Pánico, 2012)

Temas: Femineidad. Trabajo. Sensualidad. Convivencia. Urbanidad.

Por qué hay que leerlo: La transmigración desde el lenguaje de la poesía hacia el lenguaje de la novela —esa compleja procesión entre lo sublime y lo maquínico, remarca algún francés— hace de la primera novela de Leticia Martin, autora del poemario Breviario o el oficio religioso (Funesiana, 2012), un texto que, a través de un concienzudo esfuerzo estilístico, elabora una atmósfera de cuidadosa detención entre argumento, personajes y narración. De esa manera, Lorena, la bailarina del interior que llega a Buenos Aires para integrarse al cuerpo de ballet del Teatro Colón, se transforma menos en un personaje femenino —con todos los protocolos de subjetivación necesarios— que en una plataforma de observación desde la cual construir el sentido de un mundo —urbano, sensual, amatorio, enigmático, musical— observado en cuidadoso ralenti. Esa velocidad ambigua donde la narración deviene argumento y el argumento deviene, a su vez, excusa para poner en funcionamiento las particularidades de la maquinaria perceptiva —”Todo está dispuesto para la distracción”, dice la protagonista ingenuamente aturdida por el rancio colorido de la calle Corrientes— hacen de El gusto una novela que esquiva categorías narrativas de ánimo meramente costumbrista, etnográfico o —la más torpe y elemental— femenino.

Constatar la irrelevancia de la trama —no desde el simple sentido de lo trivial sino desde el largo sesgo canónico de lo cotidiano entendido como suma de episodios no necesariamente dramáticos, ni necesariamente cómicos— permite constatar la relevancia de la mirada. Es en el trabajo sobre esa delicada franja de percepciones ralentizadas donde Leticia Martin logra sugerir un vasto más allá. Aquello indefinido que orbita alrededor de peripecias tan corrientes como comprar frutas, mudarse con un compañero de trabajo, comenzar un trabajo o desquebrajar el rigor profesional de una dieta. El gusto se puede leer, entonces, como verdaderos ejercicios de prosa poética preocupados por indagar a través del poder de la sugestión —sin perder el tiempo volviéndose explícita— qué hay detrás del sentido del deber, de la amistad, del deseo, la vocación e incluso de la voluntad.

 

¿Por qué leer El gusto en el futuro?
Mi madre se quejaba de tener que agitar manualmente una bomba de agua instalada en el patio de su casa para lavarse las manos. Nosotros movemos un dedo, sin tocar el grifo, y tenemos agua en los baños de los shoppings. Quiero decir, los cambios tecnológicos de la modernidad a esta parte parecieran perseguir la velocidad de la luz. Y con los cambios, casi a la par, cambian o surgen subjetividades nuevas. El gusto cuenta la conformación de cierta subjetividad femenina que, dentro de cien o doscientos años, se parecerá mucho a la prehistoria del género. Imagino a algún amante de lo viejo encontrando un libro de tapas marrones, polvoriento, perdido en la baulera de algún amigo que lo compró por estas épocas. Una especie de rescatista del olvido que luego, con sólo pensar una frase de la novela, podría colgarla en el espacio virtual de alguna matrix de la que todavía no nació su Mark Zuckemberg.

¿Papel o bytes?
No todas las tecnologías vienen a reemplazar a sus predecesoras. Muchas sólo son antecedentes, pruebas que preparan el terreno a la novedad que sí llegará para quedarse. Leer un libro impreso es tocar, oler, marcar, y después coleccionar, ordenar con determinados criterios. Algo que no pasa en la pantalla de una computadora. Sin embargo, y a la vez, ¿cómo le robaríamos tiempo al trabajo para leer si no existieran los bytes? ¿No es grandioso tener libros en el celular? Somos una generación sobre-estimulada por la idea de elegir. En este caso no creo que haga falta quedarse con uno u otro soporte. La “o” es excluyente. Yo la cambiaría  por una “y”, y me quedaría con los dos.