“Vómito”

#BorgesDelFuturo

Autor #17

Nombre: Facundo Falduto.

Edad: 26

Blog: Vómito (Tumbrl, 2012)

Temas: Internet y la educación sentimental. Gramáticas web.

Por qué hay que leerlo: Desdoblada en la web, la existencia admite canales diversos pero unívocos. Ya sea en Twitter, Facebook, Instagram o cualquiera de las redes imaginables, la existencia verbal de Facundo Falduto es un fenómeno estrictamente online. Ahora bien, ¿cuáles son las posibilidades de que una parte de esa verborrea constante decante en un formato de aspiración literaria? La pregunta implica el de la existencia misma de la literatura, su autonomía como objeto y la evolución de una estética. Rompecabezas de formatos digitales varios —chats, mails, tuits, posts—, Vómito se escribe al unísono de una subjetividad consciente de nuevas temporalidades y espacialidades digitales. “Me levanto, miro los mails en el celular, desayuno, twitteo en el subte al laburo. Después estoy 9 horas conectado. En el viaje de vuelta sigo twitteando. Llego a casa, ceno, y sigo toda la noche en internet. Sólo cuando duermo no estoy conectado. Y a esta altura tampoco estoy muy seguro de eso”, escribe el protagonista.

No hace falta ser un crítico literario para adivinar que el verdadero Borges del futuro —desde las precarias certezas y desafíos que plantea el estricto presente— será quien asimile la gramática digital de internet dentro de (o por fuera de) las perennes formas analógicas del cuento o la novela. Esa necesidad de trasvasamiento tecnológico —inquietud común a todas las vanguardias de su época, intensa labor formal de argentinos como Manuel Puig y también abismo banal al que se arrojan sin cuidado numerosos escritores de Facebook—, define su éxito o su fracaso en la medida en que cierta estetización de la palabra —por definir de forma zippeada lo literario— triunfa a través de una elaboración consciente de sus sentidos, o fracasa en la gimnasia estibadora de su mera traslación. Con esas coordenadas en cuenta, Facundo Falduto cuenta la educación sentimental —por momentos tardíamente adolescente y tardíamente romántica; por momentos, también, perceptivamente abierta a los nuevos horizontes para la renovación online de los códigos de lo amoroso y lo romántico— de un porteño al que la web lo absorbe para arrancarle y añadirle dones en idénticas y crueles proporciones. Por fuera de esa trama argumental, Vómito es también un laboratorio donde buena parte de la narrativa de ficción actual explora y expande —habrá de verse si con éxito o fracaso— los bordes de su estado de situación.

¿Por qué leer Vómito en el futuro?
Porque aspiro a que funcione como un retrato de época. Uno de mis mayores temores es el miedo al apocalipsis digital. Temo que el mundo siga, pero que todo lo que conocemos hoy como internet desaparezca. ¿Quedará registro de los últimos años de comunicación digital? ¿Habrá alguna piedra de Rosetta de la web? No sé. Pero espero que, un día, mis hijos o mis nietos, puedan leer esto y entender que hubo una época en la que nos comunicamos enteramente a través de pantallas, que nos relacionamos por el “me gusta”, que le contamos nuestros más grandes secretos a desconocidos, que nos enamoramos de gente a la que nunca vimos. También espero que comprendan que en Buenos Aires en esta década hubo una generación de postadolescentes semiescolarizados, neuróticos, adictos, perdidos, cínicos pero enamoradizos, relacionándose a través de consumos culturales vacíos y otros lazos intangibles, vaciando muchos de los mejores contenidos existentes a Twitter y Facebook, sin creer que iban a cambiar el mundo, sólo para pasar el rato y buscar un poco de amor. O, si internet sigue existiendo más o menos como la conocemos, al menos aspiro a que entiendan un poco cómo funcionaba en esta época. Y sobre todo que se rían un poco. Espero que cualquiera que lea #Vómito en cualquier época se ría bastante.

¿Papel o bytes?
Nací en 1986. Tuve mi primera computadora, una Atari XE, a los tres años. Aprendí a escribir en bytes antes que a leer en papel. Prácticamente no leo libros, y casi ninguno de ellos en papel. Mucho menos diarios. Tengo un Kindle, leo mucho en la computadora, y hoy no puedo concebir el proceso de lectura ni el de escritura en modo offline. Me parece necio, estando en 2013, intentar una literatura en contra o a pesar de internet.