Por: Nicolás Mavrakis
Autor #24
Nombre: Bárbara Duhau
Edad: 24
Libro: Forasteras (La Parte Maldita, 2013)
Temas: Enfermedad. Cuerpo. Mundos femeninos.
Por qué hay que leerlo: Como sistema de codificación de la experiencia, la novela encontraría límites insospechados -y por insospechados uno quiere decir límites con la capacidad de deshacer el género- en libros ambiguos, polivalentes, incluso dudosos, como la historia clínica del crítico de arte Aby Warburg (La curación infinita) o las Memorias de un enfermo de nervios del alemán Daniel Schreber. A la inevitable pregunta hamletiana acerca de si eso es o no es literatura puede anteponerse otra: ¿hasta dónde puede leerse cualquier texto y cuál es entonces, desde la lectura antes que desde la escritura, la laxitud de la categoría literaria en sí misma? Vinculada al naturalismo, la literatura -y en particular la novela naturalista- volvería sobre las cuestiones del cuerpo como urbi et orbi de los humores que laceran ya no a los individuos que los padecen sino como síntomas (signos) de un organismo supramaterial, simbólico y estatal que los contiene y que determina, para bien o para mal, su sentido último. El giro autobiográfico volvería sobre la misma cuestión en un camino completamente inverso. Forasteras, de Bárbara Duhau, por su lado, explora lo autobiográfico desde la explícita ficción de una primera persona que pronto se vuelve dos primeras personas, narrándose a sí mismas en simultáneo y entrecruzándose como dos pacientes que se miran de reojo a través del cortinado de una misma habitación. Dos mujeres cuyos humores se ven patológicamente afectados por situaciones que plantean un zigzag entre el interior -cuerpos que enferman, se tumorizan y padecen- y el exterior -un mundo donde lo laboral, afectivo y familiar enferma, se tumoriza y padece- y desde esa condición exigen un doble tratamiento: el físico y el psíquico.
Silvina y Cecilia son un antes y un después, también, de lo femenino en sí mismo. Una, la mayor, habrá de renunciar por la fuerza del bisturí a los órganos que la “representan como mujer”. Otra, la menor, habrá de poner en juego todas sus pulsiones emocionales para afrontar el mal propio con la compañía del hombre que parece dar sentido suficiente a su feminidad. La mirada de los otros -ese gran catalizador a través del cual el mundo exterior vuelve permeable al interior-, la lógica de los intercambios -un call center donde la absorción de injurias se vuelve tóxica- y hombres que oscilan entre el vínculo filial y conyugal ubican a las dos mujeres narradas por Duhau en algo más que en el racconto de una peripecia médica. Forasteras se trata, en última instancia, sobre los modos en que el territorio mínimo del cuerpo puede ser enajenado. ¿Cómo deshabitar lo único bajo lo cual somos habitables? ¿Cuál es el proceso a través del cual esa enajenación se cobra su libra de carne? ¿Qué resta después? Las interrogantes son relevantes porque es el cuerpo, parece repetir Forasteras, nada más que el cuerpo, en definitiva, el que elige.
¿Por qué leer Forasteras en el futuro?
En realidad, no espero que alguien lo lea en el futuro. Con que alguien lo lea ahora va a estar bien para mí. Pero si pienso en el futuro imagino que podrá ser una parte ínfima de la historia que se estudiará el próximo siglo. Quizás sirva para entender algo de esta época, de esta década, de este tiempo, pero no mucho más¿Papel o bytes?
Desde que escribo lo hago en la computadora y no se me ocurre que eso vaya a cambiar en algún momento. Para la lectura todavía me encantan los libros en papel y la costumbre de meter la nariz en un libro nuevo para olerlo no se puede reproducir con uno electrónico, pero tengo que admitir que el Kindle fue uno de los mejores regalos que me hicieron y pude leer cosas con él que de otra manera no hubiese podido. Así que bytes, definitivamente.
Desde que escribo lo hago en la computadora y no se me ocurre que eso vaya a cambiar en algún momento. Para la lectura todavía me encantan los libros en papel y la costumbre de meter la nariz en un libro nuevo para olerlo no se puede reproducir con uno electrónico, pero tengo que admitir que el Kindle fue uno de los mejores regalos que me hicieron y pude leer cosas con él que de otra manera no hubiese podido. Así que bytes, definitivamente.