Ladrones de medio pelo

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El robo de libros suele estar incluido entre aquellos microdelitos (sobornar a un policía o colarse en el transporte público, por ejemplo) que tienden a pasarse por alto, e incluso, a justificarse. Hay una cuestión, según quiénes incursionan en esas prácticas, casi romántica, y la discusión sobre si está bien o está mal llevarse sin pagar un ejemplar de un comercio puede tornarse bizantina, más aún si es avalada por algunos intelectuales (el mito dice que cada vez que David Viñas entraba a una librería, los vendedores debían andar con cuatro ojos). Así y todo, los implicados coinciden en una sentencia inapelable: si el móvil es el solo hecho de leer, se perdonará al aludido; en cambio, se condenará a quiénes hagan del hurto un negocio.

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En Barroco, ópera prima de Estanislao Buisel, los ladrones van por ambos objetivos y no se trata de meros descuidistas. Julio (Julián Larquier), un veinteañero algo cínico y con ínfulas de artista, entra a trabajar a una librería y convence a su amigo Lucas (Julián Tello) de robar, mediante un ardid, un lote de libros para darse una panzada de literatura y, de paso, hacerse unos pesos. En paralelo, intentan llevar adelante una apocalíptica fotonovela sobre un invierno sin gas en Buenos Aires. Los problemas surgen cuando la dupla advierte que no está a la altura para sostener el engaño.

Exhibida durante la Competencia Argentina en el BAFICI de 2013, Barroco está encabezada por dos caras conocidas del teatro off: los “Julianes”  integran además el elenco de la muy recomendable Los talentos. Al igual que en la obra dirigida por Agustín Mendilaharzu y Walter Jakob (este último tiene un papel secundario en la película y es coautor del guión), aquí también los protagonistas transitan un universo propio que incluye música clásica, literatura, fotografía y algunos códigos privados (a una amiga, por ejemplo, la llaman “Traslado”). Larquier, con su estilo entre pedante y hipster, es un actor para tener en cuenta.

La película de Buisel también tiene puntos en común con Masterplan, otro ejemplo reciente local que cuenta cómo una estafa de poca monta (en ese caso, usufructuando una tarjeta de crédito) se ve truncada. Pero si el film de los hermanos Levy quiere resaltar una típica piolada argentina, Barroco utiliza el timo como vehículo para asomarse al mundo de las librerías y su dinámica (los criterios para  que un libro sea vendible, el oficio del librero, el trato con los proveedores y las editoriales, las tretas de los vendedores para leer a escondidas del encargado). Si bien la trama se resuelve en poco más de una hora,  a modo de bonus track  se exhibe a continuación la citada fotonovela.

 

Barroco se exhibe todos los domingos a las 18hs. en MALBA. A partir del jueves 23, en ArteCinema