El gelato es uno de los dulces más imitados del mundo, pero los maestros italianos guardan tan celosamente el secreto para elaborarlo que no tiene comparación.
Aunque la palabra podría traducirse como helado, el gelato y lo que nosotros conocemos como helado son dos cosas distintas. El gelato se elabora de manera artesanal y se le agrega menos del 10% de aire (en los helados el 40%), por eso su textura es mucho más cremosa. Por otra parte, tiene una cantidad menor de grasa y para potenciar los sabores se usan ingredientes frescos y de calidad.
La historia del gelato se remonta a los postres helados servidos en Sicilia, antigua Roma y Egipto, que se elaboraban con hielo y nieve traídos de cimas montañosas y conservados bajo tierra. Siglos después el gelato apareció en los banquetes de la corte de los Médici en Florencia. Cuentan que el cocinero florentino Bernardo Buontalenti inventó los helados modernos en 1565, cuando presentó su receta y sus innovadores técnicas de refrigeración a Catalina de Médici, quien a su vez exportó la novedad a Francia, donde en 1686 el pescador siciliano Francesco Procopio dei Coltelli perfeccionó la primera máquina heladera.
Sin embargo, la popularidad del gelato entre el público general no creció hasta los años 1920 y 1930, cuando en la ciudad de Varese, al norte de Italia, desarrolló el primer carrito de helados.
Si viajas a Italia no podés volver sin probarlo. Eso sí, elegí con cuidado el lugar. En una gelatería turística de Roma o Florencia un cucurucho de helado te puede llegar a costar hasta 15 €! Pero si recorres, en la mayoría de heladerías lo podés conseguir por 3 ó 4 €.