SPARKLINGS en Varanasi – Segunda parte

#ColoresDeMilagros

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Me levante con la decisión de no ir a sarmath como pensaba, quería perderme por Varanasi y es lo que hice. Mientras caminaba me puse a pensar en la atracción, ese momento de luz que sucede simultaneo entre dos personas para que se gusten, que muchas veces implica ni hablar es algo sin entendimiento, como una chispa. Al viajar siempre me sorprende la cantidad de personas que uno conoce, se encuentra, mira, diferentes y a pesar de ver a otro bello eso no implica la sensación de querer estar cerca o querer conocerlo. Pero hay personas que te dejan su huella, como su energía al cruzarse con la tuya produce una reacción química donde el entendimiento no es una variable. Primero fui a desayunar a un buen hotel que me había recomendado la francesa, y que estaba sobre un ghat más al sur de donde estaba. Camine hasta allí mirando un mercado en la vereda, bullicio por doquier y vacas comiendo basura o simplemente cortando el tráfico. Subí a su terraza y me quede contemplando el silencio del lugar. Luego de desayunar, recorrí el hotel, eran habitaciones coloniales. Camine, me perdí por los callejones, encontré un hotel que los españoles me recomendaron para parar y que no confié a pesar de que los papelitos me indicaban que fuera, y al final estaba muy bueno, comí algo en su terraza que daba al Ganges y mostraba las terrazas de distintos niveles de los templos y casas que dan al rio. Me imagine allí por un rato, pero disfrute de mis elecciones. Podría haberme organizado, pero no quise, preferí fluir. Fui a un templo, compre flores para ofrecer, y después fui a la parte donde queman a los cuerpos. En realidad me di cuenta que Varanasi no me asusto porque ya estoy acostumbrada a india, el cuerpo cambia, como que hay cierto soltar natural con él tiempo.  El ser humano se acostumbra a todo.

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Me perdí por sus calles, termine dentro del mercado de flores, una multitud de gente ofreciendo flores en sacos y tiradas en el piso, era una maravilla no solo por su colorido sino por los aromas que se mezclaban, el bullicio hacia que te sintieras aturdida pero era pintoresco. Seguí caminando y como si supiera a donde doblar o donde ir, mi instinto me hacía girar y seguir por interminables callejuelas donde se ofrecía de todo. Así fui perdiéndome. Había muchos policías por precaución de un templo que era amenazado por bombas del terrorismo y sentí cierto temor si pasaba algo que yo no me había enterado. Era normal me corroboraron los dueños de un shop que vendía telas. Pregunte el precio de una que me gustaba, amarilla con diseños en oro, y me dijeron que esa era para envolver a los muertos; mejor no me dije a mi misma, y seguí caminando pese a la insistencia de que viera otras. Finalmente, me encontré del lado del Ganges  donde se realizaba la quema de los cuerpos entre por el costado después de ver un templo hundido por el agua. Se encontraban los sacerdotes y una procesión de hombres llevaban al muerto envuelto en telas sobre sus hombros y cantando. El olor incienso y a humo te atrapaba haciéndote doler los ojos. Varios hombres me miraron y se acercaron para sacarme del lugar y un sacerdote que estaba haciendo su ritual intercedió por mí y me dejo adelantarme para que tuviera mejor visión. Esas cosas que no se dicen pero que se sienten. A veces siento en india que hay sacerdotes que te ven el aura, porque me suceden cosas que me hacen pensar en lo que no se ve, en lo invisible. Este caso era uno, estaba como uno más de los familiares cuando las mujeres no son invitadas ni bienvenidas en los funerales. El llanto en los funerales no está recomendado – en parte porque no es vista como una ocasión triste y en parte porque los fluidos corporales, como las lágrimas, se consideran contaminantes en los ritos religiosos. Por esta razón, las mujeres han sido tradicionalmente excluidas de los rituales funerarios, el razonamiento es que son más propensas a llorar que el hombre.

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Mientras veía la quema de los muertos pensaba en que la vida y la muerte es parte del vivir. Se festeja, se hace el ritual y la vida sigue con la despedida de los que se quedan a continuar. Algo me llevo a estar allí, cerca, viendo, los cuerpos crujir y ser absorbidos por las llamas, llegando a un punto de olvidar que eso era un cuerpo humano. Sentía que estaba absorbida en una película pero todo lo que estaba viviendo era real y estaba basado en una larga tradición.

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Camine para mirar de otro ángulo y de pronto entre cabras y vacas que pude esquivar apareció un chico que empezó a hablarme sin parar de la religión y de porque las mujeres no podían estar mirando esto dado que son más susceptibles y en algún momento han terminado tirándose junto al difunto y desde ese momento no están permitidas. Yo dudaba de sus intenciones, ya que siempre hay un pedido posterior, pero en este caso, solo quería conversar, quería practicar su inglés, quise darle unos billetes pero se negó, “solamente quería contarte lo que estabas viendo, podes confiar en mí”. Me conto sobre como los hombres que queman los cuerpos tienen derecho al oro que los muertos cargan, ya que estos son incinerados con ellos y luego de tirar las cenizas ellos se meten al Ganges a bucear por sus pertenencias.  Mis ojos escuchaban pero mi corazón latía, entendiendo otra cultura, otras historias, otras formas de despedir a sus muertos.

Las cenizas de los muertos volaban por el aire y la verdad sentí que era suficiente. El chico quiso que lo acompañara a subir un edificio donde podía tener la mejor vista de la cremación, pero no quise tentar a mi suerte y le agradecí, mientras veía como tres turistas hombres eran llevados por otros chicos hindús al edificio. Vi unos niños corriendo con cabras, y un grupo de hombres cargando un muerto cantando eufóricos mientras pasaba por corredores llenos de maderas con las cuales se quemaba su peso en ellas. Según el tipo de madera dependía el costo de la cremación. A diferencia de otros extranjeros, nadie me conto una historia de que no tenía dinero para cremar a algún familiar, ni me pidió dinero, entre y salí a mi tiempo y con la experiencia cercana de ver que la muerte es parte de lo cotidiano.

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Luego decidí encontrar el famoso blue lassi, un yogurt con frutas, coco y otros ingredientes que se preparaba en el momento y que había que probar. Varios compañeros del viaje me habían sugerido que no podía irme de Varanasi sin degustarlos. Al llegar elijo el sabor y salgo a sacar una foto de como lo hacían y me choco con un hombre que me mira.  Fue un segundo pero sentí la chispa de atracción instantánea, su cuerpo se dio vuelta a mirarme y a sonreírme y a mí me sucedió algo similar. Me habla en hebreo confundiéndome con un israelita (cosa habitual desde que estoy en india que me confundan con una judía), le digo que soy argentina y me dice en perfecto español nací en chile pero vivo en Israel. El yogurt estaba listo y el indio me decía que no hablara con ellos mientras me lo entregaba. Yo me reía, por esta forma natural que tienen los indios en meterse en tu vida. Tomas me seguía conversando, estaba con un amigo llamado Guili viajando por tres semanas y solo había decidido hacer cuatro ciudades, necesitaban descansar. Con mi yogurt en la mano, les digo que si me esperan a tomar el lassi me unía a ellos (pensando que ya lo habían tomado y sintiendo que era suficiente tiempo estando sola). Me dicen que por supuesto, el lugar era chiquito y muy turístico, todo pintado de azul y lleno de fotos carnet de extranjeros que iban recolectando. Luego del lassi salimos a caminar. Nos perdimos por los callejones y entramos a algunos templos a contemplar sus dioses y arte por doquier. Tomas me presentaba como su esposa y yo me divertía porque de esta forma lograba que los indios hicieran algún comentario. Tenía 47 años pero parecía mucho menos, estaba divorciado 3 veces, tenía 2 hijos, era consultor de una empresa y bastante workaholic, mientras caminábamos no paraba de hablar por teléfono y de resolver negocios. Guili en contraparte, soltero, era muy tranquilo, hablaba poco, era un buen abogado israelí y era más profundo.

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Me miran después de un rato y me dicen “te llevamos a una terraza copada”, y terminamos en el hotel Alkar mirando el atardecer charlando de la vida y comiendo comida típica. Se sumó un alemán al grupo que estaba leyendo un libro allí. Desde la terraza escuchábamos la ceremonia que había vivido el día anterior en el Dasaswamedg ghat. A la distancia se escucha la música y se ve el fuego y el incienso que envuelve al todo, era otra manera de vivirlo. Los barcos transitan el Ganges con gente en ambas direcciones y las velas y ofrendas se observan en el Ganges como puntos de colores y brillantes. Disfrute de la calma de la terraza con el bullicio a lo lejos que podíamos observar y agradecí ya haberlo experimentado. Los tres salimos nuevamente a la noche por las callejuelas hasta salir a la calle principal para poder tomar un tuktuk al hotel. Agradecía estar con ellos, porque de otra forma no podría meterme en los callejones y ver a Varanasi de noche sin tener miedo. Tenía dos guardaespaldas para que el acoso fuera nulo, ellos además sabían negociar a los indios de una manera que yo no podía, siempre terminaba regalando unas rupias demás. Tomas me mira y me dice aunque no lo sepas si empezas a sumar todas esas rupias que andas regalando se termina convirtiendo en dinero, lo justo es justo, y uno les está pagando por el servicio que prestan. Lo miro y le digo independientemente que se haga dinero me gusta ayudar a otros y si puedo hacerlo sentir mejor porque no voy a hacerlo. Por más que no decíamos nada con Tomas había atracción. En la terraza me había pedido mi whatsapp en un momento para que le mande una foto de un mono comiendo dos helados que le había gustado y en el tuktuk me pone la mano en mi pierna como por equivocación y siento electricidad, pero yo estaba como en otra burbuja, disfrutaba de estar acompañada, me sentía protegida.

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De casualidad habían conocido en el avión a mi compañera francesa de Rijikhesh que les había sugerido el hotel al cual fui a desayunar a la mañana para ver de qué se trataba ya que Tali me había hablado de él y pensaba mudarme pero ya me sentía cómoda en el que estaba. Era mucha casualidad, y nos reíamos porque parecía que teníamos que conocernos. Al momento de bajarme en mi hotel, quedamos que al otro día los pasaba a buscar para ir a Sanath juntos a las 8 de la mañana. A 10 kilómetros de Varanasi, se encuentra Sarnath: el lugar donde buda dio su primer sermón en el año 528 a.C tras alcanzar la iluminación en Bodhgaya. Considerada por ello una de las cuatro ciudades santas del budismo, Sarnath es un lugar lleno de templos, monasterios y estupas; la más importante, la de Dhamekh, construida según se dice en el lugar exacto donde Buda pronunció el famoso sermón.  Guili era budista y no podía creer que pudiera convencer a Tomas de ir para allá, estaba feliz con nuestro encuentro.

Así fue como al bajar fue medio raro porque Tomas me quiere acompañar al hotel para que no camine sola unos metros,  pero justamente en mi calle tenían que ir en contramano con el tuktuk por unos pasos y le quedaban unas 15 cuadras para su hotel y ya era tarde. No se preocupen sigan ustedes en el taxi, mañana los paso a buscar; los convencí. Me daba vergüenza un poco la situación. Los despedí. Llego al hotel y pienso en que me hubiera gustado dormir con Tomas, había algo de él que me era familiar, y eso que no me gustan los hombres tan grandes. Me reía de que a la mañana había pensado en la atracción y en porque o como sucede, que a veces te podes encontrar con personas pero no pasa nada, y con otras es como el choque de estrellas, hay brillo en el aire. Ni bien termino de pensar en ello, me llega un mensaje de el “Do you want to come to visit later…..?(¿Quieres venir a visitarme después?)”. Me había olvidado que tenía mi teléfono.  No se le pasaba nada, pensaba, mientras me tomaba mi tiempo para responderle afirmativamente. Viajar es vivir y estar en el hoy porque los caminos se bifurcan y no sabes nunca lo que el otro puede darte, o enseñarte o lo que ese encuentro puede significar en tu vida.

Cuando estoy por irme, le confirmo al dueño del hotel que mañana usaríamos uno de los taxis para ir a Sarnath, que lo vería a la mañana. Cuando estoy por salir del hotel, me dice que no puedo salir a esas horas y que si salía no podía regresar al hotel porque después de las 23hs. está prohibido entrar y menos que venga alguien de afuera del hotel. Empieza a darme un sermón de lo que las mujeres tienen que hacer y yo lo miró extrañada con lo que me estaba diciendo, por lo cual me aseguró de escribirle a Tomas si no había ningún problema para entrar a su hotel. Lo cual me dice, que me estaba esperando y que problema podría haber, le comento lo que me estaba sucediendo y me dice que ya había avisado en la recepción de que iba a ir. El indio me empieza a hacer preguntas personales, a lo cual le tengo que responder que tenía casi 40 años y no tenía que darle explicaciones de lo que hacía a mis padres, menos a él que era un desconocido, además de que le seguía pagando mi habitación. Salí a la calle sin dudarlo, no podía creer la situación que se planteaba.

No había nadie en las calles, corrí una cuadra hasta llegar a la calle principal y no aparecía ningún tuktuk. Podía sentir mi respiración, podía ir corriendo al hotel de Tomás en Assi Ghat, pero sentí que mejor esperar y tomar algo que me llevara. De pronto en la oscuridad, ya que no hay luces en las calles, aparece un hombre tirando el carruaje en bicicleta (no me gusta que otro me lleve en bicicleta pero con los días en india, entendí que es su trabajo, y que ellos se benefician al elegirlos, pero siento que es una sensación vertical que no estoy de acuerdo y trato de no tomarlos) y sin dudarlo lo pare, no hablaba en ingles pero confié en su mirada y con señas logramos cerrar un acuerdo para que me llevara esas 15 cuadras que nos separaban. Me subí al tuk tuk en una ciudad dormida, el silencio cortaba la noche, y claramente era una situación para tener miedo. No había un alma en unas cuadras donde de día están atestadas de gente y bullicio, pero como si se apagara de noche se encontraba. El silencio era inmenso, pero la aventura y el deseo ganaban al miedo. Era una locura, pero esas locuras que hacen que el corazón se mueva como un caballo a punto de ganar una carrera, mis ojos brillaban como luceros, en un instante todo cambiaba. Varanasi no dejaba de sorprenderme y sentía que valía la pena correr el riesgo. Claramente en mi hotel no iba a poder estar tranquila con Tomas y además él se encontraba en el hotel que me había imaginado mudarme al estar a la mañana allí. La mente crea lo que uno desea pensaba. Llegue y le pague el doble al señor de la bicicleta, el miedo que pase lo ameritaba y realmente estaba feliz que quería compartirlo a mí alrededor. Había llegado sana y salva. El indio me sonrió agradeciéndome sin palabras. Me abren las puertas del nuevo hotel y sin dar explicaciones toco la puerta de la habitación de Tomas. Mi corazón latía, era una locura, ¿y si no me gustaba sus besos?, muchos puntos suspensivos que iban a terminarse en segundos.

Al abrir la puerta del cuarto, me mira y me dice “Estas loca como yo, por eso me encantas”. Cierra la puerta, y sin dudarme me alza y me abraza por los aires, mientras me besa apasionadamente, estaba en otra galaxia ya. No había mucho que explicar, ni decir, la atracción era mutua y fue compartida desde el primer instante. Me dice al verte fue puro “Sparklings (destellos de luz o chispas)”. Además fue una casualidad estar allí, porque al llegar al Blue Lassi no confiamos que era seguro comerlo por las condiciones del lugar, por lo tanto por milésimas de segundos no nos hubiéramos encontrado. Creo que estaba predestinado. Nos reímos y nos seguíamos disfrutando, mientras conversábamos de la vida. Nuestras ropas fueron corriéndose mientras me acomodaba en la gran cama para hacer el amor. Tenía experiencia, pero principalmente era un gran seductor y se notaba que lo que quería lo tenía. Ni bien terminamos de disfrutarnos, nos tocan la puerta, pero no atendemos. Al rato, suena el teléfono, era el conserje del hotel que le pedía que fuera a la recepción a Tomas. Me mira extrañado.”Ya vuelvo”. Al rato vuelve pidiéndome mi pasaporte. ¿Qué paso?. Aunque no lo creas, estos indios viven en otra época no quieren que te quedes a pasar la noche, pero no te preocupes, en un rato te explico, necesitan sacarle fotocopias a tu pasaporte. Por esas casualidades de la vida, mi pasaporte estaba conmigo y se lo entrego. Después de un buen rato, vuelve Tomas a contarme la historia, después de una generosa propina y de contarle que habíamos sido novios y nos habíamos encontrado de casualidad (inventaba historias) logro que pudiera quedarme. Me cuenta que tenían miedo los conserjes del hotel porque hay antecedentes de prostitutas rusas que robaron a sus huéspedes y necesitaban asegurarse quien eras y que estuviera seguro. Nos empezamos a reír, ya que ya le había contado el sermón del indio de mi hotel y esto completaba el cuento.

Me levante al amanecer pudiendo ver el sol anaranjado que se asomaba por el Ganges como lo había soñado tanto tiempo, me levante de la cama y me acerque a la ventana y por unos momentos agradecí. Agradecí haberme animado a estar allí sola y que el universo me abrazara con sus brazos y me diera más de lo que me imaginaba. Sentí esa fuerza potente que contiene el sol que se expandía por doquier e iluminaba el comienzo del día, las vacas ya rumiaban y la gente empezaba a caminar por la orilla del Ganges. Vuelvo a la cama y Tomas me abraza. Luego nos despertamos y me dice que era mejor que Guili no se enterara de lo nuestro, porque así compartíamos el día sin que se sintiera excluido, sino iba a inventar algo para no ir con nosotros, y por razones obvias habían acordado que ninguna mujer les cambiara el propósito del viaje. Además de ser amigos, Tomás tenía que cerrar un contrato con gente que Guili trabajaba. Me pareció justo y además tenía que hacer el check out de mi hotel, así que decidí partir. Salgo del hotel por suerte sin ningún comentario de los de la recepción y regreso en un nuevo tuck tuck a mi hotel riéndome por la noche que había tenido. Tome una ducha, medite, y deje mis cosas en la recepción. El taxi ya me estaba esperando y Tomas ya me había mandado varios mensajes que me habían pedido el desayuno. Llegue a buscarlos. Guili estaba emocionado, había leído toda la noche sobre el lugar a donde íbamos, termino siendo como una enciclopedia, lo cual era necesario. Sarnath, fue donde buda dio su primera charla y hablo de los principios del budismo(La primera Verdad nos dice que ‘la vida es sufrimiento’. En la vida hay dolor, enfermedades y al final la muerte. También hay sufrimiento mental como el miedo, la ira, la frustración, la envidia, la decepción, etc. Esto no se debe interpretar como pesimismo, ya que Buda es consciente de que también hay felicidad. En realidad lo que el budismo enseña es que se puede erradicar el sufrimiento y lograr la felicidad. La segunda verdad es que el sufrimiento es resultado de los deseos y de la ignorancia. Llegar a Nirvana es llegar a un estado ‘sin deseos’, librarse de ese sufrimiento. La condición humana nos demuestra que un deseo cumplido puede resultar en el surgimiento de un nuevo deseo. Somos avariciosos, egoístas, y un deseo cumplido puede resultar en la formación de una nueva atadura. La tercera noble Verdad dice que se puede superar el sufrimiento. Es posible lograr la verdadera felicidad. Tenemos que concentrarnos en conocer las causas de nuestro sufrimiento, neutralizar esa ignorancia y orientar nuestra vida a superarlo. La cuarta noble verdad es que se puede superar el sufrimiento si uno sigue‘el  Noble Camino Óctuple’. Su representación es la rueda del dharma, símbolo más universal del budismo.
De forma resumida, el Noble Camino Óctuple consiste en ser moral en todos los aspectos de la vida, concentrando la mente en ser totalmente consciente de nuestros pensamientos y actos así como desarollar la sabiduría atraves del entendimiento de las Nobles Verdades y mostrar la compasión hacia los demás. Los ocho aspectos principales del Sendero o Camino Óctuple se refieren a la sabiduría (1. Visión o comprensión correcta, 2. Pensamiento o determinación correctos), la conducta ética (3. Hablar correcto, 4. Actuar correcto, 5. Medio de vida correcto) y el entrenamiento de la mente o meditación (6. Esfuerzo correcto, 7. Consciencia del momento correcta, 8. Concentración o meditación correcta)).

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Desayune en el camino, mientras Tomas me abrazaba disimuladamente cuando podía, parecía un niño y me hacía reía la situación. Llegamos a destino y meditamos un buen rato en el árbol donde Buda dio su primer sermón. Tomas estaba en otra, su espiritualidad estaba basada en sus negocios, y de hecho varias veces salía del grupo para hablar de negocios por teléfono. Guili era diferente, estaba en el presente, y le importaba más el viaje que su carrera porque le iba muy bien sin tener que hacer mucho me aclaraba, cuando uno trabaja en uno lo vienen a buscar. Claramente era sensible y estaba agradecido por estar allí. Yo estaba extasiada, todo me resultaba maravilloso. Dimos vueltas, nos mimetizamos entre monjes budistas vestidos de naranja, vimos un buda gigante, fuimos a distintos templos y decidimos volver a Varanasi a almorzar como a las 14hs. porque no había ningún lugar “seguro” para comer, según Tomas. Volvimos a la terraza del hotel del día anterior y luego de almorzar sorpresivamente Tomas dice que tiene que volver a trabajar al hotel, que surgió un imprevisto. Volvamos en barco dice, así fue como consigue a un dueño de un bote a motor que nos llevara de regreso, nuevamente en el Ganges pero esta vez de día y con mucho movimiento alrededor. El paisaje aunque era el mismo era diferente. Me gustaba volver a estar en el agua, mirando de nuevo desde otro ángulo la ciudad. Llegamos al hotel y no sé cómo logra que Guili se vaya a dormir a su cuarto y me lleva al suyo. Quería estar con vos, me dice ni bien entramos a la habitación. Me resultaba tan gracioso todo.

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Luego de estar juntos, me quede dormida y él se puso a trabajar. Al rato me despierto y me estaba mirando, y me empieza a hablar. Me preguntaba que quería de la vida, que me faltaba cumplir. Yo le confieso que quería casarme y formar mi familia, era mi deseo y me resultaba raro poder manifestarlo para afuera. En un templo en Pushkar por primera vez un sacerdote en una ceremonia al lado del lago, me presiono a que le dijera lo que deseaba, y sin saber cómo manifesté que quería casarme (deseo que antes nunca había sentido, India me refresco una idea ancestral de ser la compañera de un hombre), el sacerdote celebro mi deseo y me lleno de bendiciones, y por segunda vez lo decía en un mes. Había cierta intimidad entre los dos, porque era un encuentro de almas, no importaba el futuro, podía ser sincera sin que él se asustara, podía verme en Tomas y viceversa. Sin dudarlo me dice, “Te ganaste tu libertad, eso no tiene precio. Tu vida es perfecta, y llega lo que tiene que llegar en cada momento, disfrútalo. Al año de casarte queres tirar a tu esposa por un precipicio. La convivencia mata al casamiento y a la felicidad. Se termina la complicidad.”, me dice Tomas y eso que me case tres veces, tengo dos magníficos hijos pero casarse hace que todo lo bueno se convierta en rutina. Me tenes que prometer que por lo menos 2 años tenes que convivir para luego casarte. Lo miro y le digo riéndome, no puedo prometerte nada, porque cada cosa que digo que no voy a hacer me termina sucediendo. Yo creo que voy a ser como una tía mía, en 15 días decidió casarse y todavía están juntos. El amor es una lotería, nunca se sabe el resultado pero hay que jugarle y apostarle convencido a que vas a ganar y llevarte el premio. Tomas se ríe, no creo poder convencerte. Suena el teléfono, era su hijo, ni bien corta me dice “ellos te piden, por un tiempo te convertís en eso, un dador. Terminas trabajando más para darle lo mejor”. Nos quedamos toda la tarde en la habitación del hotel, charlando de la vida, varias veces tocaron la puerta y sonó el teléfono pero Tomas no atendió y yo decidí que era el hombre y que sabía lo que hacía. A las siete de la noche salimos a cenar con Guili, frente al Ganges de despedida. Podía quedarme otros días con ellos, pero sentía que era todo perfecto había saboreado a Varanasi y sabía que iba a volver. Había tenido magia y sobretodo había descansado en los brazos de otro, había recibido, en todo momento Tomas había tomado el timón y yo me sentía cómoda sin necesidad de tomar más. Me sentía satisfecha. Guili brindo por mí, gracias a vos por 48 horas no hablamos de trabajo, esto sí que es vacaciones, y nos reímos los tres. Me consiguieron un taxi y me fui a mi hotel a buscar mis bolsos e ir a la estación, estaba renovada.

Cada uno tiene su experiencia en cada lugar no podes generalizar y uno se tiene que permitir ir para vivirla con sus propios ojos. Todo lo que me habían contado de Varanasi no encajaba con lo que yo había vivido y tampoco con lo que me había imaginado. Yo en Varanasi me enamore, si cierro los ojos puedo ver atardeceres y amaneceres rojos, terrazas de hoteles antiguos que aún siguen vigentes y la sensación de volar por el aire y ver el caos desde arriba pero sin que me tocara. Me sentí protegida y bienvenida en la ciudad de la muerte yo recibí amor.

 

Varanasi resulto maravillosa, la compañía siempre hace la diferencia. Llego a tomar mi tren a la medianoche de primera clase que ya me olía raro, porque desde un principio había tenido que pagar el doble, más comisión, pero como no había otro, no tenía mucha opción y había cambiado varias veces de planes. Me pongo a esperar en un andén rodeados de indios y de cucarachas. Varias veces mencionaron que habían cancelado un tren pero no era el mismo y entre idas y vueltas conocí a Abel un español que también tenía primera clase y que ya quería huir de india, hacia 20dias que estaba viajando y estaba agotado de la miseria. Su mirada lo decía todo, durante dos días no salí del hotel, me molestaba todo, solo quería salir de India y no volver nunca más. Yo por suerte ya me había acostumbrado y sabía que iba a volver, trataba de ver otras cosas; pero claro que las estaciones de tren no son de mi agrado. Llega nuestro tren pero no había ni sleeper ni segunda ni primera, eran solo vagones con gente apilada como ratas. La gente se abalanzaba a las entradas y ventanas para entrar, en los portaequipajes había gente, era un caos. Siete horas así de noche no era opción. Abel va a hablar con un guardia y yo pensaba que no me importaba perder la plata pero si entraba allí mañana despertaba desnuda. Por suerte Abel me dice que tampoco se metía. La opción era meternos o quejarnos para que nos devolvieran la plata pero como los sacamos a través de indios los pasajes no tenía sentido. Pero empezamos a hacernos preguntas: ¿hay otro tren? ¿Qué hacemos? ¿Tengo que experimentar esto como parte de mi viaje? Como hay una fiesta estos días en india esta todo lleno y los buses ya salieron por la hora. Le digo si volvemos al hotel perdemos todo el día mañana y no sabemos si a la noche tendremos lugar. Yo podía volver con Tomas, pero sentía que mi viaje tenía que continuar ya me había atrasado bastante de mi plan original. Además, Tomas ya me había dado el mensaje que tenía que escuchar. Averigüemos en taxi, sale 6000 aproximadamente me dice Abel, entonces pagaremos la mitad le contesto. Para esto vemos a un coreano que no hablaba inglés casi con el mismo problema, le dijimos que se uniera pero no decía nada y lo dejamos. De pronto vemos a otro extranjero en la ventana de reclamos, Cesar también español ni bien dijimos de compartir un taxi, “estoy abordo” contesto. Era un caos, gente por doquier protestando y sin saber bien que hacer, mientras otros trataban de preguntar sobre sus destinos.

Los tres salimos de la estación esquivando gente durmiendo en el piso y empezamos a lidiar con los taxis, intransigentes de noche pero logramos bajar el viaje a 3600 rupias. Parecía una reunión de consorcio, 12 indios y nosotros 3 llegando a un acuerdo. Cuando subimos al auto, le digo a Cesar porque no buscas al coreano decile que paga 600 y que lo llevamos. Tuvimos que lidiar de nuevo con los indios porque el acuerdo era 3600 si éramos tres, logramos que solo pagara 200 más de lo planteado el coreano. Estábamos cansados y claramente la situación había que resolverla. Perder “dinero” es parte de la India, pero se ganan otras cosas al soltarlo, y en definitiva el tiempo es lo valioso. Salimos los cuatro por la carretera, esquivando los restos de la fiesta “ramali”, vimos varios accidentes de tuktuk y de camiones. Además el paisaje iba cambiando, desde maizales en el camino, zonas inundadas, pobreza, ríos, pueblos dormidos y otros no tanto. Yo trataba de dormir pero el taxista o la ruta no lo hacían posible, paro varias veces a tomar chai y el camino no era bueno. Siete horas para llegar a donde nos llevaba el tren. El coreano se bajó y desapareció entre la multitud -mucho mas no podíamos hacer por él y yo tampoco entendía que no se uniera al grupo. Todavía faltaba. Nosotros tres sin dudar empezamos a preguntar cómo llegar a destino, yo quería convencer al conductor que nos llevara, pero Abel me dijo que estaba cansado y que no era seguro seguir en el taxi, que varias veces había cabeceado y perdido el rumbo, que no había podido dormir en toda la noche. Yo tenía hambre pero a pesar de estar rodeado de comida de la calle no había nada “seguro” que pudiera comer, decidí usar esos minutos para ir al baño y que mi estómago esperara. Subimos al bus que nos llevó a la frontera y caminando cruzamos la frontera para llegar a Nepal. Cesar también se había agotado de india en sus 20 días yo a pesar de sus cositas la he disfrutado mucho y un nuevo capítulo de mi viaje comenzaba.

Un ying yang continuo, días intensos que no te dan respiro, decisiones continuas que te hacen sentir el poder de tu ser. Podía haberme quedado más días en Varanasi o viajar más pausado, pero mi alma estaba deseosa a experimentar y si podía resolverlo porque no iba a hacerlo. Asimismo entendía que la vida era eso, contrastes, momentos de éxtasis unidos con momentos de no saber qué hacer. Nunca había visto tan clara la realidad, India te mostraba los contrastes y vos tenías la posibilidad de verlo como quisieras. Lo importante es seguir jugando. Tal vez lo importante sea mantener esa chispa momentánea lo más posible para sentir que la felicidad en definitiva no es cuantificable.

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