Cuento El hombre de traje verde

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“Buscando Paz”

En un país donde la pobreza y a la vez la tecnología inunda cada espacio mostrando la dualidad de dos mundos unidos pero tan distantes, la cultura de los indios se mezclaba con la modernidad de los tiempos que corren. Hacia solo dos días que había llegado a este país tan distinto, donde mis raíces se encontraban, la incertidumbre me inundaba completamente en cada momento. Solo observaba sin poder sacar conclusiones, era una contexto diferente, ajeno, que me abrumaba.
Esa mañana salimos muy temprano con mi mama, mi hermana pequeña y mi primo recién conocido, a caminar por las calles sin rumbo definido. Todo era desconocido. La capital de este país era como un gran hormiguero, donde los puestos estaban jerarquizados y donde se distinguían los manifiestos de cada individuo sin necesidad de preguntar nada, las diferencias eran muy claras. Luego de un largo recorrido nos encontramos a la hora del almuerzo con otra prima, para tal fin. Buscamos especialmente un lugar típico para comer las famosas empanadas salteñas.
El bar de dos pisos, enmarcaba nuestras conversaciones que no terminaban. Pensar que eran parte de mi familia que recién nos relacionábamos. Entre charla y charla, tres hombres de traje se sentaron en la mesa de al lado. Al mirarlos me sentí atraída por la mirada de uno de ellos de traje verde, de tez morena, cabello oscuro, mostraba tener alrededor de unos treinta años. Su perfil, su mirada profunda me resultaba atractiva. Su conversación lo mantenía concentrado, intentaba justificar ideas, planteaba argumentos que aunque no oía de que se trataba la charla eran notorios; la forma me daba indicios de su talante. Sentía vergüenza al querer observarlo ya que mi madre se encontraba a mi lado y a pesar de mis veintidós años, mi inocencia todavía se manifestaba como una adolescente en sus primeros bailes. La experiencia no había logrado perder mi ruborización inicial y sentía que la mantendría como un rasgo característico de mi personalidad, que no se modificaría a pesar de los años. La timidez de la atracción no la podía vencer, lo observaba atónita y al mismo tiempo indiferente, ya que mi mirada se perdía en el aire pensando en que era una doncella de los cuentos de hadas, esperando que el príncipe viniera a buscarme, él tendría que dar el primer paso mientras ella esperaría encerrada en la torre sin dar mas que suspiros al aire, creyendo que el viento se encargaría de llevarlos a su encuentro, atrayéndolo a sus encantos.
En un momento sentí que él también me observaba y a partir de entonces un juego de seducción sorpresivamente despertó entre los dos. Nuestras miradas se cruzaban y como en un hechizo nos observábamos, no necesitábamos las palabras. Paralelamente, él dialogo de mi mesa se desarrollaba. Sabia que no me encontraba en esa mesa, mi mente vagaba por la profundidad de mis pensamientos, el pudor de mi interior afloraba incontrolablemente. Para que mis nervios no fueran visibles, ya que su mirada me intimidaba, tome unas hojas de papel y me puse a dibujar. El juego, me parecía asombroso, indescriptible y a la vez divertido. Tenia cerca a mi madre, el límite de que nada pasaría, todo quedaría en un intercambio de miradas; pero me equivoque.
Los minutos pasaron y el almuerzo había llegado a su fin teníamos que continuar nuestra jornada, así que nos dispusimos a irnos. Al levantarse todos, junte apresuradamente mis lápices ya que inconscientemente tenia miedo de que pasaría si me quedaba. Al disponerme a ir para la escalera, siento una mano en mi hombro. Era el hombre del traje verde con mirada profunda que me tomaba desprevenidamente, no podía creerlo.
Estaba nerviosa, la situación me parecía inmanejable. Mi mama a pocos metros se encontraba; pero parecía que a él no lo intimidaba ya que me mira y me dice: “No quieres que nos conozcamos”. Me pidió el teléfono, pero realmente no lo sabía, hacia solo un día que habíamos llegado a esta ciudad tan alta. Asimismo, me resultaba totalmente sin importancia saber el teléfono de donde nos alojábamos, y no podía pedírselo a mi madre ya que la conocía y sabia que nunca me comprendería que ese hombre realmente me atraía aunque ni supiera su nombre. Pensé en una alternativa. Tímidamente le dije que escribiera el suyo en una de mis hojas.
Su nombre apareció en mi cuaderno, su letra lo reflejaba, acompañado de dos números telefónicos que quizás propiciarían un encuentro. No podía creer lo que estaba sucediendo, mi mente no podía emitir palabras ya que estaba totalmente inmersa en una carrera de sensaciones y de pensamientos. Ese hombre se había animado a hablarme adelante de todos y a la vez de nadie, la atracción había sido más fuerte que cualquier obstáculo. No puedo negar que me tomo de sorpresa y quede muda mientras él me observaba y me hablaba, no podía hilar oraciones. Estaba atónita, me dijo unas cuantas frases mas, a las que no podía darle una respuesta. Los nervios me invadieron aunque su mirada me hacia recordar cuanto lo deseaba. Era como que aunque quisiera salir de la torre del castillo donde me encontraba sin cadenas, me encontrara apresada.
Baje las escaleras del lugar como si me escapara de algo; realmente me había sentido invadida mientras no me encontraba preparada, me sentía indefensa ante la sorpresa de su acción. Salí de ese bar con la mirada perdida, mientras mi madre hablaba comentando lo atrevido de ese hombre desconocido, pero dentro de mí sentía que su acción había sido totalmente fascinante. Si no lo hubiera hecho, la situación se habría reducido a algo sin relevancia, tal vez la hubiera recordado como algo que podría haber sido creada por mí desarrollada imaginación. A pesar de que las horas pasaron y los lugares cambiaron, su mirada me perseguía con el solo movimiento de cerrar los ojos. Preguntas sin respuestas encontraba, recordaba el bar nosotros dos enfrentados y me daba cuenta que no le había dado ni una señal de lo que me pasaba.
La tarde transcurrió, me sentía mareada invadida, perdida era una ciudad que parecía sin rumbo. Observaba su gente, mientras tanto comenzó a lloviznar por esa gran avenida, donde la mirada de una pequeña de unos solo siete años aproximadamente, llamo mi atención. Sus ropas eran raídas por la pobreza y a la vez coloridas, sus hojotas sucias y viejas mostraban la calidad de su vida. Era tan solo una niña que me sonreía y se escondía atrás de unas columnas, pero detrás de esa sonrisa podías observar su tristeza, su falta de alimentos, su madurez a pesar de sus pocos años, la gran cantidad de vivencias que ha tenido que enfrentar para sobrevivir en este mundo tan desigual. Su inocencia no la encontraba, ya la había perdido, la calle la había hecho crecer sin respetar esa instancia, sus juegos no habían existido dada la necesidad de pedir una beneficencia. Fueron solo unos segundos donde nuestras miradas se cruzaron, ella desapareció entre el tumulto de la gente, sin que ni pudiera ayudarla con unas monedas que a mi no me hubieran significado nada y tal vez a ella tanto. Pero sus ojos perdidos sin esperanzas se mantendrían vigentes en mi memoria para alertarme cuando sintiera que no tenga posibilidades de cambio.
Los lugares turísticos transcurrieron a lo largo de la tarde. Mi mente se encontraba en otro lugar. Quería llamar al hombre del bar, pero sentía a mama detrás de mí a cada instante. Sentía mi libertad coartada. Las salidas se programaban constantemente, y todas eran en torno familiar. Al otro día, marque ese número con expectativas contrariadas, cierta vergüenza me dominaba, ya que realmente no sabía quien era ese extraño. Pero aunque insistí, no hubo respuesta, él no se encontraba. Cuando ya me encontraba acostada dispuesta a dormirme, me dieron ganas de llamarlo pero en vez de seguir mis instintos preferí que la vergüenza me dominara.
Los días pasaron y recién intente volver a llamarlo una noche a dos días de volverme. Nuevamente no tuve contestación, no entendía porque el destino no quería que nos juntáramos. Aunque sea quería saber quien era, que hacia, a que se dedicaba; pero parecía que no iba a poder averiguarlo.
El fin del viaje era el casamiento de mi prima, por lo tanto el
acontecimiento sucedió y yo ya tenia que volver a mi país a cumplir con mis obligaciones. Pero el recuerdo de la mirada de ese hombre no había desaparecido, aunque tan solo supiera su nombre.
El día de mi partida me levante con la necesidad de probar marcar nuevamente esos números pero ya sin esperanzas. Era la ultima chance, solo horas me quedaban en este sitio, tenía la sensación de que ya no tenía sentido volver a intentarlo, pero nuevamente me equivoque. Una voz se escucha a través del tubo, era él, y nuevamente los nervios surgieron. Una energía brota y me recorre internamente por todo mi cuerpo. Era un fuego de pasión postergado, no consumido que quedaba pendiente. No tenia lógica lo que me sucedía, no tenía tiempo, éramos totalmente desconocidos por los parámetros externos.
La charla transcurrió sin darme cuenta, las preguntas sucedieron sin ni siquiera reflexionarlo. Mi nombre recién entra en escena. Todo era tan extraño, y tan solo fue un llamado para cerrar algo si realmente algo había pasado. Las elecciones presidenciales se habían desarrollado en Bolivia mientras me encontraba y él estaba en una de las listas que había ganado, por eso no había podido contactarlo. Si hubiera dejado un mensaje con un teléfono me hubiera localizado. Los minutos pasaron y al cortar el teléfono sentí que me había perdido de algo, que realmente tenia que aprender a no dejar de pasar el tiempo. Llegue al aeropuerto con la mirada perdida. No podía dejar de pensar en que tal vez apareciera por esas grandes puertas para buscarme, porque no le dije que fuera al aeropuerto, por que el silencio le gano la batalla al vuelo, porque la timidez de no conocerlo pudo mas que las ansias de querer verlo. Quería que el avión no saliera, soñaba con cambiar la historia, un día mas pedía, una oportunidad solicitaba.

Como un llamado al cielo, no había lugar para mi hermana ni para mí en el avión que supuestamente nos llevaba de regreso. Los minutos pasaron entre discusiones de mi madre con las señoritas de la compañía aérea, mientras mis ojitos vislumbraban una esperanza. Sin dudarlo busque las ultimas monedas que tenia en mi bolsillo para llamarlo, para que viniera a buscarme, o aunque solo para que volviéramos a encontrarnos. Marque esos números con una ansiedad tacita que no podía disimular, no contestaba nadie, creí que había marcado erróneamente así que con suma calma volví a repetir el procedimiento sin obtener respuesta. Sin poder comunicarme. No podía entenderlo por mas que intente ya no estaba. El problema con la compañía aérea se arreglo y hubo lugar en el avión. No podía disimular mi decepción, no quería volver, quería solo un día más, pero no pudo ser.

Al llegar a mi hogar, y prender la computadora para ver los emails, en la casilla tenia un mensaje de él que me daba esperanza. Tal vez porque no necesitaba más que esas palabras para saber que los caminos tal vez nos cruzarían, tal vez porque me di cuenta que no todo esta perdido aunque uno a veces no das ciertos pasos. En todo caso ¿cómo es eso de que las cosas no siempre tienen un final feliz?
Si tal vez recién empiezan.

Cuento TACHITO sobre la perfección

Tachito

Había una vez, un niñito que se llamaba Tachito. Era morocho,  de ojos picaros color celestes y  unas pecas que le rodeaban la nariz. Era el encargado de cuidar las plantaciones de manzanas de la Finca “La esperanza”. Su obsesión por la perfección era tan grande que había logrado que todas las manzanas brillaran en sus ramas. Se levantaba muy temprano a la mañana para hacer sus tareas cotidianas y no terminaba hasta el fin de las tardes. Estaba orgulloso de su minuciosidad para cuidar de esos árboles que daban frutas tan apetitosas.  Limpiaba de los árboles, las manzanas en mal estado, para que no desarmonizaran con el brillo de las otras colgadas. Todo era una obra de arte para el, un unísono de belleza lo tenia que rodear por doquier.

En una ocasión, una plaga amenazo la plantación, y las manzanas que solían lucir brillosas y redondas estaban marchitas y oscuras. Tachito no entendía que podría haber pasado. ¿Cuál era la plaga que amenazaba a sus plantaciones? Así fue como cada día, cada árbol presentaba manzanas estropeadas. Como Tachito no podía ver a sus árboles con semejantes manchas oscuras colgando. Sin pensarlo, recogió una por una las manzanas podridas hasta quedar sin aliento. Trabajo toda la noche sin conciencia, quedándose dormido sobre los cajones en mal estado. A la mañana siguiente, se levanto y al observar a sus árboles, se dio cuenta que estaban vacíos. ¡No colgaban manzanas apetitosas de ellos! ¿Cómo les explicaría a los dueños de la finca lo sucedido? ¿Cómo sobreviviría el invierno? ¿Cómo crecerían los árboles la próxima temporada? ¿Cuál había sido la peste que le había traído tanta infortunio?-Tachito agarro su sombrero de paja y se largo a llorar.

Tachito en la plantacion

Al  rato observa, que aun quedaba colgando de un árbol una manzana. Agarra la escalera de madera, para alcanzarla. Se acerca deseando que el brillo de esta opacara su desgracia. Al verla, se da cuenta que estaba fea. Cuando esta por agarrarla, un ruido en el interior de la manzana surge y lo frena.

-          ¿Qué haces? ¡Todavía queres más! ¡No te ha alcanzado con lo que has hecho! No te das cuenta que tu obsesión porque todo sea perfecto hace que no aprecies la belleza de las cosas imperfectas. Esta manzana que queres tirar, junto a todas las otras, sigue siendo tan dulce como las que brillan. – dijo la gusanito Mariana.

-          ¡Un gusano! ¡Lo único que faltaba! No solo mis manzanas están podridas sino que están invadidas por gusanos. Pero ¡Quien te has creído para hablarme así! No te das cuenta que yo soy el encargado del lugar y de mi depende que todo funcione.- contesta Tachito

-          Bueno si es por eso,  yo soy la dueña de esta manzana. No te das cuenta que es mi casita, y sin ella no podría sobrevivir. Ya estamos cansados de tu control –dice la gusanito.

-           ¿Cansados? Pero ¿quienes están cansados? Hablase visto, un gusanito contestatario, lo único que me faltaba para completar mi desgracia.

-          Si, ¡cansados! Dado que te has obsesionado en sacar todas las manzanas podridas con mis amigos gusanos, hemos tenido que estropear las que restaban. Si no lo hacíamos, nos moríamos por falta de alimento. Cantidad de familias han ido abandonando tus plantaciones por tu… como lo diría ¡Obstinación! ¡No te das cuenta de nada!

-          Pero como se te ocurre hablarme así.- enojado le dice el nene

-          Se me ocurre, porque si nadie te dice nada vas a seguir empeorando. Ah,  me olvidaba de presentarme, mi nombre es Mariana. En la jerga de los gusanos, como te diría, soy la voz del pueblo. Mi idea no es pelearte sino ayudarte.

-          ¡Ayudarme! ¿Pero como podrías? Toda la plantación que parecía que me traería la felicidad tan esperada porque seria la cosecha más buena de la región, se ha perdido. ¿Cómo podré enfrentar esto? Mis manzanas ya no sirven – dice Tachito con ojos tristes, lleno de lágrimas contenidas.

-          Porque no miras bien- le contesta Mariana

-          Miro, y miro y no se como he llegado a esto. Hace solo pocos días brillaban como corazones esmaltados colgando de las ramas. Y ahora no sirven para nada. ¡Miles de cajones a la basura!

-          Bueno primero que nada escúchame. Porque tengo unas cuantas cosas que decirte.

-          Esta bien, pero déjame que te baje para que me pueda sentar, porque temo que me caiga de la escalera. “Madame”-dice Tachito. Acercándole el sombrero de paja

Tachito y Marianita

Así es como Mariana, se sube al sombrero y baja con Tachito. Al ver la cantidad de cajones llenos de manzanas se da cuenta lo grave de la situación. Se sienta en un cajón vació y Tachito le acerca una de las manzanas “menos podridas” para que se acomode.

 

-          ¿Estas cómoda? ¿Queres algo más? Perdón si la manzana no es tan buena pero es de las mejores que me han quedado.

-          Hum, no sos tan malo como pensaba. En realidad podría decirte que es como si vivieras en un mundo encantado donde todo tiene que ser perfecto. El mundo real es otra cosa. Cambia continuamente como la naturaleza.

-          Tenes razón. Pero ¿como podría cambiar? Yo solo se hacer las cosas bien sino creo que no sirvo para nada.

-          Es que en eso te equivocas, esta bien que hagas las cosas pero no podes controlar los resultados. Si actúas bien, espera, que seguramente tendrás tu premio. No dudes de tus buenas intenciones. Pero tenes que aprender a confiar más en lo que haces.

-          Podría ser.

-          Por ejemplo, te tendrías que haber dado cuenta que las manzanas que no brillan tanto  para vos, son los fertilizantes naturales de los árboles que tanto amas. Con el paso del tiempo, te quedaste solo con las manzanas perfectas, a las que cuidaste y amaste con pasión absoluta pero al solo focalizarte en ellas, no pudiste ver lo que te rodeaba. Muchos de mi especie emigraron a otras plantaciones. Nosotros, somos alimentos para los pájaros que traen semillas, que atraen mariposas que polinizan las flores que rodean a los árboles que les dan el abono que necesitan sus raíces para crecer mas fuerte. Todo es una cadena para un mismo fin. Nos necesitas como nosotros te necesitamos.

-          En realidad, no me di cuenta de lo que hacia. Solo quería que mis árboles lucieran bellos, sin percatarme del fruto. Cuando el fruto era lo importante. ¡Muchas gracias Mariana!

-          De nada, y ahora es tiempo de irnos a dormir. Me llevas de vuelta a mi hogar, por favor.

 

Así fue como Tachito devolvió a la gusanito a la única manzana que había quedado colgando en su plantación, y se fue a acostar pensando en la lección de vida que le había dado. Esa noche tuvo un sueño muy extraño. Soñó que estaba en sus plantaciones, con los árboles llenos de manzanas podridas pero esta vez no las sacaba sino que las acariciaba, y al hacerlo estas se convertían en oro. Con solo tocarlas su piel se transformaba en el hermoso metal que brillaba. De esta forma, corría tocando con sus dedos el fruto de los árboles hasta quedar completamente dorados.

Al otro día ni bien se levanto, miro los cajones llenos de manzanas y decidió que era el momento de hacer una nueva selección. ¿Y saben lo que descubrió? La cosecha ya estaba lista y había sido provechosa. ¡Las manzanas no estaban podridas como el había creído! ¡Había más de lo que había pensado! Tuvo la posibilidad de llevar unas cuantas manzanas debajo de las frondosas ramas de los árboles para que fertilizaran la tierra y alimentaran a los amigos de Marianita que volvieron a su hogar. “La naturaleza es sabia”, pensó Tachito. Agarro su sombrero y se fue contento a mostrarle la cosecha a los dueños de la Finca. El trabajo estaba listo sin darse cuenta, ahora tendría tiempo para descansar.

Tachito aprendió que el secreto de la perfección se encuentra en la gran imperfección de la realidad. Por lo tanto, por más que quisiera controlar los resultados estos se le escapaban de las manos. La mayor plaga de su plantación había terminado siendo él mismo. Al no dejar que pasara nada que no fuera supervisado por él, Tachito suprimía las sorpresas que son el condimento indispensable de la vida.

Tachito FIN

FIN

SPARKLINGS en Varanasi – Segunda parte

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Me levante con la decisión de no ir a sarmath como pensaba, quería perderme por Varanasi y es lo que hice. Mientras caminaba me puse a pensar en la atracción, ese momento de luz que sucede simultaneo entre dos personas para que se gusten, que muchas veces implica ni hablar es algo sin entendimiento, como una chispa. Al viajar siempre me sorprende la cantidad de personas que uno conoce, se encuentra, mira, diferentes y a pesar de ver a otro bello eso no implica la sensación de querer estar cerca o querer conocerlo. Pero hay personas que te dejan su huella, como su energía al cruzarse con la tuya produce una reacción química donde el entendimiento no es una variable. Primero fui a desayunar a un buen hotel que me había recomendado la francesa, y que estaba sobre un ghat más al sur de donde estaba. Camine hasta allí mirando un mercado en la vereda, bullicio por doquier y vacas comiendo basura o simplemente cortando el tráfico. Subí a su terraza y me quede contemplando el silencio del lugar. Luego de desayunar, recorrí el hotel, eran habitaciones coloniales. Camine, me perdí por los callejones, encontré un hotel que los españoles me recomendaron para parar y que no confié a pesar de que los papelitos me indicaban que fuera, y al final estaba muy bueno, comí algo en su terraza que daba al Ganges y mostraba las terrazas de distintos niveles de los templos y casas que dan al rio. Me imagine allí por un rato, pero disfrute de mis elecciones. Podría haberme organizado, pero no quise, preferí fluir. Fui a un templo, compre flores para ofrecer, y después fui a la parte donde queman a los cuerpos. En realidad me di cuenta que Varanasi no me asusto porque ya estoy acostumbrada a india, el cuerpo cambia, como que hay cierto soltar natural con él tiempo.  El ser humano se acostumbra a todo.

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Me perdí por sus calles, termine dentro del mercado de flores, una multitud de gente ofreciendo flores en sacos y tiradas en el piso, era una maravilla no solo por su colorido sino por los aromas que se mezclaban, el bullicio hacia que te sintieras aturdida pero era pintoresco. Seguí caminando y como si supiera a donde doblar o donde ir, mi instinto me hacía girar y seguir por interminables callejuelas donde se ofrecía de todo. Así fui perdiéndome. Había muchos policías por precaución de un templo que era amenazado por bombas del terrorismo y sentí cierto temor si pasaba algo que yo no me había enterado. Era normal me corroboraron los dueños de un shop que vendía telas. Pregunte el precio de una que me gustaba, amarilla con diseños en oro, y me dijeron que esa era para envolver a los muertos; mejor no me dije a mi misma, y seguí caminando pese a la insistencia de que viera otras. Finalmente, me encontré del lado del Ganges  donde se realizaba la quema de los cuerpos entre por el costado después de ver un templo hundido por el agua. Se encontraban los sacerdotes y una procesión de hombres llevaban al muerto envuelto en telas sobre sus hombros y cantando. El olor incienso y a humo te atrapaba haciéndote doler los ojos. Varios hombres me miraron y se acercaron para sacarme del lugar y un sacerdote que estaba haciendo su ritual intercedió por mí y me dejo adelantarme para que tuviera mejor visión. Esas cosas que no se dicen pero que se sienten. A veces siento en india que hay sacerdotes que te ven el aura, porque me suceden cosas que me hacen pensar en lo que no se ve, en lo invisible. Este caso era uno, estaba como uno más de los familiares cuando las mujeres no son invitadas ni bienvenidas en los funerales. El llanto en los funerales no está recomendado – en parte porque no es vista como una ocasión triste y en parte porque los fluidos corporales, como las lágrimas, se consideran contaminantes en los ritos religiosos. Por esta razón, las mujeres han sido tradicionalmente excluidas de los rituales funerarios, el razonamiento es que son más propensas a llorar que el hombre.

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Mientras veía la quema de los muertos pensaba en que la vida y la muerte es parte del vivir. Se festeja, se hace el ritual y la vida sigue con la despedida de los que se quedan a continuar. Algo me llevo a estar allí, cerca, viendo, los cuerpos crujir y ser absorbidos por las llamas, llegando a un punto de olvidar que eso era un cuerpo humano. Sentía que estaba absorbida en una película pero todo lo que estaba viviendo era real y estaba basado en una larga tradición.

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Camine para mirar de otro ángulo y de pronto entre cabras y vacas que pude esquivar apareció un chico que empezó a hablarme sin parar de la religión y de porque las mujeres no podían estar mirando esto dado que son más susceptibles y en algún momento han terminado tirándose junto al difunto y desde ese momento no están permitidas. Yo dudaba de sus intenciones, ya que siempre hay un pedido posterior, pero en este caso, solo quería conversar, quería practicar su inglés, quise darle unos billetes pero se negó, “solamente quería contarte lo que estabas viendo, podes confiar en mí”. Me conto sobre como los hombres que queman los cuerpos tienen derecho al oro que los muertos cargan, ya que estos son incinerados con ellos y luego de tirar las cenizas ellos se meten al Ganges a bucear por sus pertenencias.  Mis ojos escuchaban pero mi corazón latía, entendiendo otra cultura, otras historias, otras formas de despedir a sus muertos.

Las cenizas de los muertos volaban por el aire y la verdad sentí que era suficiente. El chico quiso que lo acompañara a subir un edificio donde podía tener la mejor vista de la cremación, pero no quise tentar a mi suerte y le agradecí, mientras veía como tres turistas hombres eran llevados por otros chicos hindús al edificio. Vi unos niños corriendo con cabras, y un grupo de hombres cargando un muerto cantando eufóricos mientras pasaba por corredores llenos de maderas con las cuales se quemaba su peso en ellas. Según el tipo de madera dependía el costo de la cremación. A diferencia de otros extranjeros, nadie me conto una historia de que no tenía dinero para cremar a algún familiar, ni me pidió dinero, entre y salí a mi tiempo y con la experiencia cercana de ver que la muerte es parte de lo cotidiano.

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Luego decidí encontrar el famoso blue lassi, un yogurt con frutas, coco y otros ingredientes que se preparaba en el momento y que había que probar. Varios compañeros del viaje me habían sugerido que no podía irme de Varanasi sin degustarlos. Al llegar elijo el sabor y salgo a sacar una foto de como lo hacían y me choco con un hombre que me mira.  Fue un segundo pero sentí la chispa de atracción instantánea, su cuerpo se dio vuelta a mirarme y a sonreírme y a mí me sucedió algo similar. Me habla en hebreo confundiéndome con un israelita (cosa habitual desde que estoy en india que me confundan con una judía), le digo que soy argentina y me dice en perfecto español nací en chile pero vivo en Israel. El yogurt estaba listo y el indio me decía que no hablara con ellos mientras me lo entregaba. Yo me reía, por esta forma natural que tienen los indios en meterse en tu vida. Tomas me seguía conversando, estaba con un amigo llamado Guili viajando por tres semanas y solo había decidido hacer cuatro ciudades, necesitaban descansar. Con mi yogurt en la mano, les digo que si me esperan a tomar el lassi me unía a ellos (pensando que ya lo habían tomado y sintiendo que era suficiente tiempo estando sola). Me dicen que por supuesto, el lugar era chiquito y muy turístico, todo pintado de azul y lleno de fotos carnet de extranjeros que iban recolectando. Luego del lassi salimos a caminar. Nos perdimos por los callejones y entramos a algunos templos a contemplar sus dioses y arte por doquier. Tomas me presentaba como su esposa y yo me divertía porque de esta forma lograba que los indios hicieran algún comentario. Tenía 47 años pero parecía mucho menos, estaba divorciado 3 veces, tenía 2 hijos, era consultor de una empresa y bastante workaholic, mientras caminábamos no paraba de hablar por teléfono y de resolver negocios. Guili en contraparte, soltero, era muy tranquilo, hablaba poco, era un buen abogado israelí y era más profundo.

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Me miran después de un rato y me dicen “te llevamos a una terraza copada”, y terminamos en el hotel Alkar mirando el atardecer charlando de la vida y comiendo comida típica. Se sumó un alemán al grupo que estaba leyendo un libro allí. Desde la terraza escuchábamos la ceremonia que había vivido el día anterior en el Dasaswamedg ghat. A la distancia se escucha la música y se ve el fuego y el incienso que envuelve al todo, era otra manera de vivirlo. Los barcos transitan el Ganges con gente en ambas direcciones y las velas y ofrendas se observan en el Ganges como puntos de colores y brillantes. Disfrute de la calma de la terraza con el bullicio a lo lejos que podíamos observar y agradecí ya haberlo experimentado. Los tres salimos nuevamente a la noche por las callejuelas hasta salir a la calle principal para poder tomar un tuktuk al hotel. Agradecía estar con ellos, porque de otra forma no podría meterme en los callejones y ver a Varanasi de noche sin tener miedo. Tenía dos guardaespaldas para que el acoso fuera nulo, ellos además sabían negociar a los indios de una manera que yo no podía, siempre terminaba regalando unas rupias demás. Tomas me mira y me dice aunque no lo sepas si empezas a sumar todas esas rupias que andas regalando se termina convirtiendo en dinero, lo justo es justo, y uno les está pagando por el servicio que prestan. Lo miro y le digo independientemente que se haga dinero me gusta ayudar a otros y si puedo hacerlo sentir mejor porque no voy a hacerlo. Por más que no decíamos nada con Tomas había atracción. En la terraza me había pedido mi whatsapp en un momento para que le mande una foto de un mono comiendo dos helados que le había gustado y en el tuktuk me pone la mano en mi pierna como por equivocación y siento electricidad, pero yo estaba como en otra burbuja, disfrutaba de estar acompañada, me sentía protegida.

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De casualidad habían conocido en el avión a mi compañera francesa de Rijikhesh que les había sugerido el hotel al cual fui a desayunar a la mañana para ver de qué se trataba ya que Tali me había hablado de él y pensaba mudarme pero ya me sentía cómoda en el que estaba. Era mucha casualidad, y nos reíamos porque parecía que teníamos que conocernos. Al momento de bajarme en mi hotel, quedamos que al otro día los pasaba a buscar para ir a Sanath juntos a las 8 de la mañana. A 10 kilómetros de Varanasi, se encuentra Sarnath: el lugar donde buda dio su primer sermón en el año 528 a.C tras alcanzar la iluminación en Bodhgaya. Considerada por ello una de las cuatro ciudades santas del budismo, Sarnath es un lugar lleno de templos, monasterios y estupas; la más importante, la de Dhamekh, construida según se dice en el lugar exacto donde Buda pronunció el famoso sermón.  Guili era budista y no podía creer que pudiera convencer a Tomas de ir para allá, estaba feliz con nuestro encuentro.

Así fue como al bajar fue medio raro porque Tomas me quiere acompañar al hotel para que no camine sola unos metros,  pero justamente en mi calle tenían que ir en contramano con el tuktuk por unos pasos y le quedaban unas 15 cuadras para su hotel y ya era tarde. No se preocupen sigan ustedes en el taxi, mañana los paso a buscar; los convencí. Me daba vergüenza un poco la situación. Los despedí. Llego al hotel y pienso en que me hubiera gustado dormir con Tomas, había algo de él que me era familiar, y eso que no me gustan los hombres tan grandes. Me reía de que a la mañana había pensado en la atracción y en porque o como sucede, que a veces te podes encontrar con personas pero no pasa nada, y con otras es como el choque de estrellas, hay brillo en el aire. Ni bien termino de pensar en ello, me llega un mensaje de el “Do you want to come to visit later…..?(¿Quieres venir a visitarme después?)”. Me había olvidado que tenía mi teléfono.  No se le pasaba nada, pensaba, mientras me tomaba mi tiempo para responderle afirmativamente. Viajar es vivir y estar en el hoy porque los caminos se bifurcan y no sabes nunca lo que el otro puede darte, o enseñarte o lo que ese encuentro puede significar en tu vida.

Cuando estoy por irme, le confirmo al dueño del hotel que mañana usaríamos uno de los taxis para ir a Sarnath, que lo vería a la mañana. Cuando estoy por salir del hotel, me dice que no puedo salir a esas horas y que si salía no podía regresar al hotel porque después de las 23hs. está prohibido entrar y menos que venga alguien de afuera del hotel. Empieza a darme un sermón de lo que las mujeres tienen que hacer y yo lo miró extrañada con lo que me estaba diciendo, por lo cual me aseguró de escribirle a Tomas si no había ningún problema para entrar a su hotel. Lo cual me dice, que me estaba esperando y que problema podría haber, le comento lo que me estaba sucediendo y me dice que ya había avisado en la recepción de que iba a ir. El indio me empieza a hacer preguntas personales, a lo cual le tengo que responder que tenía casi 40 años y no tenía que darle explicaciones de lo que hacía a mis padres, menos a él que era un desconocido, además de que le seguía pagando mi habitación. Salí a la calle sin dudarlo, no podía creer la situación que se planteaba.

No había nadie en las calles, corrí una cuadra hasta llegar a la calle principal y no aparecía ningún tuktuk. Podía sentir mi respiración, podía ir corriendo al hotel de Tomás en Assi Ghat, pero sentí que mejor esperar y tomar algo que me llevara. De pronto en la oscuridad, ya que no hay luces en las calles, aparece un hombre tirando el carruaje en bicicleta (no me gusta que otro me lleve en bicicleta pero con los días en india, entendí que es su trabajo, y que ellos se benefician al elegirlos, pero siento que es una sensación vertical que no estoy de acuerdo y trato de no tomarlos) y sin dudarlo lo pare, no hablaba en ingles pero confié en su mirada y con señas logramos cerrar un acuerdo para que me llevara esas 15 cuadras que nos separaban. Me subí al tuk tuk en una ciudad dormida, el silencio cortaba la noche, y claramente era una situación para tener miedo. No había un alma en unas cuadras donde de día están atestadas de gente y bullicio, pero como si se apagara de noche se encontraba. El silencio era inmenso, pero la aventura y el deseo ganaban al miedo. Era una locura, pero esas locuras que hacen que el corazón se mueva como un caballo a punto de ganar una carrera, mis ojos brillaban como luceros, en un instante todo cambiaba. Varanasi no dejaba de sorprenderme y sentía que valía la pena correr el riesgo. Claramente en mi hotel no iba a poder estar tranquila con Tomas y además él se encontraba en el hotel que me había imaginado mudarme al estar a la mañana allí. La mente crea lo que uno desea pensaba. Llegue y le pague el doble al señor de la bicicleta, el miedo que pase lo ameritaba y realmente estaba feliz que quería compartirlo a mí alrededor. Había llegado sana y salva. El indio me sonrió agradeciéndome sin palabras. Me abren las puertas del nuevo hotel y sin dar explicaciones toco la puerta de la habitación de Tomas. Mi corazón latía, era una locura, ¿y si no me gustaba sus besos?, muchos puntos suspensivos que iban a terminarse en segundos.

Al abrir la puerta del cuarto, me mira y me dice “Estas loca como yo, por eso me encantas”. Cierra la puerta, y sin dudarme me alza y me abraza por los aires, mientras me besa apasionadamente, estaba en otra galaxia ya. No había mucho que explicar, ni decir, la atracción era mutua y fue compartida desde el primer instante. Me dice al verte fue puro “Sparklings (destellos de luz o chispas)”. Además fue una casualidad estar allí, porque al llegar al Blue Lassi no confiamos que era seguro comerlo por las condiciones del lugar, por lo tanto por milésimas de segundos no nos hubiéramos encontrado. Creo que estaba predestinado. Nos reímos y nos seguíamos disfrutando, mientras conversábamos de la vida. Nuestras ropas fueron corriéndose mientras me acomodaba en la gran cama para hacer el amor. Tenía experiencia, pero principalmente era un gran seductor y se notaba que lo que quería lo tenía. Ni bien terminamos de disfrutarnos, nos tocan la puerta, pero no atendemos. Al rato, suena el teléfono, era el conserje del hotel que le pedía que fuera a la recepción a Tomas. Me mira extrañado.”Ya vuelvo”. Al rato vuelve pidiéndome mi pasaporte. ¿Qué paso?. Aunque no lo creas, estos indios viven en otra época no quieren que te quedes a pasar la noche, pero no te preocupes, en un rato te explico, necesitan sacarle fotocopias a tu pasaporte. Por esas casualidades de la vida, mi pasaporte estaba conmigo y se lo entrego. Después de un buen rato, vuelve Tomas a contarme la historia, después de una generosa propina y de contarle que habíamos sido novios y nos habíamos encontrado de casualidad (inventaba historias) logro que pudiera quedarme. Me cuenta que tenían miedo los conserjes del hotel porque hay antecedentes de prostitutas rusas que robaron a sus huéspedes y necesitaban asegurarse quien eras y que estuviera seguro. Nos empezamos a reír, ya que ya le había contado el sermón del indio de mi hotel y esto completaba el cuento.

Me levante al amanecer pudiendo ver el sol anaranjado que se asomaba por el Ganges como lo había soñado tanto tiempo, me levante de la cama y me acerque a la ventana y por unos momentos agradecí. Agradecí haberme animado a estar allí sola y que el universo me abrazara con sus brazos y me diera más de lo que me imaginaba. Sentí esa fuerza potente que contiene el sol que se expandía por doquier e iluminaba el comienzo del día, las vacas ya rumiaban y la gente empezaba a caminar por la orilla del Ganges. Vuelvo a la cama y Tomas me abraza. Luego nos despertamos y me dice que era mejor que Guili no se enterara de lo nuestro, porque así compartíamos el día sin que se sintiera excluido, sino iba a inventar algo para no ir con nosotros, y por razones obvias habían acordado que ninguna mujer les cambiara el propósito del viaje. Además de ser amigos, Tomás tenía que cerrar un contrato con gente que Guili trabajaba. Me pareció justo y además tenía que hacer el check out de mi hotel, así que decidí partir. Salgo del hotel por suerte sin ningún comentario de los de la recepción y regreso en un nuevo tuck tuck a mi hotel riéndome por la noche que había tenido. Tome una ducha, medite, y deje mis cosas en la recepción. El taxi ya me estaba esperando y Tomas ya me había mandado varios mensajes que me habían pedido el desayuno. Llegue a buscarlos. Guili estaba emocionado, había leído toda la noche sobre el lugar a donde íbamos, termino siendo como una enciclopedia, lo cual era necesario. Sarnath, fue donde buda dio su primera charla y hablo de los principios del budismo(La primera Verdad nos dice que ‘la vida es sufrimiento’. En la vida hay dolor, enfermedades y al final la muerte. También hay sufrimiento mental como el miedo, la ira, la frustración, la envidia, la decepción, etc. Esto no se debe interpretar como pesimismo, ya que Buda es consciente de que también hay felicidad. En realidad lo que el budismo enseña es que se puede erradicar el sufrimiento y lograr la felicidad. La segunda verdad es que el sufrimiento es resultado de los deseos y de la ignorancia. Llegar a Nirvana es llegar a un estado ‘sin deseos’, librarse de ese sufrimiento. La condición humana nos demuestra que un deseo cumplido puede resultar en el surgimiento de un nuevo deseo. Somos avariciosos, egoístas, y un deseo cumplido puede resultar en la formación de una nueva atadura. La tercera noble Verdad dice que se puede superar el sufrimiento. Es posible lograr la verdadera felicidad. Tenemos que concentrarnos en conocer las causas de nuestro sufrimiento, neutralizar esa ignorancia y orientar nuestra vida a superarlo. La cuarta noble verdad es que se puede superar el sufrimiento si uno sigue‘el  Noble Camino Óctuple’. Su representación es la rueda del dharma, símbolo más universal del budismo.
De forma resumida, el Noble Camino Óctuple consiste en ser moral en todos los aspectos de la vida, concentrando la mente en ser totalmente consciente de nuestros pensamientos y actos así como desarollar la sabiduría atraves del entendimiento de las Nobles Verdades y mostrar la compasión hacia los demás. Los ocho aspectos principales del Sendero o Camino Óctuple se refieren a la sabiduría (1. Visión o comprensión correcta, 2. Pensamiento o determinación correctos), la conducta ética (3. Hablar correcto, 4. Actuar correcto, 5. Medio de vida correcto) y el entrenamiento de la mente o meditación (6. Esfuerzo correcto, 7. Consciencia del momento correcta, 8. Concentración o meditación correcta)).

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Desayune en el camino, mientras Tomas me abrazaba disimuladamente cuando podía, parecía un niño y me hacía reía la situación. Llegamos a destino y meditamos un buen rato en el árbol donde Buda dio su primer sermón. Tomas estaba en otra, su espiritualidad estaba basada en sus negocios, y de hecho varias veces salía del grupo para hablar de negocios por teléfono. Guili era diferente, estaba en el presente, y le importaba más el viaje que su carrera porque le iba muy bien sin tener que hacer mucho me aclaraba, cuando uno trabaja en uno lo vienen a buscar. Claramente era sensible y estaba agradecido por estar allí. Yo estaba extasiada, todo me resultaba maravilloso. Dimos vueltas, nos mimetizamos entre monjes budistas vestidos de naranja, vimos un buda gigante, fuimos a distintos templos y decidimos volver a Varanasi a almorzar como a las 14hs. porque no había ningún lugar “seguro” para comer, según Tomas. Volvimos a la terraza del hotel del día anterior y luego de almorzar sorpresivamente Tomas dice que tiene que volver a trabajar al hotel, que surgió un imprevisto. Volvamos en barco dice, así fue como consigue a un dueño de un bote a motor que nos llevara de regreso, nuevamente en el Ganges pero esta vez de día y con mucho movimiento alrededor. El paisaje aunque era el mismo era diferente. Me gustaba volver a estar en el agua, mirando de nuevo desde otro ángulo la ciudad. Llegamos al hotel y no sé cómo logra que Guili se vaya a dormir a su cuarto y me lleva al suyo. Quería estar con vos, me dice ni bien entramos a la habitación. Me resultaba tan gracioso todo.

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Luego de estar juntos, me quede dormida y él se puso a trabajar. Al rato me despierto y me estaba mirando, y me empieza a hablar. Me preguntaba que quería de la vida, que me faltaba cumplir. Yo le confieso que quería casarme y formar mi familia, era mi deseo y me resultaba raro poder manifestarlo para afuera. En un templo en Pushkar por primera vez un sacerdote en una ceremonia al lado del lago, me presiono a que le dijera lo que deseaba, y sin saber cómo manifesté que quería casarme (deseo que antes nunca había sentido, India me refresco una idea ancestral de ser la compañera de un hombre), el sacerdote celebro mi deseo y me lleno de bendiciones, y por segunda vez lo decía en un mes. Había cierta intimidad entre los dos, porque era un encuentro de almas, no importaba el futuro, podía ser sincera sin que él se asustara, podía verme en Tomas y viceversa. Sin dudarlo me dice, “Te ganaste tu libertad, eso no tiene precio. Tu vida es perfecta, y llega lo que tiene que llegar en cada momento, disfrútalo. Al año de casarte queres tirar a tu esposa por un precipicio. La convivencia mata al casamiento y a la felicidad. Se termina la complicidad.”, me dice Tomas y eso que me case tres veces, tengo dos magníficos hijos pero casarse hace que todo lo bueno se convierta en rutina. Me tenes que prometer que por lo menos 2 años tenes que convivir para luego casarte. Lo miro y le digo riéndome, no puedo prometerte nada, porque cada cosa que digo que no voy a hacer me termina sucediendo. Yo creo que voy a ser como una tía mía, en 15 días decidió casarse y todavía están juntos. El amor es una lotería, nunca se sabe el resultado pero hay que jugarle y apostarle convencido a que vas a ganar y llevarte el premio. Tomas se ríe, no creo poder convencerte. Suena el teléfono, era su hijo, ni bien corta me dice “ellos te piden, por un tiempo te convertís en eso, un dador. Terminas trabajando más para darle lo mejor”. Nos quedamos toda la tarde en la habitación del hotel, charlando de la vida, varias veces tocaron la puerta y sonó el teléfono pero Tomas no atendió y yo decidí que era el hombre y que sabía lo que hacía. A las siete de la noche salimos a cenar con Guili, frente al Ganges de despedida. Podía quedarme otros días con ellos, pero sentía que era todo perfecto había saboreado a Varanasi y sabía que iba a volver. Había tenido magia y sobretodo había descansado en los brazos de otro, había recibido, en todo momento Tomas había tomado el timón y yo me sentía cómoda sin necesidad de tomar más. Me sentía satisfecha. Guili brindo por mí, gracias a vos por 48 horas no hablamos de trabajo, esto sí que es vacaciones, y nos reímos los tres. Me consiguieron un taxi y me fui a mi hotel a buscar mis bolsos e ir a la estación, estaba renovada.

Cada uno tiene su experiencia en cada lugar no podes generalizar y uno se tiene que permitir ir para vivirla con sus propios ojos. Todo lo que me habían contado de Varanasi no encajaba con lo que yo había vivido y tampoco con lo que me había imaginado. Yo en Varanasi me enamore, si cierro los ojos puedo ver atardeceres y amaneceres rojos, terrazas de hoteles antiguos que aún siguen vigentes y la sensación de volar por el aire y ver el caos desde arriba pero sin que me tocara. Me sentí protegida y bienvenida en la ciudad de la muerte yo recibí amor.

 

Varanasi resulto maravillosa, la compañía siempre hace la diferencia. Llego a tomar mi tren a la medianoche de primera clase que ya me olía raro, porque desde un principio había tenido que pagar el doble, más comisión, pero como no había otro, no tenía mucha opción y había cambiado varias veces de planes. Me pongo a esperar en un andén rodeados de indios y de cucarachas. Varias veces mencionaron que habían cancelado un tren pero no era el mismo y entre idas y vueltas conocí a Abel un español que también tenía primera clase y que ya quería huir de india, hacia 20dias que estaba viajando y estaba agotado de la miseria. Su mirada lo decía todo, durante dos días no salí del hotel, me molestaba todo, solo quería salir de India y no volver nunca más. Yo por suerte ya me había acostumbrado y sabía que iba a volver, trataba de ver otras cosas; pero claro que las estaciones de tren no son de mi agrado. Llega nuestro tren pero no había ni sleeper ni segunda ni primera, eran solo vagones con gente apilada como ratas. La gente se abalanzaba a las entradas y ventanas para entrar, en los portaequipajes había gente, era un caos. Siete horas así de noche no era opción. Abel va a hablar con un guardia y yo pensaba que no me importaba perder la plata pero si entraba allí mañana despertaba desnuda. Por suerte Abel me dice que tampoco se metía. La opción era meternos o quejarnos para que nos devolvieran la plata pero como los sacamos a través de indios los pasajes no tenía sentido. Pero empezamos a hacernos preguntas: ¿hay otro tren? ¿Qué hacemos? ¿Tengo que experimentar esto como parte de mi viaje? Como hay una fiesta estos días en india esta todo lleno y los buses ya salieron por la hora. Le digo si volvemos al hotel perdemos todo el día mañana y no sabemos si a la noche tendremos lugar. Yo podía volver con Tomas, pero sentía que mi viaje tenía que continuar ya me había atrasado bastante de mi plan original. Además, Tomas ya me había dado el mensaje que tenía que escuchar. Averigüemos en taxi, sale 6000 aproximadamente me dice Abel, entonces pagaremos la mitad le contesto. Para esto vemos a un coreano que no hablaba inglés casi con el mismo problema, le dijimos que se uniera pero no decía nada y lo dejamos. De pronto vemos a otro extranjero en la ventana de reclamos, Cesar también español ni bien dijimos de compartir un taxi, “estoy abordo” contesto. Era un caos, gente por doquier protestando y sin saber bien que hacer, mientras otros trataban de preguntar sobre sus destinos.

Los tres salimos de la estación esquivando gente durmiendo en el piso y empezamos a lidiar con los taxis, intransigentes de noche pero logramos bajar el viaje a 3600 rupias. Parecía una reunión de consorcio, 12 indios y nosotros 3 llegando a un acuerdo. Cuando subimos al auto, le digo a Cesar porque no buscas al coreano decile que paga 600 y que lo llevamos. Tuvimos que lidiar de nuevo con los indios porque el acuerdo era 3600 si éramos tres, logramos que solo pagara 200 más de lo planteado el coreano. Estábamos cansados y claramente la situación había que resolverla. Perder “dinero” es parte de la India, pero se ganan otras cosas al soltarlo, y en definitiva el tiempo es lo valioso. Salimos los cuatro por la carretera, esquivando los restos de la fiesta “ramali”, vimos varios accidentes de tuktuk y de camiones. Además el paisaje iba cambiando, desde maizales en el camino, zonas inundadas, pobreza, ríos, pueblos dormidos y otros no tanto. Yo trataba de dormir pero el taxista o la ruta no lo hacían posible, paro varias veces a tomar chai y el camino no era bueno. Siete horas para llegar a donde nos llevaba el tren. El coreano se bajó y desapareció entre la multitud -mucho mas no podíamos hacer por él y yo tampoco entendía que no se uniera al grupo. Todavía faltaba. Nosotros tres sin dudar empezamos a preguntar cómo llegar a destino, yo quería convencer al conductor que nos llevara, pero Abel me dijo que estaba cansado y que no era seguro seguir en el taxi, que varias veces había cabeceado y perdido el rumbo, que no había podido dormir en toda la noche. Yo tenía hambre pero a pesar de estar rodeado de comida de la calle no había nada “seguro” que pudiera comer, decidí usar esos minutos para ir al baño y que mi estómago esperara. Subimos al bus que nos llevó a la frontera y caminando cruzamos la frontera para llegar a Nepal. Cesar también se había agotado de india en sus 20 días yo a pesar de sus cositas la he disfrutado mucho y un nuevo capítulo de mi viaje comenzaba.

Un ying yang continuo, días intensos que no te dan respiro, decisiones continuas que te hacen sentir el poder de tu ser. Podía haberme quedado más días en Varanasi o viajar más pausado, pero mi alma estaba deseosa a experimentar y si podía resolverlo porque no iba a hacerlo. Asimismo entendía que la vida era eso, contrastes, momentos de éxtasis unidos con momentos de no saber qué hacer. Nunca había visto tan clara la realidad, India te mostraba los contrastes y vos tenías la posibilidad de verlo como quisieras. Lo importante es seguir jugando. Tal vez lo importante sea mantener esa chispa momentánea lo más posible para sentir que la felicidad en definitiva no es cuantificable.

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Cuento en Varanasi, SPARKLINGS – Chispa

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Una historia de mi viaje a India que se convirtió en cuento y tiene dos partes, esta es la primera, para que la disfruten y aprendan de VARANASI o BENARES y tengan su propia perspectiva. En India entendí que no se puede generalizar, cada uno tiene su propia experiencia, aun haciendo lo mismo que otros. Esta semana pensé que podía escribir un libro “Manual sobre todo lo que no hay que hacer pero que hago y me funciona”, aceptarse y abrazarse es muy bueno. No hay una forma, ni una manera, disfruta de seguir tu corazón a donde te lleve….

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SPARKLINGS – Chispa
“No quiero ir sola a Varanasi, no quiero ir sola a India”, pero a veces eso que no queremos es exactamente lo que tiene que pasarnos para aprender y ver nuestra verdadera naturaleza. A veces a eso que nos resistimos, es lo que tenemos que experimentar para crecer. A veces las cosas no se dan como queremos, pero se dan de formas maravillosas.
Cada lugar tiene su propia experiencia. Al pensar en India antes de encontrarme en ella, me imaginaba el Ganges y la postal de Varanasi en mi imaginación, quería estar allí, contemplar un amanecer en las interminables escaleras para sentir la espiritualidad en potencia. Creía que era un lugar mágico, pero al empezar a informarme la cristalización de mi imaginario contrastaba con otra realidad, la ciudad de la vida y de la muerte, donde los hindúes elijen morir creen que aquellos que se bañan o rocían con agua del Ganges al momento de su muerte serán liberados del ciclo de reencarnación y muerte y vivirán en el paraíso por siempre. Desde que llegue a india todo el mundo me hablaba de Varanasi o Benarés, como un lugar de miedo, lleno de caca, mugre, caos, de gente con enfermedades, de lo fuerte que era y la verdad era el único lugar que esperaba no llegar sola; pero aconteció. Por más que conocía un montón de gente en el camino me era difícil coordinar agendas con otros para viajar juntos.

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En rishikesh conocí a una francesa llamada Tali que me había conectado con una americana que trabajaba en un hostel y que me esperaba para hospedarme allí, pero algo que no sabría como explicar me decía que no. Tenía el hotel que me habían recomendado unos españoles que había conocido, e igual trate de buscar en la pagina online alguno que me llamara la atención por alguna razón. Cuestión que llegue a Varanasi sin tomar ninguna decisión de donde me alojaría, esperaba que tal vez en el tren conociera alguien que me hiciera fluir en su camino como me había sucedido en Udaipur, pero nada de esto sucedió. Viaje sola con mi libro de Shantaram de compañero, recordando como termine nadando en el Ganges cuando ni quería tocar con mi pie el agua por sentir que estaba contaminada y termine de rafting en el río. En el momento que dijo el guía ¿quien salta al agua? Yo ni lo dude, me encontré allí flotando de felicidad entre los otros indios del bote sintiendo la bendición de estar en contacto con el agua sagrada. En este viaje aprendí a no pensar más en lo que creo que no voy a hacer nunca; porque termino haciéndolo. Vivo el hoy y me dejo llevar por lo que siento en el momento.

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Llegue a una estación llena de gente y movimiento, eran las cinco de la tarde, el tren tardó más de lo programado porque freno en el medio de la nada durante más de tres horas sin nunca saber cual fue la razón pero logre que un ingeniero indio que hablaba perfecto ingles con el que compartía el camarote de segunda clase con aire acondicionado me consiguiera un chai y una somosa recién echa. El pueblo mas cercano al ver que el tren había parado lo tomo como una oportunidad, y se habían acercado corriendo con ollas de chai y comida para vender. Después de dos meses en india ni me preocupe por su procedencia y tome el elixir y saboree la comida. ¿Qué paso? pregunte al indio, “es india, siempre sucede algo”. Era pintoresco ver como el infortunio de unos es la suerte de otros. Cuando divise que estaba por llegar a la ciudad, escribí los tres nombres de los hoteles con los que contaba y lo deje a la suerte, salió un tercero no recomendado por nadie pero que tenía buenas recomendaciones en la página de hoteles online y decidí seguir ese instinto. Cualquier cosa iría al hostel con la americana, pero no tenia ganas de compartir cuarto y principalmente quería estar cerca del Ganges, quería verlo desde mi ventana. El que elegí contaba con esa opción.
Salí de la estación esquivando los rickshaw (tuktuk) choferes que querían ofrecerme sus servicios, y me dirigí a la terminal de ellos, encontrándome con que salía 400 rupias ir a mi destino, primero dije si y después pensé no puede ser, así fue como seguí caminando y un tuktuk que dejaba un pasajero al mencionarle mi hotel me dice te llevo por 80 rupias, sin dudarlo me subí. Nos adentramos a Varanasi, caos de rickjacks y de personas, me dice que no todos los taxis pueden llegar a los ghats, que el hoy tenía permiso para ir. Así fue como entramos por unas callejuelas y para el vehículo. Tenemos que seguir a pie, con mi mochila a cuestas lo seguí, pequeñas callejuelas mugrientas con niños corriendo, mujeres tras velos y olores conocidos y no agradables te penetraban mientras el sol iba perdiendo su poder. Después de unas tres cuadras que me parecieron interminables, llegamos al hotel. Salió el conserje y me empezó a mostrar las habitaciones, eran horribles, con olor a humedad y no baratas por el precio de lo que te daban. Me llevan a su terraza como si fuera el must y mi cara decía todo, no siento este lugar para estar, me baja a la mitad el precio de la habitación si me quedaba tres días. Lo miro y le digo voy a pensarlo, claramente era un buen negocio, pero había algo del lugar que no me cerraba. No sentía buena energía del dueño.
Salgo y le digo al del tuktuk cambie de opinión cuanto me cobra por llevarme a este hostel (el de la americana) y me dice 150 pero antes de llevarte a ningún lado déjame que te muestre otro hotel a la vuelta de este. Perdido por perdido acepte, fuimos a otro pero que termino siendo de la misma familia del anterior, tenia el mismo nombre y al mostrarme las habitaciones sentía el encierro. La terraza era mucho mas linda y ni bien salí al exterior, el sol que atardecía se reflejo en mi rostro mostrándome la belleza de un Ganges al que quería llegar pero que todavía no podía disfrutar. Contemple unos minutos como el sol se acostaba y disfrute de la vista que contaba el hotel, era maravillosa y me imagine meditando allí. Al bajar el conserje del hotel me rebaja el precio de nuevo, pero había algo que no podía explicar que me decía “No”, le dije de nuevo que lo iba a pensar. Estaba cansada, pero había aprendido a seguir mi instinto y mi cuerpo me decía NO. No me gustaba donde se encontraba, cerca de un ghat pero lejos de la calle principal y sentía que a partir de las 6 de la tarde no iba a poder salir más de allí por una importante razón: miedo.
El taxista me empezó a mostrar otros hoteles que estaban en la redonda, quería que dejara mi mochila en uno para poder ver los otros y yo pensaba me quedo sin mochila y sin hotel si le hago caso. No puedo confiar aunque quisiera hacerlo. Aunque pese la llevo conmigo, me mostro tres hoteles más ninguno me agradaba. Uno directamente, desde la puerta, el indio que era gordo, cosa que no es tan habitual, ni se esforzó en mostrarme las habitaciones y de mal trato me dijo su precio que era alto y pensé necesito estar en algún lado donde las personas puedan ayudarme. Así fue como le dije al tuk tuk que no era lo que estaba buscando, que necesitaba otra cosa, que no nos estábamos entendiendo y que me llevara al hostel. Uno mas me decía, una nueva oportunidad me pedía. Para ese entonces yo ya sabia que los conserjes de los hoteles le daban comisión y claramente yo sabia que me iba a quedar cinco días en Varanasi lo cual era bueno para negociar. Cansada, ya de noche, entre las callejuelas, con el chofer caminando me llevo a la paralela de la calle principal, a una cuadra que estaba aunque sea iluminada y con negocios y me llevo a un hotel que no estaba en ninguna guía, pero que ya me gustaba un poco mas. Me mostraron mi cuarto, espacioso, con vista a la ciudad y con terraza, no era maravilloso pero de lo que había visto ampliamente lo mejoraba y sobretodo el dueño del hotel era muy simpático. En mi interior pensaba porque no fui directo al hostel o me organice con el hotel de antemano pero a veces el destino te depara mejores cosas que ni te imaginabas en ese primer momento. Ya sin dar muchas vueltas le pague dos días al conserje del hotel pudiendo extenderlo cosa que los otros hoteles me obligaban a pagar los cuatro días y no sabia si quería estar allí o no. El chofer del tuktuk se fue feliz con el doble pago y yo pensaba que ganas de negociar que tenia, que perdió dos horas dando vueltas conmigo por las calles de Varanasi cuando hubiera podido estar trabajando con el tuktuk, pero en algún punto allí se están jugando el orgullo de haber convencido a la turista a alojarse en otro lugar y tenía que darle sus créditos, lo había logrado.
Estaba muerta, se largó a llover y ya era de noche. Necesitaba comer y la terraza no tenía luz por un problema que no me podían explicar, lo cual significaba que me iban a cocinar con la luz de las velas, y prefería tomar un poco de aire. Cuando estoy saliendo a la calle, el dueño del hotel me dice que no era seguro que estuviera caminando sola de noche. Salí igual, a los pocos pasos me encuentro en la calle principal de noche rodeada de indios mirándome y sentí que tal vez tenia que escuchar al dueño del hotel. No era seguro. Retorne mis pasos y me encontré con un hotel cuatro estrellas que promocionaba su terraza y que no había visto unas horas antes. Sin dudarlo me merecía un buen banquete después de haber perdido mi primer día en Varanasi sin poder hacer nada. Al volver al hotel me ofrece el dueño que a las cinco y media de la mañana me podían pasar a buscar un barquero para ir a navegar el Ganges a la madrugada, sin dudarlo le dije que si. Medite en la calma de mi cuarto donde podía ver unas lagartijas blancas como mis acompañantes y me quede dormida.

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A las cinco de la mañana me desperté, la gente que trabaja en el hotel se encontraba dormida en la recepción, pedí que me abrieran la puerta dado que me pasarían a buscar para hacer la excursión del barco. Claramente se hicieron las cinco y media y nadie había llegado, los tiempos de los indios son flexibles, nunca hacen lo que dicen ni llegan cuando supones, se intercambian los clientes y terminas haciendo algo con otra compañía porque sí. Pero respire profundo a pesar de mi miedo a perderme el amanecer y cuando estaba por ir a preguntarle de nuevo al chico del hotel que había vuelto a dormirse, aparece un joven indio diciéndome que el me llevaría a tomar el barco y que donde estaba la otra chica ¿que otra chica? Yo estoy viajando sola. Cuando empezamos a caminar, el conserje del hotel sale corriendo, falta una chica, esperen un minuto. Mi cara de desconcierto era grande, teníamos que seguir esperando pero me sentía culpable de que le había asegurado al indio que solo yo estaba. De pronto una chica completamente dormida aparece corriendo, era irlandesa y estaba viajando con otra chica que no se había despertado, porque se sentía mal. Las dos nos internamos en las callejuelas de una ciudad dormida, llegamos al ghat y dos niños de unos seis y ocho años se nos acercaron con ofrendas, flores frutos y velas en una platito de metal. Todavía no había amanecido y estos niños ya se encontraban haciéndose el pan, sin dudarlo le dije que si, yo quiero mi ofrenda y la irlandesa se contagio con mi comentario de que estos niños tenían que estar durmiendo en vez de trabajando. Me mira, y me dice “no me lo había puesto a pensar, estoy cansada de que me acosen vendiéndome cosas y estas ofrendas claramente no valen las 20 rupias que están pidiendo”. La miro y le digo esta bueno desear, y en este caso estas ayudándolos, no es ni cincuenta centavos de dólar, es un gesto y seguramente le cambiaras algo de su día.

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Nos hicieron subir al barquito y nuevamente nos hicieron esperar por otras dos pasajeras que llegaron tarde, pero ya no me importo, estaba en el agua agradecida, me sentía bendecida, finalmente me encontraba allí, tanto había tenido que pasar para llegar a este lugar y tanto lo había esperado. El sol empezaba a asomarse y tintineaban sus destellos en el agua como si jugaran. Los pájaros volaban y la ciudad seguía durmiendo. La calma y el silencio llenaban el espacio. El joven barquero empezó a navegar y nosotras nos metimos cada una en su burbuja, no hablábamos éramos cuatro mujeres que viajábamos solas a india y cada una tenia su historia. El barco estaba lleno de ellas, historias de vida, y yo podía sentirlo. A medida que el barco se adentro al agua, empezamos a cruzarnos con otros barcos, algunos con motor llenos de japoneses que pasaban como bengalas mientras los barcos a remo iban a cámara lenta, disfrutando de acercarse y alejarse de las orillas de los ghats para ver los detalles. Nos cruzamos con barcos pescadores y barcos que vendían estatuillas y souveniers hindúes. Cruzamos el primer ghat para incinerar, el humo y los cadáveres posando sobre las piedras se observaban a lo lejos. Que espectáculo logrado alrededor a algo que duele pero que para ellos es parte de la vida, de sus rituales, de su despedida. La vida sigue en India y la muerte y el renacimiento son conceptos unidos, todo es uno y es continuado.

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Los Ghats de Varanasi son grandes pasarelas de piedra construidas en las orillas del rio sagrado de la India, el Ganges. Durante siglos, la gente ha venido aquí para orar, meditar, bañarse y, como es sabido, incinerar a sus muertos. Los ghats crematorios de Varanasi se derivan de la creencia hindú de que las personas cuyos restos sean sumergidos en el río sagrado Ganges después de la muerte se les garantiza una buena vida eterna. Mientras el barquito a remo encontraba su camino, veíamos a gente lavándose los dientes con el agua sagrada, tomando baños y hasta lavando sus ropas allí. De repente un muerto se nos cruza y tenemos que esquivarlo. Un cuerpo rodeado de telas naranjas y doradas navega tranquilo por el agua, seguramente es un brahmán y ellos no se incineran porque ya llegaron trascender al otro mundo. Los minutos pasaban y eran como horas, había tanto para ver, tantos detalles que no te alcanzaba la mirada. Estuvimos cuatro horas navegando y regresamos con la irlandesa charlando que era la segunda vez que estaba en Varanasi, porque un mes atrás no había podido acercarse a los ghats porque estaba todo inundado y había decidido regresar. El lugar lo ameritaba. Me dice de pasar a buscar a su amiga y compartir un tuktuk por el día que nos llevara a la universidad y a los distintos templos que había que visitar en la ciudad. Sin dudarlo estaba dentro del plan. Agradecía haber elegido ese hotel porque no solo me facilitaba las cosas sino que me daba dos nuevas compañeras de viaje. Su amiga australiana ya nos estaba esperando para la nueva aventura.

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Primero fuimos a la Universidad, donde dimos ofrendas en un templo grandísimo de Vishwanath (dios Shiva) y luego al templo de monos, dedicado a la diosa Durga, donde tuvimos que dejar nuestras pertenencias para poder entrar. Algunos templos son casi agresivos más que pacíficos, dado que hay ofrendas y olores fuertes que hacen que te sientas a la defensiva en vez de sentir la bienvenida. Tal vez por desconocimiento, tal vez por no compartir su religión pero muchas veces te sentís no parte. Mi deseo de conocer y absorber hace que este abierta a recibir lo que veo. Luego fuimos al Templo Bharat Mata, lo peculiar de este templo es que se albergan mapas de la India tallados en mármol, porque es el único templo de Varanasi dedicado a Bharat Mata, la personificación nacional de India como diosa madre que se representa como una mujer vestida con un sari, sosteniendo la bandera nacional. Luego seguimos en el tuktuk que nos esperó mientras un señor nos mostraba el mercado de las sedas, los tejidos y la producción de saris, así fue como entramos a distintos edificios donde nos enseñaron los secretos de los tejidos, mientras cabras y niños nos rodeaban. El pago de entrar a los distintos edificios fue comprar unos pañuelos de suvenires, pero valió la pena lo aprendido. Estábamos cansadas y agotadas del calor y de las vueltas por Varanasi y las cuatro horas del tour se habían terminado. Llegamos al hotel y decidí ir a la ceremonia del Ganges, las chicas ya habían estado y salían en un bus a Nepal dado que ese día no salía el tren. Me invitaron a irme con ellas pero quería disfrutar más días de la ciudad de la vida y la muerte, quedamos conectadas para encontrarnos en Nepal. Ya había pagado por mi pasaje en tren a Nepal y sentía que no tenía que correr.

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Salí nuevamente caminando por la ciudad hacía el Dasaswamedg ghat, cada día del año a las 19,00h, se transforma el ghat en una Ceremonia Ganga Aarti con puja (ofrenda), fuego y danza. Me gustaba la idea de caminar y mirar los distintos barrios que pasaba con sus peculiariedades, de musulmanes, de hindúes, mujeres tapadas completamente, hombres con distintos oficios se desplegaban por la calle. Todo iba pasando mientras caminaba a mi paso, necesitaba parar para tomar bebidas, el calor era intenso y claramente había sido un largo día. En el camino me encontré con cuadras con personas en el piso pidiendo con distintos motivos, como si fuera la meca de los “indios necesitados”. Llegue temprano y conseguí un buen lugar para mirar la ceremonia. Sin dudar agarre mi monedero para comprar una nueva ofrenda, esta tenía un fin, la salud de la mama de una amiga que me había pedido. Al mirar el interior de mi monedero me doy cuenta que me había quedado sin dinero, solo tenía los billetes para la ofrenda, que significaban el tuktuk de regreso al hotel al terminar la ceremonia. Sin dudarlo invertí en la ofrenda, para mí era importante cumplir con mi promesa y de alguna forma resolvería volver al hotel. Me había olvidado de cargar la billetera con dinero y desde la mañana que no había parado de dar y ofrecer. La ceremonia duro un largo rato, entre cantos, rezos, inciensos, velas, y bullicio. No necesitaba entender, solo sentir, había un idioma universal que nos unía en ese momento, el respeto por los otros, el compartir un ritual ancestral y el saber que por unos momentos nos encontrábamos todos unidos creyendo, sin diferencias. Yo me emocione en varios momentos, la piel de me erizaba y sentía paz y felicidad de haberlo logrado. Finalmente estaba en Varanasi, finalmente había llegado. Siempre había querido estar ahí.

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Lance la ofrenda al Ganges con el nombre de la persona en cuestión y pedí por su bienestar. Mire como la ofrenda se confundía con otras en el río que se movía sin cesar, entre barcos con gente que sacaba fotos y niños que ofrecían suvenires y ofrendas. Me puse a charlar con una pareja de franceses al final del ritual, a ver si compartían mi misma dirección pero iban para otro lado. Decidí esperar a que algún grupo de extranjeros saliera en mi misma dirección para no sentirme sola. Tenía un poco de miedo, miedo a lo desconocido, y miedo a que había mucho descontrol, mucha gente que te pedía y te seguía. Pero confié y a los pocos minutos vi a una madre y a un hijo que hablaban en español y les pedí si podía caminar con ellos. Me contaron que estaban en un tour con 30 españoles y cada día tenían que sortear con un imprevisto, alguno se enfermaba, alguno se perdía, algún contratiempo sucedía. Nada es seguro en India. Me miraban sorprendidos que estuviera sola viajando. Ya me había acostumbrado, contestaba sonriendo, siempre había alguien dispuesto a ayudarme y acompañarme como ellos. Caminamos varias cuadras juntos, entre el bullicio de un mercado en ebullición y gente que no paraba de surgir como si fuera un manantial. Gente sin piernas y brazos que pedían, entre carretillas ofreciendo frutas secas y vestidos.
Llegamos a la calle principal y a ellos los estaba esperando un bus en algún lugar cercano, yo decidí volver caminando entre la multitud de gente que había ido a ver la ceremonia me sentía protegida y por suerte lo había hecho de día al camino y mi memoria visual no fallaba. Eran como 30 cuadras pero me sentía más segura que subirme a algún rickshaw que con la cantidad de gente que había no avanzaba. Me tape la cara con mi pañuelo como si fuera uno de ellos, con mi pollera larga y mi vestimenta podían confundirme. Camine sin parar, y con una seguridad de que estaba protegida y de que había estado orando durante horas. Seguía bañándome todos los días con agua fría para que mi aura brillara y meditaba para que mi radiancia atrajera lo que me correspondía. Esos eran mis rituales para sentirme segura. Llegue casi corriendo al hotel y agradecí que estuviera casi en la calle principal porque siempre había movimiento. A las nueve de la noche mi día había sido completo. Me fui a dormir en plenitud de mi ser, finalmente había vivido lo que tanto tiempo había soñado. Por años cada vez que veía una postal, documental o película del Ganges en Varanasi me largaba a llorar, había algo de este lugar que me sensibilizaba y me hacía sentir que tenía que venir, pero por más que quisiera a veces no se puede apurar al destino. Todo tiene un porque y claramente antes no se si hubiera estado preparada para vivir India de la forma que lo estaba haciendo.

varanasi aCONTINUARA

Mientras leen la historia pueden escuchar esta música de Snatam Kaur, para el corazón: https://www.youtube.com/watch?v=ibNKIh75Nx0

Cuento Passio

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 Había una vez una princesa que se llamaba Passio, era tan dulce e inocente que la encerraron sus padres en un bello castillo de cristal en la cima de una colina para que pudiera jugar libremente y desarrollar su creatividad sin ser perturbada por el mundo exterior.

El castillo de paredes del fino material era bastante grande. La primera planta tenía una biblioteca llena de libros previamente seleccionados por sus padres con las novelas mas sublimes, las historias de aventuras más fantásticas, tratados de filosofía y enciclopedias variadas que describían y precisaban guerras, amores, leyendas, pactos, entre otras cosas.  Tenía un gran living en círculo con una amplia escalera de mármol que conducía al segundo piso donde se encontraban las habitaciones. Un jardín de invierno conteniendo flores exóticas de los cinco continentes, era el hábitat de caracoles y mariposas que revoloteaban por doquier. Una cocina con amplios ventanales  se encontraba en la planta baja.

La niña creció en compañía de los animalitos del bosque. Su fiel amigo era un conejo que se llamaba Pintitas dado que era blanco como un copo de nieve y con pintitas negras en su cuerpo que parecía que usaba un traje a lunares. Dos mariposas monarcas y un bambi eran sus compañeros de juegos. Una gata muy presumida negra llamada Sufita era la guardiana del castillo. Sus padres queriendo lo mejor para ella, se olvidaron de la princesa que se encontraba en la colina.

Los años pasaron y la niña se convirtió en doncella, y la compañía de sus amiguitos no le alcanzaba. Los susurros del viento, le habían contado que las bellas princesas se encontraban con príncipes que se juraban amor eterno, como las novelas que leía. La princesa empezó a soñar con ser rescatada del castillo que cada día lo veía como una cárcel por no poder ver la realidad.

Passio realmente se había quedado encerrada, no solo Sufita la vigilaba, un bosque lleno de abetos gigantes habían cerrado el paso hacia el castillo. La princesa empezó a creer  que nunca seria descubierta si seguía escondida dentro de su castillo de cristal. Descubrió que ningún caballero vendría a rescatarla y nunca podría disfrutar del goce del amor que tanto hablaban los libros que habían sido sus compañeros durante tantos años. Luego de mucho pensar decidió que tenía que hacer algo.

Así fue como una noche de luna llena en donde las estrellas brillaban sin cesar, convoco a los espíritus de la noche para que llamaran a la bruja Persuasión que tenia el poder de encantar a todos los hombres que se le acercaban.

“Buenas noches, princesa Passio. ¿Que es lo que te preocupa que requieres de mis servicios?- pregunta la bruja que se regodeaba con la idea de sacarle algo a cambio

“Buenas noches, bruja Persuasión, tu fama te precede y por eso te hice llamar. Se que seduces a cuanto hombre pasa cerca de tu perímetro y quisiera que me enseñes la lección de ser mujer fatal. Quiero conquistar al más bello caballero de estas tierras.

 

La bruja la contempla por unos momentos y le dice: Con tu belleza y tú gran corazón no me tendrías que preguntar mis armas de seducción.

La princesa la interrumpe y le dice: Mi belleza y mi alma no alcanzan para ser descubierta por un príncipe que me jure amor eterno. Necesito salir al mundo exterior, y solo tú podrás ayudarme para que pueda conquistar rápidamente a un hombre y volver a mi castillo para vivir felices eternamente.

 

La bruja no sabia que decirle a la princesa, movió su nariz y su libro de hechizos apareció en un patatín frente a sus ojos. Déjame ver si puedo ayudarte – dijo la bruja metiendo la cabeza dentro del gran libro.

Passio aferrada a su conejo pintitas espero que la bruja buscara entre sus conjuros una respuesta a sus pedidos.

La bruja la mira y le dijo: te daré una pócima para que te conviertas en una mujer sexy y apasionada para que ningún hombre se te resista. A cambio, tendrás que darme tu dulzura. Si el hombre que elijas se enamora de ti, te devolveré la dulzura e inocencia y podrás volver a tu castillo.

La princesa acepto el trato, creía que con el encantamiento que la bruja le proporcionaba encontraría a un hombre rápidamente y podría conquistarlo recobrando su dulzura que era su verdadero encanto. Lo que la princesa no sabia que justamente conquistar podría pero para que se enamorara de ella necesitaba de su alma que se la estaba olvidando.

 

La princesa sentía que no podía conquistar a un hombre siendo tan pura e inocente. Necesitaba ser fuerte para no sufrir. Así fue como perdió su femeneidad. Su ansia de conquista no termino, y a los hombres que conquistaba se terminaba aburriendo porque solo buscaban el placer que ella podía otorgarles pero no el amor que ella necesitaba para que le fuera devuelta su alma.

Tuvieron que pasar muchos años, muchos hombres para que Passio decidiera retornar a su castillo de cristal. Cruzo el bosque de abetos gigantes, se corto las manos, las rodillas le sangraron por treparse de las ramas de los árboles pero logro pasar a pesar de todo. Subió la colina y se encontró con su castillo sucio, rodeado de hiedras y malezas. No era el castillo de su recuerdo, su abandono se notaba en sus paredes. Ni bien llego la gata Sufita la recibió en la entrada. “Al fin has vuelto, hace años que te esperaba y sabia que volverías. Llamare al conejo y a las mariposas que ya se habían acostumbrada a tu falta”.

He vuelto sin príncipe, querida gata. A nadie he podido enamorar. A pesar de llevar a cabo todas las armas de seducción… He conquistado a mucho hombres pero ninguno se ha enamorado al punto de quedarse conmigo. Se sentían avasallados, los asustaba y los que se quedaban se aburrían porque mi alma nunca era contemplada. He deseado volver a mi castillo de cristal donde me sentía segura y no necesitaba más que soñar. Estas cuatro paredes me daban tanta felicidad, y ahora se encuentran sucias, manchadas, ni el sol puede reflejarse como antes. No te preocupes princesa que todo puede volver como antes, solo necesitas que el tiempo haga su trabajo- dijo la gata. Al regresar empezaste de nuevo a transitar tu verdadero camino, confía- agrego.

Nos tendremos que poner a trabajar- grito una voz aguda. Era pintitas que habían llegado a los saltos abalanzándose a la princesa. Te extrañe- le dijo el conejo

La princesa ni bien sintió la suavidad de la piel del conejo, una lágrima broto del interior de su alma y un rayito de luz se dejo ver dentro de las paredes sucias de cristal. Así fue como la doncella empezó a limpiar su castillo, primero saco sus malezas, luego arreglo la entrada de su castillo. El mayor trabajo era recobrar la capacidad del material de cristal. La pureza de esas paredes que estaban cubiertas de moho y barro, limpio sin cesar y trabajo hasta agotarse. Dejando de lado la seducción como arma, dejando de lado su vanidad de las conquistas. Limpio sin cesar, los días pasaron, los meses y al cabo de un año, Passio se sentía de nuevo como la princesa de su niñez con su castillo de cristal y sus amigos y juegos que le daban felicidad.

Se había cansado de contarles a sus amiguitos las peripecias que había llevado a cabo para conquistar al hombre de sus sueños. Lo que Passio no había visto era que había recobrado su dulzura en las palabras, y la inocencia que había marcado su niñez.

La magia reinaba de nuevo en su castillo. Ni bien el castillo se limpio sus amiguitos que estaban viejos y cansados recobraron su juventud.

 

Hasta que un día, Passio se encontraba decorando el castillo con flores ya que había llegado la primavera y la bruja Persuasión apareció de repente. Le pidió que le devolviera la inocencia que había recobrado, le pertenecía. Passio, la miro fijamente a los ojos, esta vez sin temor, y le dijo que sus reglas de seducción solo le habían traído tristeza y soledad, no habían funcionado. Nada la satisfacía, solo se regodeaba de sus conquistas pero se quedaba siempre sin nada. Había entendido que no existen las pócimas mágicas para conquistar un hombre. Lo mas importante es quererse a uno mismo y aceptarse tal cual uno es, de esta forma el amor ya estaba dentro de ella. Si quería su inocencia tenia que ser ella para poder tenerla. Se había dado cuenta que creyó estar encantada cuando en realidad se había olvidado de ser ella misma queriendo ser como otra persona.

La bruja desapareció enojada con la princesa, que le había dicho una gran verdad, esa verdad rompía el conjuro de la seducción, y por más magia que usara, la princesa se había encontrado consigo misma, ya nada podía hacer.

 

Una gran tormenta se desato ese día y durante tres días llovió sin cesar. La ultima noche, alguien toco la puerta, Passio nunca había escuchado un toc toc a su puerta y tuvo miedo a que fuera la bruja que volviera. En eso la puerta se abre, la doncella se encontraba escondida detrás de un cortinado rojo carmín. Observa a un hombre hermoso, completamente mojado y cansado. Ni bien entra al castillo, se desploma en el piso. La gata se acerca y le avisa a Passio que el príncipe se encontraba profundamente dormido. La doncella lo lleva a uno de los cuartos con la ayuda del bambi. Lo cubre con una frazada y se retira a su cuarto. A la mañana siguiente el caballero se levanta con los rayos del sol sobre su rostro. El cristal reflejaba un arco iris por la ventana. Baja las escaleras de mármol, extrañado por encontrarse en un lugar tan hermoso y deshabitado. Se encuentra con un mesa larga servida que lo esperaba en el jardín con frutas frescas desparramadas sobre  un colchón de pétalos de rosas y jazmines, pan fresco recién horneado y una taza de leche. Al sentarse, mira por todos lados para encontrarse con los dueños de casa y agradecerle una recibida tan calida. Tomo el desayuno y salio a recorrer los perímetros del castillo. Vio al Bambi, las mariposas, la gata y el conejo pero ningún ser humano se mostraba. Los días pasaron y el caballero no dejaba de sorprenderse del lugar que había encontrado.

El caballero decidió hacer que se iba para descubrir a los vergonzosos dueños que no querían hacerse ver. El caballero quería agradecer tanta hospitalidad. Agarro sus cosas y salio caminando nuevamente por el sendero. Passio no podía creer que se fuera, pensó que nuevamente no había logrado que se enamoraran de ella, había perdido de nuevo. Ella se había acostumbrado a tener a alguien para cuidar y brindarle todos sus encantos. Sus verdaderos encantos sin haber visto su belleza ni tocado su cuerpo.

 

El caballero espero que se hiciera de noche y regreso al castillo. Encontró una ventana de cristal que se abría y entro. Empezó a recorrer cada uno de los cuartos hasta llegar al final del pasillo y encontrar una habitación que resplandecía, las estrellas a través del cristal se reflejaban en el piso y en las paredes. Al entrar vio una cama redonda que estaba en el medio de la habitación y en ella dormitaba la mujer más bella que había visto jamás. Al acercarse y verla, una fuerza proveniente de su interior hizo que la besara. Su beso despertó a Passio de su sueño en el que se encontraba, ya que había vuelto a buscarla. Al verlo se dio cuenta que ya no tenia que soñar porque el era real y así fue como vivieron juntos felices por siempre.

 

La princesa Passio aprendió la lección, sufría cuando dejaba de ser quien era porque su caparazón solo atraía a los hombres equivocados. Al volver a ser si misma y quererse como tal, atrajo al hombre que verdaderamente la iba a amar. No tenia que ser rescatada solamente tenía que aceptarse como era.

Se flexible y ama. El encuentro nunca es casual

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Amo las historias de amor y la vida vive poniéndome personas que me cuentan sus historias y me abren el corazón, poesía para mi alma. En cada historia de amor que escucho,  abrazo mis historias.

Desde que nacemos escuchamos una historia, que nos cuentan de una forma y creemos esa historia, pero al crecer nos damos cuenta que es solo una parte, que son detalles, que podemos ver la historia diferente, o permitirnos salir de ese cuentito infantil y ser parte de una novela con otros personajes. Crear tu propia vida depende de vos, y se conecta con tu posibilidad de permitirte ser flexible con vos mismo para entender a los demás. Ser libres para poder conectar con un otro desde esa libertad. Poder conectarnos para encontrarnos en todos los espacios genera la verdadera riqueza.

El amor en definitiva es lo único que vale como oro.

“Lo que tu boca se acostumbra a decir, tu corazón se acostumbra a sentir”. Madre Teresa

 

Cuento para San Valentin: DULCINEA

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Fuera de los convencionalismos y el negocio detrás, creo que festejar el amor es hermoso, me parece un sentimiento que es motor de hacer locuras descabelladas y de lograr volar por el cielo y al mismo tiempo es un lugar para plantearte objetivos, trazarte horizontes y hasta plantar semillas para lograr formar una familia.

Hoy me encuentro cansada, tal vez sea una señal de madurez. En realidad con mi corazón agotado de ilusiones y esperanzas, cansada de comprender y entender, cansada de abrirlo y cerrarlo una y otra vez como un ejercicio que siempre provoca fricción,  y sabiendo por primera vez en la vida lo que quiero: construir una relación que crezca. Me di cuenta que caminar solo es fácil, no hay que dar explicaciones a nadie, no hay que ceder ni argumentar solo elegir, pero al final de cuentas elegís para compartir con otros tus caminos, elegís para compartir con otros tus enseñanzas, elegís para ser mas feliz de lo que sos normalmente y porque no elegir estar acompañado, alguien que quiera caminar, volar, correr o nadar a tu lado, que pueda sentirse acompañado y al mismo tiempo poder sostener, que pueda conversar si vale la pena ir hacia ese horizonte o tal vez mejor esperar y descansar mirando un nuevo amanecer.

Este 2014 es para la aventura, y me di cuenta que mi gran aventura es comprometerme en el amor con alguien, claro que hay miedos y resistencias y al mismo tiempo mi boca al abrirse parece una catarata con delfines y ballenas y hasta arco iris y árboles, pero por primera vez entendí que si quieres enamorarte de alguien tenes que aceptarte tal cual como eres, tenes que mostrar tu locura y tu paciencia, tu torrencial de palabras y tu silencio, tu luz y tu sombra, tu paraíso y tu cueva, solo viendo todo realmente podes elegirme de la manera que yo quiero que construyamos nuestro cuento.

El cuento que hoy comparto lo escribí hace muchos años y retrata de una manera perfecta la forma que imaginaba ser enamorada.

  DULCINEA y sus burbujas

 Había una vez, una pecesita muy linda de corazón y muy pura de aspecto. Pero tenia un gran problema, cada vez que alguien se interesaba en conocerla, repentinamente lo encerraba en una burbuja. La burbuja era tan resistente que por mas que luchaban no podían salir los pececitos de ella, decidiendo alejarse para que se desvaneciera. De esta forma iba encerrando uno a uno de sus enamorados sin que estos entendieran el porque de la burbuja, y de forma abrupta buscaban romperla.

La pececita que se llamaba Dulcinea, sufría cada vez que empezaba a conocer a alguien porque no podía controlar a sus pensamientos que se convertían en burbujas opresivas que los encerraban. De hecho algunos peces que habían escuchado el problema de ella, llevaban alfileres filosos en sus citas para romper las burbujas cuando comenzaran a molestarles. Por más que Dulcinea cerraba la boca, estas surgían del interior de su alma con más fuerza irrumpiendo con tal intensidad que la huida de los pececitos era más rápida.

Una y otra vez le repetían los mismo “tenes que aprender la lección pecesita no podes encerrarme en la burbuja si yo no quiero”. Pero pecesita no entendía que hacia mal, solo sabia dar amor y era lo que hacia cada vez que conocía a alguien. La verdad era que no podía ver las burbujas de las que le hablaban. “Aprende a ver a quien le das lo que le das”-le decían pero ella no podía controlar sus sentimientos.

Dulcinea empezó a salir con un pececito muy presumido que en principio no se daba cuenta de las burbujas dado que estaba interesado en si mismo. El pececito que se llamaba Bombón, creyó que era cuestión de resfrió o hipo y que la pecesita se curaría. Pero los días pasaron y las burbujitas no cesaban. Así fue como Bombón cito a Dulcinea para conversar. Dulcinea, creyendo que el pececito le declararía finalmente su amor, llego a la cita rodeada de burbujas cristalinas que se confundían con un vestido de cola por la cantidad y variedad.

Pez Bombón: Hola Dulcinea. Necesito hablar contigo.

Dulcinea: ¿De que quieres conversar?- creyendo que finalmente le diría que la amaba.  He pasado todo el día ayudando a los caballitos de mar  con los preparativos del desfile de esta noche. ¿Me acompañaras en este día tan especial?

Pez Bombón:  No te das cuenta que no puedo acompañarte. Tus burbujas hacen que todos nos miren y la verdad no me interesa llamar la atención.

Dulcinea: Glup, es que no puedo controlarlo. Si quieres buscamos la manera para que pasemos desapercibidos pero… ¡Yo solo quiero que estés conmigo!

Pez Bombón: Justamente quería hablarte de eso. No podremos vernos más. Como ya te he explicado no estoy enamorado de ti y por más que disfruto compartiendo los días contigo, tu no entiendes las reglas.

Dulcinea: ¿Pero porque?

Pez Bombón: Es todo tu problema esto, cierras los ojos sobre una realidad y no quieres abrirlos nunca

Dulcinea: Yo creí… que como ya compartimos un tiempo juntos. Pensé que, ¿había cambiado algo en tu corazón de témpano de hielo? Pero parece que no. Yo solo siento.

Pez Bombón: Si no miras, si no escuchas, vas a seguir siendo desilusionada, más  y más. Lo siento pero es así.

Dulcinea: Ahora me queres enseñar- le responde sorprendida. Sus burbujas se habían desvanecido de repente.

Pez Bombón: El mundo es otra cosa que tu burbuja.

Dulcinea: Yo me enamore de vos desde un principio. ¿Que queres que haga con ese sentimiento?

Pez Bombón: No se, yo te lo explique. Eso si que te deseo, encontrar alguien para compartirla.

Dulcinea: Es mi manera de vivir

Pez Bombón: Pues seas feliz con eso.

Dulcinea: Tal vez, me equivoque en querer compartir mi mundo contigo- comienza a llorar porque no podía explicarle lo que sentía. Le hablaba de reglas, de metodología, cuando ella solo  conocía lo que él le provocaba.

Pez Bombón: No llores ahora. Yo solo te digo de invitar a la gente dentro de  tu mundo, pero no ponerlos ahí porque si

Dulcinea: ¿Que queres que haga? No puedo controlarlo.

Pez Bombón: Algún día entenderás de lo que hablo

Dulcinea: Vos también.

Dulcinea salio nadando despavorida. No podía ir al desfile así, se sentía tan vulnerable. Ella creía que el amor era cuestión de tiempo, y que lograría que él se enamorara de ella, pero se había equivocado otra vez de pez. Decidió esconderse en una cueva para pensar en lo sucedido. Lo que Pez Bombón no se había dado cuento era que Dulcinea le hablaba desde el amor y el solo se quedaba en la burbuja que lo había encerrado, quería ser liberado y no le importaba el precio.

Dulcinea,  término encerrándose en una cueva de difícil acceso. Allí se quedo con ella misma pensando en lo que hacia, en que se había equivocado. Una y otra vez los pececitos encerrados le habían advertido sobre como actuaba, pero ella no podía controlar su forma de amar. Un bombardeo de burbujas salía de su boca al pensar en ellos y sin darse cuenta sus burbujas encerraban una y otra vez a sus enamorados.

Hasta que un día, llego un pececito de aguas mas heladas, llamado Magno, que había oído hablar de la belleza de la pecesita encerrada que te aprisionaba en una burbuja. Decidió enfrentar las habladurías e ir a conocerla. Le costo trabajo encontrar la cueva. Pero ni bien se adentro en ella, el brillo de la pecesita lo sedujo. Así fue como día tras día Magno fue a la cueva a observar lo que hacia. Un día la descubrió juntando perlas y estrellas de mar para un collar, otro día la vio cocinando un plato exótico con algas de distintos colores, otro día estaba decorando sus cueva con estrellas de mar y conchas marinas mientras se reía de sus extravagancias. El pececito sin darse cuenta se enamoro perdidamente de ella.

Hasta que un día Dulcinea sintió un calor muy grande que la envolvía y la elevaba muy alto y decidió seguir esa bocanada de fuego. Así descubrió al pececito forastero escondido detrás de una gran piedra. Al verlo sus ojos se encontraron y sintió que ya lo conocía. Pero al mismo tiempo, sintió temor de que sus burbujas lo espantaran y salio despavorida. El pececito sintió que tal vez ella no sentía lo mismo y se dispuso a salir de la cueva cuando se dio cuenta que ella realmente le interesaba y no iba a perder la oportunidad de que lo conociera. Así al otro día volvió para hablar con ella, y presentarse. Dulcinea sintió la ola de calor antes de que el llegara y se arreglo un poco las aletas. Los días pasaron y ambos pececitos comenzaron a compartir más y más cosas hasta darse cuenta de que estaban perdidamente enamorados.

Un día la pecesita lo sentó dentro de la cueva y le pregunto: “No sientes mis amenazantes y asfixiantes burbujas”. El pececito la miro y le dijo: “No se de que me estas hablando. Es el día de hoy que me pregunto porque los otros pececitos veían a tus burbujas como amenazantes. Yo me siento tan feliz a tu lado”.

Después de esta conversación, la palabra “burbujas” desapareció del léxico de los dos, ya que vivieron felices hasta el fin de sus días. De lo que ninguno de los dos se daba cuenta, era  que ambos se encontraban dentro de una gran burbuja de intenso amor.

El amor es como una burbuja que te contiene, y es de las cosas mas bellas que te pueden pasar. Solo que a ambas personas les tiene que pasar lo mismo para que puedan llegar a entenderlo y no sentirse que te encierra.

FIN

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¿Que puedo hacer para atraer el amor en mi vida?

El 14 de febrero comienza un sadhana global de 11 días, para atraer la bendición del amor. El So Purkh es una de las más poderosas herramientas para las relaciones, abrir el espacio al amor y ayudar a elevar a nuestros compañeros.

Por 11 días podes escuchar, recitar este mantra a un hombre o a tres que desees. So Purkh atrae la bendición del amor hacia tu vida, suavizando relaciones y creando un aura de amor. Libera el karma de relaciones pasadas para ayudar a una mujer (o un hombre) a elevar su vibración al punto de atraer el amor que desean en lugar de estar limitados a patrones del pasado.

El Siri Singh Sahib, Yogi Bhajan, nos enseñó que si una mujer recita este bani once veces al día por cualquier hombre, tiene el poder de hacerlo un santo y disolver cualquier negatividad entre ellos.

Mantra So Purkh by Nirinjan Kaur

El jardín del alma – cuento

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EL JARDIN DEL ALMA

Había una vez, una niñita morochita, que se llamaba Florcita. Tenia ojos oscuros como la noche y  cuando se sentía feliz se sonrojaba. Un día se dio cuenta que era importante tener un jardín lleno de flores. Así fue como decidió empezar a imaginar las semillas que plantaría en él.

Primero delimito el espacio, era importante poner una cerca para saber lo que su jardín contenía diferenciándolo del afuera. Eligio madera roja para construirla. Luego eligió las semillas. Su instinto la condujo a las flores que le gustaban: las rosas rojas, las margaritas y los lyliums. Algunas, no fueron tan fáciles encontrar,  como los tulipanes, que  no se encontraban en su hábitat. Decidió plantar jazmines y hiedras para que el aroma y el verde llenaran todos los espacios.

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Luego de plantar todas las semillas que le gustaban, regó bien la tierra para que pudieran integrarse en ella y fue a ver a su mama. Su mama le recomendó que plantara helechos que duraban mucho tiempo y camelias blancas porque pondrían orden a tanto color. Florcita le dijo que a ella le gustaban las semillas que había plantado, de hecho le gustaban que fueran coloridas y desordenadas. Quería que plagaran todos los límites de su jardín. Pero como no quería desilusionar a su mama, acepto las nuevas semillas que ella le daba.

Al otro día, planto algunas de las semillas que la mama le había dado, otras se perdieron en el camino. Florcita no volvió a buscarlas porque sentía que no tenían nada que ver con el jardín que ella había elegido.

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Los días pasaron y empezó el invierno. Florcita se dio cuenta que necesitaba cuidar de sus semillas si querían que crecieran en la próxima primavera. Las regó, las protegió del viento, les saco las malezas que habían crecido sin su permiso. Día a día, la tierra requería de sus cuidados. Florcita se sentía cansada por tanto trabajo pero sabía que su jardín lo ameritaba. Soñaba en ver el resultado.

La primavera al fin llego. Florcita se levanto temprano para ver el resultado de tanto trabajo. Una mariposa le había ganado, revoloteaba sobre su jardín tan deseado. Disfrutaba del colorido logrado.  Las rosas, lyluim y margaritas habían crecido. Algunas semillas que  había plantado no crecieron en el lugar que ella había elegido. Otras que no quería tanto ocuparon mas espacio del que esperaba. ¡Se habían desparramado!

Así que no se había terminado el trabajo. Tuvo que sacar algunas plantas, cambiar de lugar otras, sacar las malezas que crecían en lugares que ni le daba importancia. También descubrió que algunas semillas que realmente le gustaban se había olvidado de plantarlas, y otras que no había prendido dado que se había olvidado de cuidarlas.  A Florcita le dio vergüenza mostrar su jardín. Había tantas flores coloridas y desordenadas a la vez que pensaba en que pensarían los otros de su jardín extravagante.

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En general los jardines de sus otras amiguitas tenían cartelitos que explicaban la semilla que había plantado, cada planta se extendía solo 15 centímetros, todo había sido estudiado en relación a las condiciones climáticas, a la fertilidad de la tierra y al área en la que se plantaba.

Volvió a pasar el invierno, la primavera, el verano y el otoño y de nuevo comenzo. Florcita no dejaba de cuidar de sus plantas. ¡Cada año era una sorpresa ver el resultado de su jardín! Algunas flores se marchitaban y no volvían a crecer en la próxima temporada. En algunos casos el aroma se perdía entre tantas flores.  Las flores les mostraban la paciencia que se necesita para conseguir buenos resultados.

Pasaron unos cuantos años, hasta que un día, Florcita se dio cuenta de que su jardín era único y eso lo hacia especial. Recién pudo disfrutar de su jardín como ella esperaba. Decidió que era momento de devolverle las  semillas ya convertidas en plantas a su mama. Las hizo crecer en su jardín por temor a que su mama no la quisiera si no las plantaba, pero había crecido y entendió que no pegaban en él. ¡Era hora de devolvérselas para que las volviera a plantar en su propio jardín! Su mama de dio cuenta que su niña ya había crecido y era necesario que eligiera por si misma las semillas que necesitaba.

Florcita, comprendió que era importante que reinara la armonía y el equilibrio entre sus flores, para que el color, aroma y forma le dieran la tranquilidad y felicidad que ella deseaba. Las flores de su jardín no solo plagaron los límites de la cerca, su aroma y color hizo que Florcita las recogiera para decorar su casa y también poder compartirlas con las personas que quería.

Muchas semillas pueden llegarte. Entre muchas semillas podes elegir, pero solo tu interior, no tu razón pueden indicarte o señalarte cual es la mejor opción para ti.

Siembra en tu jardín interno, tu alma, semillas que te representen, que te gusten sin saber bien porque. Cuando crezcan y se conviertan en flor, en lo que venís a hacer, tendrás todas tus respuestas.

FIN

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Tomando Conciencia

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Había una vez un niño catalán de ojos en forma de almendra donde residía toda su curiosidad. Vivía en una villa de pescadores llamada Vilassar del Mar. Sus días transcurrían compartiendo con su familia y amigos, todo parecía perfecto a su alrededor aunque su inquietud era constante. Tenia la capacidad de hacer las cosas bien por su  gran predisposición. Su papa le pedía que lo ayude a construir una casa en el árbol y Carlinhos agarraba unas ramas, entrelazaba unas hojas  y buscaba algunas sogas de la casa y construía en poco tiempo una casita increíble que era la envidia del lugar. Otro día su papa le decía de acompañarlo a pescar, Carlinhos agarraba la caña y en poco minutos lograba que todos los peces fueran a comer a su carnada, la pesca era siempre exitosa si Carlinhos los acompañaba. Día a día la fama se acrecentaba, que era un niño con estrella, pero él sentía que toda la energía que tenia no hallaba un buen lugar para desarrollarse y se aburría por no encontrar algo que lo apasionara. Así fue que un día Carlinhos decidió dejarlo todo para emprender una alocada aventura sin planes ni rumbo, pero sí con un destino: conocer lo desconocido y desaprender lo aprendido.

Se compro un libro sobre aeronáutica, vendió todos sus juguetes mas queridos y fue a comprarse un globo aerostatico. Pero lo que encontraba más difícil era contar su decisión. Sus padres se sorprendieron, no entendían que tenia que ir a probar a otros lugares cuando todo lo que hacia lo hacia bien y era famoso por su accionar. Trataron de convencerlo con las maravillas de sus tierras catalanas, de sus calas escondidas, de sus montañas anaranjadas y de sus campos florecidos en todas las épocas del año, pero Carlinhos ya había decidido que era hora de dejarse llevar por el viento a donde quisiera llevarlo; solo con una brújula, una bolsa de dulces y una maquina de fotos para poder grabar lo que veían sus ojos y que sus seres queridos pudieran ver lo que el viviría.

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Una tarde de invierno salio en su globo, sus padres y amigos le hicieron una gran despedida porque como lo querían terminaron entendiéndolo. Carlinhos estaba emocionado, no sabia el como ni el porque pero estaba seguro de su decisión, quería cambiar sin saber bien que. De esta forma empezó a viajar, llego a Asia donde su globo se rompió en un país llamado Camboya. Primero, pensó que desgracia la suya, pero en realidad la suerte lo acompañaba porque gracias a que su globo se averió encontró a unos chicos en bicicleta  que tenían un partido de fútbol cerca de las ruinas de Angkor y les faltaba un integrante para poder jugar. Carlinhos sin dudarlo, dejo el globo colgado del árbol, agarro su maquina de fotos y tomo una de las bicicletas para dejarse llevar por sus nuevos amigos que lo adentraron a las maravilla de esos nuevos paisajes. Carlinhos no dejaba de sorprenderse de lo que sus ojos veían y un “Clic” de su maquina lo acompañaba ante cada pestañear: descubrió flores exóticas de gran tamaño, niños llevados en bicicletas, ruinas de tiempos muy remotos y sobretodo después de jugar el partido un grupo de amigos maravillosos. Tuvieron una gran cena a la luz de las velas y lo invitaron a quedarse a vivir en la aldea. Carlinhos decidió que se quedaría por un tiempo para descubrir las riquezas del lugar. Los dias pasaron jugando con sus nuevos amigos, conociendo otros viajeros que como él habían decidido cambiar, no estaba solo en su búsqueda de un algo más. Carlinhos se dio cuenta que seguía siendo el mismo pero que ahora se tomaba todo con más tranquilidad, había vuelto a conectarse con la simpleza de la cotidianidad, y eso le dio la pauta de que era hora de cambiar. Sus nuevos amigos lo ayudaron a reparar el globo y mágicamente Carlinhos estaba en rumbo a su nuevo destino.

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Llego a América del Sur donde paro en un país llamado Colombia donde había unas montañas que le hicieron recordar su hogar a pesar de las diferencias y decidió que era hora de descansar. Se armo una camita con las hojas y ramitas y se metió en su bolsa de dormir. Estaba tan cansado que ni miro a su alrededor. Al rato unos ruidos extraños lo despertaron, una comunidad de indígenas con plumas en la cabeza y mascaras bailaban alrededor de un fuego cantando melodías que nunca había escuchado. Carlinhos no podía creer lo que estaba presenciando y decidió acercarse para observar mientras unos cuantos “Clic” de su maquina lo acompañaron llamando la atención de los extraños que lo rodearon. Carlinhos se asusto, que le depararía este nuevo lugar. Ni bien fue rodeado, Carlinhos no se movió, solo les mostró sus fotos y los extraños maravillados por las tomas le proporcionaron enseguida una bebida sagrada para que los acompañara en el baile. Carlinhos integro al grupo sin decir una palabra bailando sin cesar hasta que se hiciera de mañana. El baile los había unido y lo invitaron a vivir en la comunidad, mientras la bebida le había mostrado un nuevo destino que todavía no entendía pero que le había dado paz. Allí aprendió a hacer fuego con piedras, a juntar plantas medicinales para hacer remedios caseros, cosas que le ayudarían para su viaje. Ordeño vacas, cosecho el maíz para proporcionarse su propio alimento y descubrió los secretos que la naturaleza guardaba. Hasta ese momento nunca le había faltado nada porque sus papas al quererlo mucho siempre le habían proporcionado todo lo que necesitaba, pero no todos contaban con la misma suerte y eso comenzó a preocuparle.  Los días fueron transcurriendo en la comunidad donde se sentía uno más y ese día sintió que era hora de partir. Tenía tanta información que necesitaba compartir. Sus amigos indígenas lo llenaron de amuletos para que tuviera aun más suerte en lo que le quedaba del viaje. La ceremonia de partida fue maravillosa. “Tu llegada fue una fiesta y tu partida será igual porque vos lo generas” le dijo el taita del lugar agradecido por su accionar de todos esos días.

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Carlinhos partió recién la siguiente mañana con el corazón lleno de recuerdos y la mente llena de conocimientos. El siguiente destino era Australia, tierra de desiertos desolados y misterios en las profundidades del agua. Creyó que lo mejor era descender en la costa para disfrutar del agua salada pero los vientos quisieron que aterrizara en el medio del desierto. Al principio pensó que mala suerte la suya, que comería esa noche. Estaba tan cansado del viaje que sentía que no tenia fuerzas para nada mas, Pero ni bien apoyo sus pies en la nueva tierra vio dos rocas que serian perfectas para hacer el fuego, una línea de yuyos le mostraría donde podía encontrar agua al escarbar, como un halcón encontraba lo que necesitaba solo desarrollando su intuición que el viaje le había despertado. Tenia fuego para calentarse y agua para saciarse y cuando se disponía a dormirse con el estomago vació recordó los dulces de su tierra que nunca se había comido. Corrió al globo en su búsqueda y al hacerlo vio que a lo lejos otro fueguito bramaba. Sin pensarlo y a pesar del hambre,  agarro los dulces  para compartirlos con el dueño del fuego. Camino hacía esa luz rojiza que se destacaba en el azulado horizonte, mientras el poderoso Orión lucia su flamante cinturón y el tímido Triangulo Austral le mostraba el camino al sur en una Vía Láctea repleta de joyas milenarias y fugaces. Al llegar vio otro globo de vivos colores que tenia inscripto Wodonga. No lo podía creer, por primera vez en tanto tiempo veía un globo como él de él. Sus ojos se emocionaron y le dieron mas ganas de conocer a Steve, un niño ingles que como él se había cansado de vivir en la ciudad y había decidido salir a explorar. La charla se extendió hasta el amanecer y los dulces quedaron sin tocar, la emoción del encuentro de ambos viajeros era tal. En el medio del desierto, en el absoluto silencio se habían encontrado. Tantas anécdotas para contar que decidieron que tenían que seguir juntos para explorar este nuevo lugar que para ambos era su último destino. Carlinhos ya no se preocupaba en buscar sino solo en disfrutar y su nuevo compañero lo ayudaba en su propósito. Se divirtieron sin cesar, persiguiendo canguros,  buceando el interior de los arrecifes, surfeando dunas de arenas y recorriendo las grandes extensiones de tierra que tenia este nuevo lugar. Los “clic” de la maquina  no cesaban.  Steve le contó que tenia un proyecto que no sabia como llevarlo a cabo y Carlinhos pensó que le encantaría poder ayudar a lograrlo.  Llego el día de la despedida de su compañero de globo con la promesa de volverse a juntar con los fondos para llevar a cabo el sueño de unos chicos que vivían en una pequeña aldea llamada Sophy en Camboya, en el cual se les hacia muy difícil estudiar por no contar con un lugar físico apropiado.

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Carlinhos viajo y viajo por los cielos dorados, estrellados y celestes, regresando a su hogar, recordando cada momento de su viaje en el cual todo lo que necesito le llego y donde descubrió que él lo hacia posible en Cataluña o en cualquier lugar del mundo porque amaba la vida y lo que esta le proponía. La fiesta de llegada fue grandiosa, en un lindo día de primavera todos sus seres queridos lo esperaban como si el tiempo no hubiera pasado para ellos mientras que para Carlinhos una eternidad había transcurrido. Habia conquistado una nueva vida para contar que nunca podría olvidar y sabía que ya nada sería igual.

u aventura no había terminado en realidad recién comenzaba. Sus primeras noches se las paso despierto pensando en como ayudar a su amigo a realizar su proyecto que para ese entonces ya era suyo también. Dio vuelta atrás y adelante su viaje creyendo que tal vez allí encontraría la respuesta y en ese mismo entonces recordó los “clic” que lo habían acompañado. Tomo su maquina de metal y empezó a ver sus fotos. Se dio cuenta que cada una de sus tomas contenía mensajes que otros podían recibirlos y que era bueno que llegaran. Fotos de niños que como él pedían, reclamaban, sentían, soñaban, en fin buscaban y que por nacer en un lugar distante o lejano no contaban con las mismas posibilidades. Así le cerraron los medios, los fines y entendió que solo un buen propósito puede hacerte llegar todos los medios para lograrlo y que solo tomando conciencia de su propio ser y de los demás podía conseguirlo.

Carlinhos empezó a realizar exposiciones mostrando sus fotos las cuales vendería para conseguir el dinero para llevar a cabo la construcción de la escuela para estos niños que la necesitaban. Carlinhos entendió que era feliz pudiendo ayudar a otros a realizar sus sueños y esto ya nunca mas acabo porque la información continuo llegando para que pudiera seguir en aventura acercando los caminos para que otros pudieran abrir sus conciencias como el viaje le había enseñado y sobretodo usando su suerte que para ese entonces había entendido que él la generaba.

 

FIN

Esta es la historia de Carlos Sanchez-Llibre, de su viaje para encontrar la inspiración para crear,  ”Tomando Conciencia”. Tomando Conciencia es una ONG que nace el 2006 con el objetivo de ayudar a la infancia mediante el acceso a la educación, alimentación y la sanidad. Enfocamos nuestros proyectos utilizando canales de difusión audiovisuales y artísticos, que nos ayudan a exponer de forma transparente y alternativa el trabajo que realizamos : http://www.tomandoconciencia.es/?language=es+en

CUENTO DE VIDA

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Había una vez en un tiempo muy lejano, una niñita que creía en los cuentos de hadas, que soñaba en que nada malo le pasaría si se comportaba adecuadamente a las reglas que imperan en la sociedad. Pero se dio cuenta que de ella no solo dependía lo que sucedía sino que su alrededor se encontraba también influyendo constantemente su camino. Así comienza el largo trayecto de la vida, con muchas ilusiones y fantasías, creyendo que las tinieblas nunca le llegarían. Al tiempo se dio cuenta que no solo amaneceres o noches con estrellas contemplaría; sin tener explicaciones la noche muchas veces se quedaba sin luna, y las tinieblas sé entrometían en su camino, o tal vez una tormenta surgía arrasando con los lirios, con las rosas sin espina. Las semillas muchas veces se perdían, a pesar de creer que arraigadas se encontraban por todo el esfuerzo consumido al plantarlas. Aprendió que nada permanece, los cambios constituyen, producen, el crecimiento constante de nuestras vidas. Las etapas suceden sin visualizar la transformación en el instante mismo.

Los soles caen, la luna se mira en el reflejo de la laguna cristalina y su mirada no pierde el rastro, buscando el sendero correcto en el laberinto del tiempo en el que se vive. Sin saber él porque, las piedras aparecían de repente, tenia que sortear uno tras otro los obstáculos que se le presentaban sin tener muchas veces los medios adecuados. Incluso los mosquitos la picaban de vez en cuando provocando que volviera a la realidad cuando no se encontraba, las mariposas le daban aliento cuando estaba cansada de dar tantas vueltas, y las gaviotas la encaminaban hacia la montaña más alta y más lejana. No sabia a veces que camino tomar, ni tampoco sabia a veces como manejar su ansiedad. Su impulsividad la llevaba a apurarse por la noche sin observar las flores y la vegetación del bosque que recién disfrutaría con la luz del día.

La vida la fue haciendo crecer sin olvidarse nunca de sus cuentos infantiles. Se golpeaba de vez en cuando contra las grandes piedras, imploraba al cielo, a los ángeles que la ayudaran y que sus equivocaciones no tuvieran graves consecuencias. Soñaba constantemente con un mundo limpio, sin tantas suciedades ni desigualdades. Confiaba ciegamente en las personas y en el amor, sin darse cuenta que tenia que conocer, dar tiempo, antes de entregarse; esto lo iría aprendiendo mientras caminaba por los amplios senderos.

La vida la ha superado varias veces, la ha sorprendido desnuda frente a la cruel y helada intemperie. A veces siente que tiene una mochila tan pesada y tan grande que cargar a través de caminos sinuosos y pequeños, provocando muchas veces sentimientos de desasosiego, de soledad. Muchas veces esta a punto de caer, pero siempre surge un arroyo con agua para beber, una fruta madura cae del árbol mas alto frente a sus ojos dándole el alimento que necesita en ese momento, o tal vez un pajarito comienza a cantarle las mas bellas melodías encaminándola por los caminos mas luminosos y hermosos, por los senderos mas desconocidos que haya visto.

Sus referentes siempre la protegen pero a veces le ocultan los caminos, la omnibulan con lagos cuando hay ríos sin destino, intentan convencerla de la seguridad de un monte cuando ansia llegar a la cima de la montaña más alta. Los caminos se bifurcan, se encuentran, se mezclan, las espinas se clavan en sus manos delicadas de dulzura pura, sangran; sin darse cuenta que esas gotas de sangre la fortalecen, la revindican, la preparan para su destino más cristalino, para llegar cerca de las nubes de la gran cima.

Seguirá caminando, buscando siempre la luz en la vida, buscara el acompañante que quiera caminar con ella a pesar de que a veces tengan que volar sin alas para atravesar las dificultades que siempre sé entrometen a pesar de la pureza del espíritu. Las tentaciones nunca dejan de llamarnos, los caminos cortos se entrometen dándonos néctares de flores sin aroma, jugos sin semilla. La meta no puede olvidarse. La vida solo llega a disfrutarse cuando uno ha caminado, ha corrido, pero nunca ha dejado de transitar por los largos caminos, a pesar de que uno descanse, a pesar de que uno a veces desista, siempre uno tiene que seguir caminando esperando un nuevo amanecer, un nuevo destino. Nunca hay que dejar de soñar con hadas, en fortalecer el espíritu, no solo sirve con lo que se mira, sino lo que se siente a pesar de que no hay pruebas visibles….

Dominique y su mundo nuez

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 Cuando renuncie a mi trabajo formal, me empece a preguntar que podía hacer para subsistir, y una de ellas fue contar historias de amigos y hasta de desconocidos que venían a casa para que les creara una historia desde su historia con mis letras y colores y dar un mensaje para su corazón. Este cuento se lo hice a mi amiga Dominique, espero que lo disfruten. Dominuez

DOMINIQUE y su mundo Nuez

Había una vez una niñita muy chiquita que tenia un corazón muy grande, era tan grande que cuando latía parecía mucho más alta.

Vivía en un mundo que era como una nuez, todo estaba perfecto en él. Leopardo en las paredes, en las sillas, todo combinaba por doquier. Cofres llenos de perfumes y joyas, espejos dorados, sedas y cueros plagaban su Mundo de Nuez. Relojes que daban la hora con puntualidad colgaban en cada rincón, para nunca llegar tarde a ningún lugar.

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Dominique, así se llamaba la niña, cumplía con su rutina todos los días. Se levantaba a las siete de la mañana para hacer gimnasia durante dos horas, y luego, comenzaba a mover todos sus muebles una y otra vez hasta que llegaba la noche y se quedaba dormida, sin siquiera cambiarse, en algún rincón de su mundo. El único momento en el que alteraba su rutina era a la hora del té. A las cinco de la tarde dejaba todo lo que estuviera haciendo para ir a la casa de Miss Caligrafía, su vecina, a tomar el té.

Miss Caligrafía, era una lady inglesa que durante toda su vida había viajado por mundos extraños recolectando historias de aventuras, romances y sorpresas. Un buen día encontró un mundo de letras donde quedarse y dedicarse a escribir sus memorias. Pasaba sus días entre cartas que iban y venían desde diferentes lugares del mundo. Sus recuerdos fascinaban a la niña en cada una de las visitas de las cinco de la tarde a cumplir el rito del té.

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Dominique era una niña feliz, disfrutaba de su mundo en forma de nuez sin interesarle que pasara fuera de él, hasta que una madrugada sintió un gran temblor dentro de su casa. Preocupada por sus jarrones de porcelana, sus relojes de oro y sus sillas del siglo XV, se levantó de la cama para controlar que todo estuviera en orden. Asombrada, se encontró frente a ella con un mundo nuevo, estaba lleno de flores y era transportado por mariposas multicolores. Sorprendida por la visita inesperada, la niña decidió dar un paseo dentro de ese mundo desconocido.

En su interior había un jardín de flores exóticas y mariposas que volaban por doquier. La pequeña Domi caminó por un sendero que la llevó a una alta flor, allí  encontró una casa de muchos colores. De repente, vio a una niña morenita que regaba la casa con baldes de pinturas para darle mas color a las flores que habitaban en su mundo. Mientras hacia su actividad, la niña bailaba con gran soltura. Su manera de bailar llamó la atención de Domi, le causaba mucha gracia esta pequeña desconocida.  Así conoció a María y a su Mundo de Colores.

María  le contó que desde hacía mucho tiempo viaja por la galaxia y que son las mariposas las que la conducen por los distintos lugares. Pero como son un poco torpes, de vez en cuando chocan con otros planetas. Antes de chocar con el Mundo Nuez habían chocado con un Mundo Pecera y terminado todos empapados por las olas que produjo el choque.

-         ¡Mundo Pecera! ¿Y eso donde queda? – preguntó Dominique

-         Más o menos a unos diez millones de años luz. El mundo pecera es gigante y allí viven muchos niñitos pescadores, también los niños buzos que se encargan de soltar a los pececitos que los otros pescan. De esta manera, los peces que se salvan tienen tiempo para poner más huevitos y que puedan seguir naciendo nuevos pececitos. Es un mundo muy gracioso repleto de patas de rana y cañas de pescar. Y vos ¿Qué mundos visitaste? – le preguntó María.

-          Mis tareas cotidianas me impiden salir de viaje. Me levanto muy temprano y  el día no me alcanza para hacer todo lo que tengo que hacer. El único mundo que conozco es el de Miss Caligrafía y la verdad que con su mundo me alcanza.

María pensó por unos segundos y le preguntó:

-  ¿Te gustaría conocer un poco más los mundos que te rodean sin siquiera   moverte de tu casa?

-         ¡Me encantaría! ¿Pero cómo podría llegar hacerlo sin tiempo para salir a ningún lado? –  le contestó Dominique.

-          Es muy fácil. Voy a buscar algo que te va a ayudar. – respondió María mientras entraba en su casa.

Al rato, María salió con un telescopio gigante. Se lo regaló a Domi y le mostró cuál sería su próximo destino: el mundo de su amiga Alejandra.

Alejandra vivía en un mundo color Rosado, todo tenía puntillas, encajes y corazones.  Ella era una soñadora que se pasaba los días soñando con historias de príncipes y princesas, romances de películas y tragedias griegas. A Dominique le llamó la atención el mundo de Alejandra y tuvo ganas de conocerla. Así que María decidió ir a buscarla.

Dominique se despidió de María. La pequeña se quedó pensando en el amor que María tenía por las plantas y las flores de su mundo. Se dio cuenta que ella también quería cuidar a alguien, a veces se sentía muy solita. Así fue como entró en su vida Tafi, una perrita que parecía un pompón peludito, blanco y negro. Así empezó a cambiar su rutina diaria. Todas las tardes, después de la hora del té,  se dedicaba a contemplar los otros mundos con el telescopio que le había regalado su nueva amiga. Vio mundos sucios con muchas telarañas y polvo; un mundo de notas musicales del cual se desprendían melodías, en el que había una banda con un director diferente en cada canción; también un mundo de líneas rectas en el que un chico medía cada rincón con una regla.

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A la semana siguiente, María volvió en un globo rojo con su amiga Alejandra,   para invitar a Dominique a dar un paseo con ellas. Así, las tres se convirtieron en grandes amigas. Todas las semanas iban a dar largos paseos en el globo, charlaban de la vida y se contaban sus sueños y secretos.

A partir de entonces, Dominique dejó de pensar que su rutina diaria era algo que no se podía cambiar. Se dio cuenta de que no era una obligación cambiar los muebles todos los días y que había otras cosas a las que les quería dedicar su tiempo. Su vida en su Mundo Nuez cambió: ahora tenía un perrito al que cuidar, y dos amigas con las que charlar. Claro que, de vez en cuando, tenía ganas de quedarse en la cama para soñar un poco más.

Y como su vida se modificó, su mundo también se transformó. La nuez se convirtió en el corazón de un durazno muy apetitoso y jugoso. Ese Mundo Nuez tan ordenado, ahora estaba recubierto por una piel y una pulpa desordenada que cambiaba todo el tiempo de tamaño y que le permitió a Domi tener más espacio  para crecer y poder ser ella misma.

FIN

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Sabor a mar

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Me dirigí a la playa ya anochecía y solo se veían las penumbras de las sombras de la noche mientras a lo lejos los rayos de relámpagos aturdían la calma de una noche sin estrellas. Mire la espuma del mar que brava zigzagueaba los bordes de una playa desierta. Sin dudarlo me saque el vestido que me cubría y corriendo me tire al mar. Me desvanecí entre las olas y me convertí en el. Mientras mi cuerpo desnudo se nutría del agua salada recordé mi tanga como símbolo de un cuento que no sería contado igual de contarlo. Cómplice sin verme ahí estabas mirándome y sin dudarlo me la saque para quedarme libre de envase solo con mi ser en el agua y allí nade en la oscuridad de la noche sintiendo tu presencia para contarte un después que estaba aconteciendo como si ambos estuviéramos escribiendo este cuento.

TERRENO NEUTRAL final

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“El hombre atraviesa el presente con los ojos cerrados. Solo puede intuir y adivinar lo que de verdad está viviendo y después cuando le quitan la venda de los ojos puede mirar el pasado, comprobar que es lo que ha vivido, cual era su sentido”. 

                                                                                                          Milan Kundera

 

Al otro día el ensueño todavía me atrapaba en sus redes pensaba en lo que no había acontecido y en lo que había sucedido. A la tarde, sin estar a la expectativa, suena el teléfono de mi casa. Era mi acompañante de viaje, que tímidamente quería saber como había llegado. Sentía en su voz su lucha interna, podía adivinar que no había podido dormir pensando en lo vivido y en la decisión que había tomado. Sentía que quería volver atrás el tiempo pero ya era muy tarde. Sin seguridad, con su voz temblorosa me dijo de vernos al otro día, que iba a volver a llamarme. Cortó y quede pensativa ante este llamado inesperado. Pensaba que tal vez el río nos llevaría más lejos de lo que quisiera, y cambiaria el curso de mi vida de una forma que no buscaba.

El otro día pasó sin que su voz apareciera, sin que nos encontráramos. Esta ausencia produjo que pensara si valía la pena terminar este sueño, o si dejarlo pasar era lo más indicado. Él tenía su vida e interrumpirla solo porque nuestros caminos se habían cruzado no creía que era suficiente, que fuera una razón valida.

 

El tercer día llego y como si el día anterior no hubiera existido, llamo a la hora prefijada anteriormente con voz decidida de no haber dormido pensando en lo que quería. Me dijo “quiero verte, nos encontramos, voy a la plaza donde nos separamos”. Así fue como salí caminando hacia ese espacio neutral. Estaba ansiosa por volverlo a ver luego de todo lo vivido, pero a la vez conciente de que no jugaría con sus sentimientos si no estaba convencida. Él ya me estaba esperando, podía verlo desde la lejanía. Cruzo la calle a mi encuentro, seguro de sí mismo, convencido de que tenia que encontrarme, de que quería seguir soñando. Al verlo, sentí que de alguna forma ya me había despertado, no podíamos retomar el sueño ya que una distancia nos separaba. Los prejuicios está vez nos separaban, formaban una cortina invisible que nos alejaban, a pesar de que quisiera no darle importancia. Habíamos recobrado nuestra piel.

Le sugerí sentarnos en un banco de la plaza dado que el día era soleado, y así podríamos conversar. Dudaba en llevarlo a mi casa, sentía que de esta forma conocería mi yo interno y sería mucho más difícil olvidarme. Podía ver en su mirada que lo había desconcertado, que un terremoto había hecho estragos en sus entrañas, que una puerta se le había abierto y que ahora no quería parar hasta terminar lo empezado. Me miraba a los ojos y me contaba que desde que había regresado no dejaba de pensar en lo que compartimos, que se reía solo al recordarlo, que no había pasado sin dejar rastro. “no quise dejar pasar más el tiempo, desde que nos despedimos en este mismo lugar no he dejado de pensar en vos. Tenia que verte”. Íntimamente, yo sabía que tampoco había dejado de pensar en él.

Al tenerlo tan cerca y tan sólido me dio miedo a que tuviera esperanzas en un futuro juntos el cual no podía darle. Tenía miedo de que creyera que el sueño podía convertirse en realidad. Tal vez yo era la que estaba más aterrada.

Estaba completamente entregado a mis brazos, me agarraba la mano con firmeza, me planteaba sus sentimientos desde lo profundo de su alma. Desde hacia dos años y medio que le era fiel a su mujer, y nadie más le había importado hasta cruzarme en su paso. Sentía que no tenía que rendirle cuentas a nadie, que no tenía hijos, y que lo nuestro era obra del destino y creía en que todo es por algo. Quería llegar al fondo de esta historia porque sino sabia que nunca iba a poder cerrar la historia, archivar mi recuerdo.

Hacia calor, el sol estaba fuerte y brillaba a nuestras espaldas. Me dice ¿Comemos una ensalada de fruta con helado? Era tan simple y eso me encantaba. Lo miraba y no sabía lo que quería. Me atraía pero sabía que éramos de mundos diferentes, de mundos irreconciliables. Recién se había bañado y vestido para la ocasión, estaba perfumado y con la ropa recién planchada, de alguna forma brillaba con su prolijidad premeditada. Quería seducirme, poseerme, se arrepentía de haberse ido el lunes sin terminar lo comenzado. Con el paso del tiempo, volví a encantarme de su mirada sincera, de sus rasgos masculinos, de su primate interno. Yo necesitaba ser sincera, decirle que no teníamos futuro, que yo quería estar sola porque tenia que pensar en mí, que el no conocía mi realidad, y en ella no entraba.

 

Los naipes estaban sobre la mesa. Sabíamos que si no consumábamos lo que se había iniciado, nos quedaríamos siempre con la incertidumbre de lo que hubiera acontecido si hubiéramos decidido diferente. Me dijo que le hubiera gustado poder dejarme ir sin llamarme, pero que no podía. Estaba claro que nos atraíamos y que ahora solo estaba en juego consumarlo, no teníamos que seguir dando vueltas, charlando sobre una amistad que nunca llegaría a buen puerto, que siempre se desviaría o estancaría en otro lado.

La amistad entre un hombre y una mujer luego de haber pasado el limite se convierte en casi una utopía, una ilusión, siempre hay una ventana abierta a una nueva oportunidad. Le fui sincera, desde el fondo de mi alma quise decirle todo lo que me pasaba, y en ello estaba implicado llevarlo a mi casa. Le di las razones que hacían que nos hubiéramos detenido en la plaza. Hablábamos con las miradas, los tambores comenzaron a escucharse nuevamente haciendo mi cuerpo tambalearse hacia sus brazos. Él me agarraba con determinación y me besaba, y yo aunque indecisa no podía separarme. No podía resistirme a sus encantos. No dejábamos de pensar en supuestos, dejando pasar el tiempo sin aprovecharlo cuando era claro que lo nuestro se resolvería entre las sabanas.

 

Llevarlo a mi casa implicaba un coste que no sabia si quería afrontarlo, la posibilidad de que me buscara nuevamente, sabiendo que no era lo que quería me imposibilitaba desearlo. ¿Cual era la otra opción que nos quedaba?, un albergue transitorio era lo único que quedaba ya que su casa no estaba considerada como opción a pesar de que el la sugirió ante mi indecisión. El problema residía en que nunca había estado en un albergue transitorio, y el hecho de que el fuera el primero, y por la historia como se planteaba, resultaba tan explicito el acto que me disgustaba. A su vez el hecho de encontrarme tan cerca de mi casa me planteaba la disyuntiva de que alguien me viera al entrar al hotel de parejas clandestinas o que conociera mi casa. Así que decidimos dejarlo a la fortuna.

Dos papelitos escritos en la mano con dos espacios para concretar lo que ya estaba decidido de antemano. Lo que había llevado a que me buscara. No cansaba de repetir”Morocha estoy acá, vine, te busque, no dejemos pasar esto que nos ha pasado”. Al sacudir mis manos se cae uno de los papelitos sin buscarlo y espío el cual se había quedado en mis manos: “en el telo” decía. Volví a tomar los dos papelitos y le dije que el tenía que sacar uno. Me mira y me dice que estábamos dejando nuestro destino en manos de dos papeles que no valían nada. A lo que le contesto, que no estaba preguntando si lo haríamos ya que eso ya estaba decidido, sino el lugar en donde lo llevaríamos a cabo. Así fue como volvió a sacar el mismo papelito que había quedado entre mis manos.

Me dice de ir a tomar un helado, y lo miro y le digo los dos sabemos que es lo que nos esta esperando y lo que buscamos, vayamos al grano. Así fue como luego de unos minutos de tubetear en la esquina del albergue transitorio, dada mi vergüenza y ante su incertidumbre dado mi accionar, nos embarcamos en la canoa que volvía a retomar el curso del rió que habíamos dejado unos días atrás, desconociendo que la corriente ya no era la misma, y que no la podríamos recuperar.

 

Entramos por un pasillo largo a la recepción, un hombre detrás de una ventanilla de vidrios oscuros, con luz tenue nos preguntaba cual habitación deseábamos, y sin muchos rodeos elegimos la más barata. Habitación numero trece, primer piso al fondo escuche de un hombre mayor al cual de la vergüenza no pude verle la cara. Había un cuadro de Pérez Celiz, pintor argentino de trayectoria en la entrada, imagen que no pegaba con el lugar de lamparitas rojas y paredes negras. Subimos la escalera, una pareja mayor nos cruzamos que bajaban luego de consumar su acto. Recordándome, a pesar de mi sorpresa,  que no había edad para hacer el amor, que es una necesidad constante.

Mi vergüenza me superaba, era la primera vez que recurría a un lugar de estos para consumar el acto. Llegamos a la habitación, abrimos la puerta, y espejos por doquier nos encontramos, en el techo en la pared de enfrente y en la del costado. Un baño con ducha y toallas embolsadas se encontraban esperándonos. Lo mire, y mi cara me develo como una niña inocente que se encontraba en un lugar que no le gustaba. Él me mira y me agarra de la mano. Me dice, no es el mejor lugar pero es lo que necesitábamos. Yo seguía dudando pero ya me encontraba en ese lugar, así que decidí seguir lo que había empezado.

Dulcemente me beso en la boca, y me tomo de las manos mirando con una profundidad que me asustaba por el temor de que su vida se cayera en un abismo que le destruyera la felicidad, la cual me había conquistado. Su cuerpo se unía al mío y me llevaba a sentarme sobre la cama ancha de dos plazas. Podía observarme por el espejo del techo que me mostraba temerosa al punto que me pregunto si era virgen, ya que me sonrojaba. Nos besamos hasta apasionarnos, las manos comenzaron a encontrarse con el cuerpo del otro, las ropas se fueron saliendo con cierta reticencia y calma. Sus manos me agarraban con una firmeza y un deseo casi incontrolable. Yo me sentía deseada a un punto inimaginable, no podía esconder su deseo que se había despertado. De a poco fuimos quedando desnudos, pero la pasión ya nos había inundado. Mi sexo ya se había despertado y podía sentir que el suyo también lo estaba. Todavía nuestras prendas íntimas nos separaban y de esta forma concentrada estaba.

Me tocaba como si fuera porcelana, como si no pudiera creer lo que le estaba pasando. Sus besos a diferencia de lo que pensaba eran dulces, tranquilos se desparramaban por todo mi cuerpo sin descanso. Mi timidez era evidente, no podía soltar mi mujer interna. Aferrada a que no lograra conocerme me encontraba. Estaba poseída por una mezcla explosiva de deseo carnal mezclado con novedad. Yo no hacia nada, dejaba que sus manos hicieran todo el trabajo, miraba mí alrededor y me desconcertaba. ¿Qué estaba haciendo?- me preguntaba. Desnuda sobre el acolchado de seda dorado, donde miles de parejas se habrían consumido en el deseo, me miraba por el espejo del techo; mi alma se encontraba lejos. Lo observaba como si no pudiera cambiar la situación dada, y tampoco sabía si quería dejarlo pasar.

Me penetro aunque mi mente se encontraba separada de mi cuerpo. Aunque me estremeció tenerlo dentro de mis entrañas, había algo que lo rechazaba que no podía controlarlo. Su cuerpo se movía como si los tambores tocaban. Pero con el paso de los minutos, a pesar de que juntos nos encontrábamos mi mente impedía sentirlo, gozarlo. Era como si hubiera pausas en la fusión tan esperada. Cambiamos de posición, yo arriba el abajo y viceversa pero ninguno de los dos estaba conectado, los fantasmas de ambos no dejaban consumirnos en la pasión que existía.

 

Había algo en su cuerpo que me disgustaba, no podía definirlo, su olor no era de mi agrado. El aroma que desprendía su cuerpo al rozarnos me impregnaba, sentía que no era mío. Su cuerpo no me pertenecía, podía percibir que era a su mujer a la que amaba y que solo la fruta prohibida era lo que lo había llevado a mis brazos. A pesar de estar unidos me sentía separada, lejos en otro lugar donde mi mente solo me decía que no tenía sentido estar a su lado. Así fue como se freno todo, la mente pudo más que el cuerpo, y no dejamos llevar a la explosión de nuestra alma. Aunque él intento volver a crear el clima, yo ya me había despertado. No había futuro, y por lo tanto el presente ya se nos había marchado.

El lunes la corriente me había llevado a sus brazos, y la consumación de lo vivido, lo cual él no se había animado, hubiera sido la culminación de la alucinación en la que nos hallábamos. Ahora estábamos de nuevo en Buenos Aires, de nuevo con las riendas de nuestras vidas en la mano, era difícil dejarnos llevar sin pensar en nuestra realidad cotidiana. Me sentía que ya había crecido, ya era adulta, y no me satisfacía compartir una cama sin poder llenar mi alma. Sabía lo que quería y sabía que él no me significaba nada, solo el actor principal de una historia de cuentos de hadas pero a la cual yo quería ponerle final, ya estaba predeterminado de antemano. Él se arrepentía de no haberse decidido en ese momento, sentía que había dejado pasar la oportunidad y que nunca se lo perdonaría, que yo quedaría como un trofeo en la estantería de su vida, fijo, preciado. Le conteste, que no olvidara que la vida muchas veces nos pone piedras que parecen esmeraldas y que no siempre hay que agarrarlas.

Me mira intensamente y me dice no sabes todo lo que aprendí con esta situación. Yo me drogaba y ahora hace ya varios años que deje de hacerlo. Pero ahora muchas veces estoy con mis amigos, rodeado de gente que se droga y pienso en volver a hacerlo, pienso que con una vez no pasa nada, y seguramente  luego me llevaría una desilusión. Porque eso es parte de mi pasado, que gracias al amor he podido superar y ahora gracias a esta situación lo puedo observar. Vos me hiciste renacer, volver a recordar lo que era desear a una mujer, ya que con mi novia la rutina me había hecho olvidarlo. Tenía tantas expectativas y al final nada es lo que resulta, ella aparecía en mi mente en cada momento que te tocaba. No te preocupes que continuare mi vida, no iba a tomar mi bolso y mudarme a tu lado, me costo trabajo construir todo lo que tengo, y no voy a perderlo en la primera oportunidad que se me presenta. Eso si, te tengo que ser sincero, siento que toda mi vida voy a arrepentirme de no haberme arriesgado el lunes de no haber llegado al fondo. Lo abrace fuerte y le dije que le deseaba lo mejor, que a veces no había que desviarse del camino a pesar de las tentaciones que se nos presentan. Había sido un placer conocerlo, pero no tenía sentido continuar el sueño.

 

El río te trae cosas y te deja pasar otras, no todas hay que agarrarlas, cuesta pensar como saber cual es la correcta, cual es la que te conviene. Sentía que ya habíamos llegado demasiado lejos, y que al no haber un futuro compartido, ya no tenía sentido consumir algo que solo nos dejaría con un sabor dulce que con el paso de los días se convertiría en amargo. Hablamos y nos abrazamos fuertemente, había sido hermoso conocernos, pero no tenia sentido continuarlo. La magia que nos había omnibulado se había terminado, la realidad nos inundaba. No podíamos continuar el sueño, ya era tarde, ya nos habíamos despertado. Cada uno ya era el mismo que había dejado de ser ante las circunstancias. Mi vida no tenía ni un punto de intersección con la de él, y eso imposibilitaba que mi mente me dejara en paz. El cuerpo unido al alma esta y no se pueden separar.

 

Nos vestimos, y salimos del cuarto. Devolvimos la llave no usamos ni media hora de las tres que nos correspondían. Salimos apresurados a la calle. Llegamos a la esquina donde me miro y me dio un papel enrollado que guardaba en su billetera. Era el papel donde había anotado mi número de teléfono.

Al devolverme mi número de teléfono en el papelito de embarque con mi nombre y apellido, sentía que me estaba devolviendo la llave del cofre que de alguna forma le había dado y que sin saber me había arrepentido de entregársela. El curso del río me había llevado por la corriente, ciega sin ver me había entregado a su providencia y sentía que se había equivocado. De alguna forma me había devuelto mi identidad, ya no tendría forma de contactarme, ya no habría oportunidad para cambiar el rumbo de nuestras vidas.

Su sombra desapareció por la misma plaza que nos sirvió de escondite para no traspasar más camino transitado, para no conocer mas historia, más vida del otro y terminar recordando más sin un futuro determinado. Mi número me devolvió la calma, el sueño de alguna forma en pesadilla podía convertirse y de esta forma todo estaba terminado. Nuestros caminos seguirían su curso, ya no había de que preocuparse.

FIN

 

Cuento TERRENO NEUTRAL -II parte

mandala del deseo2

 

(Viene de Cuento TERRENO NEUTRAL parte I)

Por primera vez nos encontrábamos solos, pero de alguna manera era como que ya nos conocíamos desde siempre. En realidad, su forma de vivir me había mostrado las simplezas de la vida que lo hacían feliz y pleno, sin necesitar más nada. La tormenta con el paso del tiempo fue dejando lugar al sol. Nos encontrábamos sentados juntos y por primera vez podía observarlo detenidamente y con detalle. Su perfil me atraía cada vez más, su vida podría definirla como rudimentaria pero su forma y trato eran de una caballerosidad  imposible de comparar. Principalmente era honesto y sincero no tenia que decirlo, sus ojos lo delataban. Seguimos conversando de anécdotas, que son las que terminan conformando la vida de las personas, son lo que se recuerda, lo que sobresale, y de alguna manera sabia que para ambos esta se transformaría en una de ellas.

Mientras conversamos nuestros cuerpos se rozaban sin intención. Sentía que su mente no dejaba de pensar en que hacer con lo que estaba sucediendo, y yo no iba a apresurar una situación porque la que se encontraba libre era yo. Pero nuestras miradas cada vez se intensificaban hasta el punto que cerro los ojos en un momento y quiso dormirse. Pero su intención duro solo segundos. No pudo, porque en realidad yo se lo impedí. Sabía que quería evadir la situación, porque podía observar su frente como trabajaba, como deliberaba con lo que sentía. Así que luego de que se acomodo, le di un codazo y le comente que me aburría sin su compañía. Para esto en cada oportunidad que podía cantaba algo. Hasta me canto una canción que el compuso, con mucho ritmo y muy pegadiza que realmente me cautivo por su encanto. Sus manos acompañaban su voz y sus relatos anteriores me trasladaban hacia su recuerdo, podía verlo como si lo hubiera vivido. Me contaba de su barrio en Buenos Aires, y de cómo los vecinos le cantaban la canción a su paso.

El sol empezó a cobrar intensidad a medida que llegábamos a Colonia. Llegamos a las 16: 00 hs. al bajar observamos la cola que había que hacer para migraciones. La terminal estaba llena, ya que hacia dos días que no salían barcos. Pero eso no era todo, sino que podíamos observar en el río, a lo lejos, el barco que hacia solo unos minutos había partido para Buenos Aires. El tío de Sebastián era el que sacaba y cargaba los bolsos del autobús al barco, y fue el primero en advertirnos que hasta dentro de dos horas no partiría ningún barco. Pero para mayor tranquilidad, sortee la cola que llegaba afuera de las instalaciones y pregunte en la ventanilla, confirmándome lo dicho por el tío. Ese mismo barco nos tomaríamos cuando regresara de Buenos Aires. Empecé a reírme, porque la situación era inaudita de pensar. Yo ya estaba entregada a que nada pasara como lo había pensando.

Hasta el sol ahora brillaba intensamente. El día se había convertido en calido, como si nos hubiera conducido el destino hacia ese lugar y no nos quisiera dejar ir. Así que le propongo conocer la ciudad ya que no la conocía y siempre había deseado hacerlo. Sebastián, se alegra ya que de esta forma tendría la oportunidad de visitar a su abuela que adoraba y que justamente vivía en Colonia.

Compartimos mis bolsos, cada uno llevaba uno y comenzamos a caminar en línea recta por esta ciudad desconocida por mí. Luego de varias cuadras, él entra a una casa, y yo quedo perpleja al observarlo entrar con tanto desparpajo. Era la casa de la abuela. Entramos por el living, pasando por una puerta, llegamos hasta el cuarto, donde la abuela reposaba en la cama, junto a su prima y su recién nacido en sus brazos. La casa era como un largo chorizo donde todos los ambientes se mantenían unidos con separaciones de puertas y cortinas con mucho encanto. La situación realmente me resultaba embarazosa sobretodo porque minutos antes le había preguntado el nombre de su novia y me había contestado: “Ángeles”. De alguna forma sentía que le había tomado el lugar, hasta el nombre compartíamos. Así que la situación me resulto incómoda, dado que tenía que explicarle a la abuela quien era, y que hacia solo unas horas solo éramos dos desconocidos esperando que salga el autobús que nos llevaría a nuestra vida cotidiana. Me puse nerviosa y en voz baja en el oído le dije que me quería ir a recorrer la ciudad, que él se quedara si así lo deseaba, que no quería interferir en sus planes. Me mira intensamente y me dice en vos baja: “vinimos solo a dejar los bolsos, no querrías recorrer Colonia con este peso innecesario”. Había pensado en todo. Así que solo estuvimos unos minutos explicando nuestra aparición inesperada.

Salimos a recorrer la ciudad. Cruzamos una plaza que se encontraba a solo unas cuadras. Esto le trajo recuerdos de su infancia, como si fuera tejiendo de alguna forma su vida con hilos de distintos lugares. Estas tierras le resultaban tan queridas podía notarlo sin que lo mencionara. Le pedí que me disculpara por mi actitud en lo de su abuela pero había sentido lo inexplicable, como explicarles quien era, porque estaba con su nieto el cual vivía con su novia y se sentía feliz. No quería interrumpir el continiúm de su vida porque yo no podría prometerle nada, y él perdería todo el territorio ganado. Pero había una fuerza oculta que nos gobernaba sin dejar margen a la realidad.

 

Colonia me resulto un encanto, bien colonial, con faroles enormes de antaño, coloridas casas se mezclaban con casas de piedras sin orden. La iglesia nos sorprendió y tuve que entrar a rezar un padre nuestro dado que la situación me había abrumado, ya me encontraba en sus manos. Sentía que no podía frenar el río de la vida en el que me encontraba.

Comenzamos a transitar por las calles. El día se había iluminado. Las calles te encantaban por su antigüedad y por su calidez, como si todos los objetos hubieran sido desordenados y vueltos a establecer en otros lados. Todas las casas poseían en sus jardines ruedas de carretas, faroles antiguos, objetos en desuso que se transformaban en decorativos. Me hacia observar los jardines que guardaban los tesoros de tiempos pasados.

Mientras caminábamos observo a lo lejos el río que brillaba con su presencia. Así que me dirigí hacia allí, y Sebastián me siguió sin frenarme. Al llegar a la orilla había una barra que separaba el adoquín del agua. Cerré los ojos y respire el aire marino que llegaba con una brisa tranquila de la tarde. La luz del sol me ilumino, tiñendo todo mi alrededor de amarillo, con haces de luz que se encontraban por doquier como si estuviera pintando un cuadro. Las manos de Sebastián fueron atraídas a tomar mi pelo que volaba desordenadamente por la brisa que corría, y al hacerlo, sus labios se encontraron con los míos, y nuestros cuerpos se atrajeron sin oponer resistencia. La luz nos ilumino e encegueció, mientras en cámara lenta trascurría este acercamiento, que hacia ya un tiempo que se estaba posponiendo. La atracción era evidente.

 

El beso duro unos segundos, el sueño se completaba, la historia de la película llegaba a la parte que todos estábamos esperando. Luego de besarnos el retrocedió, sabiendo sin decir una palabra que no podía, que el sentimiento de compromiso que tenia con su mujer era mas fuerte que este film que transcurría sin poder controlarla. Yo seguí caminando por el adoquín diciéndole en voz alta, que no se preocupara que era solo un sueño, que al llegar a Buenos Aires, se despertaría y nada habría pasado. El beso tenia que existir dada la historia que se estaba desarrollando, como actores en un teatro real estábamos actuando.

Seguimos caminando por las calles en silencio por un tiempo, sin decir una palabra, nuestra compañía ya era suficiente llenaba todos los espacios. Pasar el límite era difícil, lo sabía y por eso yo no iba a ser la que lo traspasara. Ya lo habíamos cruzado y no había forma de retroceder. Los silencios los tapaba con sonidos de tambores que surgían de su boca, como si una orquesta se encontrara dentro de su interior, con un director que cambiaba de repertorio según la ocasión, y que lograban hacerme  estremecer. No eran sonidos al azar, sino los elegía perfectamente para que nos acompañaran.

Los caminos de está ciudad antigua estaban desordenados. Al llegar al faro que se encontraba rodeado de ruinas de una muralla que había existido hace siglos atrás, comenzó nuevamente nuestra charla. A nuestro alrededor niños de la escuela primaria, con sus guardapolvos blancos y sus sonrisas inocentes, estaban de visita a los museos, así que los esquivamos mientras el bullicio continuaba.

Su papel de guía lo desarrollaba a la perfección y le servia para poder ocultar sus sentimientos contrariados que tenia hacia mi. La fantasía y la realidad ya estaban mezcladas, y era difícil querer desprenderse de la embriaguez del sueño, de la atracción, del lugar que nos encantaba donde “lo romántico” se transforma en el adjetivo para describir la ciudad que te invade. El espacio era el ingrediente que faltaba, un territorio neutral que nos encontraba.

Querría haber podido sacar tantas fotos, pero la maquina me la había olvidado en el bolso que se encontraba en la casa de la abuela de este desconocido del cual su fragancia ya me había cautivado. A través de la mirada, mi mente se transformo en la maquina de fotos, para guardar esos callejones sin salida, esos adoquines y casas de antaño con sus faroles apagados. Llegamos a la Calle de los Suspiros, y tomados de la mano la transitamos dado que me resultaba difícil caminar con mis tacos altos por esos adoquines y piedras de tantos años. Me contó que su abuelo había vivido en una de esas casas antiguas de diferentes colores que formaban esa cuadra; como si las moradas conformaran una sinfonía de notas diferentes que lograban la perfecta armonía al juntarse. Al compás de nuestros pasos cantaba canciones que significaban lo que estaba pasando. Yo solo le repetía que no se preocupara que era solo un sueño del cual tarde o temprano íbamos a despertarnos.

Nos acercamos a las murallas de un fuerte, donde cañones ya en desuso la rodeaban. Pero el agua del río de alguna forma me llamaba, así que tuve que dirigirme a su encuentro. Podíamos observar como el barco todavía no había llegado al puerto, y la amplitud del Río de la Plata. Nuevamente cerré los ojos, respire profundamente, y la brisa corrió con toda intensidad sobre mí. Sentí el aire puro y la vida que me llevaba sin saber a donde me dirigía. Sebastián se encontraba a cierta distancia, meditando sin descanso. La situación lo había agobiado. Sabía que éramos diferentes pero de alguna forma sentía que nuestra esencia era la misma y que eso nos conectaba sin poder resistirnos. Todo nuestro alrededor había confabulado para que nos encontráramos.

Subimos al costado de las murallas para observar la ciudad desde arriba. Yo lo seguí dado que mis zapatos me impedían caminar con soltura entre las piedras. Él se convertía en mi apoyo para poder bajar de lo que habíamos escalado. Me miraba, ya casi no hablaba. Los tornillos de su mente estaban siendo apretados con el destornillador, sacando todo el estruendo de su interior. Comprendí que era hora de regresar.

Nos volvimos a internar por las callejuelas de está ciudad mágica, que encierra secretos inimaginables, porque de alguna forma sus calles hablan. En un momento lo miro mientras tarareaba una canción, y le digo “realmente gracias”. El día resulto una maravilla, todo ha sido más de lo que hubiera podido imaginarme. Así fue como a pesar de todo, su pasión le afloraba a flor de piel, y tuvo que abrazarme, y al hacerlo me dio el pie para que dijera: “En realidad me falta  darte las gracias, ¿Si queres puedo dártelas?”. De esta forma nuestros labios volvieron a sellarse para permanecer unidos un largo rato, mientras los rayos del sol ya no llegaban dado los altos árboles que enmarcaban la calle por la que transitábamos.

Seguimos caminando y aunque los minutos pasaban los dos estábamos sin tiempo sorprendidos por la vida. Nos desviamos del camino dado que el río volvía a llamarme y a él su tía de alguna forma también lo esperaba. Mientras yo permanecí unos segundos, sola,  perpleja ante el río, distante, pensando en lo acontecido; Sebastián se fue a la feria de artesanos que se encontraba al lado, donde su tía se encontraba. Un nuevo integrante de su familia conocía, su tía que vivía en Colonia y subsistía de sus artesanías. Luego de la presentación y de una breve charla continuamos el trayecto de regreso.

Transcurrió una hora, hasta que retornamos a la casa de la abuela, la cual ya nos esperaba. Nos había preparado el te con unas masitas caseras. Mostrándome, una vez más, la calidez de esta nueva familia que conocía por casualidad. ¿Si existen las casualidades? Cabría preguntarse. Mientras tomábamos el té seguíamos conversando con Sebastián de todo y de nada a la vez. Él estaba pensativo y a la vez feliz. Tenía los dos sentimientos unidos. Hacia una semana que él había visitado a la abuela y juntos se habían ido en colectivo a Montevideo, haciendo mención la abuela de que había dormido todo el camino. Al preguntarle si en está ocasión había dormido, se apresura a decir que lo dudaba, dado que al lado de una chica hermosa no podría pegar un ojo.

De pronto irrumpe en la casa la llegada de uno de sus sobrinos, de seis años, que había salido del jardín de infantes. Lo acompañaba la prima que lo había ido a buscar, que hasta hacia unos meses vivía en Cabo Polonio. Un lugar perdido del mundo donde todo es posible e inimaginado. El lugar te relata una historia sacada de cuentos de hadas porque el conjunto se hace impensable de realizar. Pero el nacimiento de su hija Margarita la habían llevado de vuelto a la ciudad. Así que mientras conversábamos, la prima comenzó a amamantar a la pequeña bebé, y el sobrinito buscaba llamar la atención corriendo de un lado al otro.

Yo no lo podía creer todo lo que estaba aconteciendo, el día se había convertido en maravilloso. Así que disfrutamos un rato en la casa de la abuela, charlando con una familia que hasta hacia unas horas ni conocía y ahora ya conocía a todos.

 

Volvimos al puerto. Tuvimos que esperar otro buen rato, pero esta vez juntos estábamos. Las barreras entre los dos se habían casi desintegrado. Nos reíamos de la situación y la comentábamos. En la espera volvieron a repetirse los aplausos de descontento ante la situación dada. Nos embarcamos en el Buque bus. El trayecto duraría solo 45 minutos, era el servicio rápido, ya que otro no podía llegar con la marea baja. Buscamos un lugar con Sebastián, en una fila de cuatro asientos al lado de la ventana. Él se encontraba pensativo, lo cual lo charlamos. Su situación era sensible mientras que yo no perdía nada. Decidimos disfrutar de los últimos 45 minutos de compañía que nos quedaba.

Nos adelantamos al tiempo – repetía incansablemente Sebastián. Su explicación se basaba en que nos teníamos que encontrar pero ahora le habíamos  ganado al tiempo, no era el momento correcto. “Morocha te sigo al fin del mundo, pero la realidad mía es otra y no puedo borrarla. Me gustaría poder ser otra persona, ser como era antes, pero ahora no puedo. Pero a la vez, se que si la historia no termina acá, nos volveremos a encontrar. Siempre pasa”. Compartía ese sentimiento de llegar hasta el final.

Comparo sus sentimientos contrariados con el candombe. Decía que uno podía utilizar diferentes golpes para terminar el candombe y que no había ni uno mejor o peor, solo era cuestión de elección. Había candombes que terminaban tristes otros alegres y otros nostálgicos. Sus palabras me deleitaban. De alguna forma no necesitábamos hablar porque nuestros pensamientos concordaban y se comunicaban con un mismo lenguaje.

La pasión nos desbordaba. Sentados cada uno en su asiento no nos alcanzaba el espacio para abrazarnos. ¿Morocha que hacemos? ¿Cómo sigue esta historia? ¿Qué golpe le doy a esta canción que empezamos?

La pasión nos tenia de rehén así que le propuse mi idea sin que tuviera que contestarme hasta que llegará el momento indicado. Yo me tomaría un taxi y bajaría en un terreno neutral donde el decidiría si se venía conmigo a terminar esta historia o seguiría su camino. Sentía que de esta forma yo me estaba jugando, pero era su decisión la que pesaba. Así fue como con un beso le tape la boca para que no emitiera sonido. Dejándonos llevar por lo que sentíamos, aprovechando cada segundo que quedaba.

El viaje paso entre besos, suspiros y miradas. El alrededor se había esfumado ya nada tenía sentido alrededor, solo nuestros cuerpos pedían socorro, pedían ser rescatados de esa distancia física que existía. Salimos últimos del barco, no queríamos de alguna forma separarnos. Sabíamos que al tocar suelo argentino comenzábamos a despertarnos. La confianza ya nos había inundado. Esperamos a que sacara su bolso, y tomamos un taxi.

 

El taxi paro en una plaza, que conformaba un nuevo territorio neutral que había elegido, en este caso, para despedirnos o seguir un mismo camino. Bajamos del taxi compartiendo cierto nerviosismo que se sentía en el ambiente; había llegado el momento. Él se encontraba desorientado creyendo que iríamos rumbo a mi casa y que no tendría que decidir solo dejarse llevar por mis brazos hasta mi dormitorio. Pero yo quería que fuera parte de una elección, sino al otro día se despertaría sintiéndose corrompido sin una explicación.

Nos encontramos los dos frente a frente en la oscuridad de la noche de la ciudad con bullicio de transito de avenida y luces artificiales que sobresalen. Todavía el no había emitido su decisión, pero yo ya sentía que todo recobraba realidad. Me dijo que necesitaba regresar a su casa, que su mujer no sabía que estaba en Buenos Aires, ya que era una sorpresa y que podría venir a casa, pero sentía que no era lo correcto. Repetía incansablemente que no quería perder el contacto conmigo, y que realmente no sabía lo que estaba haciendo. No quería separarse, pero su decisión ya había sido tomada. Me pidió nuevamente mi número de teléfono, y ante su insistencia y mi duda, accedí. De alguna forma hubiera querido dejar la historia sin final, tal vez era lo mejor, desaparecer con las sombras de la noche, y terminar siendo solo un recuerdo, que con el tiempo se convirtiera en una alucinación, en una irrealidad. Pero al mismo tiempo, sentía que tal vez me arrepentiría por no darle una oportunidad y los años me lo volverían a encontrar sin que hubiera nada que explicar.

Me dijo de acompañarme a mi casa y yo le dije que no era necesario. En la vida todo es una decisión, se pierde y se gana algo, y el misterio es un aliciente importante para volvernos a encontrar, prefería que nos separáramos así – le dije. Me miro y antes de separarnos, pronunció estas palabras, no estaba seguro de lo que estaba haciendo, en realidad yo sabía que podía tomar el timón de la historia pero yo tampoco estaba del todo segura de lo que hacia porque no podría darle nada a cambio solo un final para un cuento que había comenzado al empezar el día. “Yo volví de Montevideo porque extrañaba a mi novia, y luego de este día no se que es lo que quiero, pero no puedo irme contigo sin pensar en lo que tengo”, dijo. Su respuesta era valida y sobretodo sincera. Nuestros labios volvieron a unirse para luego desaparecer cada uno por su lado con un bolso a cuestas en la oscuridad de la noche del día más largo, tal vez de mi vida.

Como una historia de Kundera el día transcurrió. Lo inexplicable se transformo en algo significante que me cambio el día sin querer, lo trágico se convirtió en fabuloso, lo pesado se volvió liviano, de esta forma lo negativo se transformo en positivo. De alguna forma el destino movió los hilos para que todo aconteciera sin que pudiera tener el control de la situación. Para que todo fuera como un sueño del cual uno no se quiere despertar.

CONTINUA

 

Cuento TERRENO NEUTRAL – I parte

“La vida humana acontece solo una vez y por eso nunca podremos averiguar cuales de nuestras decisiones fueron correctas y cuales fueron incorrectas. En la situación dada, solo hemos podido decidir una vez y no nos ha sido dada una segunda, una tercera, una cuarta vida para comparar las distintas decisiones”.

                                   Milan Kundera en “La insoportable levedad del ser”

Entre el cielo y la tierra

Había viajado a Montevideo por el fin de semana. El motivo era el casamiento de una amiga que había conocido por casualidad en un viaje años atrás.  El fin de semana paso entre lluvia intensa y charlas de mujeres. Acompañando los últimos suspiros de soltera hasta el final. El casamiento resulto grandioso. Bailamos, comimos y sobretodo compartimos este amor que existía entre estas dos personas que se unían para afianzar en papeles algo que ya lo estaba de hecho. Me puse a pensar que al final los seres humanos nunca dejamos de festejar, si no es un nacimiento, es un bautismo, luego llegan los quince años y de ahí al casamiento, las bodas de piedras preciosas continúan sin cesar.

 

Desde la mañana del domingo, la lluvia no había tenido descanso. Una cortina celeste y gris omnibulaba la visión al acercarte a la ventana. Día de tormenta, lluvia y viento provocaría que el barco que cruza cotidianamente el Río de la Plata no pudiera hacerlo. Así se paso el día, dentro de cuatro paredes, charlando entre amigos.

La noche nos sorprendió sin que la lluvia le diera su lugar. Al llamar por teléfono a la estación, me confirmaron que dada la tormenta el barco no saldría hasta el día siguiente a las 6 de la mañana. Así que me fui a dormir sin dar más vuelta al asunto, llegaría solo un poco  tarde a trabajar pero tenia una razón.

Me levante a las cinco de la mañana. Despedí a mi anfitriona, y siligiosamente saque los bolsos del departamento. Aún con lluvia, salí en un taxi con rumbo a la estación de Tres Cruces. Supuestamente, el autobús con rumbo a Colonia saldría a las 6 de la mañana, así que al llegar decido tomar el desayuno para luego hacer la cola que cada vez se extendía más. Comienzo a escuchar el bullicio de la gente que comentaba que seguía la tormenta, así que el barco de Colonia no saldría a la hora prefijada y que tendríamos que esperar hasta que prefectura diera la orden de salida. Al encontrarse los dos puertos cerrados desde el sábado, decidieron que aguardemos en Montevideo al no tener precisión porque puerto saldría el barco. La gente comenzó a conglomerarse en el mismo lugar, preguntando la misma pregunta sin respuesta: ¿A qué hora saldría?

 

Al ver el panorama decido buscar un asiento más alejado, en la estación,  pero del cual pudiera divisar cuando hubiera algún tipo de movimiento de embarque. Luego de dejar el bolso y encontrarme cómoda, a pesar de la dureza del asiento y del frío que hacía en la estación, me dispuse a esperar leyendo “La insoportable levedad del ser”. Maravillándome con las historias de Kundera, que hicieron que el paso del tiempo no se sintiera. De vez en cuando interrumpía mi lectura para ver el reloj que colgaba de la pared justamente enfrente de mí y a observar el ambiente que me rodeaba.

Los uruguayos poseen ese aire de provincia, esa tranquilidad innata que los hace diferentes a los argentinos, de apariencia similar pero internamente más puros. Disfrutaba observar a la gente tomando el mate, tienen una especie de romance apasionado que no pueden soltarlo. Caminan, conversan, corren, actúan con el mate bajo el brazo, convirtiéndose en parte de su cuerpo, en una extensión de su brazo.

Las horas fueron pasando y ni noticias de cuando embarcaríamos. A las 8:30 hs, el libro ya no lograba atraer mi atención. No llegaría al trabajo. El frío y la espera no me hacían ya gracia. Comencé a levantarme varias veces para ir a preguntar a la recepción de la empresa, pero antes de que lograra llegar me enteraba que todavía no había noticias. Este ida y venida de varias de las personas que nos encontrábamos esperando, derivo en un dialogo entre los que nos encontrábamos sentados. A la derecha una pareja de personas mayores se comunicaban con miradas cómplices sin emitir sonido, pero demostrándome que compartían el sentimiento de sosiego, de incertidumbre sin resolver. Al frente mío se encontraba un hombre con su señora y un chico que debía ser su hijo por lo que se deducía en el trato. Al lado mío un hombre de unos treinta años, con mirada ausente y con aspecto de cansancio. Alrededor había personas por doquier, a pesar de que el día era gris, la rutina de un lunes a la mañana ya se sentía por el movimiento desde temprano.

 

En un momento, al ver el reloj sentí que tenía que llamar por teléfono a mi oficina para avisar que no podría llegar a trabajar en el día de hoy. Estaba parada en la estación sin saber cuando podría cruzar el “charco”, expresión que se utiliza para denominar al Río de la Plata. No había forma de hacerlo, los autobuses tardaban más de ocho horas y ya llegarían tarde además de no devolverte el dinero para comprar el nuevo pasaje. Hasta el aeropuerto estaba cerrado por el mal tiempo que aquejaba.

Luego de un rápido llamado volví a sentarme en el mismo lugar. La verdad ya no tenía interés en el libro. Así que luego de algunos minutos de observar el reloj, sin saber realmente como,  me encontré conversando con la señora, su marido y su hijo y el otro hombre de mirada cansada. La espera al ser compartida pasaba más relajada, compartiendo un poco las historias personales de estos uruguayos.

El hombre cansado estaba desde la noche anterior sin dormir, esperando que saliera el barco que lo cruzaría a destino. Había llegado a la estación y le notificaron que el barco no saldría así que luego de ir a jugar al casino por unas horas volvió a esperar en los sillones de la estación a que se hiciera la hora de partir. Estaba fatigado y se notaba, no había dormido en toda la noche, y había previsto que lo haría dentro del barco.

En el caso de la familia, el hijo volvía a Buenos Aires donde estaba viviendo con la novia hacia ya dos años, pero dado que no tenía los documentos en orden tenía que volver cada dos meses para regularizar su situación. Su padre luego de esperar un rato se retiro a trabajar. Su madre lo acompañaba con entretenida charla, comento que podía hacerlo porque estaba de receso desde hacia unas semanas, ya que el banco en el que trabajaba había quedado en bancarrota y la habían dejado cesante. El efecto corralito argentino había contagiado a la otra orilla del Río de la Plata, provocando varios cierres de bancos uruguayos debido a la corrida de capitales. Todavía cuesta pensar que en el siglo XXI suceda algo sin igual, no hay parámetros para comparar lo que ha sucedido en estos dos países que se insertaron, a pesar de la resistencia durante años, en la coyuntura latinoamericana.

Reducidamente comente el propósito de mi viaje, y de lo bien que lo había pasado a pesar de la lluvia que ya era una constante en mis viajes a Montevideo. En las varias oportunidades precedentes en las que había ido de visita a está capital de melancolías encontradas, la lluvia siempre estuvo presente intensificando este sentimiento arraigado en mi ser. Asimismo, si no fuera que mis amigas trabajaban y hasta las 18:00 horas no salían de su trabajo no me molestaría no poder embarcar. Pero el hecho de estar esperando sin hacer nada, sabiendo que estoy perdiendo un día del trabajo, no me resultaba de lo mas encantador.

 

Seguimos esperando, los minutos pasaban mientras seguíamos conversando de la crítica situación que estaban atravesando estos dos países en los que habitábamos. Es el tema de la actualidad que no se puede obviar en ninguna charla. Ha perforado las entrañas de todos sin poder todavía superar la instancia que todavía nos falta luchar. Sobretodo, la desocupación y la incertidumbre que predomina en el ambiente de Argentina y Uruguay es una realidad que se hace difícil de aceptar. Pensar en que tan solo unos meses atrás, las monedas tenía un peso que nos hacían vivir en una ilusión si la sabíamos aprovechar. El encantamiento del dólar había nublado la esperanza a estos países vecinos que sufrían de los mismos problemas y que no sabían como superarlos. Mientras los uruguayos creían que los argentinos superaríamos la crisis antes, por la pedantería criolla; yo creía que la reestructuración que se necesita en Argentina, duraría años. Se necesita volver a educar a un país, que valore lo que es trabajar, y que busque la superioridad a través del esfuerzo y no que dependa de la amistad del que se siente a gobernar.

La corrupción ha afectado a  todas las capas de la sociedad imposibilitando el crecimiento interno y la esperanza de que con esfuerzo todo se puede cambiar. Se ha herido a una sociedad que vivía en una burbuja de cristal, recién ahora logra ver lo que hace tiempo mostraba la realidad: la injusticia y la desigualdad. La emigración en busca de una mejor realidad es otro de los problemas que afectan a nuestras sociedades y de la cual los jóvenes se ven más afectados. Es así como estos dos uruguayos se habían ido a Buenos Aires en busca de una oportunidad. Mientras los argentinos ven en España la tierra prometida que años atrás expulso a sus abuelos por la misma razón que ahora atrae a sus nietos. El ciclo de la vida de esta forma parece que es circular.  Una paradoja más de la globalidad.

En un momento, la fila que todavía permanecía inmutable esperando embarcar comienza a aplaudir y a gritar en forma de repudio de la situación. Demostrando de esta forma la falta de paciencia que existe en la actualidad. La gente ya no tiene capacidad de aguantar más nada, la situación que se ha vivido a lo largo de este año (2002), ha marcado a las personas de tal forma que no existe más la tolerancia. Cualquier situación de injusticia se convierte en una razón para protestar.

Recién a las diez de la mañana avisaron que cabria la posibilidad de que saliera un barco a las 14:00 hs, pero no se podía confirmar de antemano, por lo tanto había que dejar un teléfono y la empresa se hacia responsable de avisar a cada uno de los pasajeros. Lo que no contaba es que no solamente uruguayos había entre los pasajeros, sino también argentinos que habían ido con el dinero justo para el fin de semana, y que esta situación totalmente de improviso se convertía en un contrariedad dado que ya no tenían más plata y de que el cambio ahora no beneficiaba. Por lo tanto esto derivo en una protesta generalizada, escuchando de las más variadas historias para que la empresa se hiciera responsable de los viáticos. Desde que perdían el día del trabajo, a un curso que habían pagado, a la recibida de unos de sus sobrinos, o a la oportunidad de un negocio que se esfumaba, si no se presentaban. Variadas razones por las cuales debían estar en Buenos Aires se escuchaban sin cesar, y la empresa no daba solución, ni tampoco explicación.

Luego de haber avisado al trabajo decidí no darle más importancia al asunto, y disponerme a esperar. De esta forma agarre nuevamente los bolsos y me quede mirando a la muchedumbre de gente que venía hacia la oficina de la empresa para informarse. No sabía que hacer. En una milésima de segundos un montón de posibilidades aparecieron por mi mente, cuando se me acerca la señora que se encontraba sentada al frente mío hacia unos segundos atrás. Su hijo se encontraba a la distancia observando la situación. La madre me invitaba a que me fuera a la casa de ellos, ya que estaba cerca, y así podría tomar unos mates, y estar en un lugar caliente. Dude unos segundos, dado que esta opción no la había tenido en cuenta. Pensé en quedarme leyendo sola tranquila en la estación y así terminar el libro, cuando me pareció que no podía rechazar la invitación. Algo en mi interior me decía que tenía que aceptar. Así fue, como sin pensar demasiado, me encontré en un taxi rumbo a la casa de unos desconocidos que conocí segundos atrás en la estación. La situación resultaba muy graciosa. Comencé de esta forma a pensar que era parte de mi destino que me quedara ese día en Uruguay

 

El taxi solo hizo unas cuantas cuadras, pero el frío y el viento imposibilitaban la posibilidad de ir caminando. Llegamos a un edificio. La madre no dejaba de disculparse por el desorden que había en la casa dado que todo el fin de semana no habían estado en la ciudad. Interiormente tenia dudas de que hubiera hecho lo correcto, pero la verdad me sorprendió su actitud tan hospitalaria.  Llegamos al departamento, que estaba en el último piso. Dejamos los bolsos. El calor de la casa me hizo bien para darme seguridad de mi presencia allí.

Era un departamento de cuatro ambientes. El living estaba atestado de adornos, cuadros, tapices, fotos, cacharros colgados. No había paleta de color definida, ni tampoco estilo claro. Lo que podía asegurar era que cada objeto tenía su significancía e historia y constituía algo difícil de olvidar. A su vez había variedad y cantidad de muebles, desde repisas atestadas de objetos, a banquitos con girasoles en vivos colores a mitad de pintar. Fotos por doquier completaban el lugar.

La madre se puso a preparar el mate y los biscochos, mientras yo me sentaba en un sillón a conversar con el hijo, que se llamaba Sebastián. Tenía 24 años recién cumplidos. Su aspecto era atractivo, masculino, morocho, de tez morena, con candado prolijamente cortado que intensificaba sus rasgos. Era alto, fornido. De repente llega el padre con el mate en brazos. Venía solo por unos minutos, le resulto extraño llamar a la casa y que no le contestara nadie, así que decidió ir a la estación y al encontrarse con que el barco no había salido creyó conveniente ir a ver que pasaba en su casa. La madre hizo mención de mi presencia, de la invitada que habían traído a su casa. El padre nos hizo prender la televisión, de esta forma descubrimos el inconveniente que la empresa no había mencionado.

En el informativo de Buenos Aires mostraban que el viento se había llevado el agua. Se planteaba que la bajante del domingo del Río de la Plata fue la más importante de los últimos 18 años y que había provocado una serie de inconvenientes. El bajo nivel del río, combinado con los fuertes vientos, hizo que muy pocos buques pudiesen ingresar al puerto de Buenos Aires. El informativo lo relataba de esta forma: “los fuertes vientos del noroeste empezaron en los primeros minutos del domingo. Y de a poco fueron haciendo que el agua del río avanzase cada vez más hacia el Atlántico. La costa porteña, entonces, se empezó a secar: bajo el muelle del Club de Pescadores, por ejemplo, sólo quedaron charquitos de agua. Tanto los fuertes vientos como la importante bajante del río impidieron la circulación normal de los barcos. Los que llegaron, arribaron con dificultad, mientras que los pasajeros debieron descender por la rampa de autos. En tanto, en Montevideo y en Colonia, Uruguay, los puertos están cerrados”.

Desde 1984 que no sucedía algo igual, los barcos no podían llegar a orilla porque no había agua, por lo tanto no solo era debido a la tormenta que no salían los barcos. Era realmente de no creer, algo impensado que sucediera. Las imágenes de la televisión eran realmente sorprendentes, se podía observar la orilla ya que no había agua en el puerto de Buenos Aires. Asimismo, noticias de un tornado en los Estados unidos que había dejado saldo de decenas de muertos y destrozos de importancia, se combinaban con incendios forestales, y volcanes que se detonaban. Mientras tanto por la ventana, se podía ver como los cables de las antenas volaban, se habían soltado dada la gran velocidad del viento que se intensificaba.

 

La casa tenia un desorden que denotaba calidez, esa calidez que se siente al solo pasar la puerta. A lo lejos se veía una mesa llena de cosas, y al costado unos cuantos cuadros sin terminar lo que derivaron a que preguntara quien pintaba. La madre pintaba de forma decorativa, y el padre de vez en cuando pintaba paisajes; ambos de estilo realista. Con orgullo, me mostró los trabajos del padre, un paisaje del Faro de Cabo Polonio, y una pintura de la entrada de una casa colonial de Colonia. El joven cooperaba en las manualidades familiares haciendo los marcos. También se dedicaba a la talla en madera, denotando habilidad con sus manos. Me desplegó un banco que había hecho con una sola pieza de roble. Yo solo observaba todo. Se notaba que era una familia humilde, que se daba ciertos lujos. Lo que resaltaba era el gran corazón de los integrantes de esta. La familia estaba constituida por cuatro persona, a las que había conocido, se sumaba una hermana mayor que no se encontraba.

El padre volvió a irse y yo me quede conversando en el living con Sebastián mientras la madre se encontraba en la cocina ordenando. Le pregunte que hacia exactamente en Buenos Aires, ya que había obviado la respuesta en la estación. Me dice “hago de todo, y me muestra con orgullo la cocina de la casa que la había hecho él, hasta pintar paredes, arreglar cosas. En realidad lo que salga. Desde que me fui a vivir a Buenos Aires no he conseguido un trabajo fijo, pero tampoco he parado un minuto. No solo a mi falta de documentos se debe, sino a que no he terminado el secundario y eso me imposibilita conseguir algo mejor, progresar”. Lo dijo con una angustia que se notaba con solo escucharlo.

Pude dilucidar que ello constituía su gran preocupación,  porque le fijaba un destino con el cual no se contentaba y se resistía en aceptarlo. Hasta el momento no me había puesto a pensar que cabría la posibilidad de no terminar la escuela secundaria. En mi caso no hubo discusión al respecto, era una obligación que no se contradecía. Un deber de hija que no se ponía en discusión, como tampoco se cuestionaba que tenía que estudiar en la Universidad. Pero cabría pensar que no era la regla de la mayoría.

Sus ojos denotaban una sinceridad y una simpleza que me atraían. Ya en la estación nos observábamos con distancia, pero el hecho de que tuviera novia y que estuviera siempre presente hacia que lo distanciara de mi lente, de mi percepción.

Así que entre mate con biscochos, entramos en confianza. Así surgió mi pregunta que no dejaba de vagar en mi interior: ¿cual había sido la razón para que dejara sus estudios?. Me mira y me contesta“me surgió una oportunidad de trabajo en la Aduana de Montevideo y no quise dejarla pasar; suponiendo que luego retomar el secundario no me resultaría complejo. Pero uno entra en un ritmo de vida en el cual ya no ve el estudio como prioridad. Horarios, presiones, responsabilidades lo dejan sin tiempo, con poca vida privada que no quiere desperdiciar estudiando sino disfrutando. Así, cada vez se le hace a uno más difícil acercar a su realidad el estudio. Decisión tomada por ambición que termina siendo luego una preocupación dado que determina las limitaciones de tu futuro. ¿Me entendes?”.

Su respuesta fue tan sincera y denoto su gran inteligencia que no está determinada por institutos de enseñanzas. La calle a veces te enseña, se convierte en maestra de vidas que han tenido otras oportunidades o dificultades.  ¿O será que la inteligencia es innata? Su madre interrumpió la conversación, asomándose por la puerta de la cocina, comentando que “si hubiera sabido que no terminaría el secundario nunca le hubiera permitido aceptar ese trabajo”. “Nos falto ponerle límites, ser rígidos. Siempre hizo lo que quiso sin pensar que en un futuro se vería afectado”- repetía en voz alta. A lo que agrego mientras Sebastián se fue al baño, “Es un muy buen chico, ya que siempre nos ha ayudado; y en realidad ahora el título no te determina que consigas trabajo. ¿Cuantos profesionales terminan manejando un taxi?”.

Está situación me dejó reflexionando en las distintas realidades que coexisten y como uno no se da cuenta de tantas cosas, solo ve sus preocupaciones diarias. Considera que puede comprender a los que se encuentran en otras realidades sociales cuando realmente no sabe lo que significan sus limitaciones reales. Solo nos preocupamos de nuestro futuro a largo plazo sin darnos cuenta que el presente desaparece, huye sin aprovecharlo.

Esta familia me abría las puertas de su casa, dándome de su pan con una bondad difícil de comparar. Sentía que muchas de sus carencias yo nunca las había sufrido y que muchas personas que me rodeaban con abundancia de materia no me habían dado tanto como estos desconocidos me proporcionaban. No solo materia, sino otra realidad que me enriquecía por ser diferente a la que estaba acostumbrada. Sebastián no dejaba de hablar. Me contaba, sin darse cuenta, su simpleza al vivir la vida, de cómo sus mimos u alegrías pasaban por comer una ensalada de fruta con helado o un asado en la vereda, con sus amigos de Buenos Aires. Solo bastaba poner una parilla portátil en la acera los domingos y preparar así, en la calle, el asadito. Tomar una botella de vino los domingos era otros de sus placeres de la vida. Me confeso que años atrás había tenido problemas con la bebida pero que por suerte ahora ya lo había superado. El amor lo había logrado, superando las barreras que lo hacían débil ante las eventualidades cotidianas.

El amor lo había llevado a vivir a Buenos Aires. Compartía una habitación con su mujer en una pensión. Con el paso del tiempo habían logrado comprar ciertas comodidades que lo hacían pleno, orgulloso de lo que poseía; una heladera, un televisor entre otras cosas. Ella mantenía los gastos fijos dado que trabajaba en una casa cuidando los chicos y ayudando a limpiar la casa en una familia de judíos que lamentablemente a fin de mes regresaban a Israel. Esto le causaba gran preocupación ya que tenía que buscar un nuevo empleo, por eso quería volver a hacerle compañía, a apoyarla. Me contaba como extrañaba a su familia cuando se encontraba a la distancia. Las reuniones familiares de los domingos era lo que más añoraba en Buenos Aires, por eso no podía pasar más de dos meses sin regresar a sus tierras para juntarse con su familia y amigos que eran lo que lo completaban. Su vida me la fue contando en pocas palabras. No tenía grandes pretensiones y todo resultaba fácil, a pesar de las carencias materiales. Su simpleza solo me hacia pensar en como a veces me complicaba la vida con pavadas.

Luego de esta larga conversación, entraba mi vida en acción. ¿Qué podía contar? ¿Como mencionar todo lo vivido materialmente cuando al mirarlos sentía que tenían una felicidad envidiable? ¿No se podía comparar?, no entraba en discusión que nuestras realidades eran diferentes, pero como alegar que una es mejor que la otra. ¿Con que ojos se miran las realidades? ¿Cómo justificarlas?

El hecho de mencionar que ya me había recibido de algo que en realidad no me gustaba, me hacia sentir desdichada en comparación de la vida de esta persona que resultaba agradecida por lo que la vida le daba a cada instante. Me limite a comentar solo algunas situaciones de mi vida cotidiana, porque no sentía que venia al caso extenderme con detalles; cuando yo crecía al escuchar sus historias de vida, su visión me resultaba preciada. No quería dejar pasar nada. Me hacían ver la realidad con un lente de otro color, de una forma diferente que me incrementaba mis puntos de vista, mis enfoques se reestructuraban de cierta forma.

Entre conversaciones, Sebastián tarareaba alguna estrofa de una canción, o sus manos empezaban a emitir ruidos por el tacto constante sobre la mesa ratona que se encontraba separándonos. Así mi pregunta de ¿Qué buena entonación tenes?, me condujo a su cuarto. Quería mostrarme su más preciada riqueza: la música. Su cuarto era como un mar, reflejando de esta forma sus otros dos hobbies, hacer windsurf y canoa. Todas las paredes se encontraban con recortes de pedazos de revistas de distintos mares. Mares de color azul intenso, celestes profundos y verdes esperanza que se combinaban, llevándote hacia otro lugar, a un paraíso marino de grandes olas con tablas. Una lámpara, hecha con una gran botella de damajuana gigante de vidrio color verde, llena de flores secas, era el elemento que se destacaba de la habitación, al lado de la cama. Compartiendo preponderancia en el centro del cuarto, se encontraban los preciados instrumentos que él tocaba. Los tambores eran de vivos colores, uno era de gran tamaño y al lado había otros dos más pequeños.

¿Conoces el “Candombe”? – me pregunta. Yo le digo que si, pero realmente no podía diferenciarlo. Me mira e instantáneamente comienza a contarme que la cosa que más extraña de Uruguay son los tambores, porque con ellos viaja a otro mundo, pierde la medición del tiempo, todo se vuelve difuso a su alrededor. Me cuenta que todos los domingos a lo largo de varios años y ahora en cada oportunidad que se le presenta, sale a tocar los tambores en comparsas que se organizan por las calles de Montevideo. Me dice el sonido de los tambores es lo que caracteriza a Montevideo, esta mezcla de sonidos disímiles logran la combinación perfecta al oído, que hace bailar hasta las paredes.

Me deje llevar con su relato a las calles de Malvin, donde el adoquín todavía existe y donde casas coloridas se desparraman por doquier. Allí se reúnen los domingos la gente sin invitación, solo con ganas de cantar y bailar. El candombe surge de la unión de un pueblo que se olvida de las preocupaciones a través de los sonidos intensos de los tambores y de las palmas que acompañan el paso de esta multitud que se encuentra por las calles de Montevideo. Comparo el sentimiento que a él le producía los tambores al de los pinceles en acción, esa sensibilidad que se despierta y que te lleva a olvidarte del mundo concreto, a convertirte en instrumento para llevar a cabo la obra. Así la música y la pintura se fusionan en una, lo importante es comunicar, es evadir de alguna forma esa realidad que tortura en otra galaxia, en un tiempo paralelo que se forma. Me detalló las partes del tambor, como los tornillos afinaban el sonido, lo hacia mas grave cuanta más presión uno hacia. Descubría algo nuevo y me encantaba.

Mientras hablaba empezó tímidamente a tocar con sus manos gruesas de trabajos pesados, el tambor. Mientras tocaba podía observar como su cuerpo y su mente se transportaban hacía ese otro lugar del que estábamos hablando. Entusiasmado, dado la atención que le daba a lo que decía, comenzó a poner compacts de Candombe, para que conociera de lo que estaba hablando. Así al compás de la música comenzó a tocar y a cantar. Tenía un ritmo que afloraba de su interior produciendo una armonía de sonidos y movimientos que me magnetizaban. Así fue como empezó mi interés hacia él. Empecé a observarlo, su fuerza interior me atraía, su inteligencia natural me encantaba. De esta forma no solo me alojaban como si fuera una refugiada en otra tierra dada las condiciones climáticas,  sino que hasta me regalaban un concierto de candombe en vivo. La decisión de haber aceptado la invitación cada vez se convertía en mas acertada.

 

Al rato la madre nos llama a almorzar. Había preparado milanesas con puré y ensalada. Nos sentamos en la mesa de la cocina los tres. Continuamos charlando de la crisis, de las injusticias, de la realidad que nos afecta como ciudadanos de estos países vecinos que de alguna forma son como hermanos. Almorcé en la casa de estos desconocidos que resultaron encantadores. Yo me encontraba con una mezcla de vergüenza y de felicidad, porque me resultaba una locura lo que estaba aconteciendo. A las 13:30 hs. nos llaman de Buque bus para confirmar que saldría el autobús que nos llevaría a Colonia para tomar el barco dentro de media hora.

Así que terminamos de almorzar y nuevamente los tres nos encontramos en la acera, en un día frío gris, que parecía de invierno, para tomar un taxi. La tormenta y el viento continuaban como si ahora nos echara hacia otro destino. Llegamos a la estación y ya había una cola de personas para tomar el autobús. Así luego de despedirnos de la madre, nos subimos al colectivo con rumbo a Colonia.

CONTINUA

Cuento sobre la libertad

La princesa Jaqueline

CASTILLO TENTACION

Había una vez, una princesa muy presumida que se había mudado a un gran castillo para vivir. La princesa que se llamaba Jacqueline, era de baja estatura por lo cual usaba siempre altos zapatos para que no se notara. Tenia, pómulos salidos y el pelo castaño y corto, siempre bien recogido por su coronita de rubíes rojos.  Jacqueline era naturalmente bella pero necesitaba siempre estar a la moda para sentirse bien. Los vestidos y zapatos se desparramaban a lo largo de la casa y a veces no eran usados porque se olvidaba de su existencia, perdidos en algunos de los armarios.

El castillo quedaba en las afueras de la ciudad. Dado que se había imaginado que continuamente tendría recepciones, fiestas y banquetes, contaba con varios cuartos. Pero las visitas nunca llegaban. Espero y espero pero nadie arribaba a pesar de la hermosura del lugar.

Un día salio a caminar por el bosque, y se encontró a una ardillita que juntaba felices sus bellotas; no necesitaba mas que eso para ser feliz. La princesa Jacqueline la observo por algunos minutos, y luego se acerco y se presento. Le contó que en su jardín contaba con distintas especies de árboles y que si viviera en el castillo serian solo para ella, por lo tanto no necesitaría tener que buscar su comida ya que esta se le proporcionaría sola, con la ayuda de sus sirvientes. La ardillita, no tenia problema de facilitarse su comida, pero la invitación era tentadora. Así que le pregunto: ¿Con quien vives en ese gran castillo que resplandece a lo lejos? La princesa le contesto que sola. La ardillita entendió que la princesa necesitaba compañía y decidió dejar su casita por un tiempo para compartir con la princesa. Ambas marcharon felices para el castillo.

Al llegar al jardín, la ardillita comprobó que no le había mentido Jacqueline, había toda clase de árboles para ella sola. La ardillita, corrió a treparse a los árboles con gran felicidad cuando Jacqueline la llamo. “A pesar de la abundancia que te rodea, mis sirvientes te alcanzaran tu porción diaria con solo decir lo que te gustaría comer ese día”, le explico. Continuo diciéndole, “De esta forma las bellotas, nueces y almendras no se desparramaran por el jardín. Es importante que los jardines luzcan bellos, por eso no hay frutos caídos,  todos son recogidos a primera hora de la mañana. Tendremos que buscarte un nombre apropiado para ti, te llamare Mía”. La ardillita, acepto el trato creyendo que era lo correcto dada la generosidad de la princesa.

Los días empezaron a correr y la ardillita se dio cuenta que al no tener que proporcionarse la comida le quedaba mucho tiempo libre para jugar. Pero no sabia como la princesa lograba acaparárselo todo sin que quedara tiempo para divertirse. Al principio la tentaban los paseos en carruaje, la decoración de los cuartos de visitas, o la sala de juguetes de porcelana, ya que eran novedad para ella. Compartía con la princesa, las comidas diarias, con vajilla de plata y pocillos de cristal. Nunca había visto nueces y avellanas tan perfectas, que brillaban. Hasta una silla a medida había sido confeccionada para su preciada amiga la ardillita para que concordara con el resto del mobiliario. A la semana de encontrarse en el castillo, Jacqueline, la sorprendió con una colección de vestidos a medida para que Mía usara cada día. Una coronita con un rubí le fue regalada que pesaba en demasía pero la ardillita no quería decepcionar a su amiga y la usaba, a pesar que la limitaba en movimientos. “La princesa solo quiere agasajarme”, se repetía continuamente.

 

Un día de primavera, una amiga de la princesa llamada Enriqueta, que era aun más presumida que esta, llego de visita al castillo. Dos carruajes la acompañaban para traer su equipaje. La princesa Enriqueta vivía en otra comarca y no quería perderse ninguno de los bailes y banquetes que se llevarían a cabo en los distintos castillos de la región. En ese momento se acordó de la princesa Jacqueline que vivía sola en ese gran castillo con tan buena ubicación. Jacqueline, feliz por recibir visitas le cedió la habitación principal que hasta ese momento usaba la ardillita que sin protestar se cambio a otra. “Era lo mismo para ella, pero porque la princesa no se daba cuenta que la había invitado primero”, pensaba en sus adentros.

 

Enriqueta, era esbelta de nariz respingada y de larga cabellera rubia. Viajaba continuamente en búsqueda de los mejores vestidos y joyas que se usaban en la temporada, lo cual le competía a Jacqueline en su gusto por la moda. Así comenzó el desfile de sedas de oriente confeccionadas en occidente, de vestidos de todos los colores acompañados por zapatos con tacos trenzados en Egipto o con diamantes engarzados, de accesorios traídos de Paris y una guía de peinados sofisticados. Los baúles no dejaban de abrirse mostrando sus contenidos. Jacqueline y Enriqueta no salían del castillo para probarse los atuendos que usarían en cada velada durante los próximos quince días. Ningún detalle podía dejarse a la ligera. Así fue como la rutina cambio. Los juegos se dejaron de lado para cumplir con los requisitos que se necesitaban para lograr estar aun más bellas. Peluqueros, maquilladores, y modistos no dejaban de transitar por los pasillos para cumplir con sus pedidos de cada día. La ardillita, cada día que pasaba sentía un malestar que no sabia de donde provenía. No se daba cuenta que sus paseos por el bosque y su diversión de encontrar su comida por la amplitud de este donde siempre algo la sorprendía; los había cambiado por largas horas encerrada frente al espejo dándole el beneplácito de que vestido usar para determinada ocasión a sus amadas princesas. “Estaré mas gorda por no treparme mas a los árboles y por eso me siento mal”, le decía a Enriqueta cuando le preguntaba que le pasaba que tenia esa cara de aburrimiento. Las princesas no entendían que ha ella no le importaba el color de moda de esa estación. Claro que para participar de los eventos tenía que cumplir con las indicaciones de la moda, o sea de ellas. Así que Mía, cambiada de atuendo según la ocasión. Un día llevaba un moño azul índigo en la cabeza y al otro día una capelina de seda color escarlata, hasta le quemaron sus pelos por tratar de hacerle un peinado del coiffeur del año. Pero eso no era todo. La princesa Jacqueline que al principio parecía dulce y amigable, comenzó a mostrar sus cambios de humor ¡Había que hacer lo que ella quisiera sino se molestaba! Lo cual implico que la ardillita muchos días terminara mareada entre tantas idas y venidas por los cuartos. En realidad, Jacqueline se había olvidado de jugar,  ya no tenía tiempo de divertirse con Mía y esta debía acompañarla a todos lados ya que era su amiga.

Los quince días de fiestas y bailes continuos pasaron y la princesa Enriqueta se esfumo como había llegado. Sus dos carruajes volvieron a buscarla con todo su equipaje. La ardillita pensó que al fin se restablecería la calma en el castillo, pero algo en su interior le decía que ya nada era igual. Pensó que era buen momento para marcharse pero la princesita quedaría sola en ese gran castillo y decidió quedarse un poco más.

 

Pero un día Mía, llego mas tarde de lo costumbre a cenar, dado que se entretuvo conversando con unas mariposas en el jardín que le habían hecho recordar la belleza de su casa. Ese día la princesa decidió, sin explicación, ausentarse al almuerzo en el jardín que había de desarrollarse con un circo de gitanos. Hombres que tragaban fuego, mujeres que se contorsionaban, payasos que bailaban y monos que hacían piruetas fueron pasando uno a uno por el teatro montado para la ocasión. Pero la princesa, a pesar de las risas y el jolgorio, no apareció. La ardillita que le gustaba el aire libre decidió asistir a pesar de que ella no la acompañara y juntarse con los amigos que había invitado. El espectáculo termino y la ardillita se encontró con tres mariposas amigas que solían visitarla en su casita y que al no verla allí, salieron a buscarla ¡la extrañaban! Mía, se olvido del horario compenetrada en la charla. La aguja marcaba las nueve de la noche al entrar en el castillo. Se había retrasado solo unos veinte minutos. El comedor se encontraba en oscuridad, solo una vela alumbraba a la princesa al final de la larga mesa para veinte comensales. El silencio se convertía en vació. La princesa no la había esperado para comer. Su cara de malestar era notoria y la ardillita se sentó frente a ella para conversar sobre lo que había hecho en el día. ¡Estaba entusiasmada de haberse encontrado a sus amigas mariposas! Pero la princesa no pronunciaba palabra y por primera vez su plato no estaba dispuesto. A los pocos segundos, Jacqueline la mira y le dice con tono altivo: “Mía, me vas a mirar comer sola, anda por favor a hacer tus actividades a tu cuarto. ¡No quiero escucharte! ¡Ah! y me olvidaba si quieres hoy comer los sirvientes se olvidaron de juntarte tus bellotas y sabes que no estas autorizada a treparte a los árboles del jardín. Lo cual implica que… ¡te quedaras hoy sin comer!”.

La ardillita salio corriendo con una gran angustia porque no entendía la actitud de su amiga. Pero al entrar a su cuarto, comprendió que la princesa le había hecho un gran favor ¡la había liberado!  Ya había cumplido su tiempo allí, tenia que volver a su verdadero hogar. Así fue como miro el cuarto con sus vestidos a medidas y sus accesorios varios. ¡Nada de eso le serviría donde ella pertenecía! Así que, volvió a salir del cuarto y se despidió de su amiga agradeciéndole las bondades que le había dado. La princesa Jacqueline recién en ese momento comprendió que se quedaría sola de nuevo. Comenzó a ofrecerle cosas, bellotas con cremas, fiestas de payasos al atardecer,  paseos en carruajes por otras monarcas. Como Mía, no cambiaba de parecer, la obligo a retractarse ¡Por que no te llevas los vestidos y accesorios que te regale! No te das cuenta que sos una ingrata, son tuyos ya no me sirven- le decía.  Pero ya era demasiado tarde. A pesar de los zorollos y gritos de la princesa, la ardillita ya estaba en camino.

El precio de su amistad con la princesa había sido muy alto, no disponía más de su tiempo y ella no podía realmente valorarla. Lo que parecía que daba para agasajarla, en realidad no le importaba porque le sobraba. Todo giraba en torno de ella. Recién al quedarse sola aprendería su lección. Estar solo puede llegar a ser una elección pero cuando no lo es, mortifica. La princesa, parecía tener mucho pero le faltaba lo mas importante saber compartirlo desde el corazón.

La ardillita se había obnubilado,  el bienestar del castillo la había apresado. Nunca había valorado su libertad por no saber lo que era su falta. Recién pudo liberarse al ser rechazada por la misma que la tenía controlada. Por más comodidad que tuviera en el castillo, el bosque era ilimitado. Tal vez no tenía siempre abundancia en el alimento pero podía controlar sus horarios y siempre tenia tiempo para mirar las estrellas que brillaban en el espacio y eso era impagable.

 

Cuento LA NAVE DE LOS SUEÑOS

La nave de los sueños II

Sofía se levantó bien temprano a la mañana y le pidió permiso su mamá para ir a la playa que quedaba solo a dos cuadras de su casa. Llegó al gran arenero gigante de color dorado, y empezó a construir una nave espacial en la cual pudiera caber y salir a volar por el espacio. De repente llegó un nene con una gran pala y un balde y le preguntó si podía ayudarla. Sofía lo aceptó como compañero y empezó a darle indicaciones sobre cómo construir la nave de sus sueños. Corito -así se llamaba el niño- la ayudó a sacar la arena, a alisar el tablero de control, y a hacer el asiento para que pudiera sentarse dentro. Mientras trabajaba le preguntó a Sofía si podía hacer otro asiento para poder volar juntos. Pero Sofía no lo escuchó, siguió muy concentrada decorando las alas de la nave con estrellas como si las hubiera tomado del espacio. Corito se limitó a cumplir las indicaciones que recibía. Luego le sugirió a su amiga ir a buscar caracoles y almejas para decorar la nave. A Sofía le encantó la idea. Ya en la orilla disfrutaron de su compañía sin pensar en nada.
Llegada la tarde, Sofía estaba muy satisfecha con el resultado ya que empezaron a venir nenes de toda la playa para ver la gran nave espacial que se disponía a volar. Corito vio como todos le hacían preguntas a Sofía y sintió que sobraba, así que decidió ir a meterse al mar con su papá. Un rato después Sofía, sola en su nave, se dispuso a utilizarla por primera vez. Se metió dentro, le tiro unas gotas de agua salada como si fuera una botella de las bebidas burbujeantes que su papá guardaba en la alacena y se sentó a manejar los controles. Puso en marcha el motor de la nave y se dispuso a volar por los anillos de saturno, por las lunas de Júpiter y aterrizar en las arenas rojizas de Marte. Ni bien salió de la nave para hacer su exploración se dio cuenta que le faltaba algo. Entró de nuevo para ver si recordaba lo que le faltaba y vio que todo estaba en su lugar. En Marte se dio cuenta que las cosas se disponían de forma similar a la tierra, y entendió que se aburría porque no había con quien hablar. Corito, pareció decirle una voz. Descubrió que hacía tiempo que no lo veía y que no había viajado en la nave con ella. ¡Se había olvidado de invitarlo! ¿Como le había sucedido eso? ¿Dónde estaba? Ella no podría estar viajando a Marte o viendo los anillos de Saturno sin el trabajo constante de su nuevo amigo. Así fue como decidió retroceder y regresar a buscarlo. Durante diez minutos maniobró imaginariamente el volante, tocó varios botones hechos con caracoles y almejas y frenó con una pala que la había colocado Corito como freno de emergencia. Ni bien creyó aterrizar de nuevo en la playa, salio corriendo de la nave a buscarlo. Caminó por la arena dorada pero no lo veía. Con el apuro de construir la nave y de llevar a cabo su deseo no le había preguntado donde estaba su carpa, si vivía allí, de dónde era, como podía ser que no lo hubiese visto antes. Solo se había dispuesto a darle instrucciones de cómo llevar a cabo la nave de sus sueños.
Después de buscarlo durante una hora, lo vio jugando con unos chicos a la pelota. Fue corriendo a buscarlo y a pedirle que vuelva a jugar con ella en su mundo espacial. Corito la miró y le dijo que él había jugado con ella toda la tarde, y como no le había puesto otro asiento a la nave pensó que ella quería viajar sola. Sofía le dijo que tenían que volar juntos. Sofía confesó que lo extrañaba. Él la envolvió en miradas y le pidió que lo esperara un rato, que después de jugar con sus amigos, la acompañaría.

Sofía se sintió abandonada. ¿Por qué tenia que terminar el partido si sus amigos podían terminarlo sin él? En cambio ella no podía viajar a nuevos planetas sin su tripulación. Sofía no espero a Corito y se fue sin decirle nada. Mientras volvía a la pista de aterrizaje vio un nene que estaba mirando las burbujas de aire que hacen las almejas cuando están debajo de la arena. Lo observó siguiendo los agujeritos y tratando de hacer pozos para encontrarlas. Meditó y creyó que podría ser un buen copiloto. Así que lo invitó a jugar en su nave. Lo llevó a donde esta se encontraba, le mostró las medidas, los controles y le dijo que había decidido en este viaje ir al cinturón de Orión a ver a las constelaciones de las tres Marías. Matías -tal el nombre de su nuevo amigo- montó apresuradamente a la nave y se llevó puesto el escalón que Corito había hecho durante un buen rato. Sofía, molesta, pensó que era mejor que nada, así que le hizo un lugarcito en su asiento y le empezó a indicar que tomara el control, mientras ella medía la temperatura desde las ventanas. Así fue como Matías, descubrió la almeja en el botón de mando y no pudo resistirse a robársela y salir corriendo de la nave con su tesoro. Sofía empezó a correrlo por la arena pero fue en vano, el nene era mucho más veloz y Sofía terminó rodando por el agua sin lograr recuperar la almeja ni a su nuevo compañero de viaje. ¿Por qué todo le pasaba a ella? ¿Qué hacia mal que nadie se quedaba a jugar con ella? ¿Por qué Corito no había vuelto? ¿Por qué? Solo porqués y las lágrimas que empezaban a rodar por sus mejillas cuando ve a Corito sentado con su familia leyendo un libro. Secándose las lágrimas, mojándose el cabello para demostrarle que había estado nadando y olvidándose de todo lo que había sucedido, se decide a reconquistar a su amigo. Realmente lo extrañaba, se habían divertido tanto construyendo la nave. Él la había entendido. Habían hecho un buen equipo desde el principio.
Se acercó decidida y le pidió a Corito que volviera a compartir sus aventuras. Después de todo lo que había trabajado en la nave ni siquiera la había probado. Corito continuaba leyendo sin mirarla. Sofía sentía bronca y empezó a planificar tácticas y utilizar mentiras para lograr la atención de su amigo. ¿Cómo recuperar lo que había perdido? ¿Como no se había dado cuenta de lo que valía? ¿Por qué se había cegado tanto? ¿Por qué no se había dado cuenta de lo importante que era su compañía? La experiencia sólo sería completa si estaban juntos. Lo que Sofía no sabia es que Corito había vuelto a jugar con ella ni bien ella se había ido sin hablarle. Pero al ver que Sofía invitaba a otro nene a manejar la nave que los dos habían construido, se sintió traicionado. No tenía más ganas de verla, por más que había disfrutado construyendo la nave con ella e imaginando todos los lugares que visitarían, era más seguro viajar con su libro. Había abandonado el partido y ni diez minutos había esperado. Sofía no se contentaba con la respuesta de Corito y empezó a hacer ruido para llamar su atención e impedir que leyera. Corito se daba vuelta pero ella seguía tocando los baldes como si fueran tambores hasta que sé tentó, empezó a reírse y se decidió a acompañarla a jugar. PUFF! ¿Por qué sos así?, no te das cuenta que estuve horas queriendo jugar con vos pero vos estabas más preocupada en hablar con otros nenes que ni conocías- le dijo Corito. Ya sé, perdóname, yo solo quiero jugar con vos- repetía incansablemente Sofía.
Había atardecido, los dos nenes empezaron a buscar la nave espacial por la playa, pero esta ya no estaba. ¡No puede ser! gritaba Sofía. ¡Alguien la destruyó! ¿Cómo puede ser que no este? La habíamos construido entre la carpa amarilla y la roja a lunares. ¡Fijate Corito! – lo mandaba. Sofía empezó a llorar y no podía detenerse. Corito fue a preguntarles a los de la carpa amarilla si no habían visto la nave espacial. Un abuelo con gafas se acercó al niño y le contó que la marea había subido así que habían tenido que mover sus cosas, ya que el agua había arrasado con gran parte de la playa. Corito volvió para contarle a su amiga lo sucedido. Pero Sofía no podía escucharlo, había perdido su nave espacial y no había podido jugar en ella porque Corito se había ido. Te das cuenta Corito vos tenés toda la culpa. ¡Si no te hubieras ido! Yo no tendría que haberte ido a buscar, todo por tu culpa, no pudiste jugar ni una vez conmigo en la nave espacial. Yo quería llevarte a Plutón y a galaxias desconocidas que nunca podrías explorar con otra persona ya que sólo yo conozco donde están. ¿Por qué? ¿Por que? – repetía. Corito la miró por unos segundos y se dio cuenta que no ganaba nada explicándole por qué se había ido, ya que él creyó que la había ayudado en su proyecto y que eso la haría feliz. En un momento Corito le ofreció ayudarla a hacer la nave espacial de nuevo al otro día. Pero Sofía no entraba en razones, le decía que si le hubiera importado tanto la nave espacial no se habría ido, que no jugaría nunca más con él. En realidad no era lo que ella quería porque le había gustado mucho conocer un nuevo amigo pero no podría controlar su lengua. Llegó la mamá de Sofía a buscarla y al verla llorar la subió a sus brazos y la llevo a su casa sin darle la oportunidad a Corito de despedirse.
Al otro día, Corito fue a buscarla a la playa para jugar juntos pero Sofía no apareció en todo el día. Se quedó en su casa dibujando naves espaciales, imaginándose los planetas a los que hubieran ido con Corito, los habitantes del espacio que hubieran encontrado. Durante todo el día dibujó y dibujó a pesar de que el día era hermoso y le daban ganas de jugar en la arena o en el mar. Luego de pintar por un buen rato recordó lo divertido que había sido construir la nave espacial y cómo lo habían logrado. Al pensarlo se dio cuenta de que nunca le había agradecido a Corito su ayuda, sin él nunca lo hubiera conseguido. Así que le pidió permiso a su mamá y fue a buscarlo. Había atardecido y por más que lo buscó por toda la playa, Corito no estaba.
A la mañana siguiente, Sofía se levantó muy temprano para ir a ver a su amigo. Se dio cuenta que había sido una tonta por pelearse con él cuando el había sido tan importante para la construcción de su nave y que tal vez podían hacer una más grande esta vez. Llevó uno de sus dibujos para regalárselo. Llegó a la playa emocionada buscándolo para jugar con él. Pero al verlo jugando con unos nenes a la pelota, se fue corriendo a la carpa donde estaba su mamá. Escondió el dibujo en un bolso y se sentó a leer un buen rato. Pasó la tarde sin que Sofía se moviera de la carpa. Cuando se disponía a irse vio que Corito venía corriendo a saludarla. ¡Hola! ¿Cómo estas? ¡Que bueno verte! ¿Dónde habías estado? Hoy jugamos a los piratas con los chicos en la playa, hubieras podido venir a jugar con nosotros, ¿dónde estuviste? Sofía sólo atinó a decirle que lo vería mañana. No pudo darle el dibujo que guardaba en el interior de su bolso. Estaba enojada y no sabía por qué había estado toda la tarde esperando que la viniera a buscar cuando Corito ni la había visto.
Al otro día, a Sofía se le hizo tarde para ir a la playa porque estuvo ayudando a su mama. Corito al verla, se acercó enseguida. ¡Hola!, de nuevo. Te estuve buscando toda la mañana, porque en una hora me voy. Yo soy del interior, vine a visitar a unos tíos con mis padres y ya estoy regresando. Sofía no podía creerlo, se iba y no habían podido jugar. No tenemos tiempo de hacer la nave espacial de nuevo- decía Sofía con cierta tristeza en sus ojos. Sin dudarlo Sofía sacó el dibujo del bolso. Se había arrugado y los garabatos se habían transformado en una mancha de color. Pero igual decidió regalárselo. Corito lo miró y dijo “Muchas gracias”. En realidad se ha estropeado un poco, pero lo hice pensando en vos- aclaró Sofía. Corito, vio en el dibujo una oportunidad para jugar. Tiene tan lindos colores el papel, ¿Qué te parece si lo transformamos en un barco para que navegue en el mar? Tal vez no será la nave espacial pero el barquito puede navegar por el océano y viajar a muchos lugares que nosotros ni sabremos pero llevará tus colores y mi ingenio. A Sofía le pareció una linda idea. Sentados en la arena se pusieron a armar el barco de papel. Ni bien lo terminaron se fueron a la orilla y lo soltaron imaginándose que eran dos tripulantes de esa navegación. En ese mismo instante los padres de Corito lo llamaron para irse. Se despidieron con una gran sonrisa. Sofía se quedó mirando al barco que se perdía en el mar. Ya no le importaba donde llegaría. Era mucho mas importante cómo había sido hecho.
La nave de los sueños I
FIN

Cuento de una noche de verano de causa y efecto constante

Vagando por la ciudad

“Vagando por la ciudad”

Verano del 2003, Buenos Aires era una explosión de turistas por doquier. La devaluación había provocado un flujo de extranjeros por doce años jamás vistos; la ciudad necesitaba acostumbrarse a ello. Los souvenirs, las oficinas de turismo comenzaron a aparecer sin antes jamás haberse dado cuenta de explotar esa veta. Argentina por mucho tiempo solo se observo así mismo, sin querer que otros la vieran, ahora la necesidad lograba la apertura. Pero la falta de costumbre provocaba diferentes reacciones de la gente, se pasaba de ser demasiado amable a demasiado interesado por el vil billete verde, que hacia como respirador artificial de las esperanzas de los argentinos tan acostumbrados a este. Los aprovechadores, estafadores, en fin la viveza criolla aparecía como una realidad triste de enfrentar. Esta eventualidad me llevo esa noche calurosa de verano a vivir una instantaneidad con tanta profundidad que ahora me embarcare a contar. Una sucesión de causa y efecto interminable que me llevo a su encuentro, que me condujo a sus brazos, que me controlo sin poder despegarme. Partir de una decisión sin poder determinar lo que sucedería, sin poder imaginar jamás lo sucedido. Accionar en la realidad siempre te da su recompensa, siempre te brinda un espacio de juego nuevo y lo bueno es que todo puede cambiar. De alguna forma se abren puertas y se puede encontrar más de una salida al final. Solo hay que dejarse llevar, y las alas luego comienzan a desplegarse como si fueras una gran águila empiezas a volar, sin saber nunca donde tu instinto te llevara.

Eran las dos y media de la noche del primer viernes del año en Buenos Aires. El clima en general era distendido, la mayor parte de mis amigas estaban de vacaciones. Yo había decidido no tomármelas por el momento dado que no tenía ningún programa que valiera la pena para hacerlo. Sin poder encontrar compañía esa noche decido salir sola. Sentía que no valía la pena internarme en la noche sin tener un programa definido, pero algo en mi interior me decía que no podía perderme esa hermosa noche de verano. Me encontré caminando por la zona de moda de bares, sin destino definido; actuando como si estuviera esperando a alguien que nunca llegaría. Disfrutando de observar a mí alrededor, la explosión de gente aprovechando de la oscuridad y del encuentro. Caminaba de esquina a esquina viendo si alguien conocía, si alguien me atraía, en definitiva si algo podría cambiar mi destino. Entre en varios bares buscando algo que no sabia que era pero que no encontraba.

Luego de un rato decido quedarme en una esquina del barrio de Palermo, donde había un bar que se extendía a la calle. Estaba tranquila en mi burbuja, observando a la gente pasar. De pronto, escucho un grupo de chicos que me hablaban de atrás y a los cuales no me interesaba prestar atención. En realidad, estaba haciendo tiempo para ir a otro bar donde se encontraría una persona que conformaba una historia, un expediente abierto que quería terminar, quería saber que era lo que pasaba. Así fue como luego de unos segundos, siento un frío mojado en mis piernas, me habían arrojado un vaso de coca cola con alcohol por detrás. Una bajeza difícil de aceptar de un hombre, una ofensa inentendible sino no creyera en la causa y efecto de las cosas. Me doy vuelta y lo observo, un hombre o en realidad dada su acción un niño de 30 años rodeado de seis amigos, no me miraba denotando su culpabilidad. Mi bronca interna era enorme, no solo por sentirme perpleja, sino que tenía puesta una pollera de gamuza que se encontraba toda manchada y mojada. Al verlo pensé en buscar un vaso de alguna bebida e imitar su acción, pero sentía que estaba repitiendo su bajeza, que estaba llegando a su mismo nivel, y su actitud no tenia ni explicación. La segunda opción que paso por mi cabeza fue pegarle una bofetada, tenia tanta bronca que no me costaría nada tomar fuerzas y hacerlo, pero el hecho de estar sola y de que tuviera su pandilla alrededor me daba más que temor por no saber que sucedería. ¿Alguien realmente saldría en mi defensa?, o ¿todos serian tan cobardes como los amigos de este para permitir algo como ello? En unos segundos varias acciones habían pasado por mi cabeza, pero al verlo solo atine a denotar mi perturbación con una verborragia de palabras correctas, y señalando su culpabilidad. “Solo puedo entender que seas un tarado, de hombre no tenes nada, te falta mucho”. Esas pocas palabras frente a sus amigos mostrando su vergüenza eran suficientes. Mi tiempo se había acabado en esa esquina. Tenia que seguir mi camino, mi próximo destino me esperaba.

Camine esas cuatro cuadras que me separaban del lugar donde se encontraría mi último affaire, después de estar un mes deseándolo, se había producido el encuentro. La primera vez que estaba con un médico, no es una profesión afín a mí. Aunque al verlo al “Doc” nunca lo hubiera imaginado: pelo castaño, candadito finito en la pera, nariz prominente que lo hacia interesante, cuerpo bien formado. Tenía un arito en la lengua que no se le notaba, solo si lo besabas, y que al él le resultaba excitante. En definitiva, tenía mucha onda y era muy atractivo. Era el típico creído al cual no le daría el gusto, pero nunca digas nunca. Así fue como una noche me deje llevar por sus encantos después de haber hecho buenas jugadas. Me había escrito su numero de teléfono en un papel para que lo llamara, pero daba inexistente. No entiendo la necesidad de dar tu número equivocado cuando ni se lo había pedido. Pero en vez de hacer supuestos erróneos; de vez en cuando hay que hacer frente a la situación y preguntar porque.

Sabía que esa noche estaría allí. No sabía si valía la pena volverlo a ver, pero todavía rondaba en mis pensamientos. El hecho de estar sola en esta situación me hacia sentir que no tenia una armadura en la cual esconderme, una compañera que me diera la excusa de estar allí, un viernes a la noche en ese bar buscándolo a él. Llegue al bar y sin dudarlo me dirigí a la terraza, estaba repleta de gente. Entre la multitud lo diviso, rodeado de amigos. Paso de largo, doy una vuelta observando si había alguien a quien conociera. Avanzo nuevamente hacia donde él se encontraba, me observa y con una sonrisa en la boca se me acerca y me saluda. Comenzamos a charlar de las fiestas que transcurrieron hacia poco, y de eventualidades para achicar la brecha de desconocimiento que existía entre los dos. Una noche de pasión nos había unido, y esa misma noche ahora nos separaba. Él no tenía respuestas, y yo demasiadas preguntas. La conversación se desvió al punto que me hacia estar allí. Su número tenía un solo digito erróneo y me argumentaba que lo había escrito mal; cuando él lo había hecho. Pero no había necesidad de entrar en detalle. Quería saber en que terreno me encontraba con él, si había algo que rescatar o si me lo tenía que olvidar. Tal vez al no actuar era claro, pero yo necesitaba escucharlo para que el expediente pudiera cerrarse. En medio de la conversación me dice “me voy a dormir ¿Vos te vas a quedar esperando a tu amiga?”. Comentario que le había hecho al saludarlo y preguntarme con quien había venido. Hay a determinadas personas que uno puede decirle que estas sola, pero con otras es preferible callar, y con él sentía que su ego se iría más alto de lo que ya lo tenia. Asimismo, ¿que significaba que me hiciera esa pregunta? ¿Querría que lo acompañara? Le digo si queres te acompaño unas cuadras, así charlamos. Me mira y me dice “si queres charlar lo hacemos acá”. A lo que le contesto, ¿pero no es que te vas? Seguidamente le digo, adelantándome a su pensamiento, ¿No te voy a acosar, si es lo que te preocupa? Solo quiero conocerte un poco más. Me mira y de alguna forma logro escuchar lo que estaba buscando. En realidad era un poco de sinceridad, la cual parecía que le costaba demasiado. “Me encanto conocerte, esa energía increíble que tenes. Pero la verdad es que recién acabo de terminar una relación que me importo demasiado, y no quiero ningún tipo de compromiso. En realidad no quiero conocer a nadie”. Razones valederas y que se entienden.

¿Porque a algunos hombres hay que sacarles con tirabuzón las palabras? ¿Porque no pueden realmente ser sinceros y decirte lo que realmente pasa sin dar vuelta la situación, sin llegar a ningún puerto? Podría ser tan fácil, y al final siempre se complica. La comunicación termina siendo la llave que falta para poder abrir esa puerta y llegar al otro lado. Él, no solo me denotaba su falta de interés, sino también su inestabilidad y falta de saber que era lo que quería. No podía ser claro, y ello me hizo decirme a mi misma “Basta, ¿Para qué me voy a quedar esperando aquí a una amiga que nunca llegará, y que piense lo que quiera? Vos te queres ir, me parece bien, pero primero me iré yo, pensé. No sabía adonde, como ni porque, pero sin dudarlo luego de entrar brevemente al baño y mirarme al espejo, y decirme a mi misma que había venido buscando respuestas y las había obtenido, no tenia más sentido perderlo con alguien que no era para mí. Me fui del baño, teniendo un solo objetivo salir de ese bar lo antes posible. Pase a su lado mientras él despedía a su amigo en la caja, ni pare para decirle “Chau”, mi mirada estaba más allá, no quería ver atrás. “Mi tiempo había terminado aquí” me dije interiormente, y salí del lugar.

Salí con un ímpetu que derribaba árboles a mi paso, quería volar, olvidar la desilusión. Sin haber caminado cinco pasos, dos chicos altos de apariencia extranjera, captan mi atención. Mis pasos comienzan de a poco a frenarse para escuchar la conversación que entablan con tres chicas. No pude seguir caminando, necesitaba escuchar de qué se trataba. No perdía nada, mi noche ya se había acabado, me iba a dormir. Al principio dude que fueran un grupo, pero al escuchar que los extranjeros les preguntaban a las chicas de algún lugar que les pudieran recomendar para ir a bailar, comprendí que no lo eran. Quería ver que sucedería, si terminarían con ellas. Hablaban español de Latinoamérica pero en su acento se podía observar que eran de otra parte, de un lugar más lejano. Uno era muy alto así que no pasaba desapercibido, con pelo ondulado, ojos chiquitos pero chispeantes, el otro era más bajo de contextura bien formada con nariz perfecta y ojuelos en la sonrisa; muy atractivos ambos. Pero ni bien las chicas mencionaron un lugar, no pude escucharlo porque la actitud de una taxista llamo completamente mi atención. Se bajo del taxi, dejando el auto en marcha en doble fila, y camino cerca del de estatura normal, tocándole el hombro le dijo “no te preocupes que yo los llevo”.

La escena me resulto sospechosa, dado que ellos todavía no habían definido el lugar, ni buscado a un taxi; se mantenían con calma agradeciendo a las chicas por la ayuda. La actitud de la taxista era excesivamente servicial. Ellos al ver que la mujer se les había ofrecido a llevarlos, asintieron con las cabeza la propuesta. En sus caras podía observarse confianza hacia la mujer, hasta cierta ingenuidad que me conmovió. Por mala suerte en Argentina siempre hay que pensar en lo que te puede pasar, porque siempre algún vivo hay y no se puede estar desprevenido. Al ver a uno subirse al taxi sin ni siquiera dudarlo, algo dentro de mí me llevo a acercarme al de más estatura que todavía se encontraba afuera y agarrándolo del brazo lo freno. Se da vuelta anonadado, sin saber de adonde había salido, y le digo sin soltarle el brazo: “no podes subirte a un taxi sin saber a donde ir, porque los va a pasear por todo Buenos Aires. Es peligroso, tienen que tener cuidado”. Me mira y me dice “¿pero que hacemos si no? Queremos salir”. En un segundo pensé en como solucionar la situación, ya que era evidente que la mujer los iba a estafar, y no me podía ir sabiendo que corrían ese riesgo. ¡Solo había una solución! Lo miro y le digo “si queres los acompaño. Yo me iba a dormir, pero la verdad he viajado sola y siempre he encontrado gente que me ha ayudado a mi paso, es lo menor que puedo hacer. Después yo sigo mi camino, pero soy de acá y conmigo no van a tener problema”. Él me mira y sin vacilarlo me dice “Perfecto”. Así fue como me subí al taxi con estos dos extranjeros totalmente desconocidos, pero a los cuales pensaba defender de la “viveza criolla”.

Ni bien entro al auto, la mujer se sorprende ante mi presencia, y le dice en forma incisiva al que ya se encontraba dentro “¡Ah! Pero si viene ella, no los voy a poder llevar al lugar que te comente antes”. La miro y le digo “¿Qué lugar es ese? Yo soy de acá y los voy a acompañar a donde quieran ir”. A lo que contesta el extranjero de menor estatura “no se, dice de un local donde las mujeres bailan, me dijo que es lo mejor de Buenos Aires”. Los miró, ya que la situación se me había ido de las manos, en milésimas de segundo pensé que tal vez eran peligrosos, ¿no tenia sentido estar allí? Yo ni los conocía, pero una fuerza difícil de explicar me había llevado a encontrarme en esa situación de la cual ahora no podía salir. Estaba ya sentada en el medio de estos dos desconocidos, y les pregunto ¿Pero ustedes quieren ir a un cabaret?, porque si es así me bajo. “No” contestan a unísono. El más alto agrega “Solo queremos ir a un lugar a bailar, estamos cansados de dar vueltas por bares. Estas chicas con las que recién hablamos, mencionaron un sitio que se llama Podesta, ¿lo conoces?”. A un cabaret los quería llevar esta mujer, y ellos sin ni siquiera saber. ¿Que tipo de comisión tendría allí?, pensé. Era la señal que necesitaba para saber que había hecho lo correcto. Antes de que pusiera el auto en marcha, le digo que espere para poder definir adonde ir, pero sin escuchar mis palabras arranco. “¿Haber, ustedes que quieren hacer? Mi nombre es María. ¿Cuales son sus nombres? ¿De donde son?”. Al que había agarrado el brazo me dice Jeff y el otro Christian. Somos de Canadá, dicen.

Al decir que eran de Canadá, mi corazón comenzó a latir dada la unión que siento por ese país. Cuando tenía dieciocho años me fui a vivir por casi cinco meses a Ottawa a estudiar en una Universidad un curso intensivo de Ingles como Segunda Lengua. Pero no solo un idioma aprendí, sino que fue mi primer contacto conmigo mismo. Sola me encontraba en un país desconocido con costumbres, clima y cultura diferente, y a la fuerza me independice y comencé a descubrir el mundo. De alguna manera rompí el cascarón del huevo en el que me encontraba, descubrí que había un mundo enorme detrás de la ciudad que había vivido toda mi vida, y que tenía que descubrirlo. Que el mundo no solo estaba conformado por personas provenientes de inmigrantes europeos, sino que había otras culturas y religiones y prácticas que nunca antes había visto y que podían convivir, o que por lo menos en Canadá intentaban hacerlo. Todos esos recuerdos aparecieron en mi mente, pero sólo comente que había vivido en Ottawa algunos meses y que adoraba ese país. ¿De que parte son?-Proseguí. De “Québec” responden. De veras, me encantó Québec, yo justo tuve la posibilidad de estar en el Carnaval de Invierno. Me impresionaron todas esas esculturas de hielo y nieve por doquier. Todas las casas y calles decoradas con delicadeza y fineza por el hielo. Tantos recuerdos pasaron por mi mente: andar en trineo, ver una carrera de canoas con el río a medio congelar, y ni hablar del Chateau du Frontenac, esa magnifica construcción francesa que se convirtió en un hotel cinco estrellas y que predomina la vista de la capital.

La taxista se apresuró a sugerir lugares mientras el auto había comenzado a andar y nuestra conversación se mantenía en su lugar de origen. Propuso la Costanera Norte, o a otros lugares, que involucraban cruzar media ciudad para llegar. Dado que eran las cinco de la mañana no valía la pena ir sin saber si había una buena fiesta. Así que les mencionó donde quedaba el lugar que ella se refería con sus pro y contras. Ellos subrayaban que no les importaba el lugar solo bailar. A lo que digo “entonces no se si vale la pena dar tantas vueltas para llegar a la Costanera, que no solo les quita dinero sino tiempo”. Para que mencione ello. La taxista comenzó a manejar en forma apresurada y encolerizada. ¿Cuál es tu negocio?- Me dice de mal modo. A lo cual pensé, ¿de que negocio me está hablando? Si solo yo pienso en protegerlos, el hecho de que la taxista se bajara del taxi no es algo común ni en Buenos Aires, ni en cualquier parte del mundo. Había gato encerrado, podía presentirlo. Su proceder fue extraño desde el principio. Me dice furiosamente: “Me estas haciendo perder mi negocio, no te das cuenta que me haces perder dinero”. La mujer frenaba con gran ímpetu, haciéndonos el viaje realmente incomodo. Así que la miro y le digo: “Sabes que el país esta como esta por personas como vos, que buscan estafar a la gente. Estos chicos vienen a conocer Buenos Aires, y vos los queres pasear, de alguna forma embaucarlos. Yo he viajado por el mundo y siempre me han ayudado. No tengo ningún negocios con ellos, solo demostrarles hospitalidad y por favor nos bajamos en el bar que dijeron que ahí definiremos adonde vamos. Si queres esperarnos, espéranos, sino ándate”. El bar solo quedaba a pocas cuadras, los extranjeros no entendían nada pero compartían la idea de no estar mas en ese auto.

Nos quedamos un rato charlando de lo ocurrido y terminaron convenciéndome para que los acompañara a bailar. De esta forma nos encontramos los tres en la puerta del boliche. Hacia tiempo que no iba a ese lugar así que no les podía realmente recomendar, pero ante la insistencia de ambos de bailar dado que desde las seis de la tarde se encontraban dando vueltas de bar en bar y ya estaban cansados; no dude en que entráramos y de ultima nos íbamos a otro sitio. No entendían que saliéramos tan tarde los argentinos. Así fue como me encontré bailando con estos dos desconocidos canadienses que por un momento me hacían olvidar de lo que había transcurrido durante toda la noche, y me hacían pensar en la casualidad del encuentro. Disfrute de bailar con ellos sin pensar en nada, me mantuve en mi burbuja disfrutando del momento. Se hizo de mañana y decidimos ir a desayunar medialunas con dulce de leche y mate a casa. Ni bien llegamos, Christian decidió seguir camino hacia su hotel comentando que estaba cansado. A esa altura de la mañana era notoria la atracción que había con Jeff y decidió dar por enterado al amigo que se quedara sin desayuno en una conversación interna entre ellos que no logre escuchar pero que luego me confeso. De esta forma nos quedamos con Jeff charlando hasta muy entrada la mañana para terminar enredados en la cama. Toda la noche había fluido como si hubiera sido digitada, yo solo me atreví a dejarme llevar y no me había equivocado.

Acordamos quedar para cenar. Se unió una amiga al grupo y nos juntamos a la hora acordada. La charla se dio amistosamente en castellano y en francés, tan bello idioma. Comenzamos a contarle a mi amiga como nos habíamos conocido, a lo cual, Christian confiesa que el pensó que yo estaba en asociación con la taxista. Ante mi cara de sorpresa desplegó su teoría que se había formulado cuando había entrado al taxi. Pensó que estaba en complot con ella para pasearlos pero al preguntarles de donde eran y comentarles que había vivido en Canadá, y habiendo dado detalles de que realmente conocía su país; reflexiono que no podía ser cómplice de la mujer. Por eso mientras yo me peleaba con ella, ellos en francés trataban de dilucidar lo que estaba ocurriendo. Les habían dicho que Buenos Aires era una aventura, que se dejaran llevar por lo que les sucediera y eso era lo que habían hecho. Estaban preparados para que los estafaran, por eso la situación no les pareció inusual después de todo lo que habían escuchado. Tenían varias anécdotas para contar y hasta australes les habían dado, moneda que hacia años que no estaba en circulación en nuestro país. En realidad yo era la que tendría que haber tenido miedo dado la situación: Subirme en un taxi con dos hombres extranjeros, de los cuales ni sabía los nombres y con los cuales no había hablado ni una palabra. Pero el sentimiento de que los iban a engañar fue más fuerte, además de su atractivo que no podía negar. Mi conciencia no me hubiera dejado en paz si no hubiera intervenido.

Después conversamos sobre lo que hacían en Bolivia. Estaban trabajando en un programa de cooperación en el medio de la selva, completamente desconectados de la civilización tratando de educar a los que vivían allí. Ambos eran ecologistas y no se conocían antes del programa, de hecho convivían con otras 20 personas de alrededor del mundo. Paradojas del mundo globalizado, querían ayudar a la barbarie, y los indígenas no querían ser ayudados. Venían desde la comodidad y lo previsible de Canadá, donde la tecnología ha ganado a la naturaleza, donde todo se recicla y se aprovecha para buenos usos, y se fueron a las Yungas, tierras de nadie. Nadie se interesa por ellas, ni los que viven a sus costas, y ellos como si fueran “evangelizadores” de antaño iban a enseñarles. Pero se encontraron que ellos no querían escuchar lo que venían a predicar, querían conservar su manera de contactarse con la tierra sin aprovechar al máximo sus recursos, no querían usar preservativos para controlar la natalidad, no les interesaba aprender nuevos oficios para superarse, lo cual hacia su trabajo muy difícil. Hacia un año que estaban allí y era el primer viaje que hacían. A la mañana siguiente ya regresaban después de estar un mes recorriendo el norte, Córdoba y Buenos Aires.

Luego fuimos a bailar a la Costanera, al lado del río alrededor de una gran fogata, rodeada de carpas blancas, llena de gente en una hermosa noche de verano. Disfrutamos de bailar y de contemplar la noche llena de estrellas mientras el sonido constante del agua arrullaba nuestros oídos en sinfonía de la música electrónica de fondo. En un momento, desaparecimos con Jeff para casa, los minutos escaseaban y había que aprovecharlos. Llegamos y nuestros cuerpos se unieron, se fusionaron en la penumbra que la ventana dejaba entrever del exterior. Dos cuerpos que se encontraban y lograban comunicarse. Mezcla de risa y placer, mezcla de explosión de energía compartida por los dos. Quedamos tirados boca arriba pegados mirando el techo sin poder pronunciar una palabra porque la situación nos había invadido. Creía que se necesitaba un tiempo considerado para llegar a ese nivel. La fusión de dos almas sinceras a pesar de la instantaneidad del momento puede provocar cosas impensadas con el raciocinio. Éramos dos espíritus libres.

Y se fue, ¿tal vez hubiera podido retenerlo?, ¿tal vez hubiera podido dejar pasar el hecho de que él apagara el despertador y seguir durmiendo en sus brazos? Pero su amigo y un ticket lo esperaban. No pude, el hecho de saber que cada uno tiene que seguir su camino me impide no actuar en consecuencia. Al observar como apagaba el despertador, a pesar de mi cansancio, a pesar de que solo hacia unas horas que nos habíamos acostado, me impidió cerrar más mis ojos. Me levante y comencé a buscar un cuadro entre mis cuadros para que se lo llevara de recuerdo, no lo olvidaría, la energía que compartimos fue hermosa. No necesitábamos las palabras, hablábamos el mismo idioma. El idioma de las almas que buscan encontrarse, que buscan llegar hasta el punto muy lejano de su propio ser, y para lograrlo necesitan cruzarse con personas como ellas, en las que se puedan ver reflejados, y sentir que no caminan solos, que comparten una misma visión. De esta forma seguirán solos hasta que llegue el momento de parar de caminar, de parar de buscar. Me pregunto si algún día llegara ese día porque parece que crecer nunca tiene un límite definido. Siempre se puede aprender algo nuevo. Lo desperté, tenia que seguir su camino. Le escribí unas breves líneas atrás del cuadro que encontré creyendo que era “justo para él”: La independencia nunca se pierde mientras uno se respete a si mismo”. Una mujer en una noche estrellada, pero que en realidad se encuentra en un día soleado en medio de un mar incierto, donde navega una barcaza sin rumbo definido pero que no deja de navegar. Así lo veía a él, podía sentirse que se encontraba rodeado de estrellas pero en realidad el sol le brillaba.

FIN

VALIJA TERRORISTA Cuento

amsterdam

Después de ocho meses viviendo en Holanda, me despedía de ese país. Utrecht quedaba atrás guardado como una joya en mi corazón. Un nuevo capitulo comenzaba y no podía saber lo que me esperaba. Era un 2 de agosto del año 2001. De Ámsterdam a Paris fui en tren con más bolsos de los que podía cargar, pero no tenía otra opción porque no me había organizado. Al llegar al hotel, me di cuenta que así no podría continuar viajando el mes que me faltaba para volver a casa. Decido enviar por correo el contenido de una de las valijas, para no pagar una fortuna por el exceso de equipaje en el vuelo hasta Madrid. Empecé a tirar cosas de las valijas sin poder realmente reducir el peso, desde ropa hasta unos ricos té que había comprado en Turquía que compartí con los huéspedes del hotel. Perdí todo un día averiguando el envió, consiguiendo una caja para armarlo y finalmente mandándolo. Con mi escaso francés y la poca voluntad de estos para ayudarme se hizo más difícil de lo que me imaginaba.
La valija en cuestión era negra de tamaño mediano, me la había regalado mi papá y la verdad no quería desprenderme de ella. Intente enviarla dentro de la caja sin resultado positivo. Para tal fin, le había arrancado un bolsillo y una manija con un cuchillo intentando que entrara en la caja mientras una mujer francesa repetía incansablemente que no podía excederme del peso acordado. La valija ya no servia para nada, pero al tener rueditas pensé que sería bueno utilizarla para llevar las bolsas de mano en el metro hasta el aeropuerto. Después de tal trajín, recuerdo que estaba en Paris. No podía dejar de ir a algún bello lugar antes de tomar mi avión. Luego de mirar por unos minutos el mapa de la ciudad de las luces con sus avenidas y estaciones, decido ir a la Bastille a ver la Place des Voges. Uno de mis lugares preferidos, donde el tiempo parece que no paso. Camino lentamente por sus corredores, bajo los portales de esas casas simétricas, dejándome llevar por los colores de las vidrieras tan bien diseñadas y por el espíritu de la historia que se encuentra en cada paso en esta bella ciudad.

A la mañana siguiente, me dirigí al aeropuerto con la valija de mano y la mochila llena. Antes de hacer el check in veo una mujer sentada con una niña y le pido que me cuide la valija negra mientras emito el pasaje. La señora sin problema cuida del equipaje. A los minutos regreso, abro la maleta que contenía las bolsas de mano con libros pesados. Cierro nuevamente la valija vacía y decido dejarla escondida, detrás del mismo banco. Tome las bolsas e hice el abordaje, sintiéndome satisfecha por la misión cumplida. Ahora me restaba esperar la hora de partida del avión. Me senté a dibujar mientras tomaba un café. A los pocos minutos de encontrarme allí, escucho por el altavoz que se buscaba a la persona que había abandonado una valija negra, que por favor se dirigiera al mostrador de la aerolínea. Escucho atentamente el mensaje que se repite varias veces, pero con el conocimiento de que la valija no tenía contenido continúo dibujando. A la hora se repite nuevamente el mensaje, esta vez con tono imperativo se solicitaba la presencia del dueño de la valija negra. ¿Para que iba a presentarme?
Se hizo la hora de partida pero el vuelo se había demorado. No preste interés a lo que estaba aconteciendo dado que toda mi atención se dirigía a estos trazos negros que se desparramaban aleatoriamente por el papel blanco. Con una hora de retraso salio el avión. Al entrar, unos ojos verdes atrapan mi atención. Dejo las bolsas en la gaveta y observo que este hombre de ojos claros no me sacaba la mirada. Así que espontáneamente me surge sonreírle. Se encontraba justo detrás de mi asiento. Mis ojos encontraban cualquier excusa para darme vuelta y mirarlo. La azafata pasa ofreciendo los diarios y advierto que el hombre que me interesaba tomaba un diario en francés. Mi francés se reducía a pocas palabras, no podría comenzar una conversación con un asiento de distancia. Me daba mucha vergüenza con solo pensarlo. Pasados unos minutos del despegue, un niño comenzó a vomitar y a continuación empezó a llorar desconsoladamente; provocando que las azafatas corrieran de un lugar al otro para calmarlo. La criatura era francesa y viajaba solo. La serenidad del avión se había quebrado. Para mi era una suerte, porque el niño se encontraba en la parte trasera del avión y me facilitaba la excusa para seguir observando al galán de mis espaldas. Nuestras miradas se encontraban una y otra vez pero ninguno pronuncio una palabra. Había una complicidad perceptible.
El avión aterrizo. El salio primero que yo, teniendo de esta forma la oportunidad de seguirlo para ver donde se buscaban las valijas. Caminamos por los corredores del aeropuerto y él encontraba cualquier pretexto para darse vuelta y mirarme al igual que yo lo había hecho en el avión. Bajando las escaleras mecánicas nuestras miradas volvieron a encontrarse. Yo me retrase agarrando un carrito y el espero en la escalera haciendo que buscaba un papel hasta que me vio y continuo caminando sin decir una palabra. Ante mi sorpresa, el hombre que cautivo mi atención salio del aeropuerto solo con su maletín de mano, lo que deducía que venia por negocios al estar vestido formal con un traje y una camisa celeste. Yo me tuve que quedar esperando que saliera la mochila de la manga. Me quede con la impotencia de decirle algo. La atracción era mutua y notoria. ¿Adonde iría? Me preguntaba.

Tome el metro que me conduciría al hotel en Gran Vía que había reservado desde el aeropuerto. Como seguía cargada y esta vez sin la valija con rueditas, se me hacia imposible movilizarme en los largos trechos para cambiar de estaciones. Por suerte un chico moreno de Republica Dominicana se ofreció a ayudarme hasta mi destino. Charlamos todo el camino. Se me hacia extraño volver a utilizar mi idioma después de tantos meses hablando en ingles. Claro que el chico trato de concertar una cita para más tarde por la asistencia brindada, a la cual desistí diciéndole que tenía novio. Una mentira para salir airosa de la situación. ¡Sola no podía cargar con todo! Como era la segunda vez que estaba en Madrid ya tenia el itinerario de lo que iba a hacer. Plaza Mayor era mi meta, pero decidí primero ir a comer a la plaza Santa Ana que recordaba de la primera vez. Encontré lugar en el restaurante. Tome sangría y comí unas tapas mientras conversaba con unos españoles que estaban al lado.
Luego de un rato, decido salir caminando por el lado opuesto a la Plaza Mayor sin saber porque. Al llegar a la esquina, veo por la ventana del bar al francés del avión. ¡No lo podía creer! Estaba solo, sentado en una banqueta en la barra mirando para el otro lado. Retorne, para corroborar que realmente era él. Me daba vergüenza entrar, así que seguí caminando. Después de unos minutos, pensé en lo grande que era Madrid para encontrarte de casualidad. Así fue como decidí volver al bar. Lo salude en ingles y al verme el hombre de ojos verdes se sorprendió y al mismo tiempo me sonrió. Me consiguió una banqueta y me invito una copa de vino y comenzamos a charlar. Me subrayó que hubiera entrado a hablarle. Conversamos en ingles sin cesar. Me manifestó que le gustaba mi sonrisa y yo le comente que a mi sus ojos. Había venido por negocios solo por el día como me lo había imaginado. Charlamos del nenito del avión que no dejaba de llorar y de que nos miramos todo el vuelo pero ninguno de los dos hablo. Me comento que me vio siguiéndolo en el aeropuerto pero no sabia que decir. A continuación me referí a lo cargada que estaba de equipaje, que había tenido que dejar una valija abandonada en el aeropuerto de Paris.
Al mencionar la palabra valija, la cara del francés cambia de expresión. Me describe las características de mi valija con tanta precisión que me asombra. Me cuenta que al llegar al aeropuerto, tardo una hora para hacer el check in. La causa se debía a que había policías por todos lados rodeando a la valija negra. ¡Creían que contenía una bomba! Se había desplegado todo un operativo para desactivarla, hasta hacerla explotar para comprobar finalmente que estaba vacía. Mi valija negra era el motivo por el cual el avión se había retrasado. Toda la aerolínea estaba perturbada ante el eventual ataque terrorista, mientras yo me encontraba completamente relajada dibujando garabatos en la sala de embarque. Era muy graciosa la forma en que me enteraba sobre el destino de mi valija. No entendía porque la había abandonado cuando él viajaba siempre sin equipaje y hubiera podido esperar un rato y pedirle que la llevara. Era una opción que no había contemplado en la locura de no seguir tan cargada.
Seguimos tomando vino, la conversación fluía sobre viajes y vida. Cedric, así se llamaba, era muy interesante. En un momento de la conversación le cuento que mi intención había sido ir a la Plaza Mayor y me dice de ir juntos para allá. Pidió la cuenta y salimos caminando del brazo. Llegamos al gran cuadrilátero después de unos pocos minutos de caminata pausada. Nos sentamos en los redondeles blancos en el centro de la plaza, mientras la luna llena resplandecía a lo lejos. Seguimos conversando, cuando de repente, espontáneamente me da un beso en la mejilla. Me mira con sus ojos claros penetrantes y me dice “Tengo que ser cuidadoso”. Lo miro sin entender sus palabras. Continúa diciéndome, que tenía una novia hacia siete años y que la amaba. Esa era la razón por la cual no me había hablado en el avión ni se había acercado cuando salimos de el. Me dijo que mi belleza lo había cautivado desde el momento que entre en el avión. Me quede pensando por unos momentos sin decir una palabra, la situación de que tuviera novia no me gustaba. Se acerco nuevamente y volvió a besarme en el pómulo, y no pude apartarme. La atracción era compartida. Tomo mis manos y me abrazo fuertemente.
Luego me invito a tomar algo en un café de la plaza. Nos sentamos en las mesas de afuera con manteles a cuadros y velitas encendidas. Cedric no paraba de fumar, denotando su nerviosismo de no saber que hacer con lo que estaba aconteciendo. Pidió una cerveza y un café para mí. Su deseo era notorio como así su cargo de conciencia de saber que lo que estaba haciendo no era lo correcto, por lo tanto yo me limitaba a disfrutar de la velada. Seguimos charlando mientras besos se intercalaban por toda mi cara sin llegar a mi boca. Unos músicos con guitarras y violines aparecieron. Comenzaron a tocar melodías encantadoras para una noche de luna llena como si el escenario de una obra de teatro cayera por detrás, las piezas no podían encajar mejor. Ni bien la música comenzó, al compás de estas, Cedric me tarareaba las letras en francés a mi oído lo que me resultaba encantador dada mi fascinación por ese idioma tan dulce. Me estremecían sus roces tan cercanos. Se había hecho tarde, a la mañana siguiente él tenia una reunión muy importante. Me mira y finalmente me dice de marcharnos. Nos levantamos y salimos abrazados por una de las callejuelas poco iluminadas de la ciudad. Me alza en sus brazos y recién en la penumbra me besa en la boca. La pasión nos desbordaba. Caminamos nuevamente con destino a la misma plaza donde nos reencontramos. Allí, me confiesa que él entro al bar de tapas en el que yo comí, y que me vio. ¿Que parecida a la chica del avión?- pensó. Pero como no había lugar, siguió hasta donde yo lo encontré. ¡De alguna forma nos teníamos que encontrar! Le pregunto a donde nos dirigíamos y me contesta que a su hotel a darnos “the last kiss” (el último beso) pero que no haríamos el amor aunque quería estar conmigo.

Fuimos a su hotel cinco estrellas, subimos a su cuarto con vista a la plaza Santa Ana. Nos abrazamos tiernamente y comenzamos a besarnos recostados en la cama. Durante unos minutos fluimos en la energía que compartíamos. Su cargo de conciencia era notorio y la verdad me incomodaba. La atracción era muy fuerte y no era cuestionada. Pero yo no podía ayudarlo si se resistía a liberarse. No me sentía bien estando con alguien que no podía entregarse completamente. Yo quería lo mutuo, no la mitad. El deseaba darme placer sin que yo pudiera darle nada, pensando que de esta forma no engañaba a su pareja; mientras el solo hecho de haberme invitado a su cuarto lo ponía en una situación no aceptable. Yo me sentía satisfecha de la noche que habíamos pasado, para que seguir intentando algo que no terminaba siendo claro, cuando solamente había entrado al bar a conocer al dueño de esos ojos verdes que me cautivaron.
Mire el reloj despertador que se encontraba en la mesita de luz, y le hice referencia de la hora. Me levante de la cama con dirección a la puerta de la habitación y precipitadamente se levanta y me agarra la mano. “No te vayas, vas a estar en mis sueños. Me gustas toda. Estoy feliz de haberte encontrado de nuevo”, me dice y me besa apasionadamente queriendo retenerme y volver a empezar lo que habíamos dejado. Lo miro intensamente y le digo: “Exacto, soy un sueño. Pensa que desde las diez de la noche, cuando nos encontramos, empezaste un sueño conmigo el que no te permitiste vivir cuando te fuiste del aeropuerto sin hablarme”. A lo que me contesta, “el más maravilloso sueño que he tenido”. “Por eso, ahora me voy. ¡Seguí soñando lo que sigue! Tuve una noche fantástica. Te deseo que tengas buena vida” le contesto. De esta forma salí caminando por el largo pasillo bajo la mirada cautiva de sus ojos. Desde la puerta me miraba y yo no volví atrás. No intercambiamos apellidos, teléfonos, ni contacto alguno para volver a vernos. Como en un sueño, desaparecía de su vida.

Salí del hotel, caminando. La noche estaba despierta, mucha gente circulando por la calle. Mi pensamiento estaba prisionero en su mirada, recordando cada detalle de esa noche maravillosa que acababa de suceder. A veces, uno tiene que reconocer hasta que punto llegar. Su amor era más fuerte que su pasión. El respeto era una cualidad que se merecía acatar, yo no iba a terciar. Un avión nos encontró y de alguna forma la vida nos unió. Mi valija había tenido una historia para contar que hubiera desconocido si no me encontraba con él. La noche había sido un gran sueño y había llegado el momento de despertar.

FIN

Cuento para dia de lluvia: “CUENTO Y REALIDAD”

417960_10152795402520165_1676093992_nSalí del bar convencida de que estaba en duda de ir a bailar esta vez así que prefería volver a casa a dormir, aunque no tenia sueño y por eso necesitaba hacer unas cuadras caminando. Decidí entrar a otro bar que estaba a la vuelta del lugar donde me encontraba pero la música me saco a los minutos. Estaba para algo mas tranquilo. Así que decidí volver a caminar y recordé que cuando era chica me gustaba perderme en la noche, que me llevara de paseo. Decía que era un mosquito que observaba las situaciones. Así que llegue a una esquina y estaba dispuesta a tomarme el taxi cuando me acuerdo que había una bar a media cuadra que hacia mucho que no iba. Tal vez a alguien me encuentre. Como una maquina a vapor me disponía a entrar al lugar y me agarran de la mano y me dicen “ya no saludas, no me reconoces”. Miro a la persona que tenía apresada a mi mano y era Diego. Hacia más de 14 años que no lo veía, pero en ese segundo que nuestras miradas se encontraron paso toda nuestra historia de nuevo en mi retina, tantos encuentros y desencuentros a la vez. Me parecía tan loco verlo de nuevo principalmente porque pase a su lado y no lo mire. Me empieza a preguntar de mi vida, que estaba espectacular, mejor que nunca cosa que compartía. Siempre me había parecido un esplendido y por más que su cuerpo tenía signos del paso del tiempo lo seguía siendo. Me mira y me dice te invito un trago tenemos que ponernos al día estuve viviendo afuera y acabo de aterrizar en argentina de nuevo. Me agarra de la mano y salimos caminando unas cuadras en las cuales me dice: siempre sola, sos increíble, ¿que hacías?. Y yo lo miro, mientras pensaba que esto hacia mucho tiempo que no lo hacia y justamente me haces acordar a esa mujer que salía para que la vida la sorprendiera y siempre lo lograba. ¿Cual seria el mensaje al encontrarlo pensaba en mis adentros? Pero decidí apagar la mente por un rato y vivir el momento: no tenía sueño y había estado abierta a la sorpresa por más que esto resultara mas que inesperado. Yo estaba muy tranquila y el verborragico. Se notaba que estaba sorprendido pero a la vez feliz de encontrarme y yo me encontraba pensativa. Caminábamos con dirección a un bar y de repente me agarra con delicadeza contra la pared y me besa apasionadamente y nuestros cuerpos naturalmente se encontraron como solían hacerlo. El ocupaba su rol y yo simplemente fluía. Los besos seguían siendo lindos y aunque 14 años habían pasado parecía que seguíamos siendo los mismos que el tiempo nunca hubiera transcurrido. Nuestras almas eran las mismas y nosotros volvíamos a encontrarnos de la misma manera casual. Empezó a hablarme de su vida en el taxi que nos llevaba a casa. Era un nómada, había vivido en varios lugares y cambiado de profesión varias veces. Tenia un hijo de 6 años y su ex mujer lo había engañado con otro hombre igual que cuando lo conocí. Sus historias se repetían y la traición siempre estaba cerca de su vida, lo cual hacia pensar en que se traicionaba.

Llegamos a casa. El estaba entregado y me lo hacia sentir. Yo estaba cautelosa y tímida. No sabía porque estaba viviendo esta situación pero estaba segura que era información para mi alma. Tomamos algo y me dijo de hacerme masajes, los cuales necesitaba. Me mimo incansablemente hasta que terminamos enredados entre las sabanas como solíamos hacerlo. Aunque había olvidado lo bueno que era. Como no enamorarme de él con el buen sexo que me proporcionaba pensaba en mis adentros. Con 21 años disfrutaba de algo que hacia confundirte por la intensidad que tenia pero ahora podía entender que solo era eso. Nos acostamos y me enredo como un pulpo entre sus brazos, no temía demostrarme afecto y claramente yo lo dejaba. Me beso sin respirar, me abrazo toda la noche, me quiso más de lo que podía imaginarme que pudiera hacerlo y me desperté con esa sensación de haber dormido días enteros. Ni bien nuestros ojos se abrieron, nuestros cuerpos se encontraron y volvieron a fusionarse. Esta vez lo hicieron con mucho amor. Un amor sin tiempo ni explicación pero con una pasión inextinguible. Estábamos más que satisfechos de habernos encontrado pero, ¿habría un futuro ahora? Pensé que iba a decirme que se iba ya que nuestros teléfonos empezaron a sonar pero me dice de desayunar juntos. Ya era pasado el mediodía. Me dice que tendría que haber hecho trámites a la mañana pero hacia tiempo que no dormía tan bien y que le había encantado verme, y mientras me encontraba en la cocina encuentra las cartas de tarot y me dice de tirarlas. Y como si las cartas develaran esos velos que no se ven se dispuso a escucharme. Ya no tenia 21 ni estaba confundida. Era una mujer segura que sabia lo que quería y podía observarlo. Primero pregunto por trabajo y luego me pregunto si no me faltaba el respeto preguntándome por otra mujer. Le dije que claro que no y aproveche para dejarle en claro que lo nuestro no tenia futuro que simplemente nos encontrábamos y teníamos esa explosión de energía casi de corto circuito cada vez; pero que no lo veía como compañero (me animaba a decirle que no, por primera vez entendía que a veces por mas encuentros y conexiones y belleza que el poseía-mas lo veía y mas lindo estaba- no era. Y estaba bueno darme cuenta porque nunca la historia en el pasado se había concretado y no quería esperar un llamado ni empezar una historia esta vez). Cada uno tenía su mochila. Las cartas hablaban por mi y el empezó a mostrarme todo su caudal de amor. De esta gran seguridad que mostraba se partió en dos y logre ver a ese niñito interno que era con el cual me vinculaba y jugaba. Saca de sus bolsillos unos papeles escritos en puño y letra y me pregunta de nuevo si no me molestaba que me leyera algo que había escrito. Claro que no respondí. Me leyó una carta de amor que le había escrito a Talía esta mujer que durante unos meses había sido su futuro, su familia, y que creyó que iba a ser para siempre. Lagrimas corrían casi invisibles por mi mejilla al escucharlo sabiendo que no eran para mi pero que lindo saber que un hombre puede sentir tanto por una mujer. Ni bien termino de leerla. Le dije que tendría que dársela, que esa carta era para que llegara a su destinataria porque era hermosa en si misma y hablaba del amor real con sus idas y venidas y sus vericuetos impensados y que si podía sentir todo eso por alguien que estaba bueno darse una nueva oportunidad. Me contó como la conoció y me pareció increíble como la vida te encuentra en lugares inesperados y que cuando tiene que ser sucede sin importar nada. Yo que vos, volvería a buscarla pero no con el dolor y la postura de la pavada que los separo sino las ganas y el motor para continuar algo que valía la pena. Sus ojos me mostraban esperanza. Me abrazo fuerte y me dijo gracias. Seguís siendo bella de todos lados. Siempre fuiste linda desde la primera vez que te vi y lo seguís siendo. El también seguía siendo atractivo con sus 43 años pero nada nos vinculaba y pude vislumbrar que a pesar del paso de años lo único que nos podía conectar era la piel que existía en la cama y ese cariño que se crea luego de tanto compartirla y de saber que a pesar de todo no era un desconocido más. En sus ojos quería ver a esa mujer de 21 años que había sido en sus brazos y podía encontrarme y reflejarme como una mujer con experiencia y que antes que nada había ganado confianza en si misma y en su belleza. Logro decirme todo lo que había esperado saber hacia 14 años atrás solo que ahora no me interesaba ahondar más y ni tuve que preguntarle, solito me hablaba y yo lo escuchaba. Lo vi humano y entendí porque no habíamos estado juntos mas que todas las veces que nos habíamos encontrado, a veces simplemente es eso y yo entendía que quería estar enamorada y el lo estaba pero yo no era y por suerte tampoco quería que fuera. Volvió a salir por la puerta de mi casa sin mi número y sin prometernos nada. Me había dicho todo lo que necesitaba saber y que tal vez había esperado todos estos años para entender. A veces simplemente te encontras con alguien para mimarte sin futuro sin pasado solo para disfrutar del encuentro de ese mismísimo momento. Cada uno con su mochila pero como en un encantamiento por una noche desaparece y te permitís danzar en la vida y en esa felicidad casi imperceptible que dura segundos hasta que te despertas y te das cuenta que tu vida sigue y que por primera vez no te confundís con el cuento y la realidad.
FIN