Cuento El hombre de traje verde

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“Buscando Paz”

En un país donde la pobreza y a la vez la tecnología inunda cada espacio mostrando la dualidad de dos mundos unidos pero tan distantes, la cultura de los indios se mezclaba con la modernidad de los tiempos que corren. Hacia solo dos días que había llegado a este país tan distinto, donde mis raíces se encontraban, la incertidumbre me inundaba completamente en cada momento. Solo observaba sin poder sacar conclusiones, era una contexto diferente, ajeno, que me abrumaba.
Esa mañana salimos muy temprano con mi mama, mi hermana pequeña y mi primo recién conocido, a caminar por las calles sin rumbo definido. Todo era desconocido. La capital de este país era como un gran hormiguero, donde los puestos estaban jerarquizados y donde se distinguían los manifiestos de cada individuo sin necesidad de preguntar nada, las diferencias eran muy claras. Luego de un largo recorrido nos encontramos a la hora del almuerzo con otra prima, para tal fin. Buscamos especialmente un lugar típico para comer las famosas empanadas salteñas.
El bar de dos pisos, enmarcaba nuestras conversaciones que no terminaban. Pensar que eran parte de mi familia que recién nos relacionábamos. Entre charla y charla, tres hombres de traje se sentaron en la mesa de al lado. Al mirarlos me sentí atraída por la mirada de uno de ellos de traje verde, de tez morena, cabello oscuro, mostraba tener alrededor de unos treinta años. Su perfil, su mirada profunda me resultaba atractiva. Su conversación lo mantenía concentrado, intentaba justificar ideas, planteaba argumentos que aunque no oía de que se trataba la charla eran notorios; la forma me daba indicios de su talante. Sentía vergüenza al querer observarlo ya que mi madre se encontraba a mi lado y a pesar de mis veintidós años, mi inocencia todavía se manifestaba como una adolescente en sus primeros bailes. La experiencia no había logrado perder mi ruborización inicial y sentía que la mantendría como un rasgo característico de mi personalidad, que no se modificaría a pesar de los años. La timidez de la atracción no la podía vencer, lo observaba atónita y al mismo tiempo indiferente, ya que mi mirada se perdía en el aire pensando en que era una doncella de los cuentos de hadas, esperando que el príncipe viniera a buscarme, él tendría que dar el primer paso mientras ella esperaría encerrada en la torre sin dar mas que suspiros al aire, creyendo que el viento se encargaría de llevarlos a su encuentro, atrayéndolo a sus encantos.
En un momento sentí que él también me observaba y a partir de entonces un juego de seducción sorpresivamente despertó entre los dos. Nuestras miradas se cruzaban y como en un hechizo nos observábamos, no necesitábamos las palabras. Paralelamente, él dialogo de mi mesa se desarrollaba. Sabia que no me encontraba en esa mesa, mi mente vagaba por la profundidad de mis pensamientos, el pudor de mi interior afloraba incontrolablemente. Para que mis nervios no fueran visibles, ya que su mirada me intimidaba, tome unas hojas de papel y me puse a dibujar. El juego, me parecía asombroso, indescriptible y a la vez divertido. Tenia cerca a mi madre, el límite de que nada pasaría, todo quedaría en un intercambio de miradas; pero me equivoque.
Los minutos pasaron y el almuerzo había llegado a su fin teníamos que continuar nuestra jornada, así que nos dispusimos a irnos. Al levantarse todos, junte apresuradamente mis lápices ya que inconscientemente tenia miedo de que pasaría si me quedaba. Al disponerme a ir para la escalera, siento una mano en mi hombro. Era el hombre del traje verde con mirada profunda que me tomaba desprevenidamente, no podía creerlo.
Estaba nerviosa, la situación me parecía inmanejable. Mi mama a pocos metros se encontraba; pero parecía que a él no lo intimidaba ya que me mira y me dice: “No quieres que nos conozcamos”. Me pidió el teléfono, pero realmente no lo sabía, hacia solo un día que habíamos llegado a esta ciudad tan alta. Asimismo, me resultaba totalmente sin importancia saber el teléfono de donde nos alojábamos, y no podía pedírselo a mi madre ya que la conocía y sabia que nunca me comprendería que ese hombre realmente me atraía aunque ni supiera su nombre. Pensé en una alternativa. Tímidamente le dije que escribiera el suyo en una de mis hojas.
Su nombre apareció en mi cuaderno, su letra lo reflejaba, acompañado de dos números telefónicos que quizás propiciarían un encuentro. No podía creer lo que estaba sucediendo, mi mente no podía emitir palabras ya que estaba totalmente inmersa en una carrera de sensaciones y de pensamientos. Ese hombre se había animado a hablarme adelante de todos y a la vez de nadie, la atracción había sido más fuerte que cualquier obstáculo. No puedo negar que me tomo de sorpresa y quede muda mientras él me observaba y me hablaba, no podía hilar oraciones. Estaba atónita, me dijo unas cuantas frases mas, a las que no podía darle una respuesta. Los nervios me invadieron aunque su mirada me hacia recordar cuanto lo deseaba. Era como que aunque quisiera salir de la torre del castillo donde me encontraba sin cadenas, me encontrara apresada.
Baje las escaleras del lugar como si me escapara de algo; realmente me había sentido invadida mientras no me encontraba preparada, me sentía indefensa ante la sorpresa de su acción. Salí de ese bar con la mirada perdida, mientras mi madre hablaba comentando lo atrevido de ese hombre desconocido, pero dentro de mí sentía que su acción había sido totalmente fascinante. Si no lo hubiera hecho, la situación se habría reducido a algo sin relevancia, tal vez la hubiera recordado como algo que podría haber sido creada por mí desarrollada imaginación. A pesar de que las horas pasaron y los lugares cambiaron, su mirada me perseguía con el solo movimiento de cerrar los ojos. Preguntas sin respuestas encontraba, recordaba el bar nosotros dos enfrentados y me daba cuenta que no le había dado ni una señal de lo que me pasaba.
La tarde transcurrió, me sentía mareada invadida, perdida era una ciudad que parecía sin rumbo. Observaba su gente, mientras tanto comenzó a lloviznar por esa gran avenida, donde la mirada de una pequeña de unos solo siete años aproximadamente, llamo mi atención. Sus ropas eran raídas por la pobreza y a la vez coloridas, sus hojotas sucias y viejas mostraban la calidad de su vida. Era tan solo una niña que me sonreía y se escondía atrás de unas columnas, pero detrás de esa sonrisa podías observar su tristeza, su falta de alimentos, su madurez a pesar de sus pocos años, la gran cantidad de vivencias que ha tenido que enfrentar para sobrevivir en este mundo tan desigual. Su inocencia no la encontraba, ya la había perdido, la calle la había hecho crecer sin respetar esa instancia, sus juegos no habían existido dada la necesidad de pedir una beneficencia. Fueron solo unos segundos donde nuestras miradas se cruzaron, ella desapareció entre el tumulto de la gente, sin que ni pudiera ayudarla con unas monedas que a mi no me hubieran significado nada y tal vez a ella tanto. Pero sus ojos perdidos sin esperanzas se mantendrían vigentes en mi memoria para alertarme cuando sintiera que no tenga posibilidades de cambio.
Los lugares turísticos transcurrieron a lo largo de la tarde. Mi mente se encontraba en otro lugar. Quería llamar al hombre del bar, pero sentía a mama detrás de mí a cada instante. Sentía mi libertad coartada. Las salidas se programaban constantemente, y todas eran en torno familiar. Al otro día, marque ese número con expectativas contrariadas, cierta vergüenza me dominaba, ya que realmente no sabía quien era ese extraño. Pero aunque insistí, no hubo respuesta, él no se encontraba. Cuando ya me encontraba acostada dispuesta a dormirme, me dieron ganas de llamarlo pero en vez de seguir mis instintos preferí que la vergüenza me dominara.
Los días pasaron y recién intente volver a llamarlo una noche a dos días de volverme. Nuevamente no tuve contestación, no entendía porque el destino no quería que nos juntáramos. Aunque sea quería saber quien era, que hacia, a que se dedicaba; pero parecía que no iba a poder averiguarlo.
El fin del viaje era el casamiento de mi prima, por lo tanto el
acontecimiento sucedió y yo ya tenia que volver a mi país a cumplir con mis obligaciones. Pero el recuerdo de la mirada de ese hombre no había desaparecido, aunque tan solo supiera su nombre.
El día de mi partida me levante con la necesidad de probar marcar nuevamente esos números pero ya sin esperanzas. Era la ultima chance, solo horas me quedaban en este sitio, tenía la sensación de que ya no tenía sentido volver a intentarlo, pero nuevamente me equivoque. Una voz se escucha a través del tubo, era él, y nuevamente los nervios surgieron. Una energía brota y me recorre internamente por todo mi cuerpo. Era un fuego de pasión postergado, no consumido que quedaba pendiente. No tenia lógica lo que me sucedía, no tenía tiempo, éramos totalmente desconocidos por los parámetros externos.
La charla transcurrió sin darme cuenta, las preguntas sucedieron sin ni siquiera reflexionarlo. Mi nombre recién entra en escena. Todo era tan extraño, y tan solo fue un llamado para cerrar algo si realmente algo había pasado. Las elecciones presidenciales se habían desarrollado en Bolivia mientras me encontraba y él estaba en una de las listas que había ganado, por eso no había podido contactarlo. Si hubiera dejado un mensaje con un teléfono me hubiera localizado. Los minutos pasaron y al cortar el teléfono sentí que me había perdido de algo, que realmente tenia que aprender a no dejar de pasar el tiempo. Llegue al aeropuerto con la mirada perdida. No podía dejar de pensar en que tal vez apareciera por esas grandes puertas para buscarme, porque no le dije que fuera al aeropuerto, por que el silencio le gano la batalla al vuelo, porque la timidez de no conocerlo pudo mas que las ansias de querer verlo. Quería que el avión no saliera, soñaba con cambiar la historia, un día mas pedía, una oportunidad solicitaba.

Como un llamado al cielo, no había lugar para mi hermana ni para mí en el avión que supuestamente nos llevaba de regreso. Los minutos pasaron entre discusiones de mi madre con las señoritas de la compañía aérea, mientras mis ojitos vislumbraban una esperanza. Sin dudarlo busque las ultimas monedas que tenia en mi bolsillo para llamarlo, para que viniera a buscarme, o aunque solo para que volviéramos a encontrarnos. Marque esos números con una ansiedad tacita que no podía disimular, no contestaba nadie, creí que había marcado erróneamente así que con suma calma volví a repetir el procedimiento sin obtener respuesta. Sin poder comunicarme. No podía entenderlo por mas que intente ya no estaba. El problema con la compañía aérea se arreglo y hubo lugar en el avión. No podía disimular mi decepción, no quería volver, quería solo un día más, pero no pudo ser.

Al llegar a mi hogar, y prender la computadora para ver los emails, en la casilla tenia un mensaje de él que me daba esperanza. Tal vez porque no necesitaba más que esas palabras para saber que los caminos tal vez nos cruzarían, tal vez porque me di cuenta que no todo esta perdido aunque uno a veces no das ciertos pasos. En todo caso ¿cómo es eso de que las cosas no siempre tienen un final feliz?
Si tal vez recién empiezan.

Color del dia

arlequinos

“Oui,Oui”

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“Encuentros magicos”

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“Elefante de la abundancia”, dicen en India que al convocar a Ganesha (un dios con cabeza de elefante) se eliminan todos los obstaculos. Que te gustaria cambiar en tu vida, que seria bueno que se despejara. Pensar en la respuesta siempre es el comienzo de encontrarle una solucion. A veces hay que pedir ayuda y otras veces simplemente esperar para que se resuelva. Pensar que todo es perfecto en la vida ayuda a aceptar tu destino, y si no te gusta siempre tienes la oportunidad de cambiarlo. Tu vida depende de tus decisiones continuas.

Viajar

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Mi vida y los aviones.

La primera vez que me fui sola al exterior con 18años a vivir unos meses a Canadá, me toco un chico muy lindo y simpático al lado. Hablamos todo el viaje a new york. Yo tenia miedo a todo y el me tranquilizaba diciendo que era la primera vez después viajar se convierte en excitante y el miedo es solo la gasolina para empezar de nuevo. El había vivido en Londres; recorrido toda Europa y por trabajo se iba a la india. A mi me resultaba completamente maravilloso todo lo que me contaba y deseaba ser como el. A los quince días de estar en Ottawa me llego de sorpresa esta postal de el de la india. Pasaron 18años y ordenando placares la encontré hoy y sonreí. Sonreí al pensar en que alguien se tomaba el trabajo de mandarte una postal y no solo un send, recordé mis ojos gigantes al escuchar su vida, sus viajes y claramente me enamore (tenia novio pero el me había completamente deslumbrado y me puso en la balanza si mi novio era el hombre para mi). Me enamore creo de querer ser el y hoy siento que lo logre, que en un avión hoy puedo yo empezar a hablar y dar consejos y escuchar y contar que viajar termina siendo algo que sucede para ampliarte la vida, las perspectivas; te da la oportunidad de mirarte y al mismo tiempo descubrirte desde otro lugar. Que el miedo existe pero las ganas de ver, experimentar y vivir siempre le ganan a los primeros la pulseada. Las ganas de vivir están implícitas en un viaje sobretodo a lo desconocido que es lo que realmente sucede cuando uno se toma un avión.

Esas cosas casuales de encontrar la postal hoy, pero en un segundo puso en marcha la memoria y pensé en estos 18años de viajes maravillosos y sobretodo de personas que he conocido en ellos. Viajar siempre es un comienzo pero les aseguro que nunca termina. No hay finales sino es cíclico. Siempre alguien aparece de esos viajes y te hace volver a empezar o continuar, casi como si el tiempo pudiera frenarse. Al viajar siento que me mantengo joven, que alargo mi vida y que me permito mirar mas allá de lo que la realidad me da porque tengo la posibilidad de pensar si estuviera en holanda o en Sidney o en Panamá que haría? ¿Si fuera de otro país como lo vería?

La vida es un continuo decidir y comenzar o simplemente continuar. Permítanse soñar y sobretodo transformar lo que no esta funcionando porque siempre les puede aparecer una postal o mensaje de otra parte del mundo y confirmar que todo es lo correcto o por lo menos perfecto para seguir la aventura de la vida y confiar en uno y su camino.

#WEAREONE

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Somos uno – Frena, respira, para. Tomate unos minutos para sumergirte unos instantes dentro de la unicidad del universo, dentro de las visiones del paraíso que estas dos mujeres, artistas, a través de su obra reflejan.

Vivimos en realidades paralelas, vemos todo blanco o negro, lleno de variantes o dentro de una mirada entrelazada propia de la naturaleza donde todo se integra para volver a formarse. Somos uno, pero estamos todo el tiempo decidiendo como mirar lo que vemos.
Juego de imágenes que recrea otras imágenes, una mirada entrelazada propia del a naturaleza, donde todo se integra para volver a formarse, para contarnos nuevas historias.

Nos encontramos frente a geometrías sagradas. La intención es vivirla, sentirla dentro de la imagen, dado que viven en todo cuanto existe. Son Fractales: pedazos de realidad que nos demuestran a la vista que somos parte de un plan superior.

SOMOS perfectos desde que nacemos, y venimos a experimentar, a explorarnos, a comprender que somos parte de un todo interrelacionado. SOMOS UNO.
Las Artistas muestran en su obra dos formas de mirar lo mismo, el TODO, uno decide como integrarlo y de que forma conectarse con la energía creativa infinita que nos rodea.

La obra dentro de la obra. Las distintas realidades de un mismo encuentro, lleno de sincronicidades.
Permítanse el juego, permítanse mirar de forma diferente. En esta obra todo esta permitido, pueden jugar con la imaginación o con el entendimiento,en definitivo somos uno integrado.

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¿De que depende la suerte? De vos mismo siempre.

“Somos Uno”, Jime Butti & Sofia Benvenuto , creo en las síncronias y en los encuentros perfectos y esta muestra tiene mucho de magía y de mostrar la naturaleza de lo que vemos en varias forma. Agradecida que me dieran lugar para expresar mi voz, y contar lo que sentía al ver su obra. En la 14ta Feria Puro Diseño pueden ver la exposición. Jimena y Sofia no se conocían y tal vez no lo hubiera echo o tal vez sí. Un feriado se encontraron en mi taller de arte de casualidad, y ni bien las vi una sentada a la otra, me acorde de la hermosa foto que me había regalado Sofía y se la mostre a Jimena porque me había comentado que estaba haciendo lo mismo. Y ese instante hizo que como una pieza de un domino se encontraran todas las piezas en un camino para que semanas mas tarde hicieran su exposición. Para Jimena no es la primera exposición de fotos (pueden ver su trabajo en la siguiente pagina: http://www.jimenabuttigliengo.com/), para Sofía es creer que todo es posible en el momento indicado, como ella resume en estas palabras: “Lo que estás buscando, te está buscando”. Para Jimena es ampliar el punto de perspectiva de lo que se ve “Yo en la foto veía un pedacito de tierra y no sabía que después al replicarlo iba a generar toda esa magia. Lo mismo pasa en la vida. Nosotros nos atascamos y decimos esta es mi realidad. Pero por ahí no ves la otra parte que te está faltando para darte cuenta de que no hace falta hacer mucho, sino estar centrado y dejar q las cosas sucedan”.

No se la pierdan, tienen tiempo hasta el domingo 25 de mayo, com parte de la Re-evolución Feria PuroDiseño. La Feria PuroDiseño anuncia su decimocuarta edición e invita a sumar evoluciones y generar una revolución del diseño del 20 al 25 de mayo, de 13 a 22 horas, en La Rural. Precio de la entrada $45.

Mas info:  http://www.feriapurodiseno.com.ar/14/st/

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Suspiro de felicidad, y ahora un mantra para relajar: https://www.youtube.com/watch?v=_bxBjh5KnII

Likemind

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Que es likemind?

Este blog además de compartir, mensajes, colores y energía comparte cosas lindas que suceden en Buenos Aires, Argentina y en el mundo. En este caso comparto, likemind, encuentros interesantes en los que he participado. Tengo que reconocer que levantarme temprano me cuesta, pero es un gran aliciente para personas que están comenzando emprendimientos y creativos.

De que se trata?,una vez por mes se juntan creativos, emprendedores a conversar. Buen lugar para encontrarse con pares e intercambiar.

Para que?, para compartir experiencias, caminos, intercambiar tarjetas y contactos para crecer y escuchar otras miradas.

Donde?, en Areatres Labs en Humboldt 2142, piso 3.

Cuando?, viernes 21 de febrero a las 9 am.

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Un poco de historia

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Rolando Meyer

La historia es un poco así, global y de redes. Un amigo italiano desde Londres me avisa que Piers Fawkes estará de viaje por Buenos Aires y me recomienda conocerlo, básicamente porque nunca se sabe. Así que le escribí a Piers y fuimos a tomar unas cervezas. Charlamos de la movida local del diseño, de su emprendimiento www.psfk.com y de los desayunos (likemind). Esto fue por el 2007-2008. Me llamó bien la atención la idea de (likemind), acá no había nada parecido o al menos yo no estaba al tanto. Así que me ofrecí a ser el capítulo local de estos desayunos para emprendedores y creativos. Para arrancar, lo que hice fue invitar a dos amigos a convocar a sus redes y elegimos un bar de Palermo para hacer el primer encuentro. Vinieron 6 personas creo. Y dijimos de seguir. A los pocos encuentros nos quedó pequeño el lugar, así que pasamos, al por entonces, novedoso Starbucks de calle Malabia donde nos invitaban con algunos muffins y cafeteras francesas. Luego conseguimos como sponsors a espacios de co-working, que nos hospedaban por 2 horas e invitaban con ricos desayunos. Desde diciembre estamos en el genial Areatres Labs de Humboldt 2142, piso 3 y todo indica que seguiremos aquí por varios meses más, quizá años.

Qué fue lo que me cautivó de (likemind)? Viviendo afuera conocí de cerca una cultura emprendedora y creativa distinta a la nuestra, de alguna forma más presente. Si bien los latinos somos muy abiertos y sociales, cuando se trata de compartir ideas o visiones de negocio a veces no lo somos tanto, incluso pecamos de desconfiados. Y por otro lado, el perfil creativo puede ser celoso de sus ideas. Yo estoy convencido que los beneficios de compartir superan ampliamente a los riesgos de ser “copiados”. En definitiva, la creación es la suma de influencias con un toque personal. Me refiero a que los beneficios de compartir una idea o proyecto con personalidades distintas, pero parecidas en el hacer, permite colectar opiniones calificadas y desinteresadas. Es muy buen feedback.

A lo largo de estos años fui conociendo a muchos emprendedores y creativos que ahora participan o facilitan el camino de construir algo nuevo y original. Algunos incluso se convirtieron en mis amigos. Me consta que esto le pasó a muchos otros likeminders.

Me gusta que es un lugar donde se comparten ideas, visiones, oportunidades, proyectos… éxitos y fracasos, contactos, recomendaciones y alegrías.

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Andrea Cukier

“Escuché sobre Likemind en un programa de radio y sentí que era justo lo que necesitaba: abrir una red para expandir lo que estaba haciendo, escuchar nuevas ideas y conocer a otros emprendedores. En ese momento yo tenía una tienda de diseño y fui a ver si podía encontrar gente afín con la que me pudiera contactar para hacer crecer mi proyecto. Asistí a las reuniones mensuales durante casi un año, después dejé de ir porque lamentablemente tuve que cerrar mi tienda ya que no generaba la rentabilidad que necesitaba para seguir sosteniendo el negocio. Conocí a gente increíble con las cuales sigo en contacto y me ayudó a expandir mis intereses a otros universos. Ahora vuelvo a Likemind con un nuevo proyecto. Son alitas para pasar por los cordones de las zapatillas para volar con los pies en la tierra. Pueden conocer más sobre mi proyecto en www.facebook.com/dressyourshoes. Estoy entusiasmada con esta nueva etapa y con muchas ganas de volver a Likemind para reencontrarme con caras conocidas y aprovechar la oportunidad para hacer nuevos contactos. El networking siempre suma y Likemind es ideal para conocer otros proyectos con un  cafecito de por medio.”

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Color del día

encuentros que son puentes

“Encuentros que son puentes”
A veces tan solo nos encontramos, nos miramos, nos percibimos, nos sentimos pero ese encuentro solo queda suspendido en el tiempo, como si pudiera disiparse o hasta congelarse sin poder prosperar, a veces tan solo es un puente para poder cruzar a otra orilla y tal vez allí volver a empezar a caminar.

Cuento TERRENO NEUTRAL -II parte

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(Viene de Cuento TERRENO NEUTRAL parte I)

Por primera vez nos encontrábamos solos, pero de alguna manera era como que ya nos conocíamos desde siempre. En realidad, su forma de vivir me había mostrado las simplezas de la vida que lo hacían feliz y pleno, sin necesitar más nada. La tormenta con el paso del tiempo fue dejando lugar al sol. Nos encontrábamos sentados juntos y por primera vez podía observarlo detenidamente y con detalle. Su perfil me atraía cada vez más, su vida podría definirla como rudimentaria pero su forma y trato eran de una caballerosidad  imposible de comparar. Principalmente era honesto y sincero no tenia que decirlo, sus ojos lo delataban. Seguimos conversando de anécdotas, que son las que terminan conformando la vida de las personas, son lo que se recuerda, lo que sobresale, y de alguna manera sabia que para ambos esta se transformaría en una de ellas.

Mientras conversamos nuestros cuerpos se rozaban sin intención. Sentía que su mente no dejaba de pensar en que hacer con lo que estaba sucediendo, y yo no iba a apresurar una situación porque la que se encontraba libre era yo. Pero nuestras miradas cada vez se intensificaban hasta el punto que cerro los ojos en un momento y quiso dormirse. Pero su intención duro solo segundos. No pudo, porque en realidad yo se lo impedí. Sabía que quería evadir la situación, porque podía observar su frente como trabajaba, como deliberaba con lo que sentía. Así que luego de que se acomodo, le di un codazo y le comente que me aburría sin su compañía. Para esto en cada oportunidad que podía cantaba algo. Hasta me canto una canción que el compuso, con mucho ritmo y muy pegadiza que realmente me cautivo por su encanto. Sus manos acompañaban su voz y sus relatos anteriores me trasladaban hacia su recuerdo, podía verlo como si lo hubiera vivido. Me contaba de su barrio en Buenos Aires, y de cómo los vecinos le cantaban la canción a su paso.

El sol empezó a cobrar intensidad a medida que llegábamos a Colonia. Llegamos a las 16: 00 hs. al bajar observamos la cola que había que hacer para migraciones. La terminal estaba llena, ya que hacia dos días que no salían barcos. Pero eso no era todo, sino que podíamos observar en el río, a lo lejos, el barco que hacia solo unos minutos había partido para Buenos Aires. El tío de Sebastián era el que sacaba y cargaba los bolsos del autobús al barco, y fue el primero en advertirnos que hasta dentro de dos horas no partiría ningún barco. Pero para mayor tranquilidad, sortee la cola que llegaba afuera de las instalaciones y pregunte en la ventanilla, confirmándome lo dicho por el tío. Ese mismo barco nos tomaríamos cuando regresara de Buenos Aires. Empecé a reírme, porque la situación era inaudita de pensar. Yo ya estaba entregada a que nada pasara como lo había pensando.

Hasta el sol ahora brillaba intensamente. El día se había convertido en calido, como si nos hubiera conducido el destino hacia ese lugar y no nos quisiera dejar ir. Así que le propongo conocer la ciudad ya que no la conocía y siempre había deseado hacerlo. Sebastián, se alegra ya que de esta forma tendría la oportunidad de visitar a su abuela que adoraba y que justamente vivía en Colonia.

Compartimos mis bolsos, cada uno llevaba uno y comenzamos a caminar en línea recta por esta ciudad desconocida por mí. Luego de varias cuadras, él entra a una casa, y yo quedo perpleja al observarlo entrar con tanto desparpajo. Era la casa de la abuela. Entramos por el living, pasando por una puerta, llegamos hasta el cuarto, donde la abuela reposaba en la cama, junto a su prima y su recién nacido en sus brazos. La casa era como un largo chorizo donde todos los ambientes se mantenían unidos con separaciones de puertas y cortinas con mucho encanto. La situación realmente me resultaba embarazosa sobretodo porque minutos antes le había preguntado el nombre de su novia y me había contestado: “Ángeles”. De alguna forma sentía que le había tomado el lugar, hasta el nombre compartíamos. Así que la situación me resulto incómoda, dado que tenía que explicarle a la abuela quien era, y que hacia solo unas horas solo éramos dos desconocidos esperando que salga el autobús que nos llevaría a nuestra vida cotidiana. Me puse nerviosa y en voz baja en el oído le dije que me quería ir a recorrer la ciudad, que él se quedara si así lo deseaba, que no quería interferir en sus planes. Me mira intensamente y me dice en vos baja: “vinimos solo a dejar los bolsos, no querrías recorrer Colonia con este peso innecesario”. Había pensado en todo. Así que solo estuvimos unos minutos explicando nuestra aparición inesperada.

Salimos a recorrer la ciudad. Cruzamos una plaza que se encontraba a solo unas cuadras. Esto le trajo recuerdos de su infancia, como si fuera tejiendo de alguna forma su vida con hilos de distintos lugares. Estas tierras le resultaban tan queridas podía notarlo sin que lo mencionara. Le pedí que me disculpara por mi actitud en lo de su abuela pero había sentido lo inexplicable, como explicarles quien era, porque estaba con su nieto el cual vivía con su novia y se sentía feliz. No quería interrumpir el continiúm de su vida porque yo no podría prometerle nada, y él perdería todo el territorio ganado. Pero había una fuerza oculta que nos gobernaba sin dejar margen a la realidad.

 

Colonia me resulto un encanto, bien colonial, con faroles enormes de antaño, coloridas casas se mezclaban con casas de piedras sin orden. La iglesia nos sorprendió y tuve que entrar a rezar un padre nuestro dado que la situación me había abrumado, ya me encontraba en sus manos. Sentía que no podía frenar el río de la vida en el que me encontraba.

Comenzamos a transitar por las calles. El día se había iluminado. Las calles te encantaban por su antigüedad y por su calidez, como si todos los objetos hubieran sido desordenados y vueltos a establecer en otros lados. Todas las casas poseían en sus jardines ruedas de carretas, faroles antiguos, objetos en desuso que se transformaban en decorativos. Me hacia observar los jardines que guardaban los tesoros de tiempos pasados.

Mientras caminábamos observo a lo lejos el río que brillaba con su presencia. Así que me dirigí hacia allí, y Sebastián me siguió sin frenarme. Al llegar a la orilla había una barra que separaba el adoquín del agua. Cerré los ojos y respire el aire marino que llegaba con una brisa tranquila de la tarde. La luz del sol me ilumino, tiñendo todo mi alrededor de amarillo, con haces de luz que se encontraban por doquier como si estuviera pintando un cuadro. Las manos de Sebastián fueron atraídas a tomar mi pelo que volaba desordenadamente por la brisa que corría, y al hacerlo, sus labios se encontraron con los míos, y nuestros cuerpos se atrajeron sin oponer resistencia. La luz nos ilumino e encegueció, mientras en cámara lenta trascurría este acercamiento, que hacia ya un tiempo que se estaba posponiendo. La atracción era evidente.

 

El beso duro unos segundos, el sueño se completaba, la historia de la película llegaba a la parte que todos estábamos esperando. Luego de besarnos el retrocedió, sabiendo sin decir una palabra que no podía, que el sentimiento de compromiso que tenia con su mujer era mas fuerte que este film que transcurría sin poder controlarla. Yo seguí caminando por el adoquín diciéndole en voz alta, que no se preocupara que era solo un sueño, que al llegar a Buenos Aires, se despertaría y nada habría pasado. El beso tenia que existir dada la historia que se estaba desarrollando, como actores en un teatro real estábamos actuando.

Seguimos caminando por las calles en silencio por un tiempo, sin decir una palabra, nuestra compañía ya era suficiente llenaba todos los espacios. Pasar el límite era difícil, lo sabía y por eso yo no iba a ser la que lo traspasara. Ya lo habíamos cruzado y no había forma de retroceder. Los silencios los tapaba con sonidos de tambores que surgían de su boca, como si una orquesta se encontrara dentro de su interior, con un director que cambiaba de repertorio según la ocasión, y que lograban hacerme  estremecer. No eran sonidos al azar, sino los elegía perfectamente para que nos acompañaran.

Los caminos de está ciudad antigua estaban desordenados. Al llegar al faro que se encontraba rodeado de ruinas de una muralla que había existido hace siglos atrás, comenzó nuevamente nuestra charla. A nuestro alrededor niños de la escuela primaria, con sus guardapolvos blancos y sus sonrisas inocentes, estaban de visita a los museos, así que los esquivamos mientras el bullicio continuaba.

Su papel de guía lo desarrollaba a la perfección y le servia para poder ocultar sus sentimientos contrariados que tenia hacia mi. La fantasía y la realidad ya estaban mezcladas, y era difícil querer desprenderse de la embriaguez del sueño, de la atracción, del lugar que nos encantaba donde “lo romántico” se transforma en el adjetivo para describir la ciudad que te invade. El espacio era el ingrediente que faltaba, un territorio neutral que nos encontraba.

Querría haber podido sacar tantas fotos, pero la maquina me la había olvidado en el bolso que se encontraba en la casa de la abuela de este desconocido del cual su fragancia ya me había cautivado. A través de la mirada, mi mente se transformo en la maquina de fotos, para guardar esos callejones sin salida, esos adoquines y casas de antaño con sus faroles apagados. Llegamos a la Calle de los Suspiros, y tomados de la mano la transitamos dado que me resultaba difícil caminar con mis tacos altos por esos adoquines y piedras de tantos años. Me contó que su abuelo había vivido en una de esas casas antiguas de diferentes colores que formaban esa cuadra; como si las moradas conformaran una sinfonía de notas diferentes que lograban la perfecta armonía al juntarse. Al compás de nuestros pasos cantaba canciones que significaban lo que estaba pasando. Yo solo le repetía que no se preocupara que era solo un sueño del cual tarde o temprano íbamos a despertarnos.

Nos acercamos a las murallas de un fuerte, donde cañones ya en desuso la rodeaban. Pero el agua del río de alguna forma me llamaba, así que tuve que dirigirme a su encuentro. Podíamos observar como el barco todavía no había llegado al puerto, y la amplitud del Río de la Plata. Nuevamente cerré los ojos, respire profundamente, y la brisa corrió con toda intensidad sobre mí. Sentí el aire puro y la vida que me llevaba sin saber a donde me dirigía. Sebastián se encontraba a cierta distancia, meditando sin descanso. La situación lo había agobiado. Sabía que éramos diferentes pero de alguna forma sentía que nuestra esencia era la misma y que eso nos conectaba sin poder resistirnos. Todo nuestro alrededor había confabulado para que nos encontráramos.

Subimos al costado de las murallas para observar la ciudad desde arriba. Yo lo seguí dado que mis zapatos me impedían caminar con soltura entre las piedras. Él se convertía en mi apoyo para poder bajar de lo que habíamos escalado. Me miraba, ya casi no hablaba. Los tornillos de su mente estaban siendo apretados con el destornillador, sacando todo el estruendo de su interior. Comprendí que era hora de regresar.

Nos volvimos a internar por las callejuelas de está ciudad mágica, que encierra secretos inimaginables, porque de alguna forma sus calles hablan. En un momento lo miro mientras tarareaba una canción, y le digo “realmente gracias”. El día resulto una maravilla, todo ha sido más de lo que hubiera podido imaginarme. Así fue como a pesar de todo, su pasión le afloraba a flor de piel, y tuvo que abrazarme, y al hacerlo me dio el pie para que dijera: “En realidad me falta  darte las gracias, ¿Si queres puedo dártelas?”. De esta forma nuestros labios volvieron a sellarse para permanecer unidos un largo rato, mientras los rayos del sol ya no llegaban dado los altos árboles que enmarcaban la calle por la que transitábamos.

Seguimos caminando y aunque los minutos pasaban los dos estábamos sin tiempo sorprendidos por la vida. Nos desviamos del camino dado que el río volvía a llamarme y a él su tía de alguna forma también lo esperaba. Mientras yo permanecí unos segundos, sola,  perpleja ante el río, distante, pensando en lo acontecido; Sebastián se fue a la feria de artesanos que se encontraba al lado, donde su tía se encontraba. Un nuevo integrante de su familia conocía, su tía que vivía en Colonia y subsistía de sus artesanías. Luego de la presentación y de una breve charla continuamos el trayecto de regreso.

Transcurrió una hora, hasta que retornamos a la casa de la abuela, la cual ya nos esperaba. Nos había preparado el te con unas masitas caseras. Mostrándome, una vez más, la calidez de esta nueva familia que conocía por casualidad. ¿Si existen las casualidades? Cabría preguntarse. Mientras tomábamos el té seguíamos conversando con Sebastián de todo y de nada a la vez. Él estaba pensativo y a la vez feliz. Tenía los dos sentimientos unidos. Hacia una semana que él había visitado a la abuela y juntos se habían ido en colectivo a Montevideo, haciendo mención la abuela de que había dormido todo el camino. Al preguntarle si en está ocasión había dormido, se apresura a decir que lo dudaba, dado que al lado de una chica hermosa no podría pegar un ojo.

De pronto irrumpe en la casa la llegada de uno de sus sobrinos, de seis años, que había salido del jardín de infantes. Lo acompañaba la prima que lo había ido a buscar, que hasta hacia unos meses vivía en Cabo Polonio. Un lugar perdido del mundo donde todo es posible e inimaginado. El lugar te relata una historia sacada de cuentos de hadas porque el conjunto se hace impensable de realizar. Pero el nacimiento de su hija Margarita la habían llevado de vuelto a la ciudad. Así que mientras conversábamos, la prima comenzó a amamantar a la pequeña bebé, y el sobrinito buscaba llamar la atención corriendo de un lado al otro.

Yo no lo podía creer todo lo que estaba aconteciendo, el día se había convertido en maravilloso. Así que disfrutamos un rato en la casa de la abuela, charlando con una familia que hasta hacia unas horas ni conocía y ahora ya conocía a todos.

 

Volvimos al puerto. Tuvimos que esperar otro buen rato, pero esta vez juntos estábamos. Las barreras entre los dos se habían casi desintegrado. Nos reíamos de la situación y la comentábamos. En la espera volvieron a repetirse los aplausos de descontento ante la situación dada. Nos embarcamos en el Buque bus. El trayecto duraría solo 45 minutos, era el servicio rápido, ya que otro no podía llegar con la marea baja. Buscamos un lugar con Sebastián, en una fila de cuatro asientos al lado de la ventana. Él se encontraba pensativo, lo cual lo charlamos. Su situación era sensible mientras que yo no perdía nada. Decidimos disfrutar de los últimos 45 minutos de compañía que nos quedaba.

Nos adelantamos al tiempo – repetía incansablemente Sebastián. Su explicación se basaba en que nos teníamos que encontrar pero ahora le habíamos  ganado al tiempo, no era el momento correcto. “Morocha te sigo al fin del mundo, pero la realidad mía es otra y no puedo borrarla. Me gustaría poder ser otra persona, ser como era antes, pero ahora no puedo. Pero a la vez, se que si la historia no termina acá, nos volveremos a encontrar. Siempre pasa”. Compartía ese sentimiento de llegar hasta el final.

Comparo sus sentimientos contrariados con el candombe. Decía que uno podía utilizar diferentes golpes para terminar el candombe y que no había ni uno mejor o peor, solo era cuestión de elección. Había candombes que terminaban tristes otros alegres y otros nostálgicos. Sus palabras me deleitaban. De alguna forma no necesitábamos hablar porque nuestros pensamientos concordaban y se comunicaban con un mismo lenguaje.

La pasión nos desbordaba. Sentados cada uno en su asiento no nos alcanzaba el espacio para abrazarnos. ¿Morocha que hacemos? ¿Cómo sigue esta historia? ¿Qué golpe le doy a esta canción que empezamos?

La pasión nos tenia de rehén así que le propuse mi idea sin que tuviera que contestarme hasta que llegará el momento indicado. Yo me tomaría un taxi y bajaría en un terreno neutral donde el decidiría si se venía conmigo a terminar esta historia o seguiría su camino. Sentía que de esta forma yo me estaba jugando, pero era su decisión la que pesaba. Así fue como con un beso le tape la boca para que no emitiera sonido. Dejándonos llevar por lo que sentíamos, aprovechando cada segundo que quedaba.

El viaje paso entre besos, suspiros y miradas. El alrededor se había esfumado ya nada tenía sentido alrededor, solo nuestros cuerpos pedían socorro, pedían ser rescatados de esa distancia física que existía. Salimos últimos del barco, no queríamos de alguna forma separarnos. Sabíamos que al tocar suelo argentino comenzábamos a despertarnos. La confianza ya nos había inundado. Esperamos a que sacara su bolso, y tomamos un taxi.

 

El taxi paro en una plaza, que conformaba un nuevo territorio neutral que había elegido, en este caso, para despedirnos o seguir un mismo camino. Bajamos del taxi compartiendo cierto nerviosismo que se sentía en el ambiente; había llegado el momento. Él se encontraba desorientado creyendo que iríamos rumbo a mi casa y que no tendría que decidir solo dejarse llevar por mis brazos hasta mi dormitorio. Pero yo quería que fuera parte de una elección, sino al otro día se despertaría sintiéndose corrompido sin una explicación.

Nos encontramos los dos frente a frente en la oscuridad de la noche de la ciudad con bullicio de transito de avenida y luces artificiales que sobresalen. Todavía el no había emitido su decisión, pero yo ya sentía que todo recobraba realidad. Me dijo que necesitaba regresar a su casa, que su mujer no sabía que estaba en Buenos Aires, ya que era una sorpresa y que podría venir a casa, pero sentía que no era lo correcto. Repetía incansablemente que no quería perder el contacto conmigo, y que realmente no sabía lo que estaba haciendo. No quería separarse, pero su decisión ya había sido tomada. Me pidió nuevamente mi número de teléfono, y ante su insistencia y mi duda, accedí. De alguna forma hubiera querido dejar la historia sin final, tal vez era lo mejor, desaparecer con las sombras de la noche, y terminar siendo solo un recuerdo, que con el tiempo se convirtiera en una alucinación, en una irrealidad. Pero al mismo tiempo, sentía que tal vez me arrepentiría por no darle una oportunidad y los años me lo volverían a encontrar sin que hubiera nada que explicar.

Me dijo de acompañarme a mi casa y yo le dije que no era necesario. En la vida todo es una decisión, se pierde y se gana algo, y el misterio es un aliciente importante para volvernos a encontrar, prefería que nos separáramos así – le dije. Me miro y antes de separarnos, pronunció estas palabras, no estaba seguro de lo que estaba haciendo, en realidad yo sabía que podía tomar el timón de la historia pero yo tampoco estaba del todo segura de lo que hacia porque no podría darle nada a cambio solo un final para un cuento que había comenzado al empezar el día. “Yo volví de Montevideo porque extrañaba a mi novia, y luego de este día no se que es lo que quiero, pero no puedo irme contigo sin pensar en lo que tengo”, dijo. Su respuesta era valida y sobretodo sincera. Nuestros labios volvieron a unirse para luego desaparecer cada uno por su lado con un bolso a cuestas en la oscuridad de la noche del día más largo, tal vez de mi vida.

Como una historia de Kundera el día transcurrió. Lo inexplicable se transformo en algo significante que me cambio el día sin querer, lo trágico se convirtió en fabuloso, lo pesado se volvió liviano, de esta forma lo negativo se transformo en positivo. De alguna forma el destino movió los hilos para que todo aconteciera sin que pudiera tener el control de la situación. Para que todo fuera como un sueño del cual uno no se quiere despertar.

CONTINUA

 

Cuento de una noche de verano de causa y efecto constante

Vagando por la ciudad

“Vagando por la ciudad”

Verano del 2003, Buenos Aires era una explosión de turistas por doquier. La devaluación había provocado un flujo de extranjeros por doce años jamás vistos; la ciudad necesitaba acostumbrarse a ello. Los souvenirs, las oficinas de turismo comenzaron a aparecer sin antes jamás haberse dado cuenta de explotar esa veta. Argentina por mucho tiempo solo se observo así mismo, sin querer que otros la vieran, ahora la necesidad lograba la apertura. Pero la falta de costumbre provocaba diferentes reacciones de la gente, se pasaba de ser demasiado amable a demasiado interesado por el vil billete verde, que hacia como respirador artificial de las esperanzas de los argentinos tan acostumbrados a este. Los aprovechadores, estafadores, en fin la viveza criolla aparecía como una realidad triste de enfrentar. Esta eventualidad me llevo esa noche calurosa de verano a vivir una instantaneidad con tanta profundidad que ahora me embarcare a contar. Una sucesión de causa y efecto interminable que me llevo a su encuentro, que me condujo a sus brazos, que me controlo sin poder despegarme. Partir de una decisión sin poder determinar lo que sucedería, sin poder imaginar jamás lo sucedido. Accionar en la realidad siempre te da su recompensa, siempre te brinda un espacio de juego nuevo y lo bueno es que todo puede cambiar. De alguna forma se abren puertas y se puede encontrar más de una salida al final. Solo hay que dejarse llevar, y las alas luego comienzan a desplegarse como si fueras una gran águila empiezas a volar, sin saber nunca donde tu instinto te llevara.

Eran las dos y media de la noche del primer viernes del año en Buenos Aires. El clima en general era distendido, la mayor parte de mis amigas estaban de vacaciones. Yo había decidido no tomármelas por el momento dado que no tenía ningún programa que valiera la pena para hacerlo. Sin poder encontrar compañía esa noche decido salir sola. Sentía que no valía la pena internarme en la noche sin tener un programa definido, pero algo en mi interior me decía que no podía perderme esa hermosa noche de verano. Me encontré caminando por la zona de moda de bares, sin destino definido; actuando como si estuviera esperando a alguien que nunca llegaría. Disfrutando de observar a mí alrededor, la explosión de gente aprovechando de la oscuridad y del encuentro. Caminaba de esquina a esquina viendo si alguien conocía, si alguien me atraía, en definitiva si algo podría cambiar mi destino. Entre en varios bares buscando algo que no sabia que era pero que no encontraba.

Luego de un rato decido quedarme en una esquina del barrio de Palermo, donde había un bar que se extendía a la calle. Estaba tranquila en mi burbuja, observando a la gente pasar. De pronto, escucho un grupo de chicos que me hablaban de atrás y a los cuales no me interesaba prestar atención. En realidad, estaba haciendo tiempo para ir a otro bar donde se encontraría una persona que conformaba una historia, un expediente abierto que quería terminar, quería saber que era lo que pasaba. Así fue como luego de unos segundos, siento un frío mojado en mis piernas, me habían arrojado un vaso de coca cola con alcohol por detrás. Una bajeza difícil de aceptar de un hombre, una ofensa inentendible sino no creyera en la causa y efecto de las cosas. Me doy vuelta y lo observo, un hombre o en realidad dada su acción un niño de 30 años rodeado de seis amigos, no me miraba denotando su culpabilidad. Mi bronca interna era enorme, no solo por sentirme perpleja, sino que tenía puesta una pollera de gamuza que se encontraba toda manchada y mojada. Al verlo pensé en buscar un vaso de alguna bebida e imitar su acción, pero sentía que estaba repitiendo su bajeza, que estaba llegando a su mismo nivel, y su actitud no tenia ni explicación. La segunda opción que paso por mi cabeza fue pegarle una bofetada, tenia tanta bronca que no me costaría nada tomar fuerzas y hacerlo, pero el hecho de estar sola y de que tuviera su pandilla alrededor me daba más que temor por no saber que sucedería. ¿Alguien realmente saldría en mi defensa?, o ¿todos serian tan cobardes como los amigos de este para permitir algo como ello? En unos segundos varias acciones habían pasado por mi cabeza, pero al verlo solo atine a denotar mi perturbación con una verborragia de palabras correctas, y señalando su culpabilidad. “Solo puedo entender que seas un tarado, de hombre no tenes nada, te falta mucho”. Esas pocas palabras frente a sus amigos mostrando su vergüenza eran suficientes. Mi tiempo se había acabado en esa esquina. Tenia que seguir mi camino, mi próximo destino me esperaba.

Camine esas cuatro cuadras que me separaban del lugar donde se encontraría mi último affaire, después de estar un mes deseándolo, se había producido el encuentro. La primera vez que estaba con un médico, no es una profesión afín a mí. Aunque al verlo al “Doc” nunca lo hubiera imaginado: pelo castaño, candadito finito en la pera, nariz prominente que lo hacia interesante, cuerpo bien formado. Tenía un arito en la lengua que no se le notaba, solo si lo besabas, y que al él le resultaba excitante. En definitiva, tenía mucha onda y era muy atractivo. Era el típico creído al cual no le daría el gusto, pero nunca digas nunca. Así fue como una noche me deje llevar por sus encantos después de haber hecho buenas jugadas. Me había escrito su numero de teléfono en un papel para que lo llamara, pero daba inexistente. No entiendo la necesidad de dar tu número equivocado cuando ni se lo había pedido. Pero en vez de hacer supuestos erróneos; de vez en cuando hay que hacer frente a la situación y preguntar porque.

Sabía que esa noche estaría allí. No sabía si valía la pena volverlo a ver, pero todavía rondaba en mis pensamientos. El hecho de estar sola en esta situación me hacia sentir que no tenia una armadura en la cual esconderme, una compañera que me diera la excusa de estar allí, un viernes a la noche en ese bar buscándolo a él. Llegue al bar y sin dudarlo me dirigí a la terraza, estaba repleta de gente. Entre la multitud lo diviso, rodeado de amigos. Paso de largo, doy una vuelta observando si había alguien a quien conociera. Avanzo nuevamente hacia donde él se encontraba, me observa y con una sonrisa en la boca se me acerca y me saluda. Comenzamos a charlar de las fiestas que transcurrieron hacia poco, y de eventualidades para achicar la brecha de desconocimiento que existía entre los dos. Una noche de pasión nos había unido, y esa misma noche ahora nos separaba. Él no tenía respuestas, y yo demasiadas preguntas. La conversación se desvió al punto que me hacia estar allí. Su número tenía un solo digito erróneo y me argumentaba que lo había escrito mal; cuando él lo había hecho. Pero no había necesidad de entrar en detalle. Quería saber en que terreno me encontraba con él, si había algo que rescatar o si me lo tenía que olvidar. Tal vez al no actuar era claro, pero yo necesitaba escucharlo para que el expediente pudiera cerrarse. En medio de la conversación me dice “me voy a dormir ¿Vos te vas a quedar esperando a tu amiga?”. Comentario que le había hecho al saludarlo y preguntarme con quien había venido. Hay a determinadas personas que uno puede decirle que estas sola, pero con otras es preferible callar, y con él sentía que su ego se iría más alto de lo que ya lo tenia. Asimismo, ¿que significaba que me hiciera esa pregunta? ¿Querría que lo acompañara? Le digo si queres te acompaño unas cuadras, así charlamos. Me mira y me dice “si queres charlar lo hacemos acá”. A lo que le contesto, ¿pero no es que te vas? Seguidamente le digo, adelantándome a su pensamiento, ¿No te voy a acosar, si es lo que te preocupa? Solo quiero conocerte un poco más. Me mira y de alguna forma logro escuchar lo que estaba buscando. En realidad era un poco de sinceridad, la cual parecía que le costaba demasiado. “Me encanto conocerte, esa energía increíble que tenes. Pero la verdad es que recién acabo de terminar una relación que me importo demasiado, y no quiero ningún tipo de compromiso. En realidad no quiero conocer a nadie”. Razones valederas y que se entienden.

¿Porque a algunos hombres hay que sacarles con tirabuzón las palabras? ¿Porque no pueden realmente ser sinceros y decirte lo que realmente pasa sin dar vuelta la situación, sin llegar a ningún puerto? Podría ser tan fácil, y al final siempre se complica. La comunicación termina siendo la llave que falta para poder abrir esa puerta y llegar al otro lado. Él, no solo me denotaba su falta de interés, sino también su inestabilidad y falta de saber que era lo que quería. No podía ser claro, y ello me hizo decirme a mi misma “Basta, ¿Para qué me voy a quedar esperando aquí a una amiga que nunca llegará, y que piense lo que quiera? Vos te queres ir, me parece bien, pero primero me iré yo, pensé. No sabía adonde, como ni porque, pero sin dudarlo luego de entrar brevemente al baño y mirarme al espejo, y decirme a mi misma que había venido buscando respuestas y las había obtenido, no tenia más sentido perderlo con alguien que no era para mí. Me fui del baño, teniendo un solo objetivo salir de ese bar lo antes posible. Pase a su lado mientras él despedía a su amigo en la caja, ni pare para decirle “Chau”, mi mirada estaba más allá, no quería ver atrás. “Mi tiempo había terminado aquí” me dije interiormente, y salí del lugar.

Salí con un ímpetu que derribaba árboles a mi paso, quería volar, olvidar la desilusión. Sin haber caminado cinco pasos, dos chicos altos de apariencia extranjera, captan mi atención. Mis pasos comienzan de a poco a frenarse para escuchar la conversación que entablan con tres chicas. No pude seguir caminando, necesitaba escuchar de qué se trataba. No perdía nada, mi noche ya se había acabado, me iba a dormir. Al principio dude que fueran un grupo, pero al escuchar que los extranjeros les preguntaban a las chicas de algún lugar que les pudieran recomendar para ir a bailar, comprendí que no lo eran. Quería ver que sucedería, si terminarían con ellas. Hablaban español de Latinoamérica pero en su acento se podía observar que eran de otra parte, de un lugar más lejano. Uno era muy alto así que no pasaba desapercibido, con pelo ondulado, ojos chiquitos pero chispeantes, el otro era más bajo de contextura bien formada con nariz perfecta y ojuelos en la sonrisa; muy atractivos ambos. Pero ni bien las chicas mencionaron un lugar, no pude escucharlo porque la actitud de una taxista llamo completamente mi atención. Se bajo del taxi, dejando el auto en marcha en doble fila, y camino cerca del de estatura normal, tocándole el hombro le dijo “no te preocupes que yo los llevo”.

La escena me resulto sospechosa, dado que ellos todavía no habían definido el lugar, ni buscado a un taxi; se mantenían con calma agradeciendo a las chicas por la ayuda. La actitud de la taxista era excesivamente servicial. Ellos al ver que la mujer se les había ofrecido a llevarlos, asintieron con las cabeza la propuesta. En sus caras podía observarse confianza hacia la mujer, hasta cierta ingenuidad que me conmovió. Por mala suerte en Argentina siempre hay que pensar en lo que te puede pasar, porque siempre algún vivo hay y no se puede estar desprevenido. Al ver a uno subirse al taxi sin ni siquiera dudarlo, algo dentro de mí me llevo a acercarme al de más estatura que todavía se encontraba afuera y agarrándolo del brazo lo freno. Se da vuelta anonadado, sin saber de adonde había salido, y le digo sin soltarle el brazo: “no podes subirte a un taxi sin saber a donde ir, porque los va a pasear por todo Buenos Aires. Es peligroso, tienen que tener cuidado”. Me mira y me dice “¿pero que hacemos si no? Queremos salir”. En un segundo pensé en como solucionar la situación, ya que era evidente que la mujer los iba a estafar, y no me podía ir sabiendo que corrían ese riesgo. ¡Solo había una solución! Lo miro y le digo “si queres los acompaño. Yo me iba a dormir, pero la verdad he viajado sola y siempre he encontrado gente que me ha ayudado a mi paso, es lo menor que puedo hacer. Después yo sigo mi camino, pero soy de acá y conmigo no van a tener problema”. Él me mira y sin vacilarlo me dice “Perfecto”. Así fue como me subí al taxi con estos dos extranjeros totalmente desconocidos, pero a los cuales pensaba defender de la “viveza criolla”.

Ni bien entro al auto, la mujer se sorprende ante mi presencia, y le dice en forma incisiva al que ya se encontraba dentro “¡Ah! Pero si viene ella, no los voy a poder llevar al lugar que te comente antes”. La miro y le digo “¿Qué lugar es ese? Yo soy de acá y los voy a acompañar a donde quieran ir”. A lo que contesta el extranjero de menor estatura “no se, dice de un local donde las mujeres bailan, me dijo que es lo mejor de Buenos Aires”. Los miró, ya que la situación se me había ido de las manos, en milésimas de segundo pensé que tal vez eran peligrosos, ¿no tenia sentido estar allí? Yo ni los conocía, pero una fuerza difícil de explicar me había llevado a encontrarme en esa situación de la cual ahora no podía salir. Estaba ya sentada en el medio de estos dos desconocidos, y les pregunto ¿Pero ustedes quieren ir a un cabaret?, porque si es así me bajo. “No” contestan a unísono. El más alto agrega “Solo queremos ir a un lugar a bailar, estamos cansados de dar vueltas por bares. Estas chicas con las que recién hablamos, mencionaron un sitio que se llama Podesta, ¿lo conoces?”. A un cabaret los quería llevar esta mujer, y ellos sin ni siquiera saber. ¿Que tipo de comisión tendría allí?, pensé. Era la señal que necesitaba para saber que había hecho lo correcto. Antes de que pusiera el auto en marcha, le digo que espere para poder definir adonde ir, pero sin escuchar mis palabras arranco. “¿Haber, ustedes que quieren hacer? Mi nombre es María. ¿Cuales son sus nombres? ¿De donde son?”. Al que había agarrado el brazo me dice Jeff y el otro Christian. Somos de Canadá, dicen.

Al decir que eran de Canadá, mi corazón comenzó a latir dada la unión que siento por ese país. Cuando tenía dieciocho años me fui a vivir por casi cinco meses a Ottawa a estudiar en una Universidad un curso intensivo de Ingles como Segunda Lengua. Pero no solo un idioma aprendí, sino que fue mi primer contacto conmigo mismo. Sola me encontraba en un país desconocido con costumbres, clima y cultura diferente, y a la fuerza me independice y comencé a descubrir el mundo. De alguna manera rompí el cascarón del huevo en el que me encontraba, descubrí que había un mundo enorme detrás de la ciudad que había vivido toda mi vida, y que tenía que descubrirlo. Que el mundo no solo estaba conformado por personas provenientes de inmigrantes europeos, sino que había otras culturas y religiones y prácticas que nunca antes había visto y que podían convivir, o que por lo menos en Canadá intentaban hacerlo. Todos esos recuerdos aparecieron en mi mente, pero sólo comente que había vivido en Ottawa algunos meses y que adoraba ese país. ¿De que parte son?-Proseguí. De “Québec” responden. De veras, me encantó Québec, yo justo tuve la posibilidad de estar en el Carnaval de Invierno. Me impresionaron todas esas esculturas de hielo y nieve por doquier. Todas las casas y calles decoradas con delicadeza y fineza por el hielo. Tantos recuerdos pasaron por mi mente: andar en trineo, ver una carrera de canoas con el río a medio congelar, y ni hablar del Chateau du Frontenac, esa magnifica construcción francesa que se convirtió en un hotel cinco estrellas y que predomina la vista de la capital.

La taxista se apresuró a sugerir lugares mientras el auto había comenzado a andar y nuestra conversación se mantenía en su lugar de origen. Propuso la Costanera Norte, o a otros lugares, que involucraban cruzar media ciudad para llegar. Dado que eran las cinco de la mañana no valía la pena ir sin saber si había una buena fiesta. Así que les mencionó donde quedaba el lugar que ella se refería con sus pro y contras. Ellos subrayaban que no les importaba el lugar solo bailar. A lo que digo “entonces no se si vale la pena dar tantas vueltas para llegar a la Costanera, que no solo les quita dinero sino tiempo”. Para que mencione ello. La taxista comenzó a manejar en forma apresurada y encolerizada. ¿Cuál es tu negocio?- Me dice de mal modo. A lo cual pensé, ¿de que negocio me está hablando? Si solo yo pienso en protegerlos, el hecho de que la taxista se bajara del taxi no es algo común ni en Buenos Aires, ni en cualquier parte del mundo. Había gato encerrado, podía presentirlo. Su proceder fue extraño desde el principio. Me dice furiosamente: “Me estas haciendo perder mi negocio, no te das cuenta que me haces perder dinero”. La mujer frenaba con gran ímpetu, haciéndonos el viaje realmente incomodo. Así que la miro y le digo: “Sabes que el país esta como esta por personas como vos, que buscan estafar a la gente. Estos chicos vienen a conocer Buenos Aires, y vos los queres pasear, de alguna forma embaucarlos. Yo he viajado por el mundo y siempre me han ayudado. No tengo ningún negocios con ellos, solo demostrarles hospitalidad y por favor nos bajamos en el bar que dijeron que ahí definiremos adonde vamos. Si queres esperarnos, espéranos, sino ándate”. El bar solo quedaba a pocas cuadras, los extranjeros no entendían nada pero compartían la idea de no estar mas en ese auto.

Nos quedamos un rato charlando de lo ocurrido y terminaron convenciéndome para que los acompañara a bailar. De esta forma nos encontramos los tres en la puerta del boliche. Hacia tiempo que no iba a ese lugar así que no les podía realmente recomendar, pero ante la insistencia de ambos de bailar dado que desde las seis de la tarde se encontraban dando vueltas de bar en bar y ya estaban cansados; no dude en que entráramos y de ultima nos íbamos a otro sitio. No entendían que saliéramos tan tarde los argentinos. Así fue como me encontré bailando con estos dos desconocidos canadienses que por un momento me hacían olvidar de lo que había transcurrido durante toda la noche, y me hacían pensar en la casualidad del encuentro. Disfrute de bailar con ellos sin pensar en nada, me mantuve en mi burbuja disfrutando del momento. Se hizo de mañana y decidimos ir a desayunar medialunas con dulce de leche y mate a casa. Ni bien llegamos, Christian decidió seguir camino hacia su hotel comentando que estaba cansado. A esa altura de la mañana era notoria la atracción que había con Jeff y decidió dar por enterado al amigo que se quedara sin desayuno en una conversación interna entre ellos que no logre escuchar pero que luego me confeso. De esta forma nos quedamos con Jeff charlando hasta muy entrada la mañana para terminar enredados en la cama. Toda la noche había fluido como si hubiera sido digitada, yo solo me atreví a dejarme llevar y no me había equivocado.

Acordamos quedar para cenar. Se unió una amiga al grupo y nos juntamos a la hora acordada. La charla se dio amistosamente en castellano y en francés, tan bello idioma. Comenzamos a contarle a mi amiga como nos habíamos conocido, a lo cual, Christian confiesa que el pensó que yo estaba en asociación con la taxista. Ante mi cara de sorpresa desplegó su teoría que se había formulado cuando había entrado al taxi. Pensó que estaba en complot con ella para pasearlos pero al preguntarles de donde eran y comentarles que había vivido en Canadá, y habiendo dado detalles de que realmente conocía su país; reflexiono que no podía ser cómplice de la mujer. Por eso mientras yo me peleaba con ella, ellos en francés trataban de dilucidar lo que estaba ocurriendo. Les habían dicho que Buenos Aires era una aventura, que se dejaran llevar por lo que les sucediera y eso era lo que habían hecho. Estaban preparados para que los estafaran, por eso la situación no les pareció inusual después de todo lo que habían escuchado. Tenían varias anécdotas para contar y hasta australes les habían dado, moneda que hacia años que no estaba en circulación en nuestro país. En realidad yo era la que tendría que haber tenido miedo dado la situación: Subirme en un taxi con dos hombres extranjeros, de los cuales ni sabía los nombres y con los cuales no había hablado ni una palabra. Pero el sentimiento de que los iban a engañar fue más fuerte, además de su atractivo que no podía negar. Mi conciencia no me hubiera dejado en paz si no hubiera intervenido.

Después conversamos sobre lo que hacían en Bolivia. Estaban trabajando en un programa de cooperación en el medio de la selva, completamente desconectados de la civilización tratando de educar a los que vivían allí. Ambos eran ecologistas y no se conocían antes del programa, de hecho convivían con otras 20 personas de alrededor del mundo. Paradojas del mundo globalizado, querían ayudar a la barbarie, y los indígenas no querían ser ayudados. Venían desde la comodidad y lo previsible de Canadá, donde la tecnología ha ganado a la naturaleza, donde todo se recicla y se aprovecha para buenos usos, y se fueron a las Yungas, tierras de nadie. Nadie se interesa por ellas, ni los que viven a sus costas, y ellos como si fueran “evangelizadores” de antaño iban a enseñarles. Pero se encontraron que ellos no querían escuchar lo que venían a predicar, querían conservar su manera de contactarse con la tierra sin aprovechar al máximo sus recursos, no querían usar preservativos para controlar la natalidad, no les interesaba aprender nuevos oficios para superarse, lo cual hacia su trabajo muy difícil. Hacia un año que estaban allí y era el primer viaje que hacían. A la mañana siguiente ya regresaban después de estar un mes recorriendo el norte, Córdoba y Buenos Aires.

Luego fuimos a bailar a la Costanera, al lado del río alrededor de una gran fogata, rodeada de carpas blancas, llena de gente en una hermosa noche de verano. Disfrutamos de bailar y de contemplar la noche llena de estrellas mientras el sonido constante del agua arrullaba nuestros oídos en sinfonía de la música electrónica de fondo. En un momento, desaparecimos con Jeff para casa, los minutos escaseaban y había que aprovecharlos. Llegamos y nuestros cuerpos se unieron, se fusionaron en la penumbra que la ventana dejaba entrever del exterior. Dos cuerpos que se encontraban y lograban comunicarse. Mezcla de risa y placer, mezcla de explosión de energía compartida por los dos. Quedamos tirados boca arriba pegados mirando el techo sin poder pronunciar una palabra porque la situación nos había invadido. Creía que se necesitaba un tiempo considerado para llegar a ese nivel. La fusión de dos almas sinceras a pesar de la instantaneidad del momento puede provocar cosas impensadas con el raciocinio. Éramos dos espíritus libres.

Y se fue, ¿tal vez hubiera podido retenerlo?, ¿tal vez hubiera podido dejar pasar el hecho de que él apagara el despertador y seguir durmiendo en sus brazos? Pero su amigo y un ticket lo esperaban. No pude, el hecho de saber que cada uno tiene que seguir su camino me impide no actuar en consecuencia. Al observar como apagaba el despertador, a pesar de mi cansancio, a pesar de que solo hacia unas horas que nos habíamos acostado, me impidió cerrar más mis ojos. Me levante y comencé a buscar un cuadro entre mis cuadros para que se lo llevara de recuerdo, no lo olvidaría, la energía que compartimos fue hermosa. No necesitábamos las palabras, hablábamos el mismo idioma. El idioma de las almas que buscan encontrarse, que buscan llegar hasta el punto muy lejano de su propio ser, y para lograrlo necesitan cruzarse con personas como ellas, en las que se puedan ver reflejados, y sentir que no caminan solos, que comparten una misma visión. De esta forma seguirán solos hasta que llegue el momento de parar de caminar, de parar de buscar. Me pregunto si algún día llegara ese día porque parece que crecer nunca tiene un límite definido. Siempre se puede aprender algo nuevo. Lo desperté, tenia que seguir su camino. Le escribí unas breves líneas atrás del cuadro que encontré creyendo que era “justo para él”: La independencia nunca se pierde mientras uno se respete a si mismo”. Una mujer en una noche estrellada, pero que en realidad se encuentra en un día soleado en medio de un mar incierto, donde navega una barcaza sin rumbo definido pero que no deja de navegar. Así lo veía a él, podía sentirse que se encontraba rodeado de estrellas pero en realidad el sol le brillaba.

FIN