Cuento TACHITO sobre la perfección

Tachito

Había una vez, un niñito que se llamaba Tachito. Era morocho,  de ojos picaros color celestes y  unas pecas que le rodeaban la nariz. Era el encargado de cuidar las plantaciones de manzanas de la Finca “La esperanza”. Su obsesión por la perfección era tan grande que había logrado que todas las manzanas brillaran en sus ramas. Se levantaba muy temprano a la mañana para hacer sus tareas cotidianas y no terminaba hasta el fin de las tardes. Estaba orgulloso de su minuciosidad para cuidar de esos árboles que daban frutas tan apetitosas.  Limpiaba de los árboles, las manzanas en mal estado, para que no desarmonizaran con el brillo de las otras colgadas. Todo era una obra de arte para el, un unísono de belleza lo tenia que rodear por doquier.

En una ocasión, una plaga amenazo la plantación, y las manzanas que solían lucir brillosas y redondas estaban marchitas y oscuras. Tachito no entendía que podría haber pasado. ¿Cuál era la plaga que amenazaba a sus plantaciones? Así fue como cada día, cada árbol presentaba manzanas estropeadas. Como Tachito no podía ver a sus árboles con semejantes manchas oscuras colgando. Sin pensarlo, recogió una por una las manzanas podridas hasta quedar sin aliento. Trabajo toda la noche sin conciencia, quedándose dormido sobre los cajones en mal estado. A la mañana siguiente, se levanto y al observar a sus árboles, se dio cuenta que estaban vacíos. ¡No colgaban manzanas apetitosas de ellos! ¿Cómo les explicaría a los dueños de la finca lo sucedido? ¿Cómo sobreviviría el invierno? ¿Cómo crecerían los árboles la próxima temporada? ¿Cuál había sido la peste que le había traído tanta infortunio?-Tachito agarro su sombrero de paja y se largo a llorar.

Tachito en la plantacion

Al  rato observa, que aun quedaba colgando de un árbol una manzana. Agarra la escalera de madera, para alcanzarla. Se acerca deseando que el brillo de esta opacara su desgracia. Al verla, se da cuenta que estaba fea. Cuando esta por agarrarla, un ruido en el interior de la manzana surge y lo frena.

-          ¿Qué haces? ¡Todavía queres más! ¡No te ha alcanzado con lo que has hecho! No te das cuenta que tu obsesión porque todo sea perfecto hace que no aprecies la belleza de las cosas imperfectas. Esta manzana que queres tirar, junto a todas las otras, sigue siendo tan dulce como las que brillan. – dijo la gusanito Mariana.

-          ¡Un gusano! ¡Lo único que faltaba! No solo mis manzanas están podridas sino que están invadidas por gusanos. Pero ¡Quien te has creído para hablarme así! No te das cuenta que yo soy el encargado del lugar y de mi depende que todo funcione.- contesta Tachito

-          Bueno si es por eso,  yo soy la dueña de esta manzana. No te das cuenta que es mi casita, y sin ella no podría sobrevivir. Ya estamos cansados de tu control –dice la gusanito.

-           ¿Cansados? Pero ¿quienes están cansados? Hablase visto, un gusanito contestatario, lo único que me faltaba para completar mi desgracia.

-          Si, ¡cansados! Dado que te has obsesionado en sacar todas las manzanas podridas con mis amigos gusanos, hemos tenido que estropear las que restaban. Si no lo hacíamos, nos moríamos por falta de alimento. Cantidad de familias han ido abandonando tus plantaciones por tu… como lo diría ¡Obstinación! ¡No te das cuenta de nada!

-          Pero como se te ocurre hablarme así.- enojado le dice el nene

-          Se me ocurre, porque si nadie te dice nada vas a seguir empeorando. Ah,  me olvidaba de presentarme, mi nombre es Mariana. En la jerga de los gusanos, como te diría, soy la voz del pueblo. Mi idea no es pelearte sino ayudarte.

-          ¡Ayudarme! ¿Pero como podrías? Toda la plantación que parecía que me traería la felicidad tan esperada porque seria la cosecha más buena de la región, se ha perdido. ¿Cómo podré enfrentar esto? Mis manzanas ya no sirven – dice Tachito con ojos tristes, lleno de lágrimas contenidas.

-          Porque no miras bien- le contesta Mariana

-          Miro, y miro y no se como he llegado a esto. Hace solo pocos días brillaban como corazones esmaltados colgando de las ramas. Y ahora no sirven para nada. ¡Miles de cajones a la basura!

-          Bueno primero que nada escúchame. Porque tengo unas cuantas cosas que decirte.

-          Esta bien, pero déjame que te baje para que me pueda sentar, porque temo que me caiga de la escalera. “Madame”-dice Tachito. Acercándole el sombrero de paja

Tachito y Marianita

Así es como Mariana, se sube al sombrero y baja con Tachito. Al ver la cantidad de cajones llenos de manzanas se da cuenta lo grave de la situación. Se sienta en un cajón vació y Tachito le acerca una de las manzanas “menos podridas” para que se acomode.

 

-          ¿Estas cómoda? ¿Queres algo más? Perdón si la manzana no es tan buena pero es de las mejores que me han quedado.

-          Hum, no sos tan malo como pensaba. En realidad podría decirte que es como si vivieras en un mundo encantado donde todo tiene que ser perfecto. El mundo real es otra cosa. Cambia continuamente como la naturaleza.

-          Tenes razón. Pero ¿como podría cambiar? Yo solo se hacer las cosas bien sino creo que no sirvo para nada.

-          Es que en eso te equivocas, esta bien que hagas las cosas pero no podes controlar los resultados. Si actúas bien, espera, que seguramente tendrás tu premio. No dudes de tus buenas intenciones. Pero tenes que aprender a confiar más en lo que haces.

-          Podría ser.

-          Por ejemplo, te tendrías que haber dado cuenta que las manzanas que no brillan tanto  para vos, son los fertilizantes naturales de los árboles que tanto amas. Con el paso del tiempo, te quedaste solo con las manzanas perfectas, a las que cuidaste y amaste con pasión absoluta pero al solo focalizarte en ellas, no pudiste ver lo que te rodeaba. Muchos de mi especie emigraron a otras plantaciones. Nosotros, somos alimentos para los pájaros que traen semillas, que atraen mariposas que polinizan las flores que rodean a los árboles que les dan el abono que necesitan sus raíces para crecer mas fuerte. Todo es una cadena para un mismo fin. Nos necesitas como nosotros te necesitamos.

-          En realidad, no me di cuenta de lo que hacia. Solo quería que mis árboles lucieran bellos, sin percatarme del fruto. Cuando el fruto era lo importante. ¡Muchas gracias Mariana!

-          De nada, y ahora es tiempo de irnos a dormir. Me llevas de vuelta a mi hogar, por favor.

 

Así fue como Tachito devolvió a la gusanito a la única manzana que había quedado colgando en su plantación, y se fue a acostar pensando en la lección de vida que le había dado. Esa noche tuvo un sueño muy extraño. Soñó que estaba en sus plantaciones, con los árboles llenos de manzanas podridas pero esta vez no las sacaba sino que las acariciaba, y al hacerlo estas se convertían en oro. Con solo tocarlas su piel se transformaba en el hermoso metal que brillaba. De esta forma, corría tocando con sus dedos el fruto de los árboles hasta quedar completamente dorados.

Al otro día ni bien se levanto, miro los cajones llenos de manzanas y decidió que era el momento de hacer una nueva selección. ¿Y saben lo que descubrió? La cosecha ya estaba lista y había sido provechosa. ¡Las manzanas no estaban podridas como el había creído! ¡Había más de lo que había pensado! Tuvo la posibilidad de llevar unas cuantas manzanas debajo de las frondosas ramas de los árboles para que fertilizaran la tierra y alimentaran a los amigos de Marianita que volvieron a su hogar. “La naturaleza es sabia”, pensó Tachito. Agarro su sombrero y se fue contento a mostrarle la cosecha a los dueños de la Finca. El trabajo estaba listo sin darse cuenta, ahora tendría tiempo para descansar.

Tachito aprendió que el secreto de la perfección se encuentra en la gran imperfección de la realidad. Por lo tanto, por más que quisiera controlar los resultados estos se le escapaban de las manos. La mayor plaga de su plantación había terminado siendo él mismo. Al no dejar que pasara nada que no fuera supervisado por él, Tachito suprimía las sorpresas que son el condimento indispensable de la vida.

Tachito FIN

FIN

Dominique y su mundo nuez

dominiqueMundoNuez

 Cuando renuncie a mi trabajo formal, me empece a preguntar que podía hacer para subsistir, y una de ellas fue contar historias de amigos y hasta de desconocidos que venían a casa para que les creara una historia desde su historia con mis letras y colores y dar un mensaje para su corazón. Este cuento se lo hice a mi amiga Dominique, espero que lo disfruten. Dominuez

DOMINIQUE y su mundo Nuez

Había una vez una niñita muy chiquita que tenia un corazón muy grande, era tan grande que cuando latía parecía mucho más alta.

Vivía en un mundo que era como una nuez, todo estaba perfecto en él. Leopardo en las paredes, en las sillas, todo combinaba por doquier. Cofres llenos de perfumes y joyas, espejos dorados, sedas y cueros plagaban su Mundo de Nuez. Relojes que daban la hora con puntualidad colgaban en cada rincón, para nunca llegar tarde a ningún lugar.

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Dominique, así se llamaba la niña, cumplía con su rutina todos los días. Se levantaba a las siete de la mañana para hacer gimnasia durante dos horas, y luego, comenzaba a mover todos sus muebles una y otra vez hasta que llegaba la noche y se quedaba dormida, sin siquiera cambiarse, en algún rincón de su mundo. El único momento en el que alteraba su rutina era a la hora del té. A las cinco de la tarde dejaba todo lo que estuviera haciendo para ir a la casa de Miss Caligrafía, su vecina, a tomar el té.

Miss Caligrafía, era una lady inglesa que durante toda su vida había viajado por mundos extraños recolectando historias de aventuras, romances y sorpresas. Un buen día encontró un mundo de letras donde quedarse y dedicarse a escribir sus memorias. Pasaba sus días entre cartas que iban y venían desde diferentes lugares del mundo. Sus recuerdos fascinaban a la niña en cada una de las visitas de las cinco de la tarde a cumplir el rito del té.

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Dominique era una niña feliz, disfrutaba de su mundo en forma de nuez sin interesarle que pasara fuera de él, hasta que una madrugada sintió un gran temblor dentro de su casa. Preocupada por sus jarrones de porcelana, sus relojes de oro y sus sillas del siglo XV, se levantó de la cama para controlar que todo estuviera en orden. Asombrada, se encontró frente a ella con un mundo nuevo, estaba lleno de flores y era transportado por mariposas multicolores. Sorprendida por la visita inesperada, la niña decidió dar un paseo dentro de ese mundo desconocido.

En su interior había un jardín de flores exóticas y mariposas que volaban por doquier. La pequeña Domi caminó por un sendero que la llevó a una alta flor, allí  encontró una casa de muchos colores. De repente, vio a una niña morenita que regaba la casa con baldes de pinturas para darle mas color a las flores que habitaban en su mundo. Mientras hacia su actividad, la niña bailaba con gran soltura. Su manera de bailar llamó la atención de Domi, le causaba mucha gracia esta pequeña desconocida.  Así conoció a María y a su Mundo de Colores.

María  le contó que desde hacía mucho tiempo viaja por la galaxia y que son las mariposas las que la conducen por los distintos lugares. Pero como son un poco torpes, de vez en cuando chocan con otros planetas. Antes de chocar con el Mundo Nuez habían chocado con un Mundo Pecera y terminado todos empapados por las olas que produjo el choque.

-         ¡Mundo Pecera! ¿Y eso donde queda? – preguntó Dominique

-         Más o menos a unos diez millones de años luz. El mundo pecera es gigante y allí viven muchos niñitos pescadores, también los niños buzos que se encargan de soltar a los pececitos que los otros pescan. De esta manera, los peces que se salvan tienen tiempo para poner más huevitos y que puedan seguir naciendo nuevos pececitos. Es un mundo muy gracioso repleto de patas de rana y cañas de pescar. Y vos ¿Qué mundos visitaste? – le preguntó María.

-          Mis tareas cotidianas me impiden salir de viaje. Me levanto muy temprano y  el día no me alcanza para hacer todo lo que tengo que hacer. El único mundo que conozco es el de Miss Caligrafía y la verdad que con su mundo me alcanza.

María pensó por unos segundos y le preguntó:

-  ¿Te gustaría conocer un poco más los mundos que te rodean sin siquiera   moverte de tu casa?

-         ¡Me encantaría! ¿Pero cómo podría llegar hacerlo sin tiempo para salir a ningún lado? –  le contestó Dominique.

-          Es muy fácil. Voy a buscar algo que te va a ayudar. – respondió María mientras entraba en su casa.

Al rato, María salió con un telescopio gigante. Se lo regaló a Domi y le mostró cuál sería su próximo destino: el mundo de su amiga Alejandra.

Alejandra vivía en un mundo color Rosado, todo tenía puntillas, encajes y corazones.  Ella era una soñadora que se pasaba los días soñando con historias de príncipes y princesas, romances de películas y tragedias griegas. A Dominique le llamó la atención el mundo de Alejandra y tuvo ganas de conocerla. Así que María decidió ir a buscarla.

Dominique se despidió de María. La pequeña se quedó pensando en el amor que María tenía por las plantas y las flores de su mundo. Se dio cuenta que ella también quería cuidar a alguien, a veces se sentía muy solita. Así fue como entró en su vida Tafi, una perrita que parecía un pompón peludito, blanco y negro. Así empezó a cambiar su rutina diaria. Todas las tardes, después de la hora del té,  se dedicaba a contemplar los otros mundos con el telescopio que le había regalado su nueva amiga. Vio mundos sucios con muchas telarañas y polvo; un mundo de notas musicales del cual se desprendían melodías, en el que había una banda con un director diferente en cada canción; también un mundo de líneas rectas en el que un chico medía cada rincón con una regla.

Dominique y su mundo nuez anteultimo dibujo

A la semana siguiente, María volvió en un globo rojo con su amiga Alejandra,   para invitar a Dominique a dar un paseo con ellas. Así, las tres se convirtieron en grandes amigas. Todas las semanas iban a dar largos paseos en el globo, charlaban de la vida y se contaban sus sueños y secretos.

A partir de entonces, Dominique dejó de pensar que su rutina diaria era algo que no se podía cambiar. Se dio cuenta de que no era una obligación cambiar los muebles todos los días y que había otras cosas a las que les quería dedicar su tiempo. Su vida en su Mundo Nuez cambió: ahora tenía un perrito al que cuidar, y dos amigas con las que charlar. Claro que, de vez en cuando, tenía ganas de quedarse en la cama para soñar un poco más.

Y como su vida se modificó, su mundo también se transformó. La nuez se convirtió en el corazón de un durazno muy apetitoso y jugoso. Ese Mundo Nuez tan ordenado, ahora estaba recubierto por una piel y una pulpa desordenada que cambiaba todo el tiempo de tamaño y que le permitió a Domi tener más espacio  para crecer y poder ser ella misma.

FIN

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EL ANILLO – moraleja

el ojo que todo lo ve2

“El ojo que todo lo ve”

Cuando estaba dudando en dejar Cancillería, ya hace 8 años atrás, una persona que se cruzo en mi camino al que llame el búho me contó esta anécdota que compartiré, a veces simplemente le preguntamos a las personas equivocadas o no terminamos de ver nuestro valor. Muchas veces solo hay que amigarnos con nosotros mismos y tomar las riendas de la vida para que nuestro valor irradie por sí mismo y atraiga lo que deseamos. 


EL ANILLO
Vengo, maestro, porque me siento tan poca cosa que no tengo fuerzas para hacer nada. Me dicen que no sirvo, que no hago nada bien, que soy torpe y bastante tonto. ¿Cómo puedo mejorar? ¿Qué puedo hacer para que me valoren más?

El maestro sin mirarlo, le dijo: “Cuánto lo siento muchacho, no puedo ayudarte, debo resolver primero mi propio problema. Quizás después…” – y haciendo una pausa agregó – “si quisieras ayudarme tú a mi, yo podría resolver este problema con más rapidez y después tal vez te pueda ayudar.”
“E…encantado, maestro” – titubeó el joven, pero sintió que otra vez era desvalorizado, y sus necesidades postergadas.
“Bien” – asintió el maestro.

Anillo_de_Valor Se quitó un anillo que llevaba en el dedo pequeño y dándoselo al muchacho, agregó – “Toma el caballo que está allí afuera y cabalga hasta el mercado. Debo vender este anillo porque tengo que pagar una deuda. Es necesario que obtengas por él la mayor suma posible, pero no aceptes menos de una moneda de oro. Ve y regresa con esa moneda lo más rápido que puedas.”
El joven tomó el anillo y partió. Apenas llegó empezó a ofrecer el anillo a los mercaderes. Estos lo miraban con algún interés, hasta que el joven decía lo que pretendía por el anillo. Cuando el joven mencionaba la moneda de oro, algunos reían, otros le daban vuelta la cara y sólo un viejito fue tan amable como para tomarse la molestia de explicarle que una moneda de oro era muy valiosa para entregarla a cambio de un anillo. En afán de ayudar, alguien le ofreció una moneda de plata y un cacharro de cobre, pero el joven tenía instrucciones de no aceptar menos de una moneda de oro y rechazó la oferta.

Después de ofrecer su joya a toda persona que se cruzaba en el mercado –más de cien personas- y abatido por su fracaso, montó su caballo y regresó. Cuánto hubiera deseado el joven tener él mismo esa moneda de oro. Podría entonces habérsela entregado él mismo al maestro para liberarlo de su preocupación y recibir entonces su consejo y ayuda.

Entró en la habitación. “Maestro” – dijo – “lo siento, no se puede conseguir lo que me pediste. Quizás pudiera conseguir dos o tres monedas de plata, pero no creo que yo pueda engañar a nadie respecto del verdadero valor del anillo.”
“Qué importante lo que dijiste, joven amigo” – contestó sonriente el maestro. “Debemos saber primero el verdadero valor del anillo. Vuelve a montar y vete al joyero. ¿Quién mejor que él para saberlo? Dile que quisieras vender el anillo y pregúntale cuánto te da por él. Pero no importa lo que ofrezca, no se lo vendas. Vuelve aquí con mi anillo.”
El joven volvió a cabalgar. El joyero examinó el anillo a la luz del candil con su lupa, lo pesó y luego le dijo: “Dile al maestro, muchacho, que si lo quiere vender YA, no puedo darle más que 58 monedas de oro por su anillo.”
“58 MONEDAS!!!!!!!!!!!!!!!!!” – exclamó el joven.
“Sí” – replicó el joyero – “yo sé que con tiempo podríamos obtener por él cerca de 70 monedas, pero no sé… si la venta es urgente…”

El joven corrió emocionado a la casa del maestro a contarle lo sucedido.
“Siéntate” – dijo el maestro después de escucharlo. “Tú eres como este anillo: una joya, valiosa y única. Y como tal, sólo puede evaluarte verdaderamente un experto. ¿Qué haces por la vida pretendiendo que cualquiera descubra tu verdadero valor?”

Y diciendo esto, volvió a ponerse el anillo en el dedo pequeño.

“Todos somos como esta joya, valiosos y únicos, y andamos por los mercados de la vida pretendiendo que gente inexperta nos valore.”