Cuento en Varanasi, SPARKLINGS – Chispa

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Una historia de mi viaje a India que se convirtió en cuento y tiene dos partes, esta es la primera, para que la disfruten y aprendan de VARANASI o BENARES y tengan su propia perspectiva. En India entendí que no se puede generalizar, cada uno tiene su propia experiencia, aun haciendo lo mismo que otros. Esta semana pensé que podía escribir un libro “Manual sobre todo lo que no hay que hacer pero que hago y me funciona”, aceptarse y abrazarse es muy bueno. No hay una forma, ni una manera, disfruta de seguir tu corazón a donde te lleve….

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SPARKLINGS – Chispa
“No quiero ir sola a Varanasi, no quiero ir sola a India”, pero a veces eso que no queremos es exactamente lo que tiene que pasarnos para aprender y ver nuestra verdadera naturaleza. A veces a eso que nos resistimos, es lo que tenemos que experimentar para crecer. A veces las cosas no se dan como queremos, pero se dan de formas maravillosas.
Cada lugar tiene su propia experiencia. Al pensar en India antes de encontrarme en ella, me imaginaba el Ganges y la postal de Varanasi en mi imaginación, quería estar allí, contemplar un amanecer en las interminables escaleras para sentir la espiritualidad en potencia. Creía que era un lugar mágico, pero al empezar a informarme la cristalización de mi imaginario contrastaba con otra realidad, la ciudad de la vida y de la muerte, donde los hindúes elijen morir creen que aquellos que se bañan o rocían con agua del Ganges al momento de su muerte serán liberados del ciclo de reencarnación y muerte y vivirán en el paraíso por siempre. Desde que llegue a india todo el mundo me hablaba de Varanasi o Benarés, como un lugar de miedo, lleno de caca, mugre, caos, de gente con enfermedades, de lo fuerte que era y la verdad era el único lugar que esperaba no llegar sola; pero aconteció. Por más que conocía un montón de gente en el camino me era difícil coordinar agendas con otros para viajar juntos.

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En rishikesh conocí a una francesa llamada Tali que me había conectado con una americana que trabajaba en un hostel y que me esperaba para hospedarme allí, pero algo que no sabría como explicar me decía que no. Tenía el hotel que me habían recomendado unos españoles que había conocido, e igual trate de buscar en la pagina online alguno que me llamara la atención por alguna razón. Cuestión que llegue a Varanasi sin tomar ninguna decisión de donde me alojaría, esperaba que tal vez en el tren conociera alguien que me hiciera fluir en su camino como me había sucedido en Udaipur, pero nada de esto sucedió. Viaje sola con mi libro de Shantaram de compañero, recordando como termine nadando en el Ganges cuando ni quería tocar con mi pie el agua por sentir que estaba contaminada y termine de rafting en el río. En el momento que dijo el guía ¿quien salta al agua? Yo ni lo dude, me encontré allí flotando de felicidad entre los otros indios del bote sintiendo la bendición de estar en contacto con el agua sagrada. En este viaje aprendí a no pensar más en lo que creo que no voy a hacer nunca; porque termino haciéndolo. Vivo el hoy y me dejo llevar por lo que siento en el momento.

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Llegue a una estación llena de gente y movimiento, eran las cinco de la tarde, el tren tardó más de lo programado porque freno en el medio de la nada durante más de tres horas sin nunca saber cual fue la razón pero logre que un ingeniero indio que hablaba perfecto ingles con el que compartía el camarote de segunda clase con aire acondicionado me consiguiera un chai y una somosa recién echa. El pueblo mas cercano al ver que el tren había parado lo tomo como una oportunidad, y se habían acercado corriendo con ollas de chai y comida para vender. Después de dos meses en india ni me preocupe por su procedencia y tome el elixir y saboree la comida. ¿Qué paso? pregunte al indio, “es india, siempre sucede algo”. Era pintoresco ver como el infortunio de unos es la suerte de otros. Cuando divise que estaba por llegar a la ciudad, escribí los tres nombres de los hoteles con los que contaba y lo deje a la suerte, salió un tercero no recomendado por nadie pero que tenía buenas recomendaciones en la página de hoteles online y decidí seguir ese instinto. Cualquier cosa iría al hostel con la americana, pero no tenia ganas de compartir cuarto y principalmente quería estar cerca del Ganges, quería verlo desde mi ventana. El que elegí contaba con esa opción.
Salí de la estación esquivando los rickshaw (tuktuk) choferes que querían ofrecerme sus servicios, y me dirigí a la terminal de ellos, encontrándome con que salía 400 rupias ir a mi destino, primero dije si y después pensé no puede ser, así fue como seguí caminando y un tuktuk que dejaba un pasajero al mencionarle mi hotel me dice te llevo por 80 rupias, sin dudarlo me subí. Nos adentramos a Varanasi, caos de rickjacks y de personas, me dice que no todos los taxis pueden llegar a los ghats, que el hoy tenía permiso para ir. Así fue como entramos por unas callejuelas y para el vehículo. Tenemos que seguir a pie, con mi mochila a cuestas lo seguí, pequeñas callejuelas mugrientas con niños corriendo, mujeres tras velos y olores conocidos y no agradables te penetraban mientras el sol iba perdiendo su poder. Después de unas tres cuadras que me parecieron interminables, llegamos al hotel. Salió el conserje y me empezó a mostrar las habitaciones, eran horribles, con olor a humedad y no baratas por el precio de lo que te daban. Me llevan a su terraza como si fuera el must y mi cara decía todo, no siento este lugar para estar, me baja a la mitad el precio de la habitación si me quedaba tres días. Lo miro y le digo voy a pensarlo, claramente era un buen negocio, pero había algo del lugar que no me cerraba. No sentía buena energía del dueño.
Salgo y le digo al del tuktuk cambie de opinión cuanto me cobra por llevarme a este hostel (el de la americana) y me dice 150 pero antes de llevarte a ningún lado déjame que te muestre otro hotel a la vuelta de este. Perdido por perdido acepte, fuimos a otro pero que termino siendo de la misma familia del anterior, tenia el mismo nombre y al mostrarme las habitaciones sentía el encierro. La terraza era mucho mas linda y ni bien salí al exterior, el sol que atardecía se reflejo en mi rostro mostrándome la belleza de un Ganges al que quería llegar pero que todavía no podía disfrutar. Contemple unos minutos como el sol se acostaba y disfrute de la vista que contaba el hotel, era maravillosa y me imagine meditando allí. Al bajar el conserje del hotel me rebaja el precio de nuevo, pero había algo que no podía explicar que me decía “No”, le dije de nuevo que lo iba a pensar. Estaba cansada, pero había aprendido a seguir mi instinto y mi cuerpo me decía NO. No me gustaba donde se encontraba, cerca de un ghat pero lejos de la calle principal y sentía que a partir de las 6 de la tarde no iba a poder salir más de allí por una importante razón: miedo.
El taxista me empezó a mostrar otros hoteles que estaban en la redonda, quería que dejara mi mochila en uno para poder ver los otros y yo pensaba me quedo sin mochila y sin hotel si le hago caso. No puedo confiar aunque quisiera hacerlo. Aunque pese la llevo conmigo, me mostro tres hoteles más ninguno me agradaba. Uno directamente, desde la puerta, el indio que era gordo, cosa que no es tan habitual, ni se esforzó en mostrarme las habitaciones y de mal trato me dijo su precio que era alto y pensé necesito estar en algún lado donde las personas puedan ayudarme. Así fue como le dije al tuk tuk que no era lo que estaba buscando, que necesitaba otra cosa, que no nos estábamos entendiendo y que me llevara al hostel. Uno mas me decía, una nueva oportunidad me pedía. Para ese entonces yo ya sabia que los conserjes de los hoteles le daban comisión y claramente yo sabia que me iba a quedar cinco días en Varanasi lo cual era bueno para negociar. Cansada, ya de noche, entre las callejuelas, con el chofer caminando me llevo a la paralela de la calle principal, a una cuadra que estaba aunque sea iluminada y con negocios y me llevo a un hotel que no estaba en ninguna guía, pero que ya me gustaba un poco mas. Me mostraron mi cuarto, espacioso, con vista a la ciudad y con terraza, no era maravilloso pero de lo que había visto ampliamente lo mejoraba y sobretodo el dueño del hotel era muy simpático. En mi interior pensaba porque no fui directo al hostel o me organice con el hotel de antemano pero a veces el destino te depara mejores cosas que ni te imaginabas en ese primer momento. Ya sin dar muchas vueltas le pague dos días al conserje del hotel pudiendo extenderlo cosa que los otros hoteles me obligaban a pagar los cuatro días y no sabia si quería estar allí o no. El chofer del tuktuk se fue feliz con el doble pago y yo pensaba que ganas de negociar que tenia, que perdió dos horas dando vueltas conmigo por las calles de Varanasi cuando hubiera podido estar trabajando con el tuktuk, pero en algún punto allí se están jugando el orgullo de haber convencido a la turista a alojarse en otro lugar y tenía que darle sus créditos, lo había logrado.
Estaba muerta, se largó a llover y ya era de noche. Necesitaba comer y la terraza no tenía luz por un problema que no me podían explicar, lo cual significaba que me iban a cocinar con la luz de las velas, y prefería tomar un poco de aire. Cuando estoy saliendo a la calle, el dueño del hotel me dice que no era seguro que estuviera caminando sola de noche. Salí igual, a los pocos pasos me encuentro en la calle principal de noche rodeada de indios mirándome y sentí que tal vez tenia que escuchar al dueño del hotel. No era seguro. Retorne mis pasos y me encontré con un hotel cuatro estrellas que promocionaba su terraza y que no había visto unas horas antes. Sin dudarlo me merecía un buen banquete después de haber perdido mi primer día en Varanasi sin poder hacer nada. Al volver al hotel me ofrece el dueño que a las cinco y media de la mañana me podían pasar a buscar un barquero para ir a navegar el Ganges a la madrugada, sin dudarlo le dije que si. Medite en la calma de mi cuarto donde podía ver unas lagartijas blancas como mis acompañantes y me quede dormida.

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A las cinco de la mañana me desperté, la gente que trabaja en el hotel se encontraba dormida en la recepción, pedí que me abrieran la puerta dado que me pasarían a buscar para hacer la excursión del barco. Claramente se hicieron las cinco y media y nadie había llegado, los tiempos de los indios son flexibles, nunca hacen lo que dicen ni llegan cuando supones, se intercambian los clientes y terminas haciendo algo con otra compañía porque sí. Pero respire profundo a pesar de mi miedo a perderme el amanecer y cuando estaba por ir a preguntarle de nuevo al chico del hotel que había vuelto a dormirse, aparece un joven indio diciéndome que el me llevaría a tomar el barco y que donde estaba la otra chica ¿que otra chica? Yo estoy viajando sola. Cuando empezamos a caminar, el conserje del hotel sale corriendo, falta una chica, esperen un minuto. Mi cara de desconcierto era grande, teníamos que seguir esperando pero me sentía culpable de que le había asegurado al indio que solo yo estaba. De pronto una chica completamente dormida aparece corriendo, era irlandesa y estaba viajando con otra chica que no se había despertado, porque se sentía mal. Las dos nos internamos en las callejuelas de una ciudad dormida, llegamos al ghat y dos niños de unos seis y ocho años se nos acercaron con ofrendas, flores frutos y velas en una platito de metal. Todavía no había amanecido y estos niños ya se encontraban haciéndose el pan, sin dudarlo le dije que si, yo quiero mi ofrenda y la irlandesa se contagio con mi comentario de que estos niños tenían que estar durmiendo en vez de trabajando. Me mira, y me dice “no me lo había puesto a pensar, estoy cansada de que me acosen vendiéndome cosas y estas ofrendas claramente no valen las 20 rupias que están pidiendo”. La miro y le digo esta bueno desear, y en este caso estas ayudándolos, no es ni cincuenta centavos de dólar, es un gesto y seguramente le cambiaras algo de su día.

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Nos hicieron subir al barquito y nuevamente nos hicieron esperar por otras dos pasajeras que llegaron tarde, pero ya no me importo, estaba en el agua agradecida, me sentía bendecida, finalmente me encontraba allí, tanto había tenido que pasar para llegar a este lugar y tanto lo había esperado. El sol empezaba a asomarse y tintineaban sus destellos en el agua como si jugaran. Los pájaros volaban y la ciudad seguía durmiendo. La calma y el silencio llenaban el espacio. El joven barquero empezó a navegar y nosotras nos metimos cada una en su burbuja, no hablábamos éramos cuatro mujeres que viajábamos solas a india y cada una tenia su historia. El barco estaba lleno de ellas, historias de vida, y yo podía sentirlo. A medida que el barco se adentro al agua, empezamos a cruzarnos con otros barcos, algunos con motor llenos de japoneses que pasaban como bengalas mientras los barcos a remo iban a cámara lenta, disfrutando de acercarse y alejarse de las orillas de los ghats para ver los detalles. Nos cruzamos con barcos pescadores y barcos que vendían estatuillas y souveniers hindúes. Cruzamos el primer ghat para incinerar, el humo y los cadáveres posando sobre las piedras se observaban a lo lejos. Que espectáculo logrado alrededor a algo que duele pero que para ellos es parte de la vida, de sus rituales, de su despedida. La vida sigue en India y la muerte y el renacimiento son conceptos unidos, todo es uno y es continuado.

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Los Ghats de Varanasi son grandes pasarelas de piedra construidas en las orillas del rio sagrado de la India, el Ganges. Durante siglos, la gente ha venido aquí para orar, meditar, bañarse y, como es sabido, incinerar a sus muertos. Los ghats crematorios de Varanasi se derivan de la creencia hindú de que las personas cuyos restos sean sumergidos en el río sagrado Ganges después de la muerte se les garantiza una buena vida eterna. Mientras el barquito a remo encontraba su camino, veíamos a gente lavándose los dientes con el agua sagrada, tomando baños y hasta lavando sus ropas allí. De repente un muerto se nos cruza y tenemos que esquivarlo. Un cuerpo rodeado de telas naranjas y doradas navega tranquilo por el agua, seguramente es un brahmán y ellos no se incineran porque ya llegaron trascender al otro mundo. Los minutos pasaban y eran como horas, había tanto para ver, tantos detalles que no te alcanzaba la mirada. Estuvimos cuatro horas navegando y regresamos con la irlandesa charlando que era la segunda vez que estaba en Varanasi, porque un mes atrás no había podido acercarse a los ghats porque estaba todo inundado y había decidido regresar. El lugar lo ameritaba. Me dice de pasar a buscar a su amiga y compartir un tuktuk por el día que nos llevara a la universidad y a los distintos templos que había que visitar en la ciudad. Sin dudarlo estaba dentro del plan. Agradecía haber elegido ese hotel porque no solo me facilitaba las cosas sino que me daba dos nuevas compañeras de viaje. Su amiga australiana ya nos estaba esperando para la nueva aventura.

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Primero fuimos a la Universidad, donde dimos ofrendas en un templo grandísimo de Vishwanath (dios Shiva) y luego al templo de monos, dedicado a la diosa Durga, donde tuvimos que dejar nuestras pertenencias para poder entrar. Algunos templos son casi agresivos más que pacíficos, dado que hay ofrendas y olores fuertes que hacen que te sientas a la defensiva en vez de sentir la bienvenida. Tal vez por desconocimiento, tal vez por no compartir su religión pero muchas veces te sentís no parte. Mi deseo de conocer y absorber hace que este abierta a recibir lo que veo. Luego fuimos al Templo Bharat Mata, lo peculiar de este templo es que se albergan mapas de la India tallados en mármol, porque es el único templo de Varanasi dedicado a Bharat Mata, la personificación nacional de India como diosa madre que se representa como una mujer vestida con un sari, sosteniendo la bandera nacional. Luego seguimos en el tuktuk que nos esperó mientras un señor nos mostraba el mercado de las sedas, los tejidos y la producción de saris, así fue como entramos a distintos edificios donde nos enseñaron los secretos de los tejidos, mientras cabras y niños nos rodeaban. El pago de entrar a los distintos edificios fue comprar unos pañuelos de suvenires, pero valió la pena lo aprendido. Estábamos cansadas y agotadas del calor y de las vueltas por Varanasi y las cuatro horas del tour se habían terminado. Llegamos al hotel y decidí ir a la ceremonia del Ganges, las chicas ya habían estado y salían en un bus a Nepal dado que ese día no salía el tren. Me invitaron a irme con ellas pero quería disfrutar más días de la ciudad de la vida y la muerte, quedamos conectadas para encontrarnos en Nepal. Ya había pagado por mi pasaje en tren a Nepal y sentía que no tenía que correr.

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Salí nuevamente caminando por la ciudad hacía el Dasaswamedg ghat, cada día del año a las 19,00h, se transforma el ghat en una Ceremonia Ganga Aarti con puja (ofrenda), fuego y danza. Me gustaba la idea de caminar y mirar los distintos barrios que pasaba con sus peculiariedades, de musulmanes, de hindúes, mujeres tapadas completamente, hombres con distintos oficios se desplegaban por la calle. Todo iba pasando mientras caminaba a mi paso, necesitaba parar para tomar bebidas, el calor era intenso y claramente había sido un largo día. En el camino me encontré con cuadras con personas en el piso pidiendo con distintos motivos, como si fuera la meca de los “indios necesitados”. Llegue temprano y conseguí un buen lugar para mirar la ceremonia. Sin dudar agarre mi monedero para comprar una nueva ofrenda, esta tenía un fin, la salud de la mama de una amiga que me había pedido. Al mirar el interior de mi monedero me doy cuenta que me había quedado sin dinero, solo tenía los billetes para la ofrenda, que significaban el tuktuk de regreso al hotel al terminar la ceremonia. Sin dudarlo invertí en la ofrenda, para mí era importante cumplir con mi promesa y de alguna forma resolvería volver al hotel. Me había olvidado de cargar la billetera con dinero y desde la mañana que no había parado de dar y ofrecer. La ceremonia duro un largo rato, entre cantos, rezos, inciensos, velas, y bullicio. No necesitaba entender, solo sentir, había un idioma universal que nos unía en ese momento, el respeto por los otros, el compartir un ritual ancestral y el saber que por unos momentos nos encontrábamos todos unidos creyendo, sin diferencias. Yo me emocione en varios momentos, la piel de me erizaba y sentía paz y felicidad de haberlo logrado. Finalmente estaba en Varanasi, finalmente había llegado. Siempre había querido estar ahí.

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Lance la ofrenda al Ganges con el nombre de la persona en cuestión y pedí por su bienestar. Mire como la ofrenda se confundía con otras en el río que se movía sin cesar, entre barcos con gente que sacaba fotos y niños que ofrecían suvenires y ofrendas. Me puse a charlar con una pareja de franceses al final del ritual, a ver si compartían mi misma dirección pero iban para otro lado. Decidí esperar a que algún grupo de extranjeros saliera en mi misma dirección para no sentirme sola. Tenía un poco de miedo, miedo a lo desconocido, y miedo a que había mucho descontrol, mucha gente que te pedía y te seguía. Pero confié y a los pocos minutos vi a una madre y a un hijo que hablaban en español y les pedí si podía caminar con ellos. Me contaron que estaban en un tour con 30 españoles y cada día tenían que sortear con un imprevisto, alguno se enfermaba, alguno se perdía, algún contratiempo sucedía. Nada es seguro en India. Me miraban sorprendidos que estuviera sola viajando. Ya me había acostumbrado, contestaba sonriendo, siempre había alguien dispuesto a ayudarme y acompañarme como ellos. Caminamos varias cuadras juntos, entre el bullicio de un mercado en ebullición y gente que no paraba de surgir como si fuera un manantial. Gente sin piernas y brazos que pedían, entre carretillas ofreciendo frutas secas y vestidos.
Llegamos a la calle principal y a ellos los estaba esperando un bus en algún lugar cercano, yo decidí volver caminando entre la multitud de gente que había ido a ver la ceremonia me sentía protegida y por suerte lo había hecho de día al camino y mi memoria visual no fallaba. Eran como 30 cuadras pero me sentía más segura que subirme a algún rickshaw que con la cantidad de gente que había no avanzaba. Me tape la cara con mi pañuelo como si fuera uno de ellos, con mi pollera larga y mi vestimenta podían confundirme. Camine sin parar, y con una seguridad de que estaba protegida y de que había estado orando durante horas. Seguía bañándome todos los días con agua fría para que mi aura brillara y meditaba para que mi radiancia atrajera lo que me correspondía. Esos eran mis rituales para sentirme segura. Llegue casi corriendo al hotel y agradecí que estuviera casi en la calle principal porque siempre había movimiento. A las nueve de la noche mi día había sido completo. Me fui a dormir en plenitud de mi ser, finalmente había vivido lo que tanto tiempo había soñado. Por años cada vez que veía una postal, documental o película del Ganges en Varanasi me largaba a llorar, había algo de este lugar que me sensibilizaba y me hacía sentir que tenía que venir, pero por más que quisiera a veces no se puede apurar al destino. Todo tiene un porque y claramente antes no se si hubiera estado preparada para vivir India de la forma que lo estaba haciendo.

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Mientras leen la historia pueden escuchar esta música de Snatam Kaur, para el corazón: https://www.youtube.com/watch?v=ibNKIh75Nx0

Solsticio de Verano

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Hoy celebramos el inicio del solsticio de verano y la luna nueva de Capricornio, momento de balances y de proyectar lo que deseamos y a mi me toco empezar un mural sobre la vida y la muerte. El mural es en un departamento particular que se llama “La muerte se ríe mientras la vida sucede”.
El hombre de la pareja vivió la experiencia a los 17años de morir unas horas y volver a la vida, vio el túnel y la paz que se disfrutaba en el otro lugar, vio a los médicos desde arriba y volvió, me contó esto para expresarme que quería una calavera, quería que la muerte estuviera presente, para recordar lo vivido. Nunca en mas de 19 años pintando hice una calavera, es un elemento que no me atrae, porque me gusta la vida. En otro momento le hubiera dicho “No”, hoy dije ¿porque no? Me encantan los desafíos. Entender a la muerte como parte de la vida nos hace entender al tiempo de forma circular y no lineal. Feliz de llenar de colores en otro ambiente y en lograr llevar a cabo algo que nunca había realizado.

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El mural es sobre el amor y lo que genera al encontrarse dos personas, y al mismo tiempo los represente a ellos unidos desde la tierra y el cielo en una burbuja. A él lo hice como una calavera, dado que se río a la muerte y de esta forma gano y se hizo sabio por eso el búho que sostiene en la cabeza. A ella la hice como una princesa de otro tiempo, conectada con la naturaleza y con una mariposa en la cabeza, dispuesta a cambiar las veces que sea necesaria.

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Un árbol de vida que mira, lleno de poros que son ojos abiertos, conectado al todo. Un gavilán posa en una de sus ramas como un guardián, rosas y estrellas cuelgan del mismo. Dos lotos que flotan y navegan en el agua representando su libertad pero al compartir su amor son un loto conectado con la tierra. Un banderín con mensajes para el hogar y estampados que generan felicidad. La naturaleza y el amor invaden el dibujo, demostrando que la vida siempre gana en su continúo existir.

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“Que cada paso hecho en esta Tierra,
sea firme como el del latido de un tambor.
Que cada mirada hecha al Cielo,
no sea para pedir sino para ofrendar el corazón.”
Arnau de Tera