De la vida de artista (Honoré de Balzac)

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El artista es una excepción; su ociosidad es un trabajo, es elegante y abandonado alternativamente; reviste a capricho la blusa del labrador y decide el frac llevado por el hombre en moda; no acata leyes: las impone. Ya se ocupe en no hacer nada, ya medite una obra maestra sin parecer ocupado, ya guíe un caballo con un bozal de madera, y a toda rienda los siete caballos de un britschka*, sea que no tenga veinticinco centavos, o que desperdicie el oro en manos llenas, es siempre la expresión de un gran pensamiento y domina la sociedad.

El artista es siempre grande. Tiene una elegancia y una vida incomparable, porque en él todo refleja su inteligencia y su gloria. Son tantos los artistas como las vidas con ideas nuevas. Para ellos, estar a la moda no tiene la menor importancia: son seres indomables que modelan todo a su imagen y semejanza. Si se apoderan de algo, es para transfigurarlo.

De esta doctrina se deduce un aforismo europeo:

“Un artista vive como quiere… o como puede.”

 

* Coche de campo, algo como el mail-coach inglés, muy de moda en tiempos de Balzac.