Ser ilustrador@ de LIJ: Leicia

#CuentosInfantiles

Las ilustraciones, las imágenes, en los libros infantiles (aunque no exclusivamente) son su motor, lo que muchas veces activa el interés (o el rechazo) en la lectura de un libro en los niños. Sin embargo, a pesar de la importancia que ellas tienen, recién ahora los ilustradores comienzan a tener el reconocimiento que merecen.

El ilustrador (así como también lo es el traductor en las obras extranjeras) es tan autor como el escritor; sin embargo –y por suerte–, recién en este momento, fomentado por una cultura de la imagen y por una fuerza como colectivo, los intelectuales, el público lector y en general le brindan el lugar fundamental que este actor protagónico tiene en el proceso creativo de un libro. Por eso es que hoy les traigo el intercambio con una de sus referentes, Leicia Gotlibowski.

Esta mujer, cuyo nombre es Leicia, sin t, como se definía en su viejo blog, es mucho más que ilustradora, en realidad. En un muy interesante intercambio, en el que se atravesaron temas tales como la cultura, la infancia, cuestiones concretas como la conceptualización de libro álbum (diferenciado del coffee table book*), conocí sus inicios, sus ganas por editar y escribir, la pasión con la que hace todo.

Aquí les presento a esta mujer que, en realidad, es mucho más que ilustradora, la definiría como juglaresa o como creativa –esto último, incluso en sus propias palabras–.

 

 

foto-leicialr#CuentosInfantiles: ¿​Existe una categoría de ilustrador@​de LIJ ​ o simplemente se es ilustrador@? ¿Cómo fue que llegaste a serlo?

Leicia Gotlibowski: A ver, un clínico debe poder atender la salud de un niño, aunque no esté especializado en pediatría. Es una elección dedicarse a la LIJ con exclusividad. Yo llegué por casualidad y me quedé. Fue por un pedido específico de un amigo. La tapa de un disco para niños, a la que se le sumaban un tablero de juego y otros elementos.

Yo venía del arte digital, usando Photoshop y algo de 3D. Ya había hecho un par de trabajos de ilustración, para adultos –aclara–, en los que había incorporado personajes que hubiesen funcionado perfecto para algo infantil, por ejemplo, escenas con el pingüino de Linux –explica–. Entonces, sentí que para chicos chiquitos, el disco apuntaba a niños desde 2 o 3 años –relata–, tenía que usar otros elementos y me pasé a una instancia intermedia, dentro de lo digital, que fue empezar con la tableta Wacom y el Painter –explica que es «un software que imita las técnicas manuales»–.

 

#CI: ¿ ​Cómo es el trabajo de un ilustrador? ¿Es solitario o solidario? (entendido como de relación con otros pares o editores o autores)

L. G.: Es bastante solitario. Aunque me han tocado editores formidables, que hacen un trabajo previo importantísimo. Es solitario, sobre todo cuando trabajás en máquina. Tal vez en mi caso más que en otros, ya que no suelo entregar bocetos previos. Por eso, de a poco he ido incorporando técnicas manuales, como para poder hacer trabajo previo fuera de casa, aunque todo siempre acaba en el scanner, el Painter y el Photoshop.

 

#CI:  ¿​Los proyectos los buscás​, los proponés ​​o te llegan? ​En los dos primeros casos, ​¿​qué te inspira a la hora de elegir los proyectos y cómo encarás el trabajo?

L. G.: Hay de los dos. En general, encaro distinto cada proyecto.

Salvo que previamente me pidan que repita una técnica o estilo, de algo que ya está publicado, siento que cada proyecto necesita su propio look and feel. Lo piden los personajes, la historia, el formato, el target de edad, el tipo de publicación… pero antes que eso, me lo pido yo. Aunque no deje de sentir que es poco profesional. Me gusta desarrollar el estilo según siento que lo demanda cada historia. O mejor dicho, cada «producto».

 

#CI:  ¿Qué es lo que más te divierte de ​ilustrar LIJ? ¿y lo que menos?

L. G.: Desarrollar el estilo, los personajes. ¡Investigar! Todo.

Lo que no me divierte: que se encare un material como si los chicos fuesen boludos. Y cuando me dan todo pautado: como si eso no fuera una parte fundamental de mi oficio.

 

#CI:  ¿Qué cualidades creés que debe tener ​quien ilustre para niños y cuál creés que más se destaca en vos?​

L. G.: El respeto.

 

#CI:  ¿Qué autor infantil actual o de todos los tiempos es tu preferido o imprescindible?

L. G.: ​Todo el tiempo van cambiando. Y todo va cambiando. No sé si haya imprescindibles.

 

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Detalle de Hansel y Gretel de Mi biblioteca personal

#CI:  ¿Qué cuento clásico te hubiera gustado ​ilustrar? ¿y ​a qué ​autor? ¿por qué?​ ​

L. G.: ¿Clásico?, cualquiera. Me encantan. Ya me tocaron varios: Caperucita; La bella y la bestiaHansel y GretelAlicia en el país de las maravillas… Y todos los disfruté. Me gustaría ilustrar las historias de Marcovaldo, de Ítalo Calvino.  Porque me enamoré de ellas cuando las conocí. Porque son brillantes, entretenidas, muy visuales… Tiernas. Tienen todo.

 

#CI: ¿Qué libro, en general o ​que hayas ilustrado, recomendarías a los padres?​

L. G.: A los padres, El globo, de Isol (sonríe).

Para todos, el que nombré antes, Marcovaldo, de Ítalo Calvino.

De los que ilustré, La sociedad secreta de las hermanas Matanza, de Laura Ávila. Para las hijas, Perlas de bruja, con poesías de María Rosa Mó.

 

#CI:  ¿​Creés que hay libros para chicos y para adultos? Si pensás que sí, ¿dónde creés que radica la diferencia? Y si no, ¿por qué?

L. G.: ​Básicamente, en la posibilidad de empatía con el tema tratado. Se tenga la edad que se tenga.

 

#CI:  ¿Creés que hay un techo en la vida de un ​ilustrador@? ¿por qué?

L. G.: Así como un editor hace elecciones para su catálogo, menos viables comercialmente en la inmediatez, así los ilustradores, también, dedicamos más tiempo del debido a ciertos proyectos. Nos apasionamos. Y nos cobramos con el goce de hacerlos. Lo contrario no sirve. Es decir, por respeto al propio trabajo, no puedo dedicar menos tiempo del «necesario» a la ilustración de un libro porque la paga no es buena o si no me gusta el texto. Una vez hecho el trato hay que enfrentar el desafío y meterle la energía que necesita.

Aunque debo confesar que cuando un tema me llega de manera particular, me ha pasado más de una vez –confiesa–, se nota en el resultado. Algo se trasmite ahí. Inexplicable.

¿Si hay un techo? Supongo que los valores de mercado. Siempre hablando de ilustración de libros (hablando particularmente de la Argentina). Debería haber un techo en el tiempo que se dispone para hacer un trabajo, así como hay un techo –más o menos flexible– para cobrarlo, ya que el libro es un producto que, para que funcione, debe mantenerse accesible.

 

#CI: ¿Se es ​ilustrador@ para toda la vida?

L. G.: Sí.

 

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Parte de la muestra La dama ilustrada 2012

#CI:  Si no fueras ilustrador@, ¿a qué te dedicarías?​

L. G.: Me dedico/dediqué a muchas cosas. En el oficio de maquetar libros es en el que más tiempo he durado hasta ahora, quince años –cuenta–. Le sigue la ilustración de libros infantiles, por poco más de diez –continúa–. He colaborado en proyectos 3D y diseño de packaging, entre otras cosas.

Soy creativa antes que ilustradora, aunque pocas materias logran retenerme en forma permanente.

Es evidente que el mundo que rodea los libros es una importante. Me puedo imaginar editando, ilustrando, escribiendo o «generando» libros. Si logro romper la barrera, me imagino ayudando a otros a generar sus libros. Con talleres presenciales o plantando la teoría y ejercicios en un libro, como herramienta teórica para que otro pueda coordinar el taller.

Volvería a diagramar. Es un lindo oficio. Relajado. Y tiene sus desafíos. Si no los tuviera, sería muy aburrido. Ahí ya no importa el tema.

No volvería al laboratorio de mecánica dental, una de las cosas a las que me dediqué –confiesa–.

 

#CI:  ¿Te dedicarías a la edición e ilustración de libros que no fueran de LIJ?

L. G.: ​Sí. Pero de libros ilustrados. Tal vez me equivoque. Siento que no hay mucho, saliendo de la historieta y del humor gráfico. El libro siempre me sedujo como objeto. Y creo que es parte del éxito de los libros álbum. Muchos funcionan, hasta mejor, para los adultos que para los chicos. Son óptimos para que lean juntos chicos y grandes. Claro que estaría bueno editar libros álbum para adultos. ¿A eso llamás coffee table books? El nombre suena como que no le llega ni a los talones.

 

#CI:  Hay una tendencia a que algunos ilustradores escriban libros, ¿te gustaría hacerlo?

L. G.: Claro, me encantaría. Escribo poesía de toda la vida. La timidez me juega en contra y no muestro mis textos, pero ando en eso. Y con antojo de meterme en la narrativa también.

 

#CI:  Pregunta controvertida, ¿sentís que la función del ilustrador dentro del campo editorial es considerada una tarea menor que queda supeditada al «capricho» del autor, como una actividad conexa?

L. G.: Desde el vamos, la construcción de tu pregunta quita al ilustrador de la categoría de autor. Creo que eso responde buena parte de la cuestión.

 

#CI:  ¿Ilustrás otras cosas que no sean libros?

L. G.: He ilustrado tapas de discos, notas, trabajos para estudios de diseño, frascos de miel… Prefiero referirme a la ‘ilustración’ como la construcción de mensajes, escenas o traducción de ideas en imágenes y no como  ’ornamentos’. Aunque esto no impida la búsqueda del goce estético.

Salvo pedidos específicos, en general, cuando hago un dibujo, una pintura, etc., por encargo o motu proprio, ilustro. Difícilmente no haya un mensaje implícito. Algo que esté queriendo significar. Una idea, un sentimiento…

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© Leicia Gotlibowski. Fragmento de Diario de dragones, de Natalia Schapiro, Atlántida, 2014

#CI: ¿​Cómo definirías «libro álbum»? ¿Es similar a un coffee table book, pero para chicos?

L. G.: Básicamente, es un libro en el que la narración surge de una conjunción de lenguajes. Signos de código alfabético o no alfabético, se vinculan para narrar un todo en el que si falta una pieza el mensaje resulta incompleto. Los lenguajes se suman. Imagen, texto, color, diseño, tipografía, retórica, formato, etc. se resignifican entre sí. Por reafirmación, por contradicción u otros juegos posibles. Hay infinidad de opciones dentro de esta literatura.

 

#CI:  ¿Pensás que los padres invierten en libros para sus hijos? Si, sí, ¿qué libros pensás que les compran? ​

L. G.: Mirá, cuando mi hija era chiquita (empezó a leer muy temprano) yo todavía no ilustraba libros, y en el afán de fomentarle la lectura, buscaba libros con más y más texto. A los cinco años, después de verla leer, fascinada, una y otra vez, «Las zapatillas rojas», de Hans Christian Andersen (en la versión de ediciones Cien, de bolsillo, no una adaptación –aclara–), resolví regalarle los Cuentos de amor, de locura y de muerte, de Quiroga. Tendría que volver a leerlos hoy, para ver si hice una locura.

Ahora que soy ilustradora y conozco este «mundo», le compraría otros libros, aunque no estoy segura de si los compraría para ella o para mí. No sé qué decirte. Hay de todo, para todos los gustos.

Calculo que muchos padres proceden como lo hice yo. Mi hija creció hiperlectora, mientras que yo leo poco. En la casa en que crecí, no se leía. En mi propia casa (porque mi hija ya no vive conmigo –cuenta–), hay escasa literatura. Hay libros de arte, de manualidades, oficios, diccionarios, filosofía, ensayos, pero casi nada de ficción. Personalmente disfruto más la ficción en el cine o en la televisión. Me gana la imagen. Sobre todo porque soy de hacer más de una cosa a la vez . Y no se puede leer mientras se hace otra cosa.

Empecé a leer más (mucho más) y a leer literatura desde que soy ilustradora y, mayormente, lo hago en pantalla. Soy una experta lectora zapping, como si todo el tiempo algo me corriera.

El hábito que incorporé para acercarme a la literatura es escucharla, con un software para ciegos, desde la computadora. Entonces, teniendo el libro digitalizado, puedo escucharlo mientras dibujo, pinto, tejo. Y la concentración llega a ser doblemente buena y relajada.

Hay libros hermosísimos, y los hay muy caros. Y hay posibilidad de acceder a ellos en otros ámbitos, no solo en el de la «posesión» del objeto. Creo que lo importante no son los libros que se compren, sino el acceso del que se disponga o se provea de ellos.

 

#CI:  ¿Cómo ves el mercado de la LIJ desde que sos ​ilustradora? ¿Creció, se mantuvo o mermó? ​

L. G.: Cambió. Sobre todo desde que los Gobiernos y campañas de lectura –que incluyen la lectura de imágenes y libros álbum– lo fomentan, subsidian e incentivan. Siento que vienen tomando auge, por ejemplo, los libros de poesía destinados a chicos. Se están haciendo un lugar que no tenían hace diez años.

 

#CI:  Las nuevas tecnologías ¿dinamitan, potencian o no modifican el espacio del libro ilustrado? En caso de creer que lo potencian, ¿qué posibilidades creés que brinda?

L. G.: Supongo que en el futuro serán como la radio y la televisión. Ninguna desaparece, pero impactan distinto según la generación. Reduciendo el tema a la edición/distribución de libros digitales, lo que te puedo decir es que, para el ilustrador, en este momento, los contratos para libros muy ilustrados que contemplan la distribución en formato digital (y no en papel) son terreno pantanoso. Si bien la tarea de difusión es fundamental (hay demasiada oferta), la reducción en el riesgo de inversión por parte del editor debería reflejarse en mejores porcentajes para las partes. Ya hay experimentos con esto, pero no estoy tan en tema como para saber si funcionan. Lamentablemente, la impresión por demanda de libros a todo color todavía está lejos de ser conveniente por unidad o por pocos ejemplares, aunque es posible.

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© Leicia Gotlibowski. Parte de una práctica con acuarelas

 

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* Los coffee table books, como su nombre lo indica, son los libros que suelen colocarse en las mesas ratonas (por lo general, libros de tapa dura con gran cantidad de imágenes, de amplias dimensiones y factura compleja), su principal funcionalidad es la estética (si bien suelen ser costosos tanto en su producción como en su precio).