Brasil: Después del Mundial, las elecciones…

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El Mundial de fútbol de Brasil no alteró el panorama electoral con miras a los comicios generales del 5 de octubre, en los que la mayor economía latinoamericana elegirá presidente y vice, senadores y diputados federales y estaduales. ¿Cómo influirá el resultado deportivo en el desarrollo de la campaña? Escribe Guido Nejamkis / Especial para DEF e INFOBAE. Desde San Pablo

Aécio-e-Dilma

Según el expresidente Fernando Henrique Cardoso, el sociólogo cargado de pergaminos académicos que gobernó el país más rico y poblado de América Latina entre 1995 y 2002, su Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB) y el oficialista Partido de los Trabajadores (PT), en el poder desde 2003, tienen mucho en común.

Ambos, en términos europeos y según la definición del expresidente, serían socialdemócratas, es decir, aceptan las reglas del mercado capitalista, pero tratan de promover políticas públicas volcadas a ampliar la oferta de bienes y servicios públicos, y así combatir la pobreza y reducir los desequilibrios sociales.

Ambos, también, continúa Henrique Cardoso, creen que el Estado tiene un papel clave en la regulación de los mercados y que su participación directa puede ser necesaria, pero sin ser monopólica, en algunos sectores de la economía (energía, por ejemplo, incluyendo petróleo y gas).

“La socialdemocracia del PT es más estatista y la del PSDB más liberal”, dijo el exmandatario en un reciente reportaje con el diario chileno La Tercera. La explicación de Cardoso, un estadista respetado internacionalmente pero con una popularidad acotada en Brasil tras dos mandatos consecutivos en los que logró vencer la inflación llevando a cabo ambiciosas y por momentos duras reformas económicas, sirve como una precisa síntesis para explicar por qué Brasil, a diferencia de Argentina, su gran vecino y socio comercial, no ha experimentado en las últimas décadas políticas pendulares que pasaron de privatizar casi todo a estatizar lo previamente enajenado.

En ese contexto, que hoy combina fortaleza institucional con una economía cuyo crecimiento se hizo más lento pero que cuenta con un volumen y una musculatura de niveles muy superiores a los de 2003, la presidencia del mayor país latinoamericano se pone en juego nuevamente este año, que, como en los comicios de 1994, 1998, 2002, 2006 y 2010, coincidirá con disputas de Mundiales.

Como todos esos años, el resultado de los comicios poco tendrá que ver con el rendimiento de la selección en el campo de juego, pese a vínculos establecidos por analistas o medios de comunicación que buscaron asociar la decepcionante derrota de la selección verdeamarilla con las posibilidades de reelección de la presidenta Dilma Rousseff. Ni los opositores más encumbrados endosan esa hipótesis.

“No tiene nada que ver con la elección. Claro que está todo el mundo triste, pero el pueblo separa muy bien el tema electoral del tema futbolístico. Hay un momento de resaca y tristeza, pero la elección es solo de aquí a tres meses”, dijo el gobernador de San Pabl o, Geraldo Alckmin, del opositor Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB), al descartar la idea de que la derrota de la selección brasileña ante Alemania por 7 a 1 en la semifinal del Mundial tenga impacto en la elección presidencial de este año. “Quien quiera mezclar las cosas, comete un gran error”, agregó.

Alckmin, candidato a la reelección al frente del estado que es el corazón económico e industrial del país, puso como ejemplo las elecciones de 2002: “Fue el último Mundial que Brasil ganó, era el gobierno del presidente Fernando Henrique Cardoso y el PSDB perdió la elección. Entonces, no existe esa relación, aunque estemos todos tristes porque esperábamos un resultado mejor”.

Un reciente sondeo del Instituto Datafolha mostró que el Mundial no influyó en el escenario preelectoral con miras a los comicios presidenciales de octubre, pese a que, con las derrotas, el orgullo con la selección brasileña se derrumbó y la evaluación positiva sobre la organización del torneo también cayó, dividiendo a la opinión pública sobre el éxito del evento. Ese escenario, sin embargo, no benefició a la oposición.

La encuesta mostró un panorama electoral de estabilidad respecto al vigente antes del inicio del Mundial: la presidenta Dilma Rousseff, candidata a la reelección, tiene 36 por ciento de intención de voto (dos puntos menos que en la encuesta previa al torneo); el senador socialdemócrata Aécio Neves permaneció con 20 por ciento; y el exgobernador de Pernambuco Eduardo Campos pasó de 7 a 8 por ciento.

“El saldo del Mundial en la campaña presidencial puede ser considerado un empate sin goles entre el gobierno y la oposición”, dijo Datafolha. Mirado como un todo, sin embargo, el balance del torneo fue enteramente positivo para Brasil. El país recibió un número récord de turistas, que solo según la medición de junio fue superior en un 132 por ciento al mismo mes de 2013, pasando a 691.940 extranjeros de prácticamente de todas las naciones del mundo de los 298.000 turistas en el 2013.

Además, el 83 por ciento de los extranjeros que llegaron a Brasil para el Mundial evaluaron la organización del evento como buena o muy buena, mientras que 12 por ciento la calificó como regular y 3 por ciento como mala o muy mala. La aprobación llegó casi a la unanimidad (92 por ciento) en asuntos como confort en los estadios y seguridad.

Un 95 por ciento dijo que la recepción de los brasileños fue buena o muy buena, y el 76 por ciento aprobó los estadios del torneo y hasta la calidad del transporte, uno de los rubros que despertaba mayor preocupación antes del evento. Otros puntos cuestionados antes del torneo, como la seguridad y la movilidad urbana, superaron las expectativas con la aprobación de 60 por ciento y 46 por ciento, respectivamente. En contrapartida, 29 por ciento consideró malo o muy malo el costo de la vida y 27 por ciento, el precio de los hoteles. La encuesta fue realizada por Datafolha con entrevistas a 2209 extranjeros de más de 60 países en los aeropuertos de San Pablo, Río de Janeiro o Brasilia, y en Fan Fests y lugares de gran concentración en Belo Horizonte, Salvador y Fortaleza, entre los días 1° y 11 de julio.

Los argentinos lideraron el ranking de visitantes, con 101.000 turistas, seguidos por estadounidenses (83.000), chilenos (44.000), colombianos (41.000) y mexicanos (34.000). Los números de julio aún no fueron cerrados, por lo que el saldo positivo del Mundial debe ser aún mayor.

San Pablo, principal puerta de entrada a Brasil, recibió 400.000 visitantes extranjeros durante el Mundial y estimó ganancias por 1000 millones de reales durante el evento. El torneo, además, inyectó el equivalente a unos 30.000 millones de reales (13.500 millones de dólares) en la economía de Brasil, según un relevamiento de la Fundación del Instituto de Pesquisas Económicas (FIPE).

Para la presidenta Dilma Rousseff, fue el “Mundial de los Mundiales” pese al fracaso de la selección, y para el expresidente Fernando Henrique Cardoso, el torneo mostró que el pueblo brasileño ofreció “una acogida calurosa y amigable a los millares de extranjeros que vinieron a Brasil” a presenciarlo. Según el exmandatario, “vivimos intensa y pacíficamente el Mundial e incluimos a todos en la fiesta, pese a que Brasil sufrió duras derrotas en los dos partidos finales. Esto refuerza la imagen positiva de Brasil en el exterior”.

TRAS LA FIESTA, LA VUELTA AL TRABAJO

Pero la fiesta terminó y el calendario rápidamente impuso su ritmo. Con las convenciones partidarias realizadas incluso durante el torneo, el ritmo de campaña se intensificó y comenzó inmediatamente el fuego cruzado entre los candidatos.

El gobierno de Dilma Rousseff sufre las críticas por la fuerte desaceleración de la economía del país, que según analistas del mercado financiero sondeados por el Banco Central se espera una magra expansión del PIB este año, de cerca del 0,97 por ciento, frente al 2,5 por ciento de 2013.

Con menor crecimiento y una tasa de inflación anualizada en casi 6,5 por ciento, el techo de la meta del Banco Central, la campaña de la mandataria ha centrado su discurso en la gran generación de empleo en el país, y también en exitosos programas como Más Médicos, que aumentó la oferta de atención sanitaria en lugares remotos de Brasil, y el que promovió un gran incremento en la oferta de cursos de oficios y enseñanza técnica para jóvenes sin especialización.

El último sondeo de intención de voto publicado en Brasil, realizado por Ibope por encargo de TV Globo y el diario O Estado de S. Paulo, indicó que Dilma Rousseff concentra un 38 por ciento de la intención de voto, seguida por Aécio Neves, con 22 por ciento. El exgobernador de Pernambuco Eduardo Campos, candidato a la presidencia por el Partido Socialista Brasileño (PSB), suma 8 por ciento.

El sondeo de Ibope se compara con un previo que adjudicó un 39 por ciento para Dilma, 21 por ciento para Aécio y un 10 por ciento para Campos. Un 16 por ciento dijo que votaría en blanco o anularía el voto, mientras que 9 por ciento integró el grupo de indecisos o que no respondió. La encuesta fue elaborada en base a entrevistas a 2002 electores en 143 ciudades de Brasil.

Las simulaciones para una eventual segunda vuelta de los comicios, que se realizaría el 26 de octubre, indicaron que Dilma vencería a cualquiera de sus oponentes. Sin embargo, también se mostró que la presidenta tiene una tasa de rechazo de un 36 por ciento, ante 16 por ciento de Neves y 8 por ciento de Campos. Un 54 por ciento dijo que esperaba que Dilma fuera reelecta y un 70 por ciento expresó un deseo de cambio, aunque sea necesario mantener programas de políticas públicas ya en vigencia.
La mayor parte de los entrevistados –un 48 por ciento– dijo que la situación económica de Brasil era regular, mientras que un 24 por ciento opinó que la situación era buena o muy buena, y un 25 por ciento, que era mala o muy mala.

La presente campaña electoral hacia las elecciones generales ya tiene una característica original: nunca antes dos expresidentes fueron tan influyentes en los destinos de los candidatos de sus partidos. El exobrero metalúrgico Luiz Inácio Lula da Silva y su inmediato antecesor en la presidencia, el sociólogo y profesor Fernando Henrique Cardoso, han asumido el protagonismo en los debates y ocupan las portadas de los periódicos, muchas veces incluso suplantando a los que se someterán directamente al veredicto de las urnas, Dilma Rousseff y Aécio Neves.

Lula y Cardoso, o FHC, como es llamado en Brasil, tienen una relación personal desde hace más de 30 años, cuando ambos lucharon contra la dictadura que gobernó Brasil entre 1964 y 1985. Lula, como líder sindical, llegó a ser encarcelado brevemente y fue uno de los protagonistas de masivas manifestaciones de protesta y en reclamo de elecciones. Su antecesor en la presidencia fue destituido como profesor en la Universidad de San Paulo y debió partir al exilio. Pese a que compartieron luchas, debates y encuentros personales, la relación entre ambos fue definida como “compleja” por el propio Cardoso en su último libro El improbable presidente de Brasil. Recuerdos, escrito junto al periodista Brian Winter y publicado en inglés y en portugués.

Lula dijo recientemente que la presidenta Dilma Rousseff superará la tasa de rechazo que tiene en el electorado de San Pablo, mayor distrito del país, y lo convencerá para que le otorgue su voto. Además, dirigió una crítica directa a Cardoso: “En Brasil, durante los doce años de los gobiernos de Lula y Dilma, la inflación se mantuvo dentro de la meta. Eso fue hecho con un aumento real del salario mínimo, crecimiento del mercado interno y una tasa de desempleo mucho menor que la de muchos países europeos”, publicó Lula en Facebook. Previamente, había indicado que “es muy fácil controlar la inflación despidiendo trabajadores y ajustando salarios”.

En las últimas semanas, casi no ha pasado un día en el que ambos no crearan un hecho político con declaraciones de impacto. Cardoso dijo que Lula no sabía reconocer sus propios errores y que solo sabía atacar a quien lo criticaba. Lula respondió que no leía las declaraciones de su antecesor en la presidencia. Cardoso evoca y rescata su legado, exaltado por el postulante a la presidencia de su partido, mientras Lula trabaja por la reelección de Dilma Rousseff, su exministra, casi su propia creación política y aliada en el poder.

El propio núcleo del que fuera el equipo económico de Cardoso, con el economista y exbanquero central Arminio Fraga a la cabeza, asesora a Aécio Neves, y antiguos colaboradores ocupan puestos claves de su campaña, como el tesorero José Gregori, amigo personal y ministro en sus años en la presidencia.

Lula, en tanto, tiene en la campaña de Dilma a su exministro Franklin Martins como hombre de confianza, al igual que el secretario general de la Presidencia, Gilberto Carvalho. Si Dilma es reelecta, Lula mantendrá la posición de principal interlocutor de la presidenta, convirtiéndose en el precandidato favorito del PT para las presidenciales de 2018.

A los 83 años, Fernando Henrique Cardoso no planea volver a competir por la presidencia, pero una victoria de Aécio Neves, por quien no esconde admiración por la forma en gerenció el gobierno de Minas Gerais y por su estilo personal, sería un espectacular rescate de su herencia política, fuertemente criticada por Lula.