La fiesta pefecta

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Según versa la Constitución Nacional en su artículo 99 inc. 8, el 1º de marzo de cada año el Presidente tiene la atribución constitucional de abrir las sesiones ordinarias en el Congreso de la Nación: “Hace anualmente la apertura de las sesiones del Congreso, reunidas al efecto ambas Cámaras, dando cuenta en esta ocasión del estado de la Nación, de las reformas prometidas por la Constitución, y recomendando a su consideración las medidas que juzgue necesarias y convenientes”.

A 30 años de recuperada la democracia en la Argentina, podemos afirmar que todos los presidentes cumplieron con este rito, en el que se da cuenta de la situación en la que se encuentra nuestro país y se ponen a consideración de los legisladores determinadas medidas y propuestas. Sin embargo, pareciera que en esta ocasión nos encontramos frente a un acto partidario en el cual el oficialismo buscará convertir a la Asamblea Legislativa en una suerte de “fiesta perfecta” para la Presidente de la Nación.

Resulta fundamental reseñar que la presencia del Presidente en la apertura de las sesiones ordinarias del Parlamento es de vital importancia, en tanto configura un mensaje institucional al “Pueblo” representado en la Asamblea Legislativa y remarca el valor de la democracia como el sistema de convivencia que los argentinos elegimos para vivir. En tal sentido, la democracia debe ser interpretada como un sistema vivo y dinámico, que se va perfeccionando y adecuando a cada época conforme el devenir de las circunstancias y los tiempos. Por ello, en las crónicas de estos últimos días este acto está teñido de matices por fuera de lo institucional -llegando a asemejarse a “una pelea entre barras”-, donde incluso las invitaciones son coordinadas y monitoreadas desde la Casa Rosada, bajo la atenta mirada del Secretario General de la Presidencia, Oscar Parrilli, todo lo controla para que “la fiesta” resulte “perfecta”.

Si observamos atentamente la realidad, tratando de dejar a un lado los “relatos” para hacer foco en la situación actual que vive nuestro país, deberíamos buscar otros canales y espacios que, desde la institucionalidad, permitan reafirmar los principios republicanos y la plena vigencia del Estado Constitucional de Derecho.

Muchas veces, la democracia exige de gestos tales como el diálogo, que permite la búsqueda de consensos. Estos últimos deben tener como condición sine qua non la tolerancia y el respeto para un intercambio de ideas que procure generar propuestas y respuestas destinadas a dar soluciones a los problemas que hoy aquejan a nuestro pueblo y a proyectar una Argentina a largo plazo. Necesitamos un espacio donde todos los actores sociales puedan dialogar en pos de un consenso sin coerción y puedan generar, de esta manera, las soluciones a las demandas de la sociedad en su conjunto. En tal sentido, no se trata de lograr “la fiesta perfecta” (para algunos), sino se trata de construir la “República” (para todos).