El 30 de mayo, hace 20 años, a Juan Carlos Onetti se le ocurrió morir. Lo había decidido antes, pero parecía que la muerte le había extendido el plazo, le había dado una prórroga para degustar la vejez, para ser un espectador privilegiado de su decadencia. Como hombre, no como escritor porque, aunque agregara algunos libros, su obra ya estaba hecha. En términos concretos: en 1982, Juan Carlos Onetti se había retirado de la vida pública y vivía encerrado en su casa de Madrid, tirado en la cama, dicen, escribiendo, leyendo y bebiendo whisky hasta que murió, el 30 de mayo de 1994. Continuar leyendo