No pertenezco al grupo de fanáticos de la Feria del Libro. Sí admito que en mi juventud, durante la década del noventa, viajé a la Feria en casi todas las ediciones y disfruté de sentirme un aventurero recorriendo ese impresionante mundo de editoriales y libros. Ahora, aunque sigue apasionándome leer contratapas y hojear novedades y reliquias, prefiero hacerlo en la calma de “mis” librerías, donde, a lo sumo, comparto el espacio con el librero y un puñado de clientes, nada más. Tal vez la edad me está poniendo fóbico y misántropo. Ya se me pasará. Continuar leyendo