¿Por qué conviene conversar?

#EscritosDeLaVida

Es por lo menos inquietante lo que está ocurriendo hace años en la Argentina. El diálogo fructífero y constructivo parece haber sido suplantado por la discusión cizañera e improductiva.

Innumerables personas se disponen a diario a una suerte de batalla negativa, que los predispone a la disputa verborrágica para doblegar al interlocutor de turno. Con la intención de imponerle sus ideas y forma de percibir el mundo.

Desde esa perspectiva las lenguas suelen afilarse y despliegan la maldad que sólo lenguas filosas pueden desplegar.

Insultos, acusaciones, estigmatizaciones, mentiras, agravios, descalificaciones…

Una batería de precariedades que exhibe hasta donde el enojo puede encontrar recursos para zampárselos a quien piensa diferente.

Esa lucha encarnecida tiene un resultado previsible. Todos pierden.

Pierde quien recibió el agravio o fue injuriado. Pero pierde también quien lo propinó y se siente airoso por haber cumplido su propósito de doblegar al supuesto enemigo.

Esas contiendas verbales improductivas no sólo sirven para exhibir aspectos que degradan al ser humano, sirven también para obstaculizar el mayor beneficio que puede ofrecer la conversación, que es la capacidad de repensar y evolucionar en el pensamiento.

El enojo que cierra la escucha niega la posibilidad de enriquecerse del otro. Y consecuentemente invalida la virtud del diálogo.escuchar3

Virtud que la humanidad honró hace tantos siglos y que por estos tiempos pareciera repudiar con actitudes tan mezquinas como inconvenientes.

No hay mayor obstáculo para la evolución personal, que encerrarse en uno mismo, negar la existencia del otro y vivir en el capricho.

Para beneficiarnos con el diálogo, hay que dejar de intercambiar gritos y agresiones, e intercambiar ideas y argumentaciones.

Quizás uno de los mayores desafíos que tenemos como individuos es recuperar el arte de conversar, apreciar y valorar la opinión disidente, y permitirnos nutrirnos de quien legítimamente tiene puntos de vista contrarios a los que podemos tener.

Creo que para eso no sólo hay que creer en la conversación y estar muy dispuesto a escuchar. Hay que permitirse creer que uno puede estar equivocado.

Y ese acto de humildad pareciera inaudito en nuestros tiempos.

 
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tapa2 para faceEscritos de la Vida - Juan Valentini