¿Cuánto tiempo vivimos?

Creo que nos engañamos si pensamos que vivimos todos los días. Cada uno de los días.

No es así.

O, por lo menos, no creo que sea así. Eso se deriva de la propia experiencia y de la observación. Es fácil percibir que vivimos con suerte algunos días de nuestra vida.

No todos.

Claro que uno si dice que estuvo respirando puede argumentar que vivió y esa fundamentación puede a la vez ser razonable. Pero cuando hablamos de vivir, todos sabemos a qué nos referimos. Hablamos en esencia de tomar la intensidad que nos ofrece el día, en las más disímiles de las circunstancias.

Vivir como Dios manda. No respirar.tiempo

Y es en ese vivir que podemos descubrir que de los 365 días del año, no vivimos todos los días. Vivimos solo algunos. O incluso vivimos una parte del día.

La otra se escabulle, se desperdicia. Se dilapida de alguna manera.

Quizás por eso cada año que pasa es bueno tener una observación crítica al respecto.

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Los buenos

Creo en los buenos.

Sin ellos la vida sería un fracaso, un despropósito. Se transformaría en circunstancias trabajosas y sufridas, de espíritu maloliente y peligroso, donde a cada uno pueden joder, embaucar o perjudicar en cualquier momento. Situación que llevaría a las personas a andar como retraídas en sí mismas, alertas ante la adversidad que se preanuncia y expectantes para resguardarse de los eventuales riesgos y consecuentes perjuicios que podrían recibir de sus semejantes.

buenos

Porque los malos, son peligrosos. Además de obstinados.

Muchos parecen estar tomados por una suerte de espíritu diabólico que los impulsa al obrar malicioso, que acomete las más diversas prácticas para hacer daño o vulnerar a la víctima de turno.

Nada es más complicado que tener que vérselas con un malo que está jugado en sus lógicas y no tiene la más mínima predisposición a renunciar a ellas.

Sólo podemos esperar lo peor de ese ser desalineado, que embaucado por su energía negativa muchas veces está cegado en su propósito.

De ahí que nada es mejor que esquivarlos, o evadirse como sea para impedir cualquier incidencia negativa que pueda generar su persona.

Los buenos en cambio son gente confiable, que hacen más lindo el mundo y permiten que sea un buen lugar para vivir.

Con ellos uno anda tranquilo, porque no debe cuidarse de nada.

Y si lo bueno de la vida es elegir, nada es mejor que construir un ejército de buenos que compartan con nosotros las más disímiles circunstancias.

Lo que suelen aportar ellos es calma, previsibilidad y confianza.

No es poco para vivir en bienestar.

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*Infobae no se responsabiliza por las opiniones vertidas por los columnistas, como así tampoco por el contenido de las publicaciones.

tapa2 para faceEscritos de la Vida - Juan Valentini

Intratables

Creo que Intratables es un programa muy interesante, entretenido y bien argentino. Un espacio donde reflejamos quienes somos y nos enriquecemos del pensamiento.

Si algo admiro del programa es que cada uno se juega por lo que piensa, aun cuando se discuten las cuestiones menos relevantes.

Frente a quienes nunca se juegan por nada, no hay nada mejor que ver cada tanto a quienes siempre se juegan por todo.

Gracias!

Si algo me entusiasmaría, sería irrumpir en algún momento en el programa Intratables y empezar a arremeter con todo, enfrascándome en discusiones cizañeras que permitan dilucidar las cuestiones más intrincadas de la sociedad.

Sería un terreno extraño y farragoso, en el que nunca he estado porque jamás arribé a las discusiones exaltadas, que se sostienen a fuerza de gritos y diálogos ensimismados, donde se impone quien está más dispuesto a imponerse y no le importa quedar como un maleducado.

Porque no tendría otra manera de intervenir, dado que siempre hay alguien que está hablando. Continuar leyendo

Los achaques de la vida

Llamo a mi madre y me notifico que mañana saldrá para Buenos Aires en un viaje de urgencia. Me cuenta que le duelen los riñones y que papi sacó un sobre turno para estar a primera hora frente al doctor Jiunta en la clínica de Favaloro.

-Es la mente –tiendo a decir-. No creas en los achaques que te van a dar achaques.

Mi madre se ríe y me dice que papá sacó el turno por los dolores en los riñones. Pero que además se agachó y le duele también la rodilla.

-Me hizo ruido –dice-. Ahora la rodilla me tapa el dolor de riñones.

Me rio y le digo que no crea en los achaques, que si se los cree va a terminar achacada. Pero ella protesta y me dice que qué quiere que haga si le duele. Y que le duelen los riñones y la rodilla. Y que por eso papi irá mañana de urgencia a Buenos Aires a hacerse cargo del asunto y resolver la situación.

Le digo que a mí también me duele la espalda y me duelen las piernas. Que se recupere pronto así retoma yoga.achaques2

Pero escucho que también tiene arenilla.

-Eso es porque no tomás agua –digo-. Cualquiera que no tome agua tiene arenilla.

Para atenuar la dolencia cuento que yo también tengo y que seguramente todos en la familia tendremos arenilla.

Dice que no, que en el caso de ella no puede ser así porque ella no es de la familia.

Escucho como si no hubiera escuchado nada. Y digo que vaya a tomar agua. Que con el agua de soluciona. Continuar leyendo

¿Por qué conviene conversar?

Es por lo menos inquietante lo que está ocurriendo hace años en la Argentina. El diálogo fructífero y constructivo parece haber sido suplantado por la discusión cizañera e improductiva.

Innumerables personas se disponen a diario a una suerte de batalla negativa, que los predispone a la disputa verborrágica para doblegar al interlocutor de turno. Con la intención de imponerle sus ideas y forma de percibir el mundo.

Desde esa perspectiva las lenguas suelen afilarse y despliegan la maldad que sólo lenguas filosas pueden desplegar.

Insultos, acusaciones, estigmatizaciones, mentiras, agravios, descalificaciones…

Una batería de precariedades que exhibe hasta donde el enojo puede encontrar recursos para zampárselos a quien piensa diferente.

Esa lucha encarnecida tiene un resultado previsible. Todos pierden.

Pierde quien recibió el agravio o fue injuriado. Pero pierde también quien lo propinó y se siente airoso por haber cumplido su propósito de doblegar al supuesto enemigo.

Esas contiendas verbales improductivas no sólo sirven para exhibir aspectos que degradan al ser humano, sirven también para obstaculizar el mayor beneficio que puede ofrecer la conversación, que es la capacidad de repensar y evolucionar en el pensamiento. Continuar leyendo

¿Se puede vivir sin ego?

Podríamos empezar a dar vueltas para definir qué es ego, ir al diccionario de la Real Academia Española (RAE), buscar la etimología y precisar con mayor exactitud el concepto.

Pero siempre será difuso y tendrá cierto carácter individual, que es el dotado por cada uno, que hace muy bien en precisarlo en última instancia. Porque cada palabra además de tener una concepción colectiva, tiene una concepción individual, marcada por las vivencias, la propia comprensión y hasta por los caprichos.

ego

Por eso convengamos entonces que podríamos decir que el ego es la imagen que alguien quiere dar de su persona. Y que en muchos casos no concuerda con lo que la persona en esencia es.

Auténticamente es.

¿Por ejemplo?

Digamos que alguien quiere construir una imagen como poderoso o adinerado. O exitoso. Entonces se esmera por representar esa imagen como fuera. Ejerce los comportamientos que se alinean con esos conceptos y también procura recurrir a las palabras para que lo ayuden a ascender a ese lugar, que muchas veces no es el que le corresponde.

Es ahí, en ese punto, donde está el problema.

El problema de querer demostrar lo que uno no es. Continuar leyendo

¿Somos desconfiados?

Las generalizaciones se caracterizan por ser siempre fallidas, porque alguien o muchos se escabullen de la regla que se pretende determinar. Por eso decir que somos todos desconfiados sería una pretensión errática. Una determinación equivocada.

Eso no quita que no podamos pensar sobre el tema y preguntarnos qué tan desconfiados somos. Si es que somos desconfiados.

En mi caso yo era muy desconfiado de chico, quizás influenciado por un entorno que era  con claridad más desconfiado que yo. Y, aunque ellos por supuesto no tenían la culpa de que yo eligiera ser desconfiado, tuvieron sin dudas un rol de injerencia en mi predisposición a desconfiar sobre disímiles cuestiones.

Con el tiempo esa desconfianza la fui menguando hasta prácticamente reducirla a una dosis de razonable desconfianza. Lo cual me permitió ser menos engañado de lo que hubiera sido si eliminaba por completo la desconfianza. Pero me posibilitó a la vez el beneficio de acceder a mundos y circunstancias que la desconfianza obstaculiza.

¿Qué hace la desconfianza?compras

Ustedes sabrán, pero pareciera que nos alerta para que nos jodan menos o nos perjudiquen menos. O nos engatusen menos.

Es por lo tanto un escudo de protección ante la estafa, que puede ser más o menos relevante. Continuar leyendo

¿Todos disputamos identidad?

Pocas cosas deben ser más importantes en la vida que construir una identidad y encontrar en ese espacio nuestro lugar en el mundo. Porque la identidad, qué duda cabe, es un lugar que nos presenta ante los demás, nos aporta cierta imagen y de alguna manera imprime las delimitaciones de nuestro accionar.

Nos guste o no, esa identidad nos constituye y ofrece las posibilidades que nos corresponden. Fuera de ella, ni un paso más.

Por eso, y porque la identidad es dinámica dado que se redefine permanentemente al compás de nuestras palabras y acciones, es que mucha gente se preocupa por ella. Y la construye con el mayor empeño posible.

Eso es lo que hicieron mis hermanas. Desde el primer día.

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Por eso tal vez la lucha encarnecida cuerpo a cuerpo para disputar el lugar preferencial, que les aporte consecuentemente los beneficios que retribuye.

Mi hermana mayor que nació con la ventaja de disponer varios años para operar sin competencia, de inmediato advirtió la posibilidad de volverse religiosa y se encausó en la misión.

De chica nomás, se pasó los años con las biblias infantiles y con la obstinación irrenunciable de ir a misa todos los domingos. Estimulada seguro por la identidad que disfrutaba y azuzada también por el miedo que los sacerdotes de mi pueblo presumiblemente le causaban, advirtiéndole a ella y al resto de los pueblerinos, que la ausencia podría ser causante suficiente para ir al infierno. Continuar leyendo

El tío negador

Francisco es tío.

Es cierto que podría no serlo, porque según entretejen en la familia su relación de parentesco es intrincada, difusa, consecuencia de una serie de explicaciones enredadas que trastabillan en su enunciación, dejan abiertas ciertas dudas y finalizan siempre con una determinación.

Están quienes afirman acérrimamente que es tío y quienes aseguran que eso no es así. Unos y otros tal vez tengan razón, sobre todo si se los mira desde sus perspectivas, que vuelven razonables sus posturas.

Yo he participado de esas conversaciones enmarañadas, donde mis padres se enredan en historias familiares, deducen comportamientos de abuelos, otros tíos, amigos cercanos y parientes, y tratan de precisar qué relación cierta tenemos con el tío.

Porque para mí, que he renunciado hace años a esas disputas que tienen como vértice al tío, Francisco es tío.

Y si así no fuera, no importaría a esta altura, porque más allá de lo biológico uno construye la relación con el otro en base a la experiencia, y es el resultado de un sinnúmero de circunstancias compartidas que sitúa a la otra persona en el lugar que le corresponde. Sea tío, padre, hermano, amigo…

Hablo de Francisco porque nadie como él tiene un espíritu negador para vivenciar siempre la realidad que se inventa. Tan es así, que en la familia nadie se atrevería a disgustarlo anoticiándolo por ejemplo sobre cosas que no quiere escuchar. Evitando de esa manera, que el tío se inquiete primero, se irrite después, y termine enojándose con el mensajero de turno o mandando a todos a la mierda.

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Por eso hay una suerte de confabulación que favorece la actitud de negación del tío. Y en esa colaboración familiar lo que se hace es facilitarle que sostenga ese rasgo para vivir a su manera. Continuar leyendo

Visita al odontólogo

La odontóloga revisa con convicción. Tiene el propósito de descubrir la causa de la dolencia. Lo que en verdad motiva el dolor de cabeza y repercute en toda la parte izquierda de mi cara. Por eso explora con un espejito sobre el final de la dentadura y mira con compromiso para dilucidar el problema.

Persisto quieto en el sillón y la miro de reojo mientras empieza a golpear una muela y pregunta si duele. En esta, dice. Un poquito. Golpea con más determinación. Un poquito, digo. Sigue con la otra, pero golpea más fuerte. Ahí sí, le digo. Aunque no tengo la precisión. Quizás sólo me asusto de la convicción con la que golpea con ese instrumento de metal. Golpea de nuevo comprometida. Ahí sí. Es ahí, le digo. Permanece unos segundos más entre golpeteos. Saca el espejito y la barra golpeadora de metal, se aleja de mi boca y dice. Es ahí. En la última muela.

La miro aliviado, como si el diagnostico fuera infalible y lo que quedara de la consulta fuera resolver el dolor para siempre.

-Estuviste nervioso –me dice.

-Puede ser –respondo.

Dice que es porque se contrae la mandíbula, la muela presiona y hace doler. Y me pone un papelito violeta.

-Mordé y friccioná.

Obro como paciente disciplinado. Muerdo y fricciono.

Saca el papelito. Pone otro renovado.

-Mordé.

Muerdo y fricciono.

-Voy a gastarte la muela –escucho.

Siento que ha sido desafortunada la visita. Que no estoy en el lugar adecuado. Y que en realidad quizás tanto no me duele. En verdad, me convenzo que con seguridad no es para tanto. Que bien podría haber dejado pasar el tiempo y en uno o dos días se terminaba con el asunto. Maldigo la idea de haber ido tan rápido al dentista. Motivado quizás por esa convicción insana de enfrentar de inmediato los problemas.

-No quiero que me gastes la muela –digo al instante.

-Un poquito –avisa mientras busca algo.

odontólogaTrato de decir que no es necesario. Que el dolor se ha atenuado. Y que si eran los nervios ya todo está solucionado.

-Apenas –escucho.

Me resigno sin oponer mayor resistencia. Abro la boca y prende el torno. Empieza el ruido con agua que va purificando la zona. Y acciona decidida. Opera con ese ruido apabullador mientras la observo imposibilitado. Continuar leyendo