Todos amamos a Rachel Green

#Friends

La más linda, la caprichosa, la consentida. Mantenida por sus padres durante mucho tiempo. Fue la más popular en la secundaria; no sólo fue porrista, también fue presidenta de la clase. Sin importar qué le regales, ella siempre cambiará el obsequio. Si la invitás a una fiesta de disfraces es probable que vaya vestida de sí misma: despampanante, claro.  Fue tan arrogante en su adolescencia que secretamente sus compañeros formaron un club de “Odio a Rachel Green”, porque claro, ella reúne todas las características para ser odiada, pero aun así, ¿por qué la amamos?

La respuesta es fácil: la amamos porque demostró que, aunque haya sido duro alejarse de la zona de confort que sus padres y un marido con dinero le aseguraban, nada la enriqueció tanto como lograr las cosas por sí misma.

La vimos crecer: mudarse con su amiga de la infancia, cortar las extensiones de las tarjetas de crédito como el acto más simbólico de cortar el lazo con sus padres. La vimos trabajar de camarera para luego, con mucho esfuerzo, hacer de su amor por la moda una carrera exitosa en las mejores marcas de Nueva York. La vimos fallar y sufrir, y afrontar el fracaso con mucha madurez.

Para el amor y las relaciones, no basto ni su belleza ni su simpatía: Paolo coqueteo con sus amigas; espantó a Joshua vestida con un traje de novia; tuvo que dejar a Tag, porque aunque haya valido el intento, la diferencia de edad lo hacía imposible,  y tuvo que soportar un desplante en un aeropuerto con Ross y su nueva novia Julie y hasta el casamiento de él con Emily en Inglaterra.

 

 

Porque aunque Rachel, a simple vista, siempre pareció ser de esas mujeres a las que todo les es fácil, sus fracasos y su frescura nos obligaron a amarla. Volverse una amiga incondicional para los otros cinco, correrse del primer plano para convertirse en madre de Emma Geller, lidiar con la versión vieja de ella misma reflejada en sus hermanas Amy y Jill y sostener a sus padres que decidieron divorciarse tras 30 años de casados. Rachel creció y crecimos con ella cuando nos damos cuenta que no vale la pena conformarnos con la mediocridad de una vida segura. Hay más ahí afuera y nos debemos a nosotras mismas salir a buscarlo.

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¡B R A V O!