Por: Mauro Gago
Visión retrospectiva: de nuestro Dios, pasando por el latín Deus hasta el griego Zeus…
Los fieles de las distintas religiones han vituperado a las creencias ajenas a lo largo de la historia (aun hoy) entendiendo que la verdad corresponde sólo a sus credos y percibiendo a las demás religiones como meras significaciones paganas e insubsistentes. Las Cruzadas, por tomar un ejemplo paradigmático, enfrentaron durante muchísimos años a musulmanes y cristianos en sangrientas guerras que sólo sirvieron para derramar sangre en vano (ya que a tantos años de aquella serie de enfrentamientos nos damos cuenta de que ninguna se impuso sobre la otra) en “favor” de UN dios que, más allá de las diferencias nominales, representa a ambas corrientes religiosas.
Lo curioso es que nadie (tal vez sí ocurrió y por cuestiones de poder fue desechado) se haya detenido a cavilar en el hecho de que todas parten de personajes, divinidades y de hasta vicisitudes similares, casi idénticas. Pero más llamativo aun, insisto, es que el Sujeto principal de cada una es al mismo tiempo común a todas las restantes, con ciertas modificaciones pertinentes y ocultamientos. Podríamos ahondar en las características similares de Osiris (dios egipcio) y Jesús (dios hecho hombre en el Cristianismo) que nacen, mueren y resucitan en las mismas fechas, pero como nuestra faena se limita a la mitología griega, desandaremos el camino en esa dirección.
Vale destacar algunas diferencias conceptuales: Zeus es, en la mitología griega, el dios de dioses. Esta asignación de poder no excluye, sin embargo, la existencia de otros dioses del panteón griego, con lo cual podemos hablar de una asignación de poder positiva. En cambio, en el Cristianismo (como también entre los hebreos y entre los musulmanes) el hecho de que Dios sea dios de dioses significa que el poder de éste radica en la exclusividad, designa que se asienta en la no existencia de los otros, tildando de “injustificada” la dilección para con otras divinidades, dado que es inaceptable adorar a algo que no existe. Estamos, en este caso y a mí entender, ante un poder negativo.
Ahora bien, ¿podemos decir que Zeus y Dios son la misma deidad y que en realidad las diferencias de nombres y leyendas fueron readaptándose con el correr de los años a las diferentes culturas? Mi respuesta es que sí.
Zeus es el máximo dios del panteón griego. Hijo de Cronos, desterró a su padre junto a sus hermanos Poseidón y Hades, pero en el momento de la repartija de reinos, Zeus engañó a sus hermanos y ofreció a Poseidón los mares y a Hades el Inframundo (o el Infierno), quedándose él con los cielos. Lo cierto es que se lo representa con una prominente barba, portador del rayo y con una luminosidad propia de su poder… atributos similares a los del Dios cristiano. Pero lo llamativo no pasa tanto por sus atributos físicos sino por la denominación que los define como deidad. Pasemos a ver dos vertientes teóricas:
Según algunos analistas, la palabra Dios deriva del latín Deus y ésta, a su vez, del griego Zeus. Deus posee la misma raíz que la acepción indoeuropea de dyeu, que significa día y que implica al sol o a la brillantez, no casualmente atribuciones tanto de Zeus como de Dios. En esta teoría, la transformación es indirecta, ya que desde el griego se pasa por el latín hasta llegar al castellano.
Pero para la otra vertiente, la palabra Dios deriva llanamente del griego, dado que la palabra dios, en griego, significa literalmente DE ZEUS o GLORIA DE ZEUS, con lo que podemos observar que la transformación entre la nominación griega y la cristiana es directa.
Lo concreto, más allá de la certeza de una u otra corriente, es que Zeus y Dios son una misma divinidad, que fue reacomodada y adaptada a las creencias de las diferentes civilizaciones, adaptando su nombre al idioma, agregando y quitando algunos de los atributos y los contextos fabulosos por cuestiones culturales y casi con seguridad por razones, duele decirlo, de poder.