El apetito que perdura en la eternidad

#GunsN'Chaos

Se cumplen 27 años del lanzamiento de Appetite For Destruction, el disco debut de Guns N’ Roses, y el más vendido en esa índole en toda la historia del rock. Axl, Slash, Duff, Izzy y Steven tocaban la cima en su primera incursión.

 

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Un 21 de julio de 1987 salía a la venta el disco debut más vendido en la historia de la música. Un álbum recorre todas las emociones, con ese riff inicial que pasaría a la inmortalidad, ya en sus primeros segundos de inyección, y que por el final con los gemidos de la novia de Steven Adler manteniendo relaciones sexuales, pero con el mismísimo Axl Rose.

En el medio de eso, doce canciones que rompieron el paradigma del rock, con violencia, drogas, sexo, y esa mezcla entre hard rock, heavy, glam, sleaze y punk, llevado al límite en lo que reinó en la mayor parte de la década del 80 como Motley Crue, Ratt o Poison. Había fiestas, mujeres e intensidad, pero también prostitutas, heroína  y furia.

Pero para alcanzar esa excelencia hubo un trasfondo y muchas vivencias. En los años previos, ensayaban en una sala en la esquina de Sunset Boulevard, siempre Los Ángeles, y se hospedaron en una vieja vivienda del cineasta Cecile B DeMille, que el grupo se encargó de destruir. Arrancaron inodoros y los tiraron por las ventanas, defecaban en el lavatorio (claro, no tenían retrete), y restos de hamburguesa con moho y por la mitad, normalmente adornaban el suelo. Mucho rock. Y sí, mucho apetito de destrucción.

El primer productor seleccionado fue Paul Stanley. Se llevaron bien al principio y todos estaban entusiasmados con que un KISS fuera su productor y a él le gustaba mucho GNR, pero cuando le mostraron un demo de Nightrain, el guitarrista carapintada le sugirió a Axl que cambiara el coro por algo más pegajoso. Hasta ahí llegó la buena onda, Axl no quiso saber nada más de él, todos se ofendieron y hasta Slash esparció rumores sobre una supuesta homosexualidad de éste.

Finalmente el elegido para producir fue Mike Clink. Con él la paciencia y el trabajo (no solo la virtuosidad de los músicos lo hizo posible sin alguien que los guiara), en jornadas de 18 horas de grabación para que Axl no sólo descubriera que era bueno gritando, sino que tenía un gran registro de voz, y  para pulir los solos de Slash y encajarlos con las pegadizas melodías de la voz.  Además colaboró con un gran conocimiento de técnicas antiguas de grabación. Clink cortaba las mejores tomas de las bobinas de grabación y, para ello, requirió de cinco personas para ajustar, sobre la marcha, las subidas y bajadas de volumen al mezclar. El resultado del trabajo fue un sonido crudo a la vez que pulido, sirvió de puente entre el rock sucio de los 80 y el rudimentario grunge que se ganaría el mercado años después.

Luego, la magia de las canciones con sus respectivos mitos. Welcome To The Jungle, con el mejor inicio para cualquier disco de rock de todos los tiempos; el protagonismo del bajo de Duff en It’s So Easy; Nightrain, con su ritmo infernal que fuerza el motor de la máquina hasta el paroxismo; la adolescencia oscura en la difícil Indiana de Axl en Outta Get Me; el llamado a la puerta de las drogas para el cerebro de la banda, Izzy Stradlin, en Mr. Brownstone; el himno generacional de Paradise City; la dedicada My Michelle; el espíritu angelino de Think About You; la balada Sweet Child, mundialmente conocida hasta por la gente fuera del palo, con el extremo feeling de Slash y su guitarra en su ejecución; la brutal You’re Crazy; la Aerosmitheada Anything Goes; para acabar con Rocket Queen, justo como la ex novia del baterista.

Como en toda la carrera de Guns N’ Roses no faltó polémica. La portada original, hecha por el artista Robert Williams, era un robot que acababa de violar a una chica, que debió ser reemplazada por una cruz con las cabezas de los miembros de la banda. Veintisiete años después de su salida y lo salvaje de sus canciones se extiende a las cifras, en las que Appetite for destruction vendió más de 30 millones de copias, convirtiéndose en el disco debut más vendido de la historia. Pero también, sonoramente el más impactante.

 

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