El mayor espectáculo del mundo

#DesdeHarvard

Si usted nunca estuvo aquí lo primero que tiene que saber es que la Universidad de Harvard (22.000 estudiantes) no está en Boston sino en Cambridge, al otro lado del río: una comunidad de 90.000 habitantes, la mayoría de los cuales son profesores, o sea mala gente; estudiantes, peor todavía; o empleados de Harvard y también del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT).

Los del MIT son vistos como lo que son: los primos pobres de Cambridge. Pero no por ello son menos listos y tampoco todos estudian ingeniería. Su departamento de Ciencia Política es uno de los mejores del mundo, y el MIT Media Lab es la Meca para quienes desean adentrarse en el futuro de los medios.

El mayor espectáculo del mundoEn cambio, los de Harvard son los reyes del universo con un profesor por cada 10 estudiantes.

La universidad se fundó en 1636 en honor de John Harvard, un clérigo que dejó una modesta biblioteca de 400 libros y 779 libras. Hoy, 375 años después, sus bibliotecas tienen más de 18 millones de libros, y el fondo de inversiones de la universidad se acerca ya a los 1,000 millones de dólares, aunque en la crisis se han pegado también algún que otro batacazo lo cual es muy saludable para gente que va sobrada por la vida.

Y es que de aquí salieron hasta siete presidentes de Estados Unidos, muchos primeros ministros de otros países, y también bastantes que quisieron serlo pero no ganaron las elecciones.

Barack Obama es uno de los siete y el primero de raza negra, pero el próximo “primer martes después del primer lunes de noviembre”, el mormón Mitt Romney podría ser el octavo, o uno más del montón que quisieron… y no pudieron.

Este blog de 10 días, no se asusten, será casi como las funciones de los circos de pueblo: “presentación, homenaje y despedida”. Que no hay mal que cien años dure.

Prometo que si me siguen no se aburrirán porque las elecciones norteamericanas siguen siendo, ya lo verán, “el mayor espectáculo del mundo“.

Mi colega, Francisco Gómez Antón, escribió en el prólogo de mi libro La Revolución Empieza en Harvard (1990) que ’se quiera o no, el liderazgo norteamericano es una realidad indiscutible en muchos campos. Uno de ellos, el de la convivencia política. Hay el país, sin duda alguna, muchas diferencias sociales, y abusos de poder, y grupos marginados, y competencia a veces implacable, y frustrante. Y cuantos males puedan darse en una sociedad cualquiera. Pero, también sin duda, los Estados Unidos son en nuestros días la menos imperfecta de las democracias’.

Y eso se demuestra cada cuatro años cuando una legión de políticos se lanzan a correr la larga y penosa marcha que al final conducirá a sólo uno de ellos a la Casa Blanca.

No tengo ni que decirles que ser candidato, o candidato a candidato, es mucho más agotador que la maratón de Nueva York o la subida al Kilimanjaro. Mas este próximo domingo donde se especula que se podría suspender la gran carrera en esta ciudad de nuestros pecados que siempre fue, es y será, “una magnífica catástrofe”.

Estos alucinados tienen que recorrer un país de dimensiones continentales de arriba a abajo, rodeados por una jauría de periodistas dispuestos a cazarles por cualquier tontería que digan y, claro, en tantos y tantos meses que dura la cosa, no falta materia prima para alimentar a las fieras.

En estos próximos días los aviones de Obama y Romney harán más millas que un satélite a la luna.

El uno y el otro no tendrán casi tiempo para descansar, hacer la siesta o dormir. Por el contrario les van a quitar el sueño con decenas de encuestas alarmantes: “vamos un punto por arriba”, “nos sacan dos puntos”, “vamos empatados”, a todas horas y un día tras otro. Un tormento chino, vamos. Y eso que han podido descansar con los aguaceros Sandy.

El tobogán de las encuestas es alimentado por los medios, los grupos de presión y los propios partidos que las esgrimen como armas arrojadizas. Nadie cree en ellas pero todos se consumen esperando quedar guapos en la foto.

Yo decidí venir a Harvard por varias razones: primera porque estuve aquí algunas veces, me conozco el paño, y hace años hasta fui Senior Research Fellow estudiando el futuro de los medios, cuando lo de Internet era todavía un broma; segundo porque aquí tengo amigos y colegas que trabajan con INNOVATION con los que  hemos organizado diversos seminarios; y tercera, la más importante, porque aquí estudiaron los dos candidatos de este año: el señorito Romney y el nene Obama, cuyo padre, todo hay que decirlo, abandonó a su esposa y a su hijo, que entonces tenía sólo dos añitos, y se vino también a Harvard.

El primero estudió Derecho porque su padre, que era de armas tomar, le obligó a cambio de permitirle que luego se matriculara en la Escuela de Negocios, y el segundo Derecho en una escuela donde llegó a ser el presidente de la Harvard Law Review, y en la que se graduaron, escuche bien, seis de los nueve jueces del actual Tribunal Supremo de Estados Unidos.

Si, claro; aquí ha estudiado gente todavía más famosa que estos dos pobres diablos que quieren dormir en la Casa Blanca. Gente como el soseras de Bill Gates que aburrido de ir a clase fundó Microsoft o el canalla de Mark Zuckerberg que tuvo aquí la peregrina idea de crear Facebook y, claro, salió por la ventana.

Pero también Harvard es famosa por haber rechazado (sólo consiguen entrar el 7,2% de los que lo intentan) a tipos que luego serían más listos que el hambre, entre ellos uno de los hombres más ricos del mundo, Warren Buffet, al que le dieron con la puerta en las narices; y lo mismo les pasó a otros pobres diablos como el fundador de CNN, el actual rector de la Universidad de Columbia, el director de The New Yorker o el fundador de la revista Rolling Stone.

Pero los peores son los que fueron admitidos y acabaron echándolos, siendo el decano de todos ellos el mismísimo Ted Kennedy al que le pillaron como un bendito pagando a otro sinvergüenza para que hiciera en su nombre un examen de español, y por un año tuvo que volver a los corrales.

Pues, bien; desde aquí espero poder contarles el alucinante sprint final de estos dos antiguos alumnos de Harvard, la universidad más antigua de Estados Unidos con casi un centenar de premios Nobel en su historia, y un trampolín para presidentes de “la menos imperfecta democracia” del mundo.

Mañana: el señorito Romney se pasa cuatro años en Harvard, se gradua en Derecho y Negocios y, toma ya, lo ficha el Boston Consulting Group (BCG)

Nota publicada en Yahoo!