Las vacaciones: reflexiones.

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Irse de vacaciones es hacer una ruptura con las responsabilidades y las rutinas de la vida cotidiana. Es alejarse un poco de todas esas zonas de tensión que implican ciertos mundos a los cuales no nos queda otra que pertenecer.  Todos tenemos rutinas, y no tiene por qué ser  algo displacentero tenerlas; pero  romper con ellas, es algo imprescindible para renovarse. Entregarse al ocio,  poder  funcionar con tiempos propios, y no con los  que nos imponen las instituciones (trabajo, escuelas, clubes…lo que sea) es algo central. Lo más interesante del asunto, es que uno puede manejar el tiempo; pero bueno, no muchas personas logran ese acto de libertad. Simplemente  no saben qué hacer con el ocio cuando “no tienen nada que hacer en él”. La falta de obligaciones angustia. Y esto es independiente de que uno use el ocio de manera más activa que otros.abierto-por-vacaciones1

Lo que es indudable, es que las vacaciones, si uno tiene la sabiduría y la capacidad de saber disfrutar de la vida, nos dan un marco para una mayor libertad. Ya sea si nos vamos en pareja, con amigos, en familia; siempre  se trata de una verdadera situación de cambio en donde se depositan muchos anhelos, fantasías y aspiraciones de romper con las rutinas. Pero muchas veces, esa búsqueda frenética de libertad, nos puede generar angustia. En esas típicas depresiones que se generan cuando las personas van al encuentro de algo ideal y sólo encuentran realidad, y ellos  allí parados, frente a esa realidad que no los satisface.

Lo que ocurre es que se ha impuesto una suerte de “idea moral” de lo que es o debería ser el disfrute en las vacaciones. Y  es allí donde lo que vemos es que las propuestas son “nadar con delfines en un mar turquesa”; o ir a instituciones de placer con “todo incluido” en donde  “uno no tiene que hacer nada”…o las típicas ventas de las “vacaciones de la euforia”…en donde el asunto pasa por vivir a mil de adrenalina tres semanas  seguidas.

Hoy,  la industria del entretenimiento, ha montado decenas de dispositivos (grandes cruceros,  ciudades con todo incluido, viajes a lugares inhóspitos con cataratas de excursiones, etc. Lugares para no hacer nada de nada) todo para salir de la rutina, salir del estrés: el tema es que todo ese montaje, muchas veces, no deja lugar para la recreación personal, para el deseo, para una conexión más auténtica con las cosas fundamentales de la vida: los afectos, estar con  nosotros mismos…

Yo les propongo que se sienten a pensar sobre qué es lo que realmente ustedes disfrutan, qué es lo que les gusta hacer. Y que lo hagan acorde a lo real de sus posibilidades económicas, pues es muy común ver mucha gente endeudarse, y padecer luego meses por eso. Sin planificar mucho, salgan a la ruta: en auto, en avión, en colectivo;  ejerciten   -más que nunca-  la plasticidad, la capacidad de poner en marcha la creatividad y no meterse en planes muy estructurados o propuestas de “combos” muy rígidos. Hay que aprender a disfrutar en nuestra vida cotidiana, a generar actividades desestresantes y de esparcimiento y ocio en  ella; eso no anula que las vacaciones sean algo fundamental  en el cierre de un año. Pero poner todo allí,  depositar desmedida expectativa en ciertas cosas, genera sólo ansiedad y  frustración y puede destruir  “la novedad”, lo que ocurre producto del azar.  En mi último texto para Infobae de este año, les deseo disfruten de sus viajes, de sus aventuras, de sus seres queridos en otros paisajes y cielos y nos encontramos para seguir compartiendo el próximo año.