Adiós Brackets

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Durante muchos años me llamó poderosamente la atención el edificio de la ochava formada por Corrientes y Carlos Pellegrini, sobre mano derecha. El pobre tenía gran parte de su fachada cubierta por el tremendo cartel luminoso de un célebre matutino de tirada nacional, que le daba un aire decadente y distópico estilo Blade Runner.

La estructura metálica que sostenía las grandes letras fulgurantes, que estaba oxidada, enmohecida, o algo por el estilo, siempre me recordó a la odiosa ortodoncia que lucí durante varios años de mi primera adolescencia.

Hace un tiempo, el edificio fue liberado. Ahora luce una discreta pantalla en forma de banda. Se ve sobrio, marcial, elegante. Cada vez que paso por ahí, en colectivo o a pie, le hago un guiño cómplice: un gesto de esos que solo pueden hacerse entre sí (y comprender) dos individuos que han sido hermanados por el mismo calvario

 

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