La difusa línea entre aborto e infanticidio

#LaVidaEnDebate

¿Es legítimo quitar la vida a un recién nacido? ¿Cuál es el límite entre aborto e infanticidio? ¿Por qué podemos quitarle la vida al feto dentro del seno materno y no podemos hacerlo al bebé inmediatamente luego de nacer? ¿Tenemos que esforzarnos en salvar a un recién nacido con discapacidad severa?

Intuitivamente, la gran mayoría de nosotros respondería asombrado a estas preguntas, rechazando enfáticamente la posibilidad de matar a un recién nacido. Sin embargo, algunos autores parecen desafiar el sentido común que señala que no es lícito quitarle la vida a una persona y proponen una sutil forma de matar a recién nacidos.

En efecto, recientemente ha trascendido la opinión de Udo Schuklenk, docente de filosofía en la Queen’s University de Ontario (Canadá), quien sostuvo en un artículo publicado en el Journal of Thoracic and Cardiovascular Surgery (Revista de Cirugía Torácica y Cardiovascular), que causarle la muerte a recién nacidos con discapacidad sería moralmente aceptable, aunque aún sea ilegal en Canadá.

Como matar a un recién nacido es algo que suena brutal, se ha elegido un eufemismo para maquillar la realidad: aborto post-natal. De esta manera, se pretende sacar el hecho del marco del homicidio y “beneficiarse” de la presunta legitimidad con la que cuenta el aborto. Otros prefieren usar la expresión “eutanasia neonatal”. En efecto, ya en 2005, Eduard Verhagen y Pieter J.J. Sauer publicaron un artículo en The New England Journal of Medicine sobre “eutanasia en recién nacidos severamente enfermos” (“The Groningen Protocol — Euthanasia in Severely Ill Newborns”).

El problema se ha tornado más actual pues hoy las posibilidades abiertas por la medicina neonatal nos permiten salvar las vidas de recién nacidos desde las 23 o 24 semanas de gestación y con poco más de 500 gramos de peso al nacer. Como decía la semana pasada el Dr. Agustín Silberberg en un Seminario en la Academia de Medicina organizado por el Consejo Académico de Ética en Medicina, en materia de decisiones de vida en neonatología, hay que insistir siempre en favor de la vida.

La pretensión de eliminar al recién nacido deja en evidencia que no hay diferencia sustantiva entre un niño antes y después del nacimiento. Por otra parte, advertimos la existencia de una discriminación radical contra la persona con discapacidad: se prefiere optar por poner fin a su existencia, antes que apostar por su vida y acompañarla con todos los poderosos recursos terapéuticos disponibles. Y este empeño contra la vida no se detiene en la etapa prenatal, sino que se extiende al recién nacido.

También queda de manifiesto que, en muchos casos, el aborto no consiste simplemente en “finalizar un embarazo” (lo que podría ocurrir permitiendo que nazca el bebé que cuenta con 24 semanas, por ejemplo), sino que lo que se busca es directamente poner fin a una vida a toda costa.

Las grandes posibilidades abiertas por las biotecnologías nos han permitido no sólo conocer más sobre la realidad de la vida antes y después de nacer, sino también nos han permitido generar muchas y más poderosas posibilidades de sobrevida. Nos toca a nosotros desarrollar criterios humanistas de aplicación de esas biotecnologías, sin exclusiones ni discriminaciones, para que haya una cultura de la vida.