Hablemos de “Cuchillito” McEwan y Operación Dulce

#LíneaMaginot

“Me llamo Serena Frome (rima con plume) y hace casi cuarenta años me encomendaron una misión secreta del Servicio de Seguridad británico. No salí indemne. Me despidieron dieciocho meses después de mi ingreso, tras haberme deshonrado yo y haber arruinado a mi amante, aunque sin duda él colaboró en su perdición”.

Atención a las opening lines de “Operación Dulce” (Sweet Tooth) porque entre esas líneas y el título Ian McEwan inserta las claves de la novela, a saber:

Operación-Dulce

Golosa. Si un inglés te dice que tiene un “sweet tooth” (diente dulce) te está diciendo que es goloso. En este caso “Sweet Tooth” es tanto el título del libro como el de la misión del MI5 que se le encomienda a Serena. Por lo tanto, se presenta por partida doble el carácter azucarado de la historia.

Sencilla. Luego están las tres primeras palabras… la presentación del narrador. Hablo de esa primera persona, la de Serena, una chica de 21 años. “My name is Serena”. Mi nombre es Serena o me llamo Serena. McEwan no es un principiante y, por lo tanto, no puede estar vacía de intención su apertura. Un escritor puede pasarse días, semanas, meses tachando las primeras líneas de una novela. Y McEwan abre con esa frase altamente transitada en la literatura, especialmente en el género romántico –aunque no es el único- con decenas de libros cuyos títulos son “My name is…”. McEwan no busca y rebusca, no opta por un “Call me Ishmael” a lo Melville, no se decide por un seductor “My name is Bond, James Bond”, sino que se planta en un sencillo “My name is…”.

Tercera edad. Han pasado cuarenta años desde los acontecimientos. Serena tiene más de 60 y por motivos que se sabrán sobre el final de “Operación Dulce”, recién ahora está dispuesta a contar qué sucedió en esos dieciocho meses en el servicio de inteligencia británico.

El amante. Ni alta traición, ni violencia ni Patria ni Gobierno. Deshonra, ruina, perdición, amante. Amante, lo que es decir amor.

Sin un tiro en la nuca. A Serena la despiden del MI5 como de un trabajo de 9 a 5. O mejor dicho, como pone McEwan en boca de Serena “I was sacked”. La echan, la rajan, le dan el olivo. No le pegan un tiro en la nuca, no hacen que parezca un accidente o un suicidio. La despiden con causa y la causa es un par de pantalones. ¿Es entonces “Operación Dulce” una novela de espías o una historia de amor en un contexto que tanto podría haber sido el MI5 como cualquier otro siempre que fuera prohibitivo para los amantes?

Uno es de la medida de su enemigo. Qué es lo que pone en peligro a los protagonistas: ¿un conflicto internacional, la KGB o compañero de trabajo enamorado y celoso?

Amor y literatura

“Operación Dulce” es una historia de amor en un contexto interesantísimo como lo es la Gran Bretaña en los últimos años de la Guerra Fría. McEwan saca provecho de esto y monta una rica pintura de época tanto política y social como literaria,

Tom Haley, un alter ego de McEwan (Foto de Annalena McAfee)

Tom Haley, un alter ego de McEwan (Foto de Annalena McAfee)

aprovecha también para jugar con el protagonista masculino, el joven escritor Tom Haley a quien le hace padecer mucho de lo que él mismo -McEwan- padeció en sus inicios. Sin embargo, a pesar de estos puntos altos, “Operación Dulce” es fundamentalmente una historia de amor que incluye la pasión por leer y escribir. La de escribir más afín a Tom Haley, la de leer más en relación con Serena, aunque ambos se alternan en esos roles. Prestar atención a lo que ellos discuten acerca de los trucos que debería o no debería usar un escritor, acerca de los giros que puede permitirse una novela, acerca de tal o cual tipo de narrador, resulta vital para entender la arquitectura de “Sweet Tooth”.

McEwan deja pistas una y otra vez a lo largo de 400 páginas, pistas que es necesario recoger al finalizar la novela para reconstruir esto que ha pasado. Terminar de leer “Sweet Tooth” es, acto seguido, retroceder hasta esa página donde uno cree recordar que Tom ha dicho tal frase o donde Serena –esa Serena que habla desde el futuro- ha deslizado aquel dato anticipatorio.

Los indicios estaban delante de nuestras propias narices. Estaban en:

-La colaboración autoral entre Serena y Tom.

-Los comentarios que hace Serena mientras lee los cuentos de Tom.

-Las reflexiones sobre los tan disímiles gustos de ambos como lectores y la afición de Serena por la literatura popular.

Todo está expuesto, incluso el final de la novela.

La tapa de la edición inglesa "Sweet Tooth".

La tapa de la edición inglesa “Sweet Tooth”.

Porque “Sweet Tooth” no termina en la última página. Y este es uno de los detalles que más he disfrutado de este trabajo de McEwan: que sea un rompecabezas para armar por fuera de la novela misma. Me encantan los rompecabezas, me gusta escribir en rompecabezas, me gusta resolverlos.

Pero decía…

“Sweet Tooth” no termina en la última página, termina hacia la mitad del libro, en un párrafo suelto, aparentemente inofensivo, un párrafo que funciona como una puñalada de esas que apenas duelen, que se confunden con un pinchazo, que te permiten incluso seguir caminando y creer que estás vivo cuando en realidad estás muerto, hace horas que estás muerto.

Desde que terminé de leer “Operación Dulce” que le mando mails a McEwan. Quiero hablar con él. Quiero decirle: “Ian, vení, hablemos del cuchillito. ¿Qué cuál cuchillito? Ese. Ese que tenés escondido ahí entre las páginas de Sweet Tooth…”.