El Premio del Lector y el oscuro objeto del deseo

#LíneaMaginot

Uno de los principales frutos de dejar que la gente vote es que vota lo que quiere. Se debe poder convivir con este simple dato de la realidad. Hace unos años la Fundación El Libro, organizadora de la Feria del Libro, inauguró el Premio del Lector. En este premio los libreros votaban una lista de veinte libros de autores argentinos editados el año anterior. De esa selección inicial surgía la lista de los veinte candidatos que podían ser votados online. Primer resultado, en 2011: ganadora Gloria Casañas por “Y Porã”. Segundo resultado, en 2013: ganador Alejandro Dolina por “Cartas marcadas”. O sea, lo que el público lee y, lógicamente, lo que el público compra. Sin embargo, de la sensación que el hecho de que resulten ganadores los que más venden no es lo que se deseaba al concebir este premio. Entonces, ¿qué se hace? Se modifican las condiciones de votación con el objetivo de influir en el resultado.

1) Mientras en las ediciones anteriores los seleccionados eran veinte, ahora son sólo diez.

2) Mientras en las ediciones anteriores la lista incluía también a autores mainstream, ahora los excluye.

3) Mientras en las ediciones anteriores no hacía falta inscribirse para votar -y parece que hubo algunas trampas cambiando de IP-, ahora registrarse es condición sine qua non para poder hacerlo.

Como se ve, los cambios son restrictivos. Los dos primeros apuntan a restringir el voto a una lista deseada de publicaciones, el último a corregir el abuso que alguien con la astucia, los recursos informáticos, una absoluta falta de ética y un exceso de deseo pudo haber hecho para agenciarse votos falsos.

Ahora, ¿qué pasa cuando a un premio le ponés de nombre Premio del Lector y después no querés que el lector vote lo que desea? Pasa esto:

Protestas lectores 1

Pasa también esto: 

Protestas lectores 2

Y, atentos con el número que tira la señora o señorita Carlota, pasa esto:

Protestas lectores 3

Volvamos a la primera opinión. ¿Leyeron el comentario de Mariana Krotz? Bueno, yo me hice las mismas preguntas. Entonces empecé a molestar y molestar. A Gabriela Adamo, directora ejecutiva de la Fundación -y en cuya palabra confío-, a los editores de casas editoriales grandes y pequeñas, a libreros, libreros que están dentro de la Fundación El Libro y libreros que no lo están. No los voy a nombrar a todos ni los voy a citar aquí porque no tengo ánimos de armar una nota periodística pero sí compartir lo que descubrí en el camino. Y lo que descubrí es que el método y las condiciones de votación del Premio del Lector son más difíciles de reconstruir que la fórmula de la Coca Cola. Descubrí también algunas otras cosas.

1) Que los editores de las grandes editoriales prefieren no polemizar porque, especulo, no vale la pena meterse por tan poca cosa con uno de los elementos más importantes de la cadena de comercialización: el punto de venta. Es como si le fuera a pedir a Arcor que por una promo de fin de semana salga a torear a Coto, a Carrefour y a los supermercadistas chinos.

2) Que si bien hay cuatrocientas librerías sólo hubo 32 votos de libreros, cada voto incluía diez títulos, y con eso se armó la decena finalista. Que se enviaron e-mails de convocatoria a todas las librerías del país (este dato no lo pude chequear pero confío en que así se ha hecho; será bienvenida la data que me brinden libreros que lean este post).

3) Que no se le puede poner un revólver en la cabeza al librero que no desea votar. Pero también hay que decir que es más fácil ponerse de acuerdo -no digo título por título pero sí en el espíritu del deseo de qué tipo de libros votar y cuáles dejar afuera- entre pocos que entre muchos.

4) Que hay quien me explicó que los libreros votan por librería y no por sucursal porque si cada sucursal pudiera votar sería el Premio de Yenny, digamos.

5) Que, no obstante, hay quien me dijo que votaron sucursales por separado. Conclusión: este punto sólo lo saben a ciencia cierta quienes procesaron los votos. (No sólo los votos recibidos sino si hubo exclusiones o la elaboración de un voto promedio en el caso de la votación múltiple por parte de una misma librería. Esto no llegué a saberlo).

6) Que no hay proscripción de voto a las librerías que son también editoriales; es decir, que la librería que es editorial puede votar su propio libro si lo desea. Y siendo así también descubrí que así como hubo quien se votó a sí mismo hubo quien decidió no participar justamente por ser además de librería, casa editora. (La verdad, ni tanto ni tan poco, con abstenerse de votar sus propios libros bastaría; ni votarse a sí mismo ni dejar de votar).

7) Que, según me deslizaron con cierta malicia con el deseo de que lo repita y en eso estamos, la mitad de los libros que han sido votados por los libreros tienen el mismo distribuidor.

8) Que una de las cosas que reiteran quienes le ponen el hombro al Premio del Lector es que se redujo la lista de 20 a 10 títulos con el deseo de que los seleccionados tuvieran más visibilidad. Por supuesto que a mí este argumento me hace más agua que el Titanic. Veinte libros se lucían perfectamente. Así:

Premio del Lector 2013

La lista del Premio del Lector 2013. Desde Alejandro Dolina -ganador- hasta Selva Almada. Desde César Aira hasta Pablo Ramos.

Esta es la lista de los diez seleccionados para votar ahora, en 2014. Esta es la primera pantalla, no muy vendedora, digamos.

Premio del lector 2014

Y esta es la pantalla que te encontrás recién después de haberte registrado para votar:

Premio del Lector 2014 paso 2

No tengo nada personal contra la lista de los diez seleccionados por los libreros. La mitad es gente que conozco, incluso gente con la que nos hemos juntado para algún asado. Incluso algunos de los libros de la lista son muy buenos. De ser librera yo misma habría deseado votarlos. Pero, pero pero…

No hablemos ya de la novela romántica que sufre los prejuicios del mundillo cultural y que, seguramente, por la propia fuerza, intensidad y persistente deseo de sus lectoras ganaría la mayoría de las votaciones. No voy a preguntar por qué no están en esta lista Gloria Casañas, Florencia Bonelli y Florencia Canale. Me pregunto, en cambio, dónde están las posiblidades para los lectores deseosos de votar a Claudia Piñeiro (“Un comunista en calzoncillos”, que es una pequeña y preciosa novela), a Alan Pauls (“Historia del dinero”, que es excelente), a Jorge Asís (“Tulipanes salvajes en aguas de rosas”, que no es lo que más me gustó de él pero no soy yo la medida de ninguna lectura). ¿Y dónde está, por ejemplo, “American Sarmiento”, de Hernán Iglesias Illia?

La pregunta que cabe entonces es: ¿vender libros es un pecado?

Si queremos que los lectores voten, ¿no es atendible que quieran votar lo que SÍ leen y no lo que NO leen?

Si el Premio quiere ser más un espacio de difusión de autores argentinos que no venden tanto -parece más o menos el caso de todos los de la lista con la excepción de Ricardo Piglia-, ¿con qué necesidad se convoca a los lectores para legitimar la votación de una lista restringida al gusto de los libreros? ¿Ese corralito no puede tener un efecto contrario y generar más enojo con esos títulos que deseo de correr a comprarlos?

Toda idea para fomentar la lectura es en sí misma una buena idea. Y hay que decir que más fácil que hacer es criticar. Y que los que hacen son más valiosos que los que no hacen. En la Fundación El Libro hacen. Y participan e invierten su tiempo periodistas, escritores, editores y libreros… Este post no tiene por objetivo restar sino sumar.

Dicho esto…

¿Por qué no hacer un Premio del Librero y que voten los libreros? Yo leería un libro votado por ellos. Podría toparme tal vez con algún autor genial y desconocido.

¿Por qué no crear otro premio que se llame Premio del Lector y que voten los lectores? Yo leería un libro votado por ellos. Me evitaría perder de vista el gusto popular.

Este es mi deseo para 2015.