Nisman, Majorana y el gato de Schrödinger

#LíneaMaginot

Quiso la casualidad que aunque se trataba de una novedad 2014, yo recién comenzara a leer este libro a principios de enero, antes del regreso de Nisman de sus vacaciones, y que lo terminara de leer en los días posteriores al hallazgo de su cuerpo inerte en el baño de su departamento, la cabeza perforada por un balazo.

En “A propósito de Majorana”, de Javier Argüello (Literatura Mondadori, 2014) hay un periodista, un marino, un físico.

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-Ettore Majorana es un genio de la física que en 1938 desaparece, sus huellas se desvanecen en el mar, en unos telegramas inquietantes, en noticias desorientadoras.

-Ernesto Aguiar es el periodista enviado, setenta y cuatro años después, para desenterrar las pistas de la desaparición de Majorana en Nápoles: ¿fue un suicidio, simuló un suicidio para comenzar otra vida, huía de una rutina gris o del pavor de la bomba nuclear de la que ya, antes de su misma existencia, adivinaba las consecuencias? ¿O lo habían asesinado?

-El gringo Ross es el marino que debe llevar a Aguiar hasta puerto napolitano.

Pero las cosas se tuercen.

-Algo que Aguiar no puede recordar sucede a bordo y lo único que sabe es que se encuentra llegando a nado a la orilla italiana. La barca se desvanece. El gringo Ross también.

-En Nápoles, Aguiar es el único sospechoso de la desaparición de navegante y embarcación, de modo que las autoridades lo retienen en la ciudad. El policía que tiene asignada su vigilancia, a fuerza de convivir con Aguiar, resulta interesado por la otra desaparición, la de Majorana; como policía que es puede desempolvar viejos archivos y lo hace.

-El caso de Ross y el de Majorana se parecen en algo fundamental: no están, no se puede decir que estén vivos ni se puede decir que estén muertos. Pero Aguiar no piensa en términos de Videla (no están ni vivos ni muertos, están desaparecidos) porque en su caso la desaparición no es el argumento que le sirve para ocultar un asesinato sino el obstáculo que le impide acceder a la verdad. Por eso piensa en el gato y en Schrödinger.

Ya saben, el gato de Schrödinger. Es un experimento físico de 1935 (para detalles técnicos por favor googlear). En una caja hay un gato con un veneno instrumentado degato scho tal forma que existen un cincuenta por ciento de posibilidades de que el mecanismo mortal se active y, obviamente, un cincuenta por ciento de que no lo haga. Mientras la caja está cerrada el gato no está ni vivo ni muerto. Está las dos cosas: vivo y muerto a la vez. En el momento de que la caja sea abierta esta superposición de escenarios finaliza y el gato está como está: o vivo o muerto.

Schrödinger planteó este problema del gato no porque le interesaran los gatos o los cálculos probabilísticos sino para hablar de la superposición de estados, superposición que nos lleva a pensar en la multiplicidad de mundos coexistentes. Hay un mundo en el que el gringo Ross está hundido junto a su barco, hay un mundo en el que el gringo Ross tiró por la borda a su pasajero y se escapó quién sabe por qué y a dónde. Hay un mundo en el que Majorana está vivo refugiado en un país latinoamericano, un mundo en el que está muerto, un mundo en el que se suicidó como Alfonsina, en el mar, uno en el que fue asesinado por el espionaje internacional y sus fuerzas oscuras. Y en el territorio del propio Aguiar hay un mundo en Barcelona donde lo espera Ana para casarse y un mundo en Nápoles donde conoce a Valeria; detenido por la policía hay un mundo al que no puede volver y un mundo donde está obligado a quedarse.

Javier Argüello tiene una pluma suave y firme a la vez y ha escrito una novela que produce la misma sensación de placer que navegar con brisa de primavera en aguas tranquilas. La lectura va hacia adelante, sin apuro y sin detenciones; al aire libre, en contacto con ese mundo que nos preguntamos por qué ignoramos día tras día en la ciudad, en el fragor del asfalto y el calor insoportable o el frío insoportable, lo que toque. No hay un solo personaje de “A propósito de Majorana” en el que no se perciba el cariño del autor a través de la calidez con que los trata, con que los lleva y los trae y los pone y los superpone hasta el mismísimo final en el que la caja de Schrödinger se abre y vemos al gato.

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Uno de los cuadros del caso de Nisman. En este ejemplo, el del diario La Nación.

Porque, claro está, “A propósito de Majorana” es una novela, una pieza de ficción, con sus propios mandatos. Aunque cada autor hace de su texto un colectivo y sube al que quiere, podría afirmarse que una novela, digamos, de suspenso tiene un principio de satisfacción del lector que hace que al final deba saberse sí o sí qué pasó. Por eso en esta novela la caja se abre para que podamos ver si los gatos Aguiar, Majorana y Ross están vivos o muertos.

La vida real no tiene reglas. Cuando abrieron la puerta del baño de la casa de Nisman, el fiscal estaba muerto. Pero en un mundo Nisman se suicidó, en otro lo indujeron a que se suicidase, en otro lo mataron; en uno lo mataron los espías, en otro los iraníes, en otro el gobierno, en otro un amante. Hasta que no abran esa caja de la muerte, el fiscal va estar en todos esos mundos a la vez.

No sé si alguna vez abrirán la caja Nisman para que podamos ver qué hay dentro.

Por lo pronto, está la ficción.

Les recomiendo muchísimo “A propósito de Majorana”. Por el gato de Schrödinger, por los mundos posibles y porque tu vida también puede ser otra. Pero ese sería ooootro tema ;)