Socorro, ¡no lo puedo sacar de mi cama!

#MamáPor2

¿Adivinen qué? ¡Otra vez los bebés se enfermaron! Sí, obvio. Pero como ya no es novedad, pasemos al tema que me desvela literalmente hace varias semanas.

Uno de los mellizos duerme con nosotros. Confieso que al principio lo disfrutaba,  dormíamos abrazados y casi no me molestaban sus patadas o sus aleteos a la madrugada. Pero la cosa se está poniendo insoportable y cada vez me cuesta más desterrarlo de lo que algún día fue mi cama.

La situación se repite casi calcada todas las noches. Alrededor de las ocho y media los acuesto. Pedro toma una mamadera (ya se, es un horror que sigan con este hábito) y plácidamente concilia el sueño después de un monólogo sobre lo que hizo en el día. Salvador, en cambio, no puede estar en su cuna si yo no estoy a la vista, así que con paciencia de araña me siento a su lado y le canto a mi único fan mientras le rasco la cabeza. Puedo estar más de una hora y cuando se duerme, ¡la gloria!

A eso de las tres de la mañana un grito ahogado y desesperado interrumpe mi sueño. Como de noche soy sorda (la excusa es que de día escucho demasiado), es mi marido el que trata de apaciguar la fiera con mamadera y palmadas. Como la situación no varía y tengo vecinos por todos los costados,  me acerco yo  y le acaricio la espalda. Son minutos que parecen horas, se me acalambra la mano entre los barrotes y, cuando creo que se durmió, hago cuerpo tierra para volver a mi cuarto. Apenas piso mi cama buaaaaaaaaa. Otra vez sopa, me doy por vencida.

Lo cierto es que siempre terminamos igual: volvemos al cuarto derrotados, con el chico en brazos, que se instala en el medio de la cama con una victoriosa sonrisa. De ahí en más él duerme, nosotros no. Porque empiezan los codazos, las patadas, los cambios de posición hasta que se atraviesa en la cama y la domina. Y, cuando logramos acurrucarnos cada uno en una punta, suena el despertador y hay que arrancar el día.

Todas las mañanas hacemos el mismo juramento: “Hoy es la última vez”  pero ya no nos lo creemos ni nosotros. Apelo a su buena voluntad: ¿Qué hacer en estas situaciones? ¿Alguien con el mismo problema que yo? ¡Queremos dormir!