Cuando las opiniones de los demás no importan

#ManualDeSeducción

* Por Germán Muhelnberg, autor de “Seductor Infalible: guía para desarrollar una personalidad atractiva

La mayoría de la gente tiende a tomarse las cosas personales y es de ahí donde nace la reactividad y sin embargo, ¿qué significa tomarse algo personal? Es una manera de valorar como algo real todo lo que los demás nos dicen o hacen.

Si nos insultan o agreden solemos tomarlo como algo personal. Las razones que esas personas tengan para hacerlo sí pueden ser personales, pero no para nosotros. Así también cuando nos insultan, nosotros podemos decidir si lo tomamos como algo personal. Cada persona vive en su propia burbuja, en su propia película, donde cada uno es su propio protagonista y los demás son sólo actores secundarios. Cada uno vive desde su propia perspectiva, cada uno adjudica o encarna valores según los propios. Como mencionamos anteriormente, cada uno usa su propia métrica para sí mismo y la proyecta en los demás. Si te lo tomás como algo personal, es porque en cierta forma estás de acuerdo con lo que te están diciendo. Es decir, estás aplicando la métrica del otro.

Muchas veces, ni siquiera las razones por las cuales una persona reacciona o hace algo tienen que ver con nosotros. Si viene un amigo a visitarnos, tal vez no sea porque somos muy importantes, sino porque quizás lo hacemos sentir importante a él, quizás se siente bien con nosotros, o se siente comprendido, pero siempre van a ser rasgos que completan su propio ser. De hecho si ese amigo decide venir a visitarnos para hacernos sentir bien, lo va a hacer por sus propios valores también. De esa manera se siente un buen amigo, o una mejor persona consigo mismo. Pero no lo juzguemos, cualquiera de nosotros hace lo mismo.

Si una persona nos dice “estás gordo”, es porque esa persona se juzgaría a sí misma gorda si estuviera en nuestro estado; pero esa es la métrica que tiene esa persona para determinar la gordura. Si uno lo toma como algo personal, realmente va a pensar que está gordo. Y en lugar de gordo, puede ser cualquier otro adjetivo: torpe, tonto, inútil, hermoso, generoso, amable o el calificativo que se nos ocurra. No tiene sentido prestarle atención a todo lo que nos dicen los demás.

Tampoco los elogios son tan personales, es sólo una valoración desde la perspectiva del otro. Para un criminal, uno puede ser una persona muy buena. Sin embargo, ¿eso nos hace una persona muy buena? Es mejor encontrar la valoración desde nuestra propia perspectiva, ¿qué pensamos que nos hace buenos, atractivos, felices?

Recuerdo que una noche conocí una chica que me fascinó. Pasé una noche increíble con ella y creo que ella sintió lo mismo conmigo. Creo no era una súper modelo profesional simplemente porque había decidido seguir otra carrera que ya ni recuerdo. No sólo tenía dibujada una sonrisa en mi rostro sino también en mi cuello. Pero la historia no tuvo un final muy feliz. Al día siguiente, le mandé una solicitud en el facebook y un mensaje diciéndole que me había gustado conocerla. Horas más tarde, sin aceptar la solicitud de amistad, respondió algo así como “ayer tomé algo de más”. Creo que lo que la mayoría decodificaría de esta respuesta es: “no estaba interesada realmente en vos pero el alcohol me llevó a hacer cosas que no quería”.

Pensé que era una forma de justificación al sentir remordimiento por hacer un gran avance prematuro, y de todas formas no me tomé como algo personal su respuesta. Por más que lo hubiese tomado como un “no estoy interesada”, hubiese estado bien. Es su perspectiva, su manera de verlo. Esa manera es completamente independiente a la mía y sigo pensando que la pasamos muy bien.

Lo mismo ocurre con cualquier tipo de rechazo: vienen bajo los estándares de la otra persona. Muchas personas toman el “no” de otro como si tuviera un significado real para sí mismos.

Muchas veces me encuentro en situaciones en las que me dicen que nunca me enojo. Una vez un amigo le preguntó a mi madre si alguna vez yo me había enojado y ella respondió: “Alguna vez, de chiquito…” Lo cuento solo como una anécdota divertida, ya que en realidad sí me enojo y, por supuesto, me encuentro en situaciones que me afectan o en las que busco validación de los demás. Y todo esto es humano, es natural, y a todos nos pasa. Enojarse, así como estar triste, querer vengarse, sentir envidia, etc. Como dije antes, son todas emociones que se toman como malas, sin embargo no lo son en sí mismas. Simplemente nos informan sobre síntomas. Ignorar los síntomas sí que hace daño, es tóxico para el cuerpo, ya que nos genera malestar y significa que algo continúa sin estar resuelto.

A veces me gusta visualizarme como un monje shaolin o un diplomático. Alguien que sabe mediar con sus propias emociones. Me gusta tener esos personajes como visión. En las empresas más importantes del mundo buscan una proyección a su ideal de ser y la llaman “visión”. Es una manera de señalar la montaña que queremos escalar. El propósito de la visión es guiar al individuo para alcanzar el estado deseable en el futuro a largo plazo. La imagen del monje shaolin o la del diplomático forman parte de mi visión.

Entonces, ¿nada de lo que digan o hagan los demás debería influir sobre mí? Pues en realidad no, no debería influir. Y aunque es casi imposible, sí podemos crear umbrales, una tolerancia, una resistencia para que sea casi nulo el efecto del exterior. ¿Esto significa entonces que no tenemos ninguna responsabilidad sobre como afectamos a los demás?

En realidad sí, las palabras que decimos tienen un poder y una influencia sobre el resto, pueden generar un estado. Si lastimamos a alguien o lo hacemos sentir bien, tenemos parte de la responsabilidad. Sin embargo, parte de la responsabilidad es también de la otra persona. En cuánto deja afectarse por lo que decimos. Tomarnos las cosas personales es llevar un cartel que dice “permito que me lastimen”. Piensen en algo que les dicen y no les genera ningún efecto, por ejemplo si están leyendo en un lugar público y un desconocido les pregunta la hora, ustedes responden y siguen con su asunto. Al cabo de un rato ni se acuerdan que les preguntaron la hora. ¿Por qué esa situación no la tomamos como algo personal? Porque no vimos afectada nuestra persona o integridad en el asunto. Sin embargo, alguien podría llegar a tomarse personal que le pregunten la hora, y contestar  “¿Acaso me vio cara de sirviente que me pregunta la hora a mí?”. Probablemente, aquel que preguntó la hora no tenía ninguna intención de molestarlo, pero quien recibió la pregunta manifestó su propia inseguridad. Ahora, si nos insultan o elogian ¿por qué debería afectar nuestra integridad? ¿por qué debería ser tan importante lo que piensa otro sobre nosotros, incluso más importante de lo que pensamos nosotros?

Si alguien nos dice que somos increíbles, tampoco lo tomemos tan personal, pues ya tendríamos que saber que lo somos por nuestras propias validaciones y valores. Y si no lo creemos así, debemos hacer las cosas para que suceda y preguntarnos: ¿Qué nos hace pensar que una persona es increíble o maravillosa?

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* Fragmento del libro especialmente adaptado para INFOBAE.COM con autorización de la editorial DIBUKS. Los primeros capítulos del libro pueden descargarse gratis desde la web de la editorial. (click aquí)