Seducción: “La chica 10″

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Algo común entre los hombres es puntuar a las mujeres de 1 a 10, según su belleza. Y no es algo raro en la historia de la humanidad el calificar, competir o medir algo. Puntuar mujeres parece inofensivo y podría ser una simple distracción o intercambio de opiniones sobre la belleza, lo cual en sí no tiene nada de malo. El problema comienza cuando estos valores numéricos son tomados demasiado en serio y dejan de tener un valor subjetivo para convertirse en una suerte de verdad objetiva e incuestionable. Es decir, cuando permitimos que ese puntaje – una chica “10”, una chica “5”- determine como debemos actuar y se refleje en nuestro comportamiento. Especialmente, si dejamos que la puntuación de los demás influya en nuestra propia percepción.

La lógica de este pensamiento reside en que cuanto más atractiva es una mujer, más alta es su puntuación y, en consecuencia, mayor la dificultad para seducirla, lo cual va a determinar nuestro modo de levantarla. De hecho también se piensa que las mujeres más atractivas son abordadas por más hombres, lo cual también es incorrecto. ¿Qué sucede? Dado que a mayor estimación del valor de una mujer se presupone mayores dificultades y también mayores probabilidades de fracasos (de rebotar, como se dice normalmente), las mujeres con un supuesto puntaje alto, resultan más intimidantes y, en consecuencia, son menos abordadas.

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Para no caer en la trampa de la puntuación, es fundamental recordar que la belleza es totalmente subjetiva y tiene tantas definiciones como la cantidad de personas que existen en el mundo. Además, es algo que puede cambiar de un momento a otro. En efecto, la percepción que tenemos sobre una mujer también es variable según el contexto en que la conocemos. ¿No es acaso común ver a una chica que nos gusta y que horas más tarde nos resulte menos atractiva?

Igual de frecuente es el caso contrario: empezamos una conversación con una mujer que no consideramos especialmente bella y, de repente, como por arte de magia, nos resulta sumamente atractiva. Por ejemplo, si compartimos una pasión, un momento o nos gustó algo que dijo, o simplemente su manera de besar. Nuestra percepción, como la de las mujeres, depende del contexto. Esto ocurre todo el tiempo y nos ocurre a todos. Ni hablar de los efectos del alcohol. Un número infinito de factores puede alterar nuestra percepción: cómo nos sentimos y percibimos una situación (si destacamos sus virtudes o defectos), cómo nos miró, si estamos a solas, etc.

Una situación clásica que ejemplifica este cambio en la valuación: salimos a bailar y conocemos una chica que nos parece hermosa. La vemos luego y parece otra mujer. ¿Qué demonios pasó? Había una época en que realmente desconfiaba de mi percepción hasta no ver a una mujer nuevamente y en otro contexto. A veces uno se lleva sorpresas… pero así uno aprende, ¿no? Otro clásico: trabajás en una empresa rodeado de viejos y de repente pasa una hermosa mujer que en ese contexto podríamos puntuar con un “9”, pero vista dentro de un club nocturno, no es más que un “7”. O cuando ves a una mujer con un amigo y para vos es un “8” pero para el no pasa del “6” y después lo ves con una chica que no pasa del “5” pero él esta súper entusiasmado del “9” con la que estuvo.

 

Del mismo modo ocurre con nuestra propia percepción, no todos los días nos vemos igual a nosotros mismos. Es normal que haya una variación de “1” o “2” puntos sobre nuestra propia percepción según como nos sentimos, en qué ambiente estamos, cómo nos vestimos, etc. Si son fluctuaciones muy grandes, de “4” a “5” puntos – un día me veo atractivo y otro día horrendo – es una cuestión de trabajar el autoestima ya que probablemente no sea muy estable.

Ya vemos entonces que la percepción que tenemos de una mujer puede variar en cualquier momento e incluso en el transcurso de una conversación. Si nos basamos en su atractivo para definir cómo actuamos ¿debemos cambiar nuestra forma de seducir en el medio de la conversación? Definitivamente no.

Otra razón por la que los hombres puntuamos a las mujeres es por puro fanfarroneo. Puntuar a una mujer sirve para idealizarla. Piensen en esto: si a mí me gustan las rubias petizas y a mis amigos las morochas altas, entonces para ellos no va a ser tan atractiva como para mí. Pero si yo digo que era un “9” entonces todos la van a imaginar con sus propios parámetros. Tiene que ver con un deseo de mostrarnos exitosos frente a los demás.

Errores de percepción

Un error de muchos hombres es creer que las mujeres se ven a sí mismas del mismo modo que las vemos nosotros. Muchas aparentes “10” se ven a sí mismas como un “5” y muchas “5” pueden verse como un “10”. Podríamos decir que no va a depender tanto de su belleza física sino más bien de su necesidad emocional y autoestima. También tiene que ver con el contexto en el que se encuentra. Si está en un club nocturno, donde muchos hombres quieren comprarle tragos y es altamente valorada por su belleza, tendrá un exagerado sentido de importancia y es posible que se sitúe a sí misma fuera de nuestro alcance. Pero si esta misma chica la encontramos al otro día en el cumpleaños de su hermanito, puede que se muestre como una persona muy dulce y simpática. ¿Qué posibilidades tendría de levantarme a Rihanna en uno de sus conciertos y qué posibilidades tendría de levantármela si estoy perdido con ella en una isla desierta y yo soy un experto en supervivencia? En muchas ocasiones las oportunidades dependen del contexto.

Frecuentemente ponemos en un pedestal a una mujer que ni siquiera conocemos. La sobrevaloramos por su belleza sin siquiera saber quién es. Da igual si escribió un bestseller o no terminó la escuela primaria. Y el hecho de ponerla en un pedestal va a afectar nuestro comportamiento. Es como auto-sabotearnos, una profecía auto-cumplida. No va a ser más difícil por ser atractiva, sino porque pensamos que por ser atractiva será difícil.

Si la sobrevaloramos, sin duda nos vamos a sentir más nerviosos, vamos a actuar torpemente y es probable que la sintamos fuera de nuestro alcance. De esta manera, ella lo sentirá también. Las mujeres ven atractivos a los hombres que se perciben ligeramente “por encima” de ellas.

Por lo tanto es completamente básico y esencial para levantar mujeres actuar bajo el pensamiento de que todas se sienten atraídas hacia nosotros. Y es prácticamente imposible poder actuar o pensar de esta manera si no trabajamos en nuestra persona. Qué tan atractivos nos percibamos ante las mujeres es directamente proporcional a la cantidad de energía que hayamos invertido en nosotros mismos, tanto física como emocionalmente. Si tenemos una gran valoración de nuestra persona es difícil que conozcamos a alguien que creamos que no está a nuestro alcance. Y esto se da ya que nosotros, los seres humanos, contagiamos nuestras emociones. Si nos sentimos nerviosos, vamos a hacer sentir nerviosos a quienes nos rodean. Si nos sentimos cómodos, vamos a hacer sentir cómodos a quienes nos rodean. A todos nos habrá pasado alguna vez que nos sentimos mal y nos encontramos con un amigo que se encuentra en un mejor estado y tira para arriba nuestra energía. Y al revés, cuando nos encontramos con alguien que está siempre deprimido, nos tira para abajo. Si alguien nos demuestra confianza, sentimos más confianza. Si nos muestra desconfianza, sentiremos más desconfianza. Si alguien cuenta un relato apasionante, puede también contagiarnos de esas emociones. Nuestras emociones y comportamientos van a contagiarse. Si uno siente que no vale nada, eso es lo que va a proyectar a los demás. Piensen en un comerciante que intenta vender un producto, creyendo que es una porquería. Le será difícil conseguir ventas con esa creencia.

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¿Esto significa que si yo invierto mucho en mi persona y realmente creo que todas las mujeres gustan de mí, así va a ser?

Definitivamente no. Nos van a seguir rechazando algunas mujeres, jamás le vamos a poder gustar a todo el mundo, pero ¿qué más da? La idea radica en que no nos importe, en que nosotros gustemos más de nosotros mismos y que sea ese el comportamiento que proyectemos. Entretanto, sí puedo asegurarles que los hombres que tienen una buena autoestima y confían en su poder de atracción, tiene una tasa mayor de éxito, sin importar su altura, profesión, imagen o billetera. El secreto de su éxito es valorarse a sí mismos y confiar en que los demás también los valorarán.

Entonces es importante dejar de puntuar a las mujeres y sólo guiarse por una simple pregunta: ¿me gusta o no me gusta? Puedo asegurarles que sus interacciones en general van a mejorar, y las mujeres más hermosas van a intimidarles menos. Uno deja de enredarse con tantos prejuicios y es mucho más fácil acercarse. Es común sentirse intimidado a veces, pero el hecho es no generar valor sólo por las apariencias, y concentrarse más en los valores de uno mismo. Eso ayuda a despreocuparse.

En lugar de puntuar a las mujeres, debemos entonces preguntarnos cuál es nuestro valor, qué percepción tenemos de nosotros mismos. Y si la puntuación realmente es baja, empezar cuanto antes a hacer los cambios que sintamos necesarios para desarrollarnos y sentirnos libres de interactuar con cualquiera.

* Germán Muhlenberg es escritor, coach y autor del libro “Seductor Infalible: guía para desarrollar una personalidad atractiva”. A pocos meses de su lanzamiento, Seductor Infalible se encuentra en el Ranking de los libros más vendidos en librerías Yenny/El Ateneo. Los primeros capítulos pueden descargarse gratis desde la web de la editorial Dibuks (click aquí).