Seducción a puro coraje

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Un padre da su vida para salvar a su familia en un incendio. Un grupo de soldados en la segunda guerra dan su vida por una posición clave. Todos mueren pero salvan miles de compañeros. En China, un hombre con dos bolsas de compra, se coloca delante de una fila de tanques. Los tanques se detienen. Un joven vive secretamente enamorado de su mejor amiga, nunca se lo dice, ¿y?…

Por estadística, cuanto mayor sea el número de mujeres a las que nos acerquemos, mejores serán los resultados y  la cantidad de mujeres con las que estaremos. Desde ya, de nuestro nivel de juego dependerán también las oportunidades que tengamos en cada interacción.

Hay hombres que han construido imperios empresariales, ido a la guerra, practicado deportes violentos, escalado montañas, escrito novelas y, sin embargo, la mera visión de una mujer con un vestido sexy vuelve a sus corazones y mentes temblorosas.

Como afirmaba P. Hayes, “Coraje es hacer aquello a lo que le temes. No puede haber coraje sin miedo”. A todos nos pasa que antes de acercarnos a una mujer sentimos algo de ansiedad. Como ya mencionamos, esto se da por cuestiones evolutivas: en la prehistoria acercarte a una de las 15 mujeres de la tribu y fracasar significaba un gran riesgo. Hoy en día, lo más probable es que jamás volvamos a ver a esa mujer atractiva con la que hablamos… al menos que despierte junto a nosotros a la mañana siguiente. La ansiedad a la aproximación comienza a ser un problema cuando su magnitud es desproporcionada y nos impide actuar.

Acercarse a una mujer genera nerviosismo por nuestro miedo al rechazo. Cuanto más miedo a ser rechazados, más ansiedad experimentamos. Por contraparte, cuanto más coraje o valor tengamos, menos sentiremos la ansiedad, ya que se verá contrastada.

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La ansiedad puede ser crónica, ya sea por genética o por el ambiente familiar en el que crecimos. Por ejemplo si nuestro padre era ansioso socialmente y aprendimos a relacionarnos viéndolo interactuar. O también puede generarse por un trauma que hayamos experimentado en la vida. Uso el término trauma con un sentido amplio. No necesariamente tiene que ser un hecho de la niñez, sino que también puede darse de jóvenes. Si salimos a bares nocturnos sin mucha experiencia y en nuestras primeras interacciones recibimos rechazos muy fuertes, pueden dejarnos una marca. Las ansiedades no son nada pasajeras y casi todos experimentamos algún tipo de ansiedad por más leve que esta sea. Tal vez sea una marca que llevemos para toda la vida, tal vez sea parte de nosotros. Pero tranquilos,  lo cierto es que podemos llevarlas a un punto tal que su efecto sea mínimo. Si tomamos a la ansiedad como un hábito en respuesta a una situación (me ocurre cuando tengo que acercarme a una mujer) lo que se puede hacer es crear un nuevo hábito más positivo, desensibilizándonos progresivamente a la exposición ante eso que nos da miedo. De esa forma podremos construir una base sólida de confianza en nuestra capacidad para manejar la situación.

Ronit Hertzfeld tiene una frase que resume muy bien la actitud que debemos tener: “El coraje no es la ausencia de miedo. Es ver la posibilidad de que lo peor ocurra, y hacer lo que hay que hacer de todos modos”. Muchas veces la mejor manera es comenzar con metas pequeñas. Por ejemplo, si nos da miedo hablar con una mujer atractiva, podemos comenzar acercándonos y preguntándole la hora nada más. Y así, a medida que nos vayamos sintiendo más cómodos, podremos ir avanzando en las interacciones.

Algo fundamental en esto es poder reconocer cuando nos engañamos a nosotros mismos o metemos excusas. Cuando sentimos una gran cantidad de ansiedad, nuestra mente inconsciente tiene todo un arsenal de mecanismos de defensas psicológicos para justificar nuestros miedos. Existen muchos de estos mecanismos de defensa: culpar a otros, decir que sentimos apatía, racionalizar excusas, enojarse o ponerse a la defensiva.

Veamos algunos casos muy comunes:

Aquél que lee unos cuantos libros sobre seducción y cuando tiene la oportunidad de hablarle a una chica piensa: “todavía no estoy listo, debería leer alguno más”.

El que va a una fiesta, ve a una chica atractiva, comienza a sentirse nervioso y entonces decide mostrarse apático, convenciéndose a sí mismo de que fue allí sólo para tomar algo y estar con sus amigos, cuando en realidad fue para conocer nuevas mujeres.

Ser rechazado y decir “son todas iguales” o “son todas unas histéricas”.

 

¿Nunca les pasó de utilizar reiteradamente una excusa para no hacer algo y que de repente esa excusa pierda importancia cuando realmente deciden hacerlo? Entonces, ¿cuál era la verdadera razón por la que antes nos excusábamos?

Es simple. Por no ser sinceros con nosotros mismos. Hoy en día todo el mundo habla de lo importante que es “mostrarse” siempre feliz, de que todo tiene que ser divertido: los libros que leemos, las películas que vemos, las conversaciones que tenemos. Y si no, no somos “cool”. Es como si estar enojado fuese algo malo; hay que ser siempre positivos y está “todo bien”. Debemos estar siempre de fiesta como puede verse en las publicidades de tv.

Y no me mal interpreten, no es que esté en contra de estar realmente bien y ser alguien positivo. El punto recae en aceptar cómo uno realmente se siente; poder reconocerse y de ahí hacer el cambio. No negar como nos sentimos, ser sinceros principalmente con nosotros mismos. La vida es un conjunto de emociones que se contrastan. Como decía en la película Vanilla Sky: “Sin lo amargo lo dulce no es tan dulce”. No existen emociones positivas o negativas como tal, las emociones son como un tablero electrónico que avisan que algo nos pasa, y debemos aprender a lidiar con ellas, a reconocerlas. Obviar esas emociones es lo que es perjudicial. Es como si el tablero del auto nos avisara que nos queda poco combustible y lo ignoráramos. No es algo malo que sepas que te estás quedando sin nafta, pero si lo ignoramos generará una consecuencia, en este caso que no funcione el auto.

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Si estoy enojado está perfecto, es una emoción y no es negativa, simplemente nos está mostrando un síntoma de que algo nos pasa. El problema es no saber porque estamos enojados y estar siempre enojados.

Si estoy enojado y actúo como que no lo estoy, lo más seguro es que me sienta más enojado. Si reconozco como me siento, lo más probable es que sea más fácil sentirme mejor, en lugar de intentar resistirme y esconderlo.

Lo mismo ocurre con los miedos. Si sentimos miedo, lo mejor que podemos hacer es reconocerlo y actuar en base a eso.

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* Adaptado especialmente para INFOBAE.COM del libro Seductor Infalible: guía para desarrollar una personalidad atractiva, del escritor Germán Muhlenberg.  Los primeros capítulos pueden descargarse gratis en la web de la editorial.