Las 5 consecuencias más trágicas de la corrupción

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La corrupción atraviesa toda la sociedad, y no hay institución que esté libre de ella en ningún país del mundo.

Pero, como explicaba en el post anterior, hay países en los que, aunque no se pueda erradicar, la corrupción está controlada y no supera ciertos límites.

Por el contrario, se vuelve incontrolable en sociedades más individualistas, donde las regulaciones sociales son muy poco efectivas, las instituciones no son capaces de imponer sus normas a las personas que las transitan y parece que cada uno puede hacer lo que quiere.

Esto es especialmente peligroso dentro del estado. Si el conjunto de instituciones que está para organizar y regular a la sociedad se encuentra copado por la corrupción, se vuelve imposible garantizar un mínimo de bienestar y de seguridad a la población.

Por eso, las 5 consecuencias más trágicas de la corrupción se producen cuando el corrupto es el estado.

 

1. La destrucción de los organismos de control

Cuando un funcionario no está bien controlado por la institución, se corrompe fácilmente, porque tiene el camino libre para obtener un montón de beneficios con la tranquilidad de saberse impune.

Por eso, una vez que se afirman en sus cargos, los funcionarios corruptos harán lo posible por eliminar todos los controles que puedan poner límites a su acción.

En primer lugar, oficinas, fiscalías y auditorías dedicadas a investigar la corrupción serán poco a poco eliminadas o descabezadas.

En segundo lugar, tarde o temprano un estado de esas características terminará con un enfrentamiento entre el poder ejecutivo y la justicia, que es la última y más poderosa instancia de control de la administración pública.

 

2. La imposición de políticas de corto plazo

Corromperse no es sólo quedarse con el dinero público. Antes que eso, se trata de perseguir intereses puramente individuales en vez de cumplir con el rol que asigna la institución.

Cuando los hombres de estado sólo persiguen fines individuales, nunca toman medidas que no les den réditos económicos y políticos inmediatos. Por eso no ejecutan políticas de largo plazo, cuyos resultados gozarán generaciones futuras, no ellos.

 

3. El deterioro de la infraestructura nacional

Es evidente que la consecuencia de no tener políticas de largo plazo es la paulatina destrucción de los bienes y recursos del estado.

¿Por qué invertir en el mantenimiento de las vías férreas si, por ahora, los trenes funcionan? ¿Qué nos motiva a construir usinas eléctricas si, más allá de algunos cortes de luz, la mayoría de las casas tiene energía? ¿Para qué perforar pozos petroleros si, por el momento, nos alcanzan las divisas para importar combustibles?

Viviendo de lo inmediato, el estado corrupto y desregulado no se va ocupar de la infraestructura nacional hasta que las consecuencias de su deterioro no afecten directamente su supervivencia. Sólo entonces actuará, pero mostrando su absoluta incapacidad, ya que intentará resolver con una sumatoria de medidas espectaculares un problema que requiere una profunda planificación.

 

4. La ineficacia de los funcionarios y de las políticas públicas

Un estado guiado por el cortoplacismo y por las ambiciones personales de sus máximos dirigentes jamás podrá favorecer el ingreso de funcionarios de carrera en la administración pública. Este tipo de funcionarios se rige por los criterios propios de su especialidad, no por los fines políticos y económicos inmediatos de los gobernantes.

Por eso, lo más común es que no accedan a la función estatal las personas más calificadas para cada puesto, seleccionadas por concurso y currículum, sino militantes que estén dispuestos a cumplir las órdenes que vengan de arriba, sin importar cuáles sean.

La consecuencia es un estado mal administrado, que no sabe cómo aplicar políticas eficaces y que incluso falla en la implementación de sus mejores ideas.

 

5. La desprotección total de los ciudadanos

El efecto final de esta cadena es el más trágico: los ciudadanos que viven en estados con altos niveles de descontrol y corrupción ven cómo su calidad de vida empeora día a día.

Para que quede claro: que el dinero público vaya a las cajas de los partidos gobernantes y de sus dirigentes en vez de a hospitales, escuelas y rutas, no es el principal problema para los ciudadanos (aunque sea muy grave). Lo peor es que los estados corruptos son absolutamente incapaces de organizar a la sociedad y de responder a las necesidades de la población.

La corrupción nunca viene sola, sino que forma parte de un trágico combo con al menos estos 5 puntos, y no hay mentira más grande que el repetido “roban, pero hacen”.

Si roban, lo que hacen lo hacen muy mal.

 

Ver también:

1. Por qué la corrupción está en la naturaleza humana

2. La corrupción, EL MAL del siglo XXI