Poesías porteñas: a la Avenida Callao

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callao

 Versos a Callao

Antes era periferia
esta arteria que existió
sin inauguración
en el siglo XVIII y en 1582.

Primero se llamó Calle de las Tunas

Y era un pantanal
donde caballos, vacas, animales
y esclavos
caían a naufragar.

Después de la revolución, cuando llegó 1821,
la bautizaron Callao, por las batallas que ganó
San Martín allá en Perú.

Fue más ancha, y cotizó.
Construyeron mil casitas

Y en el medio un bulevar, con flores
para dividir en dos carriles,
El camino hacia el Congreso
iluminado por hileras
de la estirpe y de faroles:

 Hombres y mujeres
narrados en la historia;
aquí estuvieron
En la Avenida Callao, en la vereda,
donde escribo este poema.

La tarde cae y besa la cúpula
de la iglesia jesuita
del Salvador.

Es el edificio más importante del lugar…ellos
fueron casi los primeros en llegar.

Mezcla de ciudad que muere y ciudad que nace.

La cosa se aclara luego de ingresar al templo
y arrodillarse ante la cruz centenaria.

Hay flores frescas en el altar.
Los ruidos de la avenida entran
lentos
y mueren.

Agua de templo y mujeres rezando.
Los curas confiesan.

Santos por todos lados, y estrellas de ocho
puntas en el piso: innocens manibus et mundo corde.

Hay estatuas de San Francisco Javier,
San Pedro Canisio, San Luis Gonzaga.

Increíble museo de las almas: Christe Eleison.

Afuera, un mendigo pide limosna imposibilitado
de caminar: Videte si est dolor sicut dolor meus.

Abandono el templo, rumbo al pasaje Luis Dellepiane.
Te veo.

Llevás un saco verde. Me ignorás. Te sigo.

Desaparecés, en la multitud de árboles
del otoño triste
pero alerta.

Pienso, como siempre pienso,
que en estas calles, aquí, en Callao,
los insanos intocables se saludan
con la lengua del vicio década tras década.

Los sótanos y las cuevas underground
que resisten al avance de la tecnología.

Agujeros de la tierra persisten
en su ejercicio de vanguardia:

abundan.

Hay humildes miradas secas
que caminan
rumbo a Santa Fe, o Córdoba, hay recovas
donde el dolor se olvida.

Teatros, donde el dolor es ajeno
en las tablas, cabarets,
dependencias políticas,
oficinas de la burocracia,
claustros académicos.

Callao conduce al corazón de la ciudad,
En su intersección con Rivadavia.

Conduce al corazón del país
al kilómetro cero.

De noche el cemento
esta vacío y trina
en soledad.

El lugar donde todo empieza.

Callao conduce,
al principio
de la leyenda.

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Belisario

Imágen:  http://norbertodorantes.blogspot.com.ar/