“Yo no puedo garantizarles que van a pescar el récord de su vida; pero algo sí puedo asegurarles: si se disponen, van a pescar amigos.” Esta frase del gran periodista y organizador de excursiones de pesca, Rubinho, al comenzar una semana caña en mano en su campamento amazónico, quedó en mi corazón. Y al terminar un año y comenzar otro, ¿qué mejor que pensar en esos amigos que “pescamos” pescando?
Si bien muy individual en su carácter, la pesca deportiva se vive mucho más intensamente con amigos. Tan linda es la unidad que se logra, el momento que se comparte, que si uno de los que está allí tiene mal carácter o sencillamente no aporta buena onda al grupo, enseguida resalta: “ahí está el amargado”, “con ese no viajamos más”.
La pesca me ha dado muchos de mis mejores amigos. Todo comienza organizando la salida para después encontrarnos, casi siempre, bien temprano o de noche. Le sigue el viaje en auto, esas horas llenas de anécdotas, chistes, cargadas, recuerdos. Si el viaje es largo o si se nos antoja, aparece una parada para tomar un café o una gaseosa mientras se repone el combustible. Otro momento inolvidable conversando en una estación de servicio que, muchas veces, es siempre la misma, la que paramos salida tras salida.
El broche de oro lo pone la pesca en sí misma, sobre todo, si vamos en lancha, donde, en unos pocos metros cuadrados, compartiremos todo el día con nuestros amigos y el guía, que muchas veces también se ha convertido en un amigo. Se aflojan las tensiones luego de los primeros tiros y, sobre todo, de las primeras capturas. ¿Y no te pasó que te alegraste muchísimo cuando tu amigo sacó el primer pez o un pez grande? Es casi como si vos lo hubieras pescado. ¡Qué lindo ver esa cara de felicidad, que debe ser muy parecida a la mía en la misma situación!
La salida es un laboratorio de solidaridad: uno hace el asado, otro lleva las bebidas, uno arregla los detalles con el guía. Está el tesorero (hace las cuentas y junta la plata), el chofer (pone su auto y maneja), el chistoso (aunque hayamos escuchado mil veces el mismo cuento, nos da gracia), el que sabe un toco de pesca y lo comparte (una enciclopedia en la lancha), el minucioso (se acuerda de llevar hasta los escarbadientes), el práctico (arregla todo), el limpísimo (enseguida pasa el trapo por la lancha, aunque esté brillante). Y así vos podés seguir recordando rasgos de amigos y amigas que, o hiciste más estrecha la relación pescando o los conociste gracias a la pesca y cada vez son más amigos.
Porque, además, esas horas de estar juntos nos han hecho ganar en confianza. Y lo que al principio eran solo charlas de pesca se han convertido en confesiones de vida. La espontaneidad que antes poníamos en cualquier tontería ahora desborda y nos lleva a contar temas difíciles: el divorcio, problemas de salud, ese hijo que nos da trabajo, ese papá que nos cuesta entender y que nos entienda, la muerte, la vida, esa mina que … Bueno, ¿no me digas que no hablás de mujeres en los viajes de pesca? Son todo lo que vos quieras, pero entre nosotros, ahora que no nos escucha nadie, ¿no son lo más lindo que Dios hizo y siempre a alguna recordamos en las charlas de pesca? Y las pescadoras harán lo mismo con los varones.
Gracias a todos mis amigos de la pesca, por su paciencia, por su oído siempre atento, por sus enseñanzas, por ser parte de mi vida. Aprovechá vos también y saludá a ese amigo con quien compartís una salida, que más que una salida es un sesión de terapia muchas veces. Dale un abrazo y decíle cuánto lo querés. Se acabó la idea de que el macho no le dice a su amigo “te quiero”. Eso es de la prehistoria.
Gracias a vos también, donde estés leyendo. A la vuelta de mi casa o en el otro punto del mundo. Si sos pescador, ya tenemos algo en común, algo en el ADN. Si no sos pescador y te quedaste leyendo estas líneas, también tenemos algo en común: necesitamos amigos para vivir a full el pasatiempo que nos guste. Salud. Gran 2014 y que pesques muchos … amigos.
Néstor Saavedra
para Tur Aire Libre
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