“Perdona nuestra basura”, el experimento de los Güiraldes

Durante una semana, la familia Güiraldes acopió todos los envases que comúnmente tiran a la basura. ¿El resultado? Una pila de materiales valiosos y muchísima conciencia acerca de lo importante y sencillo que es reciclar.

El experimento, al que llamaron “Perdona nuestra basura“, fue idea de Pablo Güiraldes, arquitecto y urbanista, que vive en San Fernando junto a su familia. “Quería juntar todos los envases de un año, para mostrar la cantidad que se consume y tira cada día sin pensar”, contó. Con su mujer, Elena, acordaron acortar el experimento a un mes y, al primer día, se dieron cuenta de que no podrían acopiar todo por más de una semana. Cata (22), Fede (20) y Mili (12), sus hijos, y Diana, la chica que los ayuda en la limpieza, se sumaron con mucho entusiasmo.

Nuestro objetivo era demostrar con el ejemplo que transportamos plástico y otros materiales no biodegradables del supermercado a la basura en un plazo muy corto, sin pensarlo mucho y con un costo ambiental y económico altísimo”, explicó Pablo. Como vivieron un tiempo en Estados Unidos, tenían incorporadas algunas costumbres de separación de residuos y ya se ocupaban de llevar a reciclar los cartones, envases de plástico y vidrio, y de hacer compost con los residuos orgánicos. Sin embargo, en esta semana se encontraron con desafíos impensados como el de juntar los sobres de sacarina.

Al terminar el experimento, pudieron destinar a reciclaje la mayor parte de lo recopilado con excepción de los tetrapacks, los envases de mayonesa, ketchup, los sobres de sacarina y las bolsitas de plástico, que reutilizan para juntar la basura.

Además de las pilas que se ven en las fotos, para Pablo lo más importante del experimento “fue que todos se entusiasmaron mucho con la idea y eso nos demostró que no sería tan difícil reciclar si le damos un sentido y lo incorporamos a la rutina familiar“, concluyó.

Experimento totalmente apto para hacer en casa, guiño guiño.
¡Hasta la próxima!
Marian 

 

Un argentino que recicla como un sueco

Hace 6 meses, cuando Ezequiel Baum vivía en Buenos Aires no imaginaba que la basura iba a ser un tema en su vida. Hasta que en agosto pasado, se fue a vivir a Karlskrona, una ciudad de 60.000 habitantes que queda en un archipiélago al Sur de Suecia. Es un polo de empresas y PyMEs de tecnología y software, y hasta ahí fue a coordinar la oficina comercial de un estudio de videojuegos. Vive en un departamento chico pero cómodo, en una isla residencial, así que tiene que subirse a la bici o caminar 1,5 km para comprar algo en “la ciudad” (las comillas son de él).

Tal como lo vimos, en Suecia, los ciudadanos hacen un gran esfuerzo en  la separación de residuos en sus hogares. “Ni bien llegué, el tema de la basura fue medio estresante, porque sentís que vas a clasificar todo mal. Me acuerdo que le pedí al dueño del departamento un manual de instrucciones  en inglés para orientarme, porque no hablo nada de sueco. Me dijo que no me preocupara y me explicó lo básico”, contó el argentino.

  ¿Y qué aprendió? “Lo orgánico va en las bolsas de papel madera, que siempre hay a mano en el edificio, porque las entrega el municipio. Lo inorgánico no clasificable es lo más difícil, así que mandás envoltorios de comida muy sucios, algodón y todo lo que no sepas bien qué hacer, va en otra bolsa que se saca día por medio para evitar el olor. La bolsa de papel madera va a un tacho marrón que está a unos metros de la entrada del edificio y la de inorgánicos a un tacho verde, y la levanta el recolector. A todo lo  que se puede clasificar (plástico, vidrio, aluminio, papel, cartón, pilas, etc.), lo llevo en una bolsa gigante a la estación que está a tres cuadras de casa”, explicó. También, recibe dinero por sus envases. En cada lata o botella PET hay un sello que indica cuántas coronas corresponden por envase y se canjean en las máquinas que hay en los supermercados.
Es fácil adaptarse a la conducta clasificadora. Hay cosas que cuestan más hacer, como enjuagar los envases de jugo, leche o yogur, y eso después es un bajón por el olor. Y lo otro molesto es hacer todo esto con nieve y temperaturas bajo cero”, terminó.
Por último, Ezequiel me mandó un par de links de las propagandas para difundir el reciclado (“Pantamera” en sueco). No entendí nada, pero son realmente increíbles.
En unos meses Ezequiel vuelve a vivir a Buenos Aires, ¿seguirá con su buena “conducta clasificadora”?
Muchas gracias, Pasante
¡Hasta la próxima!
Marian