Hace 6 meses, cuando Ezequiel Baum vivía en Buenos Aires no imaginaba que la basura iba a ser un tema en su vida. Hasta que en agosto pasado, se fue a vivir a Karlskrona, una ciudad de 60.000 habitantes que queda en un archipiélago al Sur de Suecia. Es un polo de empresas y PyMEs de tecnología y software, y hasta ahí fue a coordinar la oficina comercial de un estudio de videojuegos. Vive en un departamento chico pero cómodo, en una isla residencial, así que tiene que subirse a la bici o caminar 1,5 km para comprar algo en “la ciudad” (las comillas son de él).
Tal como lo vimos, en Suecia, los ciudadanos hacen un gran esfuerzo en la separación de residuos en sus hogares. “Ni bien llegué, el tema de la basura fue medio estresante, porque sentís que vas a clasificar todo mal. Me acuerdo que le pedí al dueño del departamento un manual de instrucciones en inglés para orientarme, porque no hablo nada de sueco. Me dijo que no me preocupara y me explicó lo básico”, contó el argentino.
¿Y qué aprendió? “Lo orgánico va en las bolsas de papel madera, que siempre hay a mano en el edificio, porque las entrega el municipio. Lo inorgánico no clasificable es lo más difícil, así que mandás envoltorios de comida muy sucios, algodón y todo lo que no sepas bien qué hacer, va en otra bolsa que se saca día por medio para evitar el olor. La bolsa de papel madera va a un tacho marrón que está a unos metros de la entrada del edificio y la de inorgánicos a un tacho verde, y la levanta el recolector. A todo lo que se puede clasificar (plástico, vidrio, aluminio, papel, cartón, pilas, etc.), lo llevo en una bolsa gigante a la estación que está a tres cuadras de casa”, explicó. También, recibe dinero por sus envases. En cada lata o botella PET hay un sello que indica cuántas coronas corresponden por envase y se canjean en las máquinas que hay en los supermercados.
“Es fácil adaptarse a la conducta clasificadora. Hay cosas que cuestan más hacer, como enjuagar los envases de jugo, leche o yogur, y eso después es un bajón por el olor. Y lo otro molesto es hacer todo esto con nieve y temperaturas bajo cero”, terminó.
En unos meses Ezequiel vuelve a vivir a Buenos Aires, ¿seguirá con su buena “conducta clasificadora”?
Muchas gracias, Pasante
¡Hasta la próxima!
Marian