Francisco nos pide proteger los embriones humanos

#ProfetaEnSuTierra

Francisco le pide al mundo que se “garantice protección jurídica al embrión, tutelando a todo ser humano desde el primer momento de su existencia”. Nos invita a mantener “viva la atención de todos sobre el tema tan importante del respeto a la vida desde la concepción“.

Así de sencillo. Pero ahondemos un poco, nosotros que no tenemos su claridad…

Ser dignos es merecer un estatus, ¿estamos de acuerdo?

Entonces, ¿se puede merecer la condición humana?

Creo que no. Creo que su mérito es su propia existencia, porque está enlazada a su entidad.

Es una cualidad inherente e intransferible, irrenunciable. No se puede ser digno de humanidad, porque no requiere mérito.

No hay árbitro, solo la voluntad de Dios para quienes creemos (y el genotipo que la concreta).

La persona humana es, siempre que humana sea.

Por lo tanto, su dignidad no se puede siquiera merecer. Mucho menos, claro, poner en duda, otorgar o valuar.

Ser humano y ser digno deben ser una sola cosa.

Entonces, si todo ser humano es digno de serlo por su condición de tal, ¿qué otra cosa, sino un ser humano sujeto de toda su dignidad, puede ser lo que hoy llamamos embrión, producto de la fecundación entre humanos?

¿Qué otra cosa puede ser un embrión humano más que un ser humano en estado embrionario?

Creo recordar que la raíz griega de la palabra embrión viene siendo algo así: “yo broto dentro”.

A mi gusto, la palabra clave es “yo”. Si todos repetimos esa palabra, veremos que es un “nosotros”. De ahí la inmoralidad de relativizarlo.

Dicho esto, ¿alguno puede levantar la mano y arrojar la negación de la dignidad humana a los embriones humanos?

Aparentemente sí.

Hay en danza un proyecto de legislación que permitiría “donar” embriones humanos. Esto, básicamente, convierte a un semejante en un bien, en una cosa pasible de ser poseída, intercambiada…descartada.

Hagámonos algunas preguntas retóricas para ver hasta dónde nos lleva esto:

¿Qué pasaría si de repente surgiera una Nueva Esparta y legislara sobre el “quantum” de condición humana de un recién nacido?

¿O si vemos un renacer de la Grecia Antigua y plantamos las bases lógicas que justifiquen la dudosa humanidad de las personas en “estado femenino”?

¿Qué haríamos si, en un futuro, se permitiera a una elite de ancianos usar los órganos de humanos en “estado adolescente”?

Aunque parezcan inaplicables, estas preguntas son posibles porque la legislación propuesta apela a un punto: la duda.

Duda sobre la condición humana de los embriones o, lo que es peor, se arroga el derecho a otorgarla o quitarla.

El proyecto de ley incluye, por ejemplo, la creación de centros habilitados como “bancos de embriones”.

La pregunta es ¿para qué? Y la respuesta es lamentablemente irresponsable: para asegurar el derecho de acceso a las técnicas de fertilización. Loable intento, pero no podemos permitir que se ejerza a costa de la dignidad del más débil.

¿Seremos capaces de retroceder milenios de avances en humanismo solo para satisfacer un anhelo individual?

¿De qué inclusión, de qué diversidad, de qué DD.HH. hablamos si permitimos que los embriones humanos sean tratados como una cosa?

¿De qué República podemos jactarnos si una legislación se reserva la potestad de dar o quitar al hombre una condición que ya posee?

¿Vemos que antes es preciso negar esa condición?

¿Cómo puede una legislación forzar un hecho moral y biológico?  ¿Cómo podemos siquiera pensar en rebajar a derecho civil la condición humana misma?

Dicho de otro modo: la humanidad de un ser es en sí misma y no depende de la conveniencia del mercado ni de los deseos de un tercero. El hombre se define por su identidad.

¿Pero qué es la identidad y cómo se defiende su derecho?

Pensemos en Santo Tomás y aquello de ser “inteligible por  su esencia”, eso de “mismidad”.

Un ejemplo pedestre: si se parece a un cuervo, si grazna como un cuervo, si tiene plumaje negro como un cuervo y si pone huevos de los que nacen cuervos…caramba.

Estamos acostumbrados a un abuso sesgado de los términos. Así, identidad puede ser una huella genética, un pasado desconocido, otro nombre y otro sexo en el DNI. Depende. Todo, siempre, parece depender de alguna moda ideológica. Pero no es así.

La identidad es un absoluto constante y de permanente evolución. Una unidad de complejidades extremas.

La identidad de una persona es la totalidad de las características su ser independientemente de su capacidad para ejercerlas.

Repetimos: independientemente de su capacidad para ejercerlas.

¿Cómo encaja dentro de esta concepción la idea de un “banco de embriones”?

¿Nuestro Estado nacional en las políticas que impulsa sobre DD.HH., es contradictorio o simplemente cínico?

¿Preferimos un Estado que legisle para el hombre como parte de un todo social, anteponiendo valores filosóficos, morales y religiosos, parado sobre el último avance de la ciencia, o uno que emita leyes para el individuo como portador de derechos especiales a expensas del más débil?

¿Queremos un Código Civil que piense en un proyecto de Nación y de Familia o que cierre un ojo para simplificar un trámite al individuo y su circunstancia?

En nuestro Código Civil (el todavía vigente), ese Código resistido en su momento por la Iglesia y tildado de “liberal”, sobrevuela la idea de la interdependencia.

Su idea central es aplicable como ejemplo: todos, de alguna forma, dependemos del otro para el efectivo ejercicio de nuestros derechos. En algunos casos, para la propia subsistencia. Un argumento abortista es que el embrión o el feto dependen absolutamente del cuerpo de su madre para su existencia y que no poseen por lo tanto, existencia humana propia.

Si llevamos este razonamiento más allá: ¿qué hacemos entonces con las personas nacidas con graves impedimentos, con parálisis cerebral por ejemplo?

¿Esparta, otra vez con su Monte Taigeto?

Esas personas dependen completamente del cuerpo de un tercero para vivir y si ese tercero no cumple con su obligación, es pasible de pena por abandono de persona…Nada que agregar.

¿Qué vamos a hacer? ¿Vamos a discriminar de entre los más débiles aquellos con los que ya nos encariñamos?

Francisco pidió la protección jurídica del humano en estado embrionario desde la concepción y no lo hace por un capricho dogmático. Lo hace desde la más inexpugnable convicción humanista.

El debate es sobre el rol del Estado. Sobre la altura moral de la sociedad que queremos. Sobre la inteligencia ética. Sobre la idea de Hombre.

Vale aclararlo: Nunca Más significa Ahora Tampoco.