Consigna imposible

PROYECTO PIBE LECTOR es un blog de FICCIÓN. Cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia.

59. Consigna imposible

(chat estilizado)

_¿Alguien?

_ Ya. ¿No estás en la escuela, a esta hora?

_ Sí. Necesito ayuda con una cosa.

_ Decime.

_ Estoy en Literatura. La pregunta dice: “El final del cuento, ¿sorprende al lector? ¿por qué?”

_ Y, fijate entonces. ¿Título?

_ Es que estamos con Tati revisando la fotocopia por centésima vez y no encontramos dónde dice eso. ¿Cómo sabés que estoy en la escuela? ¿Quién sos?

_ ¿Qué es lo que no encuentran? ¿El título del cuento?

_ Lo del lector. No está. Ni aparece.

imagen de la poetisa Safo

imagen de la poetisa Safo

Continuar leyendo

#Ni Una menos. “Las Pibas de las fotos”

Esta semana, #ProyectoPibeLector se suma a la convocatoria contra el femicidio: #NiUnaMenos

55. Las Pibas de las fotos

obra teatral breve

Sala de espera. Hombre Cualquiera detrás de un mostrador, sellando papeles. Asientos vacíos. Detrás de ellos una pared en donde pueden verse recortes de diarios enormes con imágenes de chicas víctimas de femicidio. Intercalados entre los recortes, en letras grandes, titulares de diarios que exhiben mujeres en poses eróticas, del estilo: “Infartante”, “Baile del caño”, “Diosa”, “Curvas envidiables”, “Morocha Escultural”, etc. Hay un tacho de basura en un extremo. 

Al correrse el telón sólo hay dos asientos ocupados por la Señora 1 y la Señora 2. Todos los personajes permanecerán imperturbables hasta el final menos uno: la Madre de la Piba.

Entra en escena, desesperada y desencajada, la Madre de la Piba. Lleva un afiche en las manos, enrollado.

Madre de la Piba: ¡Mi hija no volvió a dormir anoche!  ¡Necesito ayuda!

Hombre Cualquiera: Cálmese, señora. Debe andar con algún noviecito, por ahí.

Las señoras han levantado la vista y asienten, inexpresivas. 

Señora 1: ¡Hummm! Noviecito… Seguro que andaba con algún tipo.

Señora 2: Seguramente un hombre mayor, casado, con hijos, la desvergonzada.

Madre de la Piba: a los gritos, gesticulando, en profundo contraste con los demás, que parecen robots. ¡No! ¡Mi hija no tiene novios y jamás se ausentó de nuestro hogar! ¡Estoy segura de que algo malo le pasó!

Hombre Cualquiera: A ver… ¿descripción? ¿edad? con tono libidinoso ¿bonita?

Madre de la Piba: despliega el afiche enrollado y muestra una foto enorme de la cara de su hija, sonriente, bajo el letrero: “Buscada” Ella es la alegría de nuestra familia, nuestro amor más enorme. Me dijeron que acá podía pegar la foto… Pega la foto en la pared, en el centro de todos los recortes. Es muy inteligente, estudia Ingeniería.

Las señoras mueven negativamente la cabeza, desaprobando.

Señora 1: Ingeniería no es una carrera apropiada para una señorita.

Hombre Cualquiera: ¿Y a qué hora salió? ¿A dónde iba?

Señora 1, Señora 2 y Hombre Cualquiera: al unísono ¿Cómo iba vestida?

Madre de la Piba: Como todas las chicas de su edad…

Tanto el Hombre Cualquiera como las dos señoras mueven la cabeza con desaprobación ante 

las palabras de la mujer. Entra la Señora 3 y se acomoda en uno de los asientos vacíos.

Madre de la Piba: Salió en mi auto…

Señora 3: Las mujeres no deberían tener permitido manejar.

Hombre Cualquiera: Es cierto. Quizás tuvo un accidente, por manejar mal. ¿Averiguó en los hospitales?

Madre de la Piba: desolada Recorrí todos. Ayúdeme haciendo que los vecinos miren la foto, por favor. Contempla con amor la imagen de su hija, sonriente desde la pared. Era de noche cuando salió.

Señoras 1, 2, 3 y Hombre Cualquiera: al unísono: Las señoritas decentes no deben andar por la calle de noche.

Madre de la Piba: Es que iba a trabajar…

Ingresa el Señor 1 y se suma a la voz, al unísono, de las Señoras 1, 2 , 3 y Hombre Cualquiera, que declaran: Las chicas decentes no trabajan a esas horas.

Madre de la Piba: desesperada, suplicante, dirigiéndose uno por uno a las presentes y luego al público de una forma desgarradora. ¡Ayúdenme a encontrar a mi hija! Trabaja en un laboratorio, adentro de una prestigiosa Clínica, haciendo turnos rotativos… Le tocaba turno nocturno ese día…

Los presentes se miran con sorna y murmuran, al unísono, con tono malicioso: 

Todos menos la Madre de la Piba: ¡Turno nocturno, la Piba!

La Madre de la Piba los mira, desolada. Se dirige al público, gesticula suplicante, sin decir palabra. Se va de la escena, derrotada. Entra el Señor 2 llevando un diario desplegado, se sienta aparatosamente y lee: 

Señor 2: Apareció el cadáver de otra piba.

Señora 1: ¿La violaron?

Señora 2: ¿Tenía la ropa puesta?

Señora 3: ¿Fue el novio?

Señor 2: Baja el diario y mira la imagen de la chica, sonriente desde la pared. No se sabe todavía. La mataron a trompadas.

Señora 1: Estaba vestida de forma provocativa.

Señora 2: Manejando sola, de noche.

Señor 1: Estudiaba una cosa de hombres.

Señora 3: Trabajaba en un lugar inapropiado para su edad.

Señor 2:  Guardando el diario. Vaya a saber qué le hizo al pobre infeliz que la mató. Si lo encuentran, se va a pudrir en la cárcel. Mira la foto de la chica nuevamente y se va de escena. 

Señora 1levantándose. Lo habrá querido dejar por otro… Mira la foto de la chica y sale de escena. 

Señora 2: levantándose. O lo engañaba y él descubrió que tenía un amante… Mira la foto de la chica y sale de escena. 

Señora 3: levantándose. O no le hizo caso y lo desafió…Mira la foto de la chica y sale de escena. 

Señor 1: levantándose. O no pasó nada de todo lo que se dijo acá, pero igual la mataron. Mira la foto de la chica y sale de escena. 

El Hombre Cualquiera ha quedado solo en escena. Sale de su puesto detrás del mostrador, se pone de pie al lado de la foto de la chica, que se va iluminando más y más, y afirma mirando al público: 

Por ser mujer, la mataron. A ella y a todas ellas. Señala las demás fotos.  Por nuestra culpa, porque nosotros lo permitimos cada vez que decimos cosas como las que escucharon hoy acá. De la sociedad entera depende que no haya más chicas desparecidas, chicas muertas, chicas exhibidas como si no fueran personas. Cambiemos entre todos este mundo injusto y violento. Se detiene a mirar las fotos. Despega los titulares “Infartante”, “Morocha curvilínea”, “Sensual rubia”, etc. Arruga esos papeles y los arroja al tacho de basura. Se marcha. La escena queda vacía. Una luz intensa ilumina la foto de la chica, que sonríe desde la pared. 

 

Telón

 

Indicá “me gusta” en la página de facebook de Proyecto Pibe Lector y leé en tu muro los relatos semanales. 

Esta semana, #ProyectoPibeLector va sin imagen. LLevamos en nuestro corazón las fotos de las víctimas y acompañamos en su dolor a sus madres y seres queridos. 

#Ni Una menos. “Misoginia”

Esta semana, #ProyectoPibeLector se suma a la convocatoria contra el femicidio: #NiUnaMenos

53. Misoginia

El Diablo dedica su Tiempo sin Tiempo a tentar a Dios. Una manera de hacerlo es a través de la corrupción de la Humanidad. Consiguió que los pueblos olvidaran la identidad divina, que se confundieran y perdiesen el rumbo. Ensayó innumerables métodos hasta descubrir el mejor nutriente, el que llevó a los hombres hasta el extremo de la abominación: las demoníacas palabras. Así logró convertir a muchos en verdaderos monstruos.

Botticelli. "El nacimiento de Venus"

Botticelli. “El nacimiento de Venus”

Continuar leyendo

Consejos peligrosos para víctimas de bullying

#ProyectoPibeLector es un blog de ficción.Cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia.

49. Consejos peligrosos para víctimas de bullying

 

El chico sale de la escuela e inmediatamente cambia su lenguaje corporal: en la calle, bañado por los rayos del sol del mediodía, ha dejado de ser alumno. Camina pensativo, tranquilo. Al llegar a su casa, golpea con firmeza la puerta de la habitación de su hermano mayor. 

_ ¿Qué?

_ Soy yo. Tengo un problema.

"El grito" Munch

“El grito” Munch

No es habitual que el chico hable con su hermano acerca de alguna cosa. Ni siquiera es común que hable con alguien. El mayor, sorprendido, hace girar la llave en la cerradura y lo deja pasar. La música es ensordecedora, pero el anfitrión no da signos de desear bajar el volumen ni de apagarla.

_ ¿Qué pasa?

_ Me están molestando mucho en la escuela.

_ ¿Quién? ¿Qué te hace? Seguro que te lo merecés, si siempre fuiste un mocoso insoportable y malcriado. Mirá la facha que tenés, la ropa que usás, mirate la cara. 

No es uno solo. Me tiran cosas, me revisan la mochila, me cargan. Me molestan. Ya no lo soporto más y no sé qué hacer.

_ ¿Le dijiste a mami? Pedazo de maricón, nenito de mamá, claro que le dijiste, para qué me gasto. 

Sí. Dos veces. Me estuvo acompañando y yendo a buscar, pero no puede ir todos los días y ya estoy grande para andar molestándola así. Me siento cada vez peor. No sé qué hacer.

_ Bueno, esto es lo que tenés que hacer: los agarrás bien a trompadas. Los machos se hacen a los golpes. Y si seguís dando vueltas y acompañado por tu mamita, va a ser peor. Nadie respeta a un nenito de mamá. Dejá que se arme bien y listo, aunque te ligues algunas piñas. No pretenderás que vaya yo a pegarle a unos nenes que deben tener tu edad…

_ No. Gracias.

El chico sale de la casa y se dirige hacia la de su padrino, que vive a unas cuadras. Toca el timbre y le contestan por el portero eléctrico.

- ¿Quién?

_ Soy yo.

_ Estoy ocupado ahora, ¿qué querés?

_ Tengo un problema en la escuela.

Silencio.

_ ¿Estás ahí?

_ Sí, pero estoy ocupado. ¿Qué dijiste que te pasa?

_ Tengo un problema en la escuela. Hay unos pibes que me molestan y no aguanto más.

Siempre pensé que eras un naboY bueno, querido, eso le pasa a todo el mundo, es más viejo que la humanidad. Cuando iba yo a la escuela, molestábamos a algunos (a los giles, a los cuatro ojos, a los mariquitas, a los gordos, a los negros, a los villeros, a los chetosy nadie murió por eso. Si nos habremos divertido con tu viejo. Agarrate a trompadas, dales una buena paliza y vas a ver cómo te dejan de joder.

_ Gracias.

El chico se queda en silencio, mirando el portero eléctrico. Unos minutos después, vuelve a su casa. Mientras está comiendo, llega su mamá. 

_ ¿Cómo te fue hoy? ¿Hablaste con la preceptora? Es todo culpa mía, por sobreprotegerlo. 

_ Hablé ya con todos. Me dicen que lo van a resolver dialogando, que van a hacer esto y lo otro, pero no hacen nada. Además, me mienten.

_ ¿Por qué te mienten? Claro que te mienten. Algo debés estar haciendo vos para que te molesten, pobre hijo mío. Te malcrié, te di todos los gustos. 

_ Porque me dicen una cosa y se les nota que están pensando lo contrario. El padrino me dijo que les pegue. Ya no doy más. Lo voy a hacer.

_ No, hijo. Dejá que los adultos lo arreglen. Mañana voy a ir a hablar de nuevo. Ahí voy a estar, en la puerta. Te amo tanto, pobre hijo mío. Qué no daría por vos. 

 

Es un mediodía soleado el que aguarda que los alumnos se conviertan en chicos, detrás de las rejas del viejo edificio. A pesar de que encandila la luz, se puede ver que un muchachito se destaca en el grupo. Tiene los puños cerrados, la cara desfigurada por la impotencia, o por el odio. La pelea comienza inmediatamente, sobre la vereda. Se hace una rueda de gente que grita, filma, saca fotos y patea. Una mujer que aguardaba pacientemente bajo un árbol se transfigura. En su brutal metamorfosis, desgarra su cartera y empuña un arma. 

El primer disparo hiere mortalmente a otra mujer, de aspecto insignificante, que con una fuerza sobrehumana intentaba rescatar a su hijo de una lluvia de patadas y golpes. 

El segundo y último disparo hiere al hijo de esa misma mujer, en el pecho.

Horas más tarde, la mujer devenida en asesina declaró en la comisaría lo siguiente: 

_ No sé porqué lo hice (No sé porqué lo hice). Todos sabíamos que iba a haber piñas en la puerta porque circulaba desde temprano el rumor. Fui a proteger a mis hijos.  A la señora le di sin querer (pobre mujer, ni siquiera la vi y dio la vida por su hijo). Al pibe le tiré por pura lástima, porque me miró como suplicándome que lo matara, empapado con la sangre de su madre muerta. (Al pibe, le tiré por lástima. Él quiso morir, me lo suplicó con los ojos). 

Indicá “me gusta” en la página de facebook de Proyecto Pibe Lector y leé en tu muro los relatos semanales. 

Las imágenes reproducidas en este blog pertenecen a autores diversos. Respetamos los derechos de autor de cada uno de ellos, nuestra finalidad al utilizarlas es educativa y cultural.

Una noche en la Once. Cap. 5

#ProyectoPibeLector es un blog de ficción.Cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia.

Entrega N° 48

Una noche en la 11

Para leer el Capítulo 1 hacé click aquí.

Para leer el Capítulo 2 hacé click aquí. 

Para leer el Capítulo 3 hacé click aquí. 

Para leer el Capítulo 4 hacé click aquí.

Capítulo 5.

El Michi era demasiado flaco, pálido y ojeroso, pero en la oscuridad total de la escuela vacía, resultaba buena compañía. Hablaba mucho, eso sí, como Roberto, y utilizaba muchas palabras que Larry no comprendía y que, por primera vez en su vida, lamentaba no entender. Seguramente, Esteban, el que se sacaba 10 en todas las materias y era siempre abanderado, entendería lo que estos decían. O Laura, la escolta, agrandada y estirada, toda vestida con ropa de marca y tan linda que era una tortura tratar de no mirarla. Se puso colorado al pensar en Laura. Pegó un salto al escuchar la risa del Michi cargándolo.

 

Una noche en la 11

Una noche en la 11

 

_ Esa mina no te va a dar nunca ni bola si seguís haciéndote el vivo y mantenés la cabeza hueca…

Larry lo miró asombradísimo. ¿Habría estado hablando solo en lugar de pensar? Si lo de Laura no lo sabía nadie, ni su propia almohada… Se había dedicado a insultarla, a empujarla, a tirarle las hojas y a humillarla de todas las formas que se le habían ocurrido desde 1er grado para que no se dieran cuenta de que le gustaba…

_ ¿Qué mina? ¿Qué sos, adivino?

_ Algo así_ contestó Michi, misteriosamente. Además, Larry, sigo tus pasos desde que pusiste tu piececito por primera vez en este edificio, piececito que, obviamente, ha crecido… ¡y cómo!

 Larry no pudo evitar ponerse otra vez colorado. Su estatura desmesurada lo avergonzaba, sus pies parecían no parar de crecer y se chocaba con todo, pisaba a todo el mundo, derribaba sillas, mesas, gente; era la torpeza personificada. No era su culpa. En menos de un año había pasado de ser un chico normal a una especie de adulto con cara de chico, se había llenado de granitos imposibles de tapar por más flequillo gigante que se pusiese, su pelo rojo y enrulado no ayudaba en nada y solía revolverlo todo y echárselo sobre la cara para que no lo viesen. Su abuela no había tenido plata para pagarle la ortodoncia que todos los dentistas que había visto habían recomendado con seriedad extrema, y ahí estaba, con la cara brotada como un choclo, los rulos rojos todos enredados sobre la cara, los dientes torcidos apuntando para todos lados, chocando la cabeza contra los marcos de las puertas de lo alto que era y calzando 45. Un desastre. Cómo lo iba a mirar siquiera, la hermosísima Laura…

 _ No sos un desastre, Larry. Sos un adolescente. Estás creciendo, y a todos los adolescentes les pasa. Lo único que deberías hacer es poner un poco de voluntad y mejorar… Por ejemplo: podrías bañarte todos los días. Laura lo apreciaría, y los demás también…

A Larry, Michi ya le parecía, a esta altura, INSOPORTABLE. Odiaba a Michi. Se dio vuelta y le gritó: 

 _ Cortala, chabón, no sé quién sos pero ya me cansaste, qué te pensás. Yo me baño cuando quiero, y qué te hacés el que sabés de mi vida si ni te conozco, sos más fantasma…

 Michi sonrió y le dio unas palmaditas en el hombro. 

 _ Tranquilo, amigo. Ya llegamos al patio. Primero te voy a mostrar a la Adoquinada, después el paredón del Enamorado Eterno y después, apenas nos queda tiempo para llegar a la función del salón de actos, así que no peleemos, que la noche no es tan larga como parece y acá hay mucho que ver. Mirá fijo para allá y la vas a ver.

_ ¿Al qué y dónde? ¿El qué?

_ Le decimos la Adoquinada porque lleva tanto tiempo acá que nos olvidamos del nombre. Su tarea es llevar los adoquines que están al lado de la entrada del otro patio hasta el borde del paredón y, una vez que ya tiene una linda montaña, ir arrojándolos hacia el otro lado.

_ ¿Pero eso no es peligroso? Digo, si hay alguien del otro lado del paredón se podría ligar un adoquín en el medio de la cabeza …

Larry parecía haberse vuelto juicioso con el pasar de las horas de la noche de la 11. Michi sonrió divertido, pero no se lo hizo notar.

_ Sí, claro que es peligroso. Y era peligroso. El día que a la Adoquinera se le ocurrió que sería gracioso hacer el experimento no pensó en el Terciario que funcionaba al lado de la 11. Tiró el adoquín con todas sus fuerzas, haciéndose la fortachona delante de sus compañeras de 2do año. Y le dio en pleno cráneo a una pobre chica que estudiaba para maestra en el Instituto de al lado.

Larry miraba el patio pensativo. Estaba oscuro, pero menos que el interior de la escuela, ya que una luna considerable iluminaba la escena en forma algo fantasmagórica. La Adoquinera se parecía a Marta, a Claudia, a Mariela, a cualquiera de sus compañeras. Iba y venía con andar de laboriosa hormiga, con una expresión de pesar en su rostro, una expresión de pesar casi plagado de indiferencia. Hacía su montículo de cuadrados grises y luego, uno a uno, comenzaba y recomenzaba a arrojar el peso. Asombrosamente, la montaña que la esperaba allá lejos, a unos metros, no parecía disminuir cuando ella tomaba los bloques. El trabajo debía ser agotador, pero ni una gota de sudor corría por el rostro de la anónima chica.

_ Los más cultos le dicen Sísifo. Su tarea consiste en levantar adoquines, acumularlos y arrojarlos, hasta que el director lo decida.

Pero Larry ya paseaba la mirada por otros lugares del patio. Las paredes, cubiertas de murales coloridos durante el día, ostentaban algo parecido a letras escritas con aerosol. “Anto te amo”, decía la 11, “Anto te amo”, gritaban todas las paredes y paredones de la 11. Un chico alto y flaco, también de guardapolvo, pintaba con seriedad cada espacio vacío, cada segmento de pared, cada vestigio de blanco. Y mientras pintaba un paredón, el otro se despintaba como si la tinta se derritiera o se desvaneciera… o se volviera invisible.

_ Muy poético. Como el amor: intangible_ dijo el Michi. Ése es Yony, y su tarea es declarar su amor a Antonela hasta que le levanten la sanción. Parecería un daño mínimo el que hizo, ¿no? Él sólo se trepó por las paredes de la 11 en la década del 90 para pintar unos graffitis para su novia, esperando sorprenderla al otro día. Se cayó del paredón y ahí empezó la sanción. Porque el amor no es cosa que pueda a tomarse a la ligera, y menos cuando es amor adolescente. El corazón a los 15 años palpita y siente como un corazón virgen de desconfianzas, de amarguras, de reparos, de traiciones. El corazón adolescente es nuevo en el amor, y Yony inauguró el de Anto, su chica, causándole una herida tremenda que no se cerrará fácilmente. El director fue claro: el día que esa mujer deje de recordarlo, las paredes dejarán de borrarse y podrá finalizar su tarea. Pero ella recuerda, y recuerda, y recuerda… Pero uy, ¿escuchás, Larry? Me distraje demasiado, corré que vamos a perdernos el comienzo de la función del salón de actos y no vamos a conseguir asiento, dale vamos.

El Michi tomó de la mano a Larry y lo arrastró por el pasillo, mientras éste se sentía como un largo y flotante barrilete rojo…

 

Continuará… y finalizará el próximo viernes

 

Una noche en la 11 es un relato contado en 6 capítulos. Leé la última parte el viernes, cuando actualice #ProyectoPibeLector

 

 

Imagen: Adriana Lara.

 

 

 

Indicá “me gusta” en la página de facebook de Proyecto Pibe Lector y leé en tu muro los relatos semanales. 

 

Una noche en la Once. Cap. 3

#ProyectoPibeLector es un blog de ficción.Cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia.

Entrega N° 48

Una noche en la 11

Para leer el Capítulo 1 hacé click aquí 

Para leer el Capítulo 2 hacé click aquí

Capítulo 3.

Al principio no pasó nada fuera de lo normal. Larry se aburría muy pronto y la mayoría de las puertas de la escuela habían quedado cerradas con llave. El llavero que las abría estaba colgado en dirección y se veía desde el agujerito de la cerradura por donde Larry había estado espiando, pero por más que trató de abrir la enorme puerta de madera ornamentada, vestigio de las mejores épocas de la 11, no pudo. No hubo patada que no resistiera. Así que, cansado de deambular por el pasillo y harto de la cocina, el chico se dirigió nuevamente a preceptoría y se repatingó en el sillón de caña que una de las preceptoras había donado para el lugar.

Una noche en la 11

Una noche en la 11

El parque Saavedra lucía extraordinario a esa hora. Las hojas de los árboles se habían teñido de rojo y violeta, el pasto se había vuelto oscuro y uniforme y un cielo anaranjado caía pesadamente sobre las rejas que lo bordeaban, haciendo suaves las puntas de flecha de los bordes. Larry conocía sus mediodías y sus tardes; quedó extasiado ante la novedad del atardecer, ante la noche. Pasó mucho tiempo pensando en nada, sólo observando las tonalidades del parque. Cuando salió la luna, decidió que ya no había peligro de acercarse a la ventana y se asomó. Nadie podría verlo ahí, adentro de la escuela. La oscuridad era total.

Fue en ese momento cuando se le ocurrió que, si prendía una luz, alguien del exterior podría darse cuenta de que en la escuela había un intruso y llamar a la policía. Lindo sería que vinieran los patrulleros, que llamaran a su abuela, a la directora, a un juez, que le abrieran una causa por usurpador, ladrón o lo que fuera y ya tuviera un prontuario a los 15 años. Un prontuario… “Lindo prontuario tenés vos adentro de esta escuela“, le había dicho una maestra cuando estaba en sexto grado, y a él le había molestado mucho a pesar de no tener ni idea de lo que quería decir la palabra “prontuario”.  Decidió que no prendería ninguna luz por el momento, “a menos que fuera indispensable”. Y volvió a tirarse cuan largo era encima del silloncito.

Así estaba cuando oyó los primeros golpes. Primero pensó que venían desde afuera, del parque. Después pensó que era su imaginación, que lo molestaba. Pero cuando se hizo evidente que los golpes existían, que no eran imaginados y que venían desde adentro de la escuela… desde adentro, muy cerca de donde él estaba recostado en un silloncito en una habitación sin llave en la puerta…  Larry dio un salto y se escondió dentro del armario de preceptoría,”para pensar qué haría”. Un miedo desconocido, una sensación espantosa de angustia, ansiedad y soledad lo invadió por completo. Esta vez sí que había metido la pata. Los golpes eran repetidos y fuertes, como si alguien le pegara con un palo a un caño hueco… no recordaba haber visto caños cerca de la puerta de preceptoría. Juntó valor y decidió salir. No podía ser nada grave. No podía ser alguien adentro de la escuela. Quizá tuviera que ver con la canilla que él mismo había estado pateando… Ese pensamiento lo envalentonó, agarró un borrador fuertemente para defenderse “por si acaso” y salió del armario.

Espió el pasillo. Oscuridad pura. Los golpes resonaban sonoros junto a la escalera.

_¿Quién está ahí?_ preguntó. Y se asustó por cómo había sonado su propio tono de voz en la plenitud del silencio.

_ ¡Clanc, clanc, clanc!

_ ¿Hay alguien ahí?

 No pudo evitar un alarido tremendamente agudo al sentir el peso de una mano en su hombro. Aterrorizado hasta la médula se alejó lo más que pudo y blandiendo el borrador volvió a gritar:

_ ¿Quién sos? ¿Qué hacés acá?

Sus ojos se iban acostumbrando paulatinamente a la oscuridad. Vio primero una silueta, luego un poco más. Un chico común y corriente, vestido con un guardapolvo blanco un poco pasado de moda, estaba parado junto al borde de la escalera con un caño amarillo en la mano. Era con ese objeto que golpeaba otro caño, uno que evidentemente era de gas, que recorría la escalera junto al pasamanos. Larry no recordaba haber visto jamás ese caño de gas en la escuela, pero ése era un detalle sin importancia. Había un chico ahí adentro, con cara amigable, y ya no estaba solo.

_ Soy Roberto. Bienvenido a la noche de la 11.

 

Continuará…

 Una noche en la 11 es un relato contado en 6 capítulos. Leé la próxima parte el viernes, cuando actualice #ProyectoPibeLector

 

Imagen: Adriana Lara.

 

Indicá “me gusta” en la página de facebook de Proyecto Pibe Lector y leé en tu muro los relatos semanales. 

Una noche en la Once. Cap. 2

#ProyectoPibeLector es un blog de ficción.Cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia.

Entrega N° 48

Una noche en la 11

Para leer el Cap. 1 hacé click aquí.

Capítulo 2.

Fue tan, pero tan fácil, que le pareció mentira que no se le hubiera ocurrido antes. La escuela quedó absolutamente vacía en un santiamén; pudo escuchar desde su escondite el ruido que hizo el bolsillo de la portera al ser atacado por el llavero gigante, el trac trac trac de la llave girando en la cerradura y por fin, por primera vez, se quedó solo en la 11. Estaba seguro de que nadie se había dado cuenta de que él no había salido, de que él no estaba en la parada del colectivo, de que él no pasaba delante del kiosco de la esquina de su casa, de que él no había llegado a ninguna parte…

Una noche en la 11

Una noche en la 11

Continuar leyendo

Una noche en la Once. Cap. 1.

#ProyectoPibeLector es un blog de ficción.Cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia.

Entrega N° 48

Una noche en la 11

a Juan C. Araya,  mi lector incondicional

 Capítulo 1

 

Había sido una tarde común y corriente en la 11 hasta que Larry había resuelto, en un impulso inexplicable hasta para él mismo, subirse sobre la mesadita del baño y patear la puerta hasta destrozarla; mesadita y Larry habían caído violentamente sobre el piso arrastrando el lavatorio y rompiendo las cañerías… En el momento en que empieza nuestra historia, tenemos a Larry intentando disimular su dolor en la espalda sentado en la silla más atrás de los atrases, adentro de la pecera, en plena hora de Literatura. Y acá tengo que detenerme y explicar a los lectores qué es la pecera, en primer lugar, y destacar que la ropa empapada del chico era imposible de ocultar por más pecera que se llamara el salón de clases.

Una noche en la 11

Una noche en la 11

Continuar leyendo

@

PROYECTO PIBE LECTOR es un blog de FICCIÓN. Cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia.

29. @

_ Me enteré así, no te digo… Fue porque estaba arrobada.

Escuchó la frase, nítida, cercana. No acostumbraba estar despierta durante el día y la luz del vagón hirió sus ojos. Notó que la pierna rebosaba, hinchada: una masa dolorosa. Irradiaba un calor malsano. Imaginó un puntito en su cráneo. Convirtió el puntito en agujero, en vía de escape para que lo caliente saliera y no le abrasara el cerebro.

Ivo Pannaggi. "Tren en movimiento"

Ivo Pannaggi. “Tren en movimiento”

Viajaba, adormecida por el vaivén y el ruido del tren, envuelta en su olor a ciruja. No solía escuchar conversaciones ajenas, perdida en el abismo de su interior hirviente y putrefacto como su pierna. Buceaba en recuerdos nadando en mares de angustia, una jalea espesa y helada que la volvía un monstruoso oxímoron viviente de frío y calor. Sobrevivía, a su manera.

_ Estaba arrobada, fue una casualidad.

Dos chicas se levantaron y se alejaron, sin notar su presencia. La frase fuera de contexto la había arrancado de su sopor; esperó que sus ojos se acostumbrasen a la luz y miró por la ventanilla. Qué cambiado estaba todo, cuánta miseria. Casillas junto a las vías, nenes descalzos arrojando piedritas a los rieles. Un chiquilín la miraba fijamente parado junto a una mujer de cara cansada.

Arrobada. Recordó la sensación de ver a su esposo por primera vez, sentado junto a una ventana, en la escuela secundaria.  Lo había visto miles de veces, pero ese día descubrió que era hermoso, notó el pliegue que se le hacía en la comisura de los labios, el color perfecto de su piel.

Se había cambiado de banco; había mudado hacia él sus intereses, el foco, el sentido de la vida. Se había inundado de amor, había permitido que el haz multicolor que significó amarlo tanto la atravesara.

Arrobada. Inspiró profundamente el aire de la mañana. Flores. Se vio caminando junto a él, feliz, entre las plantas. Caballito. Ahí estaba, con los zapatos nuevos, besándolo. Once. La angustia continuaba derramándose junto al calor por el agujerito imaginario: un chorro de hielo hirviendo. Se orinó encima, sobre orines antiguos, desbordada de pena. Lloró suavecito, recordando la tibieza de las sábanas, la suavidad de su pelo cuando se puso blanco.

Otra gente subió al tren, despacio primero, luego en ráfagas violentas. Permaneció inmóvil en el caos, inmutable entre el movimiento, el insulto, la corrida. Protegida por su hedor indescriptible, nadie dejó de notarla, pero ninguno se le acercó. Cuando el vagón se puso en movimiento, le pareció verse a sí misma entre la multitud, bellísima, arrobada y arrebolada, caminando hacia el arrabal. Agradeció ese instante a Dios antes de volver a hundirse en su interior espeso.

Años después, el chiquilín hecho adolescente escribió un poema horrendo, acerca de una mujer mendiga. Finalizaba con el siguiente verso:

“Ella buscaba curar su depresión cubriéndose con palabras”

Cuánta razón.

 

Indicá “me gusta” en PROYECTO PIBE LECTOR haciendo click aquí y recibí información y actualizaciones en forma personalizada