El Fierro, Latícher y la rata

PROYECTO PIBE LECTOR es un blog de FICCIÓN. Cualquier parecido con la realidad, es mera coincidencia.

 

16. El Fierro, Latícher y la rata

(chat estilizado)

 

Estoy con mi primo, en Entre Ríos. Supe que baleaste una rata, contame.

Holaaaaaaaaa!! Si ya sabés para qué te voy a contar. Qué hay allá.

Contame que mi primo no me cree.

Qué no te cree.

Lo del fierro.

Eso es lo de menos. Martínez me andaba molestando y ya le había dicho a todo el mundo que me iba a agarrar, con los pibes del barrio de él y todo. Así que fui y le dije a mi padrino qué hacía y me dio el fierro, pero no andaba.

¿Era de mentira?

"Noche estrellada sobre el Ródano" Vincent van Gogh

“Noche estrellada sobre el Ródano” Vincent van Gogh

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Qué hacer en caso de pibe que rebota

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14. Qué hacer en caso de pibe que rebota

Folleto informativo hallado en la sala de espera de una salita de primeros auxilios


INTRODUCCIÓN:

Existen los pibes que rebotan.

Algunos tienen la suerte de nacer en el seno de familias amorosas y atentas, que detectarán de inmediato que su niñito no deja de rebotar y lo abrazarán fuertemente, le darán té de tilo, lo llevarán a practicar básquet, a estudiar batería, a la iglesia o al pediatra. La familia en primer lugar y, luego, las señoritas, los profesores, los especialistas, harán las veces, para él, de suave y elástica red contenedora, juntos, unidos, acompañando su crecimiento. Para ellos, el futuro será más que promisorio. Serán eximios artistas, deportistas, profesionales exitosos, escalarán el Everest. Esos jovencitos no nos preocupan en absoluto.

Otros pibes no tendrán esa suerte. A pesar de que el sentido común indique que todas las familias son amorosas y atentas, en la realidad eso no sucede. El niño, entonces, no dejará de rebotar; como si fuera el pato Lucas, dará tumbos para el deleite de sus espectadores y desesperación de los adultos transitoriamente responsables. Lo hará entre redes improvisadas, nada elásticas ni suaves, o sin red.

Nota: Cabe destacar que, como no todo es blanco ni negro, en el medio existe una serie de matices que ayudará o entorpecerá la situación de los rebotes. 

 

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La Isla del Alumno Autodidacta. Parte 2

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13. La Isla del Alumno Autodidacta

(cuento dividido en dos partes)

 

Para leer la Primera parte, hacé click aquí.

Segunda parte (Final):

La comisión del Ministerio volvió con el ceño arrugado y un visible malestar. Todos los jóvenes se habían negado rotundamente a realizar las pruebas que ellos les habían entregado. Algunos habían roto los papeles, los habían pisoteado, se habían enojado. Otros, después de escribir sus nombres en las hojas, ante la insistencia inusitada de los profesores desconocidos, habían garabateado frases como: “No ago la prueva por que no tengo la gana”. Junto a los evaluadores, la mitad de los docentes de la isla volvió al continente y presentó su renuncia. El señor X no emitió comentario alguno, pero mandó a buscar a su hijo y lo internó en un colegio más privado y prestigioso que el anterior a la experiencia isleña. El sabio leyó de reojo en uno de los informes: “Ningún alumno de la isla formuló preguntas o requirió los servicios del plantel docente”. Vio, entre puntos luminosos, desfilar  frases sueltas: “Jamás me sentí tan humillado”, “Vejado”, “Frustrado”, “Como si yo no existiera”“Insultado en mi dignidad de maestro”. No leyó lo demás. Le pareció una injuria innecesaria.

La isla del Alumno Autodidacta

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La isla del Alumno Autodidacta. Parte 1

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13. La isla del Alumno Autodidacta

(cuento dividido en dos partes)

 

Primera Parte.

Hace más o menos diez años, un excéntrico multimillonario al que llamaremos “X” notó con disgusto que los empleados de su empresa no trabajaban con el ahínco que esperaba. Contrató un equipo de especialistas para averiguar la causa de semejante desidia y, entre las posibles razones que ellos encontraron, una le pareció la culpable por sobre las demás: todos los empleados haraganes tenían hijos adolescentes. El adinerado señor tenía motivos personales para creer que ésa era la clave: su hijo de 13 años lo tenía angustiado, mareado y desvelado. “La piel de Judas”, pensó al recordarlo. Y contrató un doctor especialista en educación, entonces.

Como llegado a este punto, al señor X le dio fiaca continuar involucrándose en la investigación que él mismo había iniciado, puso una considerable suma de dinero en las manos del erudito, le encargó que incluyera a su propio hijo en el proyecto y se olvidó por un tiempo del asunto.

La isla del Alumno Autodidacta

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