#Ni Una menos. “Las Pibas de las fotos”

Esta semana, #ProyectoPibeLector se suma a la convocatoria contra el femicidio: #NiUnaMenos

55. Las Pibas de las fotos

obra teatral breve

Sala de espera. Hombre Cualquiera detrás de un mostrador, sellando papeles. Asientos vacíos. Detrás de ellos una pared en donde pueden verse recortes de diarios enormes con imágenes de chicas víctimas de femicidio. Intercalados entre los recortes, en letras grandes, titulares de diarios que exhiben mujeres en poses eróticas, del estilo: “Infartante”, “Baile del caño”, “Diosa”, “Curvas envidiables”, “Morocha Escultural”, etc. Hay un tacho de basura en un extremo. 

Al correrse el telón sólo hay dos asientos ocupados por la Señora 1 y la Señora 2. Todos los personajes permanecerán imperturbables hasta el final menos uno: la Madre de la Piba.

Entra en escena, desesperada y desencajada, la Madre de la Piba. Lleva un afiche en las manos, enrollado.

Madre de la Piba: ¡Mi hija no volvió a dormir anoche!  ¡Necesito ayuda!

Hombre Cualquiera: Cálmese, señora. Debe andar con algún noviecito, por ahí.

Las señoras han levantado la vista y asienten, inexpresivas. 

Señora 1: ¡Hummm! Noviecito… Seguro que andaba con algún tipo.

Señora 2: Seguramente un hombre mayor, casado, con hijos, la desvergonzada.

Madre de la Piba: a los gritos, gesticulando, en profundo contraste con los demás, que parecen robots. ¡No! ¡Mi hija no tiene novios y jamás se ausentó de nuestro hogar! ¡Estoy segura de que algo malo le pasó!

Hombre Cualquiera: A ver… ¿descripción? ¿edad? con tono libidinoso ¿bonita?

Madre de la Piba: despliega el afiche enrollado y muestra una foto enorme de la cara de su hija, sonriente, bajo el letrero: “Buscada” Ella es la alegría de nuestra familia, nuestro amor más enorme. Me dijeron que acá podía pegar la foto… Pega la foto en la pared, en el centro de todos los recortes. Es muy inteligente, estudia Ingeniería.

Las señoras mueven negativamente la cabeza, desaprobando.

Señora 1: Ingeniería no es una carrera apropiada para una señorita.

Hombre Cualquiera: ¿Y a qué hora salió? ¿A dónde iba?

Señora 1, Señora 2 y Hombre Cualquiera: al unísono ¿Cómo iba vestida?

Madre de la Piba: Como todas las chicas de su edad…

Tanto el Hombre Cualquiera como las dos señoras mueven la cabeza con desaprobación ante 

las palabras de la mujer. Entra la Señora 3 y se acomoda en uno de los asientos vacíos.

Madre de la Piba: Salió en mi auto…

Señora 3: Las mujeres no deberían tener permitido manejar.

Hombre Cualquiera: Es cierto. Quizás tuvo un accidente, por manejar mal. ¿Averiguó en los hospitales?

Madre de la Piba: desolada Recorrí todos. Ayúdeme haciendo que los vecinos miren la foto, por favor. Contempla con amor la imagen de su hija, sonriente desde la pared. Era de noche cuando salió.

Señoras 1, 2, 3 y Hombre Cualquiera: al unísono: Las señoritas decentes no deben andar por la calle de noche.

Madre de la Piba: Es que iba a trabajar…

Ingresa el Señor 1 y se suma a la voz, al unísono, de las Señoras 1, 2 , 3 y Hombre Cualquiera, que declaran: Las chicas decentes no trabajan a esas horas.

Madre de la Piba: desesperada, suplicante, dirigiéndose uno por uno a las presentes y luego al público de una forma desgarradora. ¡Ayúdenme a encontrar a mi hija! Trabaja en un laboratorio, adentro de una prestigiosa Clínica, haciendo turnos rotativos… Le tocaba turno nocturno ese día…

Los presentes se miran con sorna y murmuran, al unísono, con tono malicioso: 

Todos menos la Madre de la Piba: ¡Turno nocturno, la Piba!

La Madre de la Piba los mira, desolada. Se dirige al público, gesticula suplicante, sin decir palabra. Se va de la escena, derrotada. Entra el Señor 2 llevando un diario desplegado, se sienta aparatosamente y lee: 

Señor 2: Apareció el cadáver de otra piba.

Señora 1: ¿La violaron?

Señora 2: ¿Tenía la ropa puesta?

Señora 3: ¿Fue el novio?

Señor 2: Baja el diario y mira la imagen de la chica, sonriente desde la pared. No se sabe todavía. La mataron a trompadas.

Señora 1: Estaba vestida de forma provocativa.

Señora 2: Manejando sola, de noche.

Señor 1: Estudiaba una cosa de hombres.

Señora 3: Trabajaba en un lugar inapropiado para su edad.

Señor 2:  Guardando el diario. Vaya a saber qué le hizo al pobre infeliz que la mató. Si lo encuentran, se va a pudrir en la cárcel. Mira la foto de la chica nuevamente y se va de escena. 

Señora 1levantándose. Lo habrá querido dejar por otro… Mira la foto de la chica y sale de escena. 

Señora 2: levantándose. O lo engañaba y él descubrió que tenía un amante… Mira la foto de la chica y sale de escena. 

Señora 3: levantándose. O no le hizo caso y lo desafió…Mira la foto de la chica y sale de escena. 

Señor 1: levantándose. O no pasó nada de todo lo que se dijo acá, pero igual la mataron. Mira la foto de la chica y sale de escena. 

El Hombre Cualquiera ha quedado solo en escena. Sale de su puesto detrás del mostrador, se pone de pie al lado de la foto de la chica, que se va iluminando más y más, y afirma mirando al público: 

Por ser mujer, la mataron. A ella y a todas ellas. Señala las demás fotos.  Por nuestra culpa, porque nosotros lo permitimos cada vez que decimos cosas como las que escucharon hoy acá. De la sociedad entera depende que no haya más chicas desparecidas, chicas muertas, chicas exhibidas como si no fueran personas. Cambiemos entre todos este mundo injusto y violento. Se detiene a mirar las fotos. Despega los titulares “Infartante”, “Morocha curvilínea”, “Sensual rubia”, etc. Arruga esos papeles y los arroja al tacho de basura. Se marcha. La escena queda vacía. Una luz intensa ilumina la foto de la chica, que sonríe desde la pared. 

 

Telón

 

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Esta semana, #ProyectoPibeLector va sin imagen. LLevamos en nuestro corazón las fotos de las víctimas y acompañamos en su dolor a sus madres y seres queridos. 

Estafa educativa

PROYECTO PIBE LECTOR es un blog de FICCIÓN. Cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia.

31. Estafa educativa

Fantasía en un acto

En escena, una enorme entrada de edificio. Puertas cerradas, una puerta de ascensor. Un sillón. Una planta ornamental, de plástico. 

Un hombre se acerca a la puerta con timidez. Su preocupación es grande y se le va hacia las piernas, hacia los brazos. Una vez dentro del edificio no sabe qué hacer. No hay nadie; ningún cartel. Al rato baja de un ascensor un señor de lentes descomunales, que se queda mirándolo unos minutos. Se acerca al desconocido, que experimenta un alivio tal que parece a punto de llorar.

_ ¿Usted es…?

_ Soy el padre de Juan Pérez. El director me espera.

El señor de lentes parece sorprendido. Hace un gesto al padre de Pérez para que tome asiento en el sillón y se sienta a su lado.

Estafa educativa

Estafa educativa

_ Así que el padre de Pérez…

_ Sí.

_ Egresó hace ya cuatro meses, Juan Pérez. Acá no está.

_ Ya sé. Está en el continente, en mi casa. Viajé personalmente porque quiero entender qué pasó con mi hijo antes de presentar mi denuncia formal.

El de lentes permanece imperturbable. El padre de Juan Pérez, algo desconcertado ante la falta de reacción ante sus palabras, prosigue:

_ Juancito llegó y no supimos qué hacer. Mi señora y yo estamos desesperados. No sabemos quién es ese jovencito, realmente. Imagínese que hasta le hicimos un ADN para ver si era nuestro hijo, de lo cambiado que nos lo devolvieron. Esta institución…

_ La Isla del Alumno Autodidacta.

_ Sí, ya sé, la Isla. Bueno, se suponía que el chico iba a poder ingresar a la universidad, que iba a tener intereses definidos, que iba a poder conseguir un trabajo estable y decente… El nene se niega a ponerse un traje para trabajar en mi empresa, se niega a salir de la casa, no quiere hacer nada que no sea estar en su habitación encerrado con su computadora y ni siquiera me mira a los ojos cuando le hablo…

_ Dijo que tiene una empresa…

_ Sí, soy empresario gastronómico.

_ ¿Y por qué mandó al chico a educarse a la Isla, entonces?

El padre de Juan Pérez parece desconcertado. El de lentes aprovecha su silencio y continúa:

_ Usted firmó un contrato con la Isla del Alumno Autodidacta para que se hiciera cargo de su hijo, ¿no es verdad? Bueno, aquí estuvo Juan Pérez viviendo durante los 16 años que duró su autoeducación formal, y jamás tuvimos ningún problema con él. Los problemas que usted enumera tienen que ver con la letra chica del contrato, que evidentemente no leyó.

_ ¿Letra chica? ¿Usted dice que el chico pasó acá 16 años y no sabe buscar trabajo en los clasificados del diario, las tablas de multiplicar, quién descubrió América y es MI CULPA por no leer una letrita en un contrato? ¿Ahora resulta que soy yo el estafador y no ustedes con su bendita Isla?

_ Exactamente. La Isla del Alumno Autodidacta se ocupa de la educación formal. Usted se comprometió a mantener un contacto virtual de … por lo menos tres veces semanales con su hijo para conversar con él sobre sus intereses, transmitirle valores, mostrarle afecto, interés y cariño. Si el chico resultó un huraño inseguro de sí mismo e inadaptado social es exclusivamente su culpa. Imagínese enseñarle el teorema de Tales a una persona así… imposible.

_ ¿Pero qué está diciendo?

_ Y lo que es peor: usted es un pésimo padre. Está descalificando a su hijo, hablando mal de él. Que no sepa las tablas de multiplicar no significa nada: él es un nativo digital y puede buscarlas en su celular en dos segundos si las necesita. Existen las calculadoras, ¿sabe? Cada jovencito tiene sus tiempos y aquí en la Isla la heterogeneidad de nuestros alumnos, sus intereses y particularidades, son lo más importante… Lo que pasa con el chico es SU CULPA. Nosotros no hacemos magia, sólo guiamos en la autoeducación…

_ Pero el chico no sabe ni hacer un huevo frito, y si le quiero enseñar me contesta cosas irreproducibles y se va a seguir durmiendo, que es lo único que parece gustarle hacer…

_ ¿Ve? Ya me voy acordando de Juancito… Usted va descubriendo lo que le gusta hacer. No se apresure, señor, ya van a ir conociéndose. ¿Hay necesidad de que el chico trabaje? Si a usted le va bien, se le ve en la ropa que lleva… ¿Demandar a la Isla? Pero hombre, relájese. No tiene por qué sentirse culpable, nadie nace sabiendo ser padre. La próxima vez que firme un contrato, lea la letra chica. La Isla podría demandarlo a usted si esto sale a la luz: nos dejó un chico durante 16 años, aquí, abandonado. ¿Qué es lo que ha hecho? ¿Ser un padre horrible es peor que no saber quién fue Colón? Hombre, pare un poquito con esta situación, reflexione, vaya a su casa… Hágase cargo: sea padre. Y si tiene otro hijo: no lo abandone en una Isla, edúquelo mejor. Podríamos demandarlo nosotros… por estafa educativa.

Confundido, el señor Pérez se pone de pie. Le da la mano al hombre  y se marcha apresuradamente. El de lentes se dirige hacia un cuartito que se ve al fondo y sale vestido con un mameluco, empuñando un escobillón enorme. Se pone a barrer. Se abre una puerta y aparece un hombre enorme, imponente, muy bien vestido.

_ ¿Con quién hablaba, Efraín?

_ Con un pobre hombre que andaba perdido, señor director… se fue rápido para no perder el avión de las seis.

_ Ah. Estaba esperando a un padre, pero ya no creo que venga. Una vez que iba a venir uno…

_Iba a ser un momento histórico, señor.

_ No sea impertinente, Efraín. Deje esto impecable, por favor. Hasta mañana.

 Fin

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Doble mensaje (destinado a Niña Virginal e Inocente)

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25. Doble mensaje (destinado a Niña Virginal e Inocente)

Fantasía en un acto

 

Suena el timbre del recreo, en una escuela cualquiera. Repentinamente, el ambiente se carga del ruido ensordecedor de la niñez. Niña virginal e inocente sale de un aula y se encuentra con Psicopedagoga, que estaba esperándola.   

 Psicopedagoga_ Me dijo tu profesora de Construcción de la Ciudadanía que querías conversar conmigo…

Caminan juntas hacia un banco situado bajo un árbol. Es el patio de la escuela y es recreo: un conjunto de niños y niñas corre, grita, juega, durante el transcurso de la escena. 

 Niña virginal e inocente_ Quiero saber si es normal que me sienta confundida.

 Psicopedagoga_ ¿Confundida sobre…?

Niña virginal e inocente_  No sé qué hacer para sentirme bien.

imagen tomada de internet

imagen tomada de internet

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Reproches a un mal padre

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 17. Reproches a un mal padre

(fantasía en un acto)

 Memento mori

Habitación de clínica, sencilla, limpia. Por la ventana se ve un atardecer violáceo y bello que, a medida que transcurren los minutos, se transforma en noche.  Un hombre de cincuenta años está en la única cama, arropado, con suero, inmóvil. Es el moribundo. Una mesita de luz con velador, jarra y vaso de agua completan la escena. En una silla, la esposa teje al crochet sin cesar, absorta en el tejido y sus pensamientos.  Tiene la quietud de la araña, sólo mueve imperceptiblemente sus dedos. El hijo del hombre que está por morir se pasea por el escenario, gesticula, acompaña  los movimientos de la luz del atardecer que se vuelve incandescente a medida que avanza la escena  y al final se apaga. Tiene poco más de treinta años, viste traje, camisa, corbata. Monologa: 

_Me preguntás, viejo, qué tengo para reprocharte. Considerás que tengo permitido hasta eso… te metés en una cama y con el último aliento que te queda, en lugar de declarar algo, de decir la frase que te haga inmortal en el recuerdo, cedés la palabra y el protagonismo. Voy a contestarte, entonces, diré lo que no debería jamás haberse dicho. Al articular lo que se piensa y siente, viejo, uno se convierte en autor y crea una historia. Qué tengo para reprocharte, para recriminarte en tus últimos momentos. Estás dispuesto a resignar el concentrarte en el ritmo de tu respiración para dejarte llevar por un marasmo emocional, pedís que sea yo el que desencadene los titanes primigenios.

"Los miserables" Picasso

“Los miserables” Picasso

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Un ángel es

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11.

Un ángel es

(Fantasía en un acto)

 

             Habitación de adolescente. Ella, en la cama, durmiendo. Comienza a sonar la música. El volumen es alto. Despierta. No mueve sus labios, pero se oye su voz claramente, sobre la música. 

 Me levanto de un salto y me pongo las zapatillas, ya, ya; están atadas para hacer todo rápido y esa parte es un santiamén. Veo gotas pequeñitas, sospechosas, en una de las baldosas; la silueta de mi pie se recorta sobre lo mojado y me viene luminosa la oscura certeza: el perro me arruinó las zapatillas… Asqueroso. ¿Y ahora, qué hago? Hago como que no importa, si no hay nada que hacer.

 Se mira rápidamente en el espejo. Se coloca una mochila. Acomoda sus auriculares.

Detalle de Rembrandt: "Ángel dejando a la familia de Tobías"

Detalle de Rembrandt: “Ángel dejando a la familia de Tobías”

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